Abrazado a Maia, Jordan maldijo por lo bajo. Riendo, ella le pasó lentamente la mano por la espalda y le metió los dedos por el cabello.
—¿Crees que Praetor Scott puede esperar? —susurró ella.
—Creo que tiene una llave de esta habitación y que la usará si le parece.
—No pasa nada —repuso ella, rozándole la oreja con los labios—. Tenemos mucho tiempo, ¿verdad? Todo el tiempo que podamos necesitar.
Presidente Miau estaba tumbado en la mesa frente a Simon, profundamente dormido, con las cuatro patas estiradas hacia arriba. Eso, pensó Simon, era una especie de logro. Desde que se había convertido en vampiro, solía no agradar a los animales; le evitaban si podían, y se erizaban o ladraban si se acercaba demasiado. Para Simon, al que siempre le habían gustado los animales, era una gran pérdida. Pero suponía que si ya eras la mascota de un brujo, quizá no te costaría aceptar a criaturas extrañas en tu vida.
Resultó que Magnus no había estado bromeando sobre las velas. Simon estaba descansando un momento y tomándose un café; lo aceptaba bien y la cafeína le aliviaba el incipiente aguijoneo del hambre. Durante toda la tarde, habían estado ayudando a Magnus a preparar el escenario para invocar a Azazel. Habían recorrido las tiendas de la zona buscando velas calientaplatos y cirios, que habían colocado cuidadosamente formando un círculo. Isabelle y Alec estaban salpicando las planchas del suelo con una mezcla de sal y belladona seca mientras Magnus les daba instrucciones, leyendo en voz alta de Ritos prohibidos. Manual del nigromante del siglo XV .
—¿Qué le has hecho a mi gato? —preguntó el brujo, que volvía al salón cargado con una cafetera y un círculo de tazas flotando alrededor de la cabeza, como un modelo de los planetas alrededor del sol—. Te has bebido su sangre, ¿no? ¡Has dicho que no tenías hambre!
Simon se indignó.
—No me he bebido su sangre. ¡Está bien! —Le apretó el estómago a Presidente . El gato bostezó—. Además, me has preguntado si tenía hambre cuando estabas pidiendo pizzas, así que he dicho que no, porque no puedo comer pizza. Estaba siendo educado.
—Eso no te da derecho a comerte a mi gato.
—¡A tu gato no le pasa nada! —Simon fue a coger al gato, que saltó enfadado sobre sus patas y se fue de la mesa—. ¿Lo ves?
—Lo que tú digas. —Magnus se dejó caer sobre la silla a la cabecera de la mesa; las tazas cayeron en sus sitios mientras Alex e Izzy se incorporaban, acabada su tarea. El brujo dio una palmada—. ¡Venid aquí todos! Es hora de reunirnos. Os voy a enseñar a invocar a un demonio.
Praetor Scott los estaba esperando en la biblioteca, aún en la misma silla giratoria, con una pequeña caja de bronce sobre el escritorio, entre ellos. Maia y Jordan se sentaron frente a él. Y Maia no pudo evitar preguntarse si se le notaría en la cara lo que Jordan y ella habían estado haciendo. Aunque tampoco era que el Praetor los estuviera mirando con mucho interés.
Éste empujó la caja hacia Jordan.
—Es un ungüento —dijo—. Aplicado sobre la herida de Garroway, debería filtrarle el veneno de la sangre y permitir que el acero demoníaco salga de él. Debería sanar en unos días.
A Maia le dio un brinco el corazón; al fin buenas noticias. Cogió la caja antes que Jordan y la abrió. Estaba llena con un ungüento oscuro y ceroso con un penetrante olor a hierbas, como hojas de laurel chafadas.
—Yo… —comenzó Praetor Scott, mirando a Jordan.
—Ella debe cogerlo —dijo el chico—. Es más cercana a Garroway y forma parte de su manada. Confían en ella.
—¿Estás diciendo que no confían en el Praetor ?
—La mitad de ellos piensan que el Praetor es un cuento de hadas —repuso Maia, y luego añadió—: señor.
Praetor Scott parecía molesto, pero antes de que pudiera decir nada, sonó el teléfono de su mesa. Pareció vacilar, luego se llevó el auricular a la oreja.
—Scott —dijo, y luego, pasado un momento—: Sí…, sí, eso creo. —Colgó; su boca se curvó en una sonrisa no del todo agradable—. Praetor Kyle —dijo—. Me alegro de que te hayas pasado por aquí justamente hoy. Espera un momento. En cierto modo, este asunto te concierne.
A Maia le sorprendió esa afirmación, pero no tanto como se sorprendió un momento después, cuando comenzó a verse un resplandor trémulo en el rincón del despacho y lentamente fue apareciendo una silueta (era como ver las imágenes aparecer en la película en un cuarto oscuro) que fue tomando la forma de un joven. Tenía el cabello castaño, corto y liso, y un collar de oro le relucía contra la oscura piel del cuello. Se le veía pequeño y etéreo, como un niño del coro, pero había algo en sus ojos que le hacía parecer mucho más viejo.
—Raphael —exclamó Maia, al reconocerlo. Por la ligera transparencia se dio cuenta de que era una proyección. Había oído hablar de ellas, pero nunca había visto una de cerca.
Praetor Scott la miró sorprendido.
—¿Conoces al jefe del clan de vampiros de Nueva York?
—Nos vimos una vez, en el bosque de Brocelind —contestó Raphael, mirándola sin demasiado interés—. Es amiga del vampiro diur no.
—Tu misión —le dijo Praetor Scott a Jordan, como si éste pudiera haberlo olvidado.
Jordan frunció el cejo.
—¿Le ha pasado algo a Simon? —preguntó—. ¿Está bien?
—Esto no se refiere a él —respondió Raphael—, sino a la vampira renegada, Maureen Brown.
—¿Maureen? —exclamó Maia—. Pero si sólo tiene… ¿cuántos?, ¿trece años?
—Un vampiro renegado es un vampiro renegado —sentenció Raphael—. Y Maureen ha ido dejando todo un rastro por TriBeCa y el Lower East Side. Múltiples heridos y al menos seis muertos. Hemos conseguido cubrirlo, pero…
—Es la misión de Nick —informó Praetor Scott frunciendo el ceño—. Pero ha sido incapaz de localizarla. Quizá tengamos que enviar a alguien con más experiencia.
—Te insto a que lo hagas —repuso Raphael—. Si en este momento los cazadores de sombras no estuvieran tan concentrados en su propia… emergencia, sin duda ya se habrían implicado. Y lo que menos necesita el clan después del asunto con Camille son más críticas de los cazadores de sombras.
—¿Debo suponer que Camille también sigue sin aparecer? —preguntó Jordan—. Simon nos contó todo lo que había pasado la noche que Jace desapareció, y Maureen parecía estar cumpliendo la voluntad de Camille.
—Camille no ha sido creada recientemente, y por lo tanto no es de nuestra incumbencia —dijo Scott.
—Lo sé, pero… encontradla a ella y tal vez encontréis a Maureen, eso es lo único que digo —repuso Jordan.
—Si estuviera con Camille, no estaría matando al ritmo que lo hace —replicó Raphael—. Camille se lo impediría. Es sanguinaria, pero conoce al Cónclave y la Ley. Mantendría a Maureen y sus actividades lejos de su vista. No, el comportamiento de Maureen tiene todas las señales de un vampiro salvaje.
—Entonces, creo que tienes razón. —Jordan se apoyó en el respaldo de la silla—. Nick debería tener refuerzos para ocuparse de ella, o…
—¿O algo podría pasarle a él? En ese caso, quizá eso te ayude a centrarte más en el futuro —dijo Praetor Scott—. En tu propia misión.
Jordan se quedó boquiabierto.
—Simon no fue el responsable de transformar a Maureen —replicó—. Te dije…
Praetor Scott lo cortó con un gesto de la mano.
—Sí, ya lo sé, o te habríamos apartado de tu misión, Kyle. Pero tu sujeto la mordió, y durante tu vigilancia. Y fue su relación con el vampiro diurno, por distante que fuera, la que condujo finalmente a su transformación.
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