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Lois Bujold: Hermanos de armas

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Lois Bujold Hermanos de armas

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El inefable Miles Vorkosigan se encuentra en esta ocasión en la Tierra, sin dinero y con los dolores de cabeza que le da el interpretar a dos personajes a la vez con sus respectivos enemigos. La situación se complica cuando algunos de sus hombres organizan un escándalo en una tienda de licores cuando la máquina no les acepta la tarjeta de crédito. Por culpa de una periodista perspicaz Miles se ve obligado a dar una nueva vuelta de tuerca en su farsa: decide que su otra identidad es en realidad un clon suyo, y engaña a la periodista. Sin embargo, lo que no se podía esperar es que realmente un clon suyo estuviera dispuesto a reemplazarle.

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—Por lo que a mí respecta, no lo hay —murmuró Galeni—. Pero ya me dan igual los informes falsos. Al final se convierten en historia. Pecado absuelto.

—Sabe que no pretendía que las cosas salieran así —le dijo Miles después de un instante de silencio—. Me refiero a la confrontación de anoche.

Parecía una disculpa enormemente pobre por haber hecho volar al padre del capitán…

—¿Cree que lo controlaba? ¿Que es omnisciente y omnipotente? Nadie le nombró Dios, Vorkosigan —débilmente, una comisura de su boca se curvó hacia arriba—. Estoy seguro de que se le pasó por alto —se echó hacia atrás y cerró los ojos.

Miles se aclaró la garganta.

—De vuelta a la embajada, Ivan. Ah… sin prisas. Conduce despacio. No me importaría ver un poco de Londres, ¿eh?

Se apoyó en Elli y contempló las primeras luces del verano cubrir la ciudad, el tiempo y todos los tiempos unidos y yuxtapuestos como la luz y la sombra entre una calle y la siguiente.

Cuando todos se pusieron en fila en el despacho de Seguridad de Galeni en la embajada, Miles recordó el juego de monos chinos que Tung, su jefe de personal dendarii, guardaba en un estante en sus habitaciones. Ivan era sin duda No-Ver. Por la tensión de la mandíbula de Galeni mientras devolvía la mirada al comodoro Destang, era un magnífico candidato a No-Hablar. Eso le dejaba a Miles No-Oír, pero cubrirse las orejas con las manos no le ayudaría mucho.

Miles esperaba que Destang estuviera furioso, pero más bien parecía disgustado. El comodoro les devolvió el saludo y se apoyó en la silla de Galeni. Cuando su mirada cayó sobre Miles frunció los labios en una línea particularmente morbosa.

—Vorkosigan —el apellido de Miles gravitó en el aire ante ellos como algo palpable. Destang lo contempló sin favoritismos y continuó—. Cuando terminé de tratar con un tal investigador Reed del juzgado municipal de Londres, a las 07.00 de esta mañana, estaba convencido de que sólo la intervención divina podría salvarle de mi furia. La intervención divina llegó a las 09.00 en la persona de un correo especial del cuartel general imperial —Destang alzó entre su pulgar y su índice un disco de datos marcado con el sello imperial—. Aquí están las nuevas y urgentes órdenes para sus irregulares dendarii.

Ya que Miles había visto al correo en la cafetería, la cosa no le pilló totalmente desprevenido. Reprimió los deseos de abalanzarse hacia adelante.

—¿Sí, señor? —animó.

—Parece que cierta flota de mercenarios libres que opera en la lejana zona del Sector Cuatro, supuestamente contratada por un gobierno subplanetario, ha pasado de la guerrilla a la piratería descarada. Su bloqueo del agujero de gusano ha degenerado desde la detención y el registro de naves a la confiscación. Hace tres semanas secuestraron a una nave de pasajeros de Tau Ceti para convertirla en transporte de tropas. Hasta ahí muy bien, pero entonces a algún listillo entre ellos se le ocurrió la brillante idea de aumentar sus beneficios pidiendo rescate por los pasajeros. Varios gobiernos planetarios cuyos ciudadanos están retenidos han dispuesto un equipo negociador, dirigido por los taucetanos.

—¿Y nuestra participación, señor?

El Sector Cuatro estaba muy lejos de Barrayar, pero Miles imaginaba lo que vendría a continuación. Ivan parecía tremendamente curioso.

—Entre los pasajeros había once súbditos barrayareses… entre ellos la esposa del ministro de Industrias Pesadas, lord Vorvane, y sus tres hijos. Como los barrayareses son minoría entre las doscientas dieciséis personas secuestradas, se nos negó el control del equipo negociador, naturalmente. Y se ha negado a nuestra flota el permiso para atravesar tres de los nexos de agujero necesarios para tomar por la ruta más corta entre Barrayar y el Sector Cuatro. La ruta alternativa más corta requeriría dieciocho semanas de viaje. Desde la Tierra, sus dendarii tardarán en llegar menos de dos semanas a esa zona.

Destang frunció el ceño, pensativo. Ivan parecía fascinado.

—Sus órdenes, naturalmente, son rescatar con vida a los súbditos del Emperador, y a tantos otros ciudadanos planetarios como sea posible, y aplicar todas las medidas punitivas compatibles con el primer objetivo, las suficientes en todo caso para impedir que los perpetradores repitan su actuación. Ya que nosotros nos encontramos inmersos en críticas negociaciones con los taucetanos, no queremos que sean conscientes de la fuente de esta unilateral fuerza de rescate si, ah, algo sale mal. El método de conseguir esos logros queda totalmente a su discreción. Aquí encontrará todos los detalles de Inteligencia que el cuartel general tenía hace ocho días.

Entregó por fin el disco de datos. La mano de Miles se cerró sobre él, impaciente. Ivan parecía ahora envidioso. Destang sacó otro objeto, que tendió a Miles con el aire de un hombre al que le arrancan el hígado.

—El correo también entregó otra nota de crédito por valor de dieciocho millones de marcos. Para los gastos de los próximos seis meses de operación.

—¡Gracias, señor!

—Ja. Cuando termine, debe informar al comodoro Rivik del cuartel general del Sector Cuatro, en Estación Oriente. Con suerte, cuando sus irregulares regresen al Sector Dos yo me habré jubilado.

—Sí, señor. Gracias, señor.

Destang se volvió hacia Ivan.

—Teniente Vorpatril.

—¿Señor?

Ivan se puso firmes con su mejor aire de ansioso entusiasmo. Miles se dispuso a protestar por la total inocencia e ignorancia de Ivan, una mera víctima, pero resultó innecesario. Destang contempló a su primo un buen rato y suspiró.

—No importa.

El comodoro se volvió hacia Galeni, que permanecía estirado y tieso. Tras regresar a la embajada esa mañana antes que Destang, todos se habían lavado. Los dos oficiales de la embajada se habían puesto un uniforme limpio, y cada cual había redactado un lacónico informe que Destang acababa de ver. Pero ninguno había dormido todavía. ¿Cuánta basura más tragaría Destang sin explotar?

—Capitán Galeni. Por la parte militar, se le acusa de desobedecer la orden de permanecer confinado en sus habitaciones. Ya que la acusación es idéntica a la que Vorkosigan acaba de eludir tan afortunadamente, eso me presenta ciertos problemas de justicia. También está el factor atenuante del secuestro de Vorpatril. Su rescate, y la muerte de un enemigo de Barrayar, son los dos únicos resultados tangibles de las… actividades de anoche. Todo lo demás es especulación, afirmaciones indemostrables sobre sus intenciones y estado mental. A menos que quiera someterse a un interrogatorio con pentarrápida para despejar cualquier duda.

Galeni parecía asqueado.

—¿Es una orden, señor?

Miles advirtió que al capitán le faltaban un par de segundos para presentar su dimisión… ahora, cuando se había sacrificado tanto. Quiso darle una patada. «¡No, no!» Salvajes defensas inundaron la mente de Miles: «La pentarrápida es degradante para la dignidad de un oficial, señor.» O incluso: «Si lo droga debe drogarme a mí también. No importa, Galeni, perdí la dignidad hace años.» Pero la curiosa reacción de Miles a la pentarrápida convertía la oferta en inútil. Se mordió la lengua y esperó.

Destang parecía preocupado.

—No —dijo después de un momento de silencio. Alzó la cabeza y añadió—: Pero significa que mis informes, y los suyos, y los de Vorkosigan, y los de Vorpatril, serán enviados todos juntos a Simon Illyan para que los revise.

»Me negaré a cerrar el caso. No he alcanzado mi rango absteniéndome de tomar decisiones militares, ni por implicarme gratuitamente en las decisiones políticas. Su… lealtad, como el destino del clon de Vorkosigan, se ha convertido en una cuestión política demasiado ambigua. No estoy convencido de la viabilidad a largo plazo del plan de integración komarrés… pero no querría pasar a la historia como su saboteador.

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