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Lois Bujold: Hermanos de armas

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Lois Bujold Hermanos de armas

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El inefable Miles Vorkosigan se encuentra en esta ocasión en la Tierra, sin dinero y con los dolores de cabeza que le da el interpretar a dos personajes a la vez con sus respectivos enemigos. La situación se complica cuando algunos de sus hombres organizan un escándalo en una tienda de licores cuando la máquina no les acepta la tarjeta de crédito. Por culpa de una periodista perspicaz Miles se ve obligado a dar una nueva vuelta de tuerca en su farsa: decide que su otra identidad es en realidad un clon suyo, y engaña a la periodista. Sin embargo, lo que no se podía esperar es que realmente un clon suyo estuviera dispuesto a reemplazarle.

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—Supongamos que fueras libre. Libre de Barrayar y Komarr, libre también de mí. Libre de Galen y la policía. Libre de la obsesión. ¿Qué elegirías? ¿Quién eres? ¿O sólo eres reacción, nunca acción?

Mark se retorció visiblemente.

—Vete a la mierda.

Miles torció la boca. Frotó el suelo con la bota y se detuvo antes de empezar a marcar dibujitos con el pie.

—Supongo que nunca lo sabrás mientras yo me imponga sobre ti.

Mark escupió las heces de su odio.

—¡Tú eres libre!

—¿Yo? —Miles casi se sorprendió de verdad—. Nunca seré tan libre como lo eres tú ahora mismo. Estabas atado a Galen por el miedo. Su control sólo era igual a su alcance, y ambas cosas se rompieron juntas. Yo estoy atado… a otras cosas. Dormido o despierto, cerca o lejos, no hay ninguna diferencia. Sin embargo… Barrayar puede ser un lugar interesante, visto a través de otros ojos que no sean los de Galen. Su propio hijo vio las posibilidades.

Mark sonrió con acritud contemplando la pared.

—¿Tienes otra utilidad para mi cuerpo?

—¿Para qué? No se puede decir que tengas la altura que mis… nuestros genes pretendían ni nada de eso. Y mis huesos van camino de convertirse en plástico de todas formas. No hay ninguna ventaja en eso.

—Estaré en la reserva, entonces. Un repuesto para caso de accidente.

Miles alzó las manos.

—Ya ni siquiera crees eso. Pero mi oferta original sigue en pie. Vuelve conmigo, con los dendarii, y te esconderé. Te llevaré a casa. Allí podrás tomarte tu tiempo y decidir cómo ser el auténtico Mark y no una imitación de nadie.

—No quiero conocer a esa gente —declaró Mark llanamente.

Con eso se refería a sus padres. Miles lo entendió con dificultad, aunque Ivan había perdido claramente el hilo.

—No creo que vayan a reaccionar mal. Después de todo, ya están en ti, a nivel fundamental. Tú, ah, no puedes huir de ti mismo. —Hizo una pausa, lo intentó de nuevo—. Si tuvieras la oportunidad de hacer algo, ¿qué sería?

Mark frunció profundamente el ceño.

—Cargarme el negocio de clones de Jackson's Whole.

—Mm —consideró Miles—. Está bastante protegido. De todas formas, ¿qué esperabas de los descendientes de una colonia que empezó siendo una base de secuestradores? Naturalmente, se convirtieron en una aristocracia. Tendré que contarte un par de historias sobre tus antepasados que no aparecen en las crónicas oficiales…

Así que Mark había adquirido una cosa buena de su asociación con Galen: una sed de justicia que iba más allá de su propia piel aunque la incluyera.

—Tal como es la vida, te mantendría ciertamente ocupado. ¿Cómo lo harías?

—No lo sé —Mark pareció sorprendido por este súbito cambio—. Volaría los laboratorios. Rescataría a los niños.

—Buena táctica, mala estrategia. Simplemente, reconstruirían. Necesitas más de un nivel de ataque. Si imaginaras alguna forma de hacer que el negocio no diera beneficios, se moriría solo.

—¿Cómo?

—Déjame ver… Están los clientes. Gente rica y sin ética. Supongo que difícilmente se los podría persuadir para que elijan la muerte sobre la vida. Un logro médico que ofreciera alguna otra forma de extensión personal de vida quizá los dividiera.

—Matarlos los dividiría también —gruñó Mark.

—Cierto, pero sería poco práctico a la larga. La gente de esa clase suele tener guardaespaldas. Tarde o temprano uno te pillaría y todo se acabaría. Mira, debe de haber cuarenta puntos de ataque. No te atasques con el primero que te venga a la cabeza. Por ejemplo, supongamos que regresas conmigo a Barrayar. Como lord Mark Vorkosigan, podrías esperar amasar con el tiempo una base de poder financiero y personal. Completar tu educación… adecuarte para atacar el problema estratégicamente, no sólo, ah, abalanzarte contra la primera pared con la que te encuentres y, zas.

—Nunca iré a Barrayar —dijo Mark entre dientes.

«Sí, y parece que todas las mujeres con un coeficiente superior de la galaxia están en completo acuerdo contigo… puede que seas más listo de lo que crees.» Miles suspiró entre dientes. «Quinn, Quinn, Quinn, ¿dónde estás?» En el pasillo, la policía cargaba a los últimos asesinos inconscientes en una plataforma flotante. La posibilidad de salir de allí se presentaría pronto, o nunca.

Miles se dio cuenta de que Ivan lo estaba mirando.

—Estás completamente chiflado —dijo, con total convicción.

—¿Qué, no piensas que ya es hora de que alguien se las haga pagar a esos bastardos de Jackson's Whole?

—Claro, pero…

—Yo no puedo estar en todas partes. Pero sí apoyar el proyecto —Miles miró a Mark—, si has acabado de intentar ser yo, claro está.

Mark vio cómo se llevaban a los últimos asesinos.

—Puedes quedártelo. Me extraña que no seas tú quien intenta cambiar de identidad conmigo —miró a Miles con la cabeza ladeada, lleno de renovado recelo.

Miles se echó a reír, dolorosamente. Qué tentación. Tirar su uniforme, meterse en un tubo y desaparecer con una nota de crédito por valor de medio millón de marcos en el bolsillo. Ser un hombre libre… Posó la mirada sobre el sucio uniforme verde imperial de Ivan, símbolo de su servicio. «Eres lo que decides ser… elige otra vez.» No. El hijo más feo de Barrayar elegiría seguir siendo su campeón. No se arrastraría a un agujero para no ser nadie.

Hablando de agujeros, era hora de salir de aquél. Los últimos miembros del comando policial desaparecieron tras la curva del pasillo, tras la plataforma flotante. Los técnicos llegarían de un momento a otro. Sería mejor actuar rápido.

—Es hora de irnos —dijo Miles, desconectando el escáner y recuperando la linterna.

Ivan gruñó aliviado y alargó los brazos para abrir la compuerta. Empujó a Miles para ayudarlo a salir. Miles a su vez le lanzó la cuerda del equipo de rappel , como antes. El pánico inundó el rostro de Mark durante un instante cuando vio a Miles enmarcado en la salida y advirtió por qué él podía ser el último; su expresión se cerró de nuevo cuando Miles hizo bajar la cuerda. Miles recogió la pequeña cámara, la devolvió a su caja y pulsó el comunicador de muñeca.

—Nim, informe de situación —susurró.

—Tenemos ambos vehículos de vuelta en el aire, señor, a un kilómetro tierra adentro. La policía ha acordonado su zona. El lugar está repleto de ellos.

—Muy bien. ¿Alguna noticia de Quinn?

—Ningún cambio.

—Déme sus coordenadas exactas dentro de la torre.

Nim así lo hizo.

—Muy bien. Estoy dentro de la Barrera, cerca de la Torre Seis, con el teniente Vorpatril de la embajada barrayaresa y mi clon. Vamos a intentar salir por la Torre Siete y recoger a Quinn de paso. O al menos —Miles tragó saliva, sintiendo estúpidamente que la garganta se le había agarrotado—, vamos a averiguar qué le ha pasado. Mantenga su actual situación. Naismith fuera.

Se quitaron las botas y tomaron pasillo abajo en dirección sur, pegados a la pared. Miles oyó voces, pero estaban detrás de ellos. La intersección en forma de T estaba ahora iluminada. Miles alzó las manos mientras se acercaban, se arrastró hasta la esquina y se asomó. Un hombre ataviado con un mono de la Autoridad de Mareas y un policía uniformado examinaban la compuerta. Les daban la espalda. Miles indicó a Mark e Ivan que avanzaran. Todos se introdujeron en silencio en la boca del túnel.

Había un policía estacionado en el vestíbulo del tubo elevador en la base de la Torre Siete. Miles, con las botas en una mano y el aturdidor en la otra, hizo una mueca de frustración. Se acabaron sus esperanzas de salir sin dejar rastro.

No podía evitarlo. Tal vez compensaran con velocidad la falta de sigilo. Además, el hombre se interponía entre Miles y Quinn y, por tanto, se merecía su destino. Apuntó con el aturdidor y disparó. El policía se desplomó.

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