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Lois Bujold: En caída libre

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Lois Bujold En caída libre

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Leo Graf era tan sólo un competente ingeniero de soldadura: se ocupaba de sus asuntos, hacia bien el trabajo y se ajustaba a las especificaciones. Pero todo cambió cuando fue asonado al Hábitat Cay y conoció a los cuadrúmanos, seres sin piernas y con cuatro brazos adaptados por la ingeniería genética para el trabajo en ausencia de la gravedad. ¿Quién podría permanecer indiferente antela explotación y la esclavitud de un millar de jóvenes tratados como objetos por Galac-Tech. la gran corporación espacial? Fue relativamente fácil adoptar, un tanto ilegalmente, a un millar de cuadrúmanos. Lo difícil fue enseñarles a ser libres. Un retorno de lujo a los temas de la ciencia ficción campbelliana basada en la aventura y la especulación científica inteligente, con personajes de una entrañable «normalidad». Un hito en la moderna literatura de ciencia ficción.

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¿Dónde lo había visto antes?

—Bueno, continuad, chicas.

Van Atta salió de la habitación seguido de Leo. Tony venía detrás de ellos, sin dejar de mirar hacia atrás sobre su hombro.

Andy se había vuelto a concentrar en su madre. Con las manos pequeñitas intentaba abrirle la camiseta que empezaba a mancharse como acto reflejo. Aparentemente, la compañía había decidido no alterar esa parte de la biología antigua. Los dispensadores de leche estaban idealmente preadaptados a la vida en caída libre, después de todo. Había oído que incluso los pañales habían tenido una historia heroica en los primeros viajes espaciales.

Dejó de pensar en esas cosas y siguió caminando detrás de Van Atta, silencioso y pensativo. Había decidido no seguir sacando conclusiones. Intentaba tranquilizarse, no paralizarse. Mientras tanto, una boca cerrada no podía impedir la recepción de información.

Se detuvieron ante la oficina de Van Atta en el Hábitat. Apenas entraron, aquel encendió las luces y la circulación de aire. La oficina olía a cerrado, y Leo supuso que no se utilizaba muy a menudo. El ejecutivo probablemente pasaba la mayor parte del tiempo abajo, en un lugar más cómodo. Un amplio mirador ofrecía una vista espectacular de Rodeo.

—Ascendí un poco en el mundo desde que nos vimos por última vez —dijo Van Atta, mirándole a los ojos. La atmósfera superior en el borde de Rodeo estaba produciendo magníficos efectos luminosos con bellos prismas de luz desde su ángulo de observación—. En muchos sentidos. No me importa devolver el favor. Creo que el hombre que asciende tiene la obligación de recordar cómo llegó allí. Nobleza obliga y todo eso. Van Atta enarcó las cejas, como si invitara a Leo a plegarse a esa satisfacción personal.

Tenía que recordarlo. Y bien. Su memoria seguía en blanco y la situación era cada vez más incómoda. Sonrió y aprovechó la pausa mientras Van Atta activaba la consola de su escritorio para darse la vuelta y observar la habitación, examinando su contenido, como hace la gente educada cuando espera a alguien, Había una pequeña placa en la pared con una leyenda que le llamó la atención y le provocó risa: «Al sexto día, Dios vio que no podía hacer todo, entonces creó a los INGENIEROS».

—A mí también me gusta —comentó Van Atta, que había levantado la vista para ver qué era lo que le había causado gracia a Leo—. Me lo regaló mi exmujer. Fue una de las pocas cosas que esa perra ambiciosa no se llevó cuando nos separamos.

—¿Usted era un…? —Comenzó, pero no llegó a decir la palabra ingeniero. Ya recordaba. No entendía cómo podía haberse olvidado. Había conocido a Van Atta como ingeniero subordinado, no como ejecutivo superior. ¿Este ambicioso elegante era el mismo idiota que había mandado arriba, a la Administración, para sacárselo de encima en el proyecto de la Estación Morita, diez o doce años atrás? El pequeño Bruce. «Brucie baby.» Sí. Oh, cielos.

Van Atta retiró el par de discos de información que la consola había vomitado.

—Usted me inició en esta carrera. Siempre pensé que le daría cierta satisfacción, por haber pasado gran parte de su vida enseñando, ver progresar a uno de sus ex alumnos.

Van Atta ni siquiera era cinco años más joven que Leo. Reprimió una profunda irritación. No era ningún maestro retirado de noventa años, maldición. Era un ingeniero, todavía en activo, y tampoco tenía miedo de ensuciarse las manos trabajando. Su trabajo técnico estaba tan cerca de la perfección como se lo permitía su conciencia inquieta. Su registro de seguridad hablaba por sí solo. Aplacó su furia con un suspiro. ¿No era siempre así? Había visto progresar a decenas de subordinados, a menudo hombres que él mismo había capacitado. Sí. Y seguramente, Van Atta lo quería hacer pasar por una debilidad y no por algo de lo cual sentirse orgulloso.

Van Atta le entregó los discos de información.

—Aquí están su registro y su programa. Vamos, le mostraré parte de los equipos con los que va a trabajar. Galac-Tech tiene dos proyectos en mente para que estos cuadrúmanos del Proyecto Cay empiecen finalmente a producir.

—¿ Cuadrúmanos ?

—Es el apodo oficial.

—¿No es… peyorativo? Van Atta lo miró y luego sonrió. —No. Sin embargo, lo que no hay que decirles en voz alta, es «imitantes». Hay toda una paranoia genética después de ese fiasco militar del proyecto de reproducción clónica Nuovo Brasilian. Todo este proyecto podría haberse llevado a cabo con mucho más éxito en la órbita de la Tierra, pero fue imposible debido a todas esas histerias legales sobre la manipulación de los genes humanos. De todas maneras, veamos los proyectos. Uno consiste en ensamblar naves de Salto en órbita de Orient IV. El otro, construir instalaciones de transferencia en el espacio en algún nexo alejado, más allá de Tau Ceti, llamado Estación Kline. Es un trabajo frío, no hay ningún planeta habitable en el sistema y su sol está carbonizado, pero el espacio local alberga no menos de seis salidas posibles. Potencialmente, es muy rentable. Serán muchas soldaduras en las peores condiciones de caída libre… El interés absorbió la angustia de Leo. Siempre había sido el trabajo en sí, no el pago ni las propinas, lo que lo había esclavizado. ¿El hecho de no importarle el privilegio ejecutivo no significaba quedar permanentemente relegado? Salió de la oficina detrás de Van Atta y volvieron al pasillo, donde Tony seguía esperando pacientemente con el equipaje.

—Supongo que fue el desarrollo de las réplica: uterinas lo que lo hizo posible —opinó Van Atta —mientras Leo acomodaba sus bártulos en su nueva habitación. La cámara no era más que un simple cubículo para dormir. Tenía instalaciones sanitarias privadas y una cama. Leo pensó, con cierta satisfacción, que podría dormir con comodidad y no sufriría de dolor de espalda por la mañana, cuando debía ir a trabajar. El dolor de cabeza era otro problema.

—He oído algo sobre eso —dijo Leo—. Otro invento de Beta Colony, ¿verdad?

Van Atta asintió.

—Hoy en día los mundos externos se están volviendo demasiado inteligentes. La Tierra va a terminar perdiendo su liderazgo si no se actualiza.

Tenía razón, pensó Leo. Sin embargo, la historia de la innovación sugería que era inevitable. Los directivos que habían hecho grandes inversiones de capital en un sistema, naturalmente no estaban dispuestos a echar todo a perder y así era cómo los recién llegados progresaban, para frustración de los ingenieros leales…

—Yo había pensado que el uso de réplicas uterinas se limitaba a emergencias obstétricas.

—En realidad, la única limitación para su uso es el hecho que son terriblemente costosas —respondió Van Atta—. Probablemente, sólo se trate de una cuestión de tiempo, hasta que las mujeres adineradas en todo el mundo comiencen a escaparse de sus obligaciones biológicas y dejen de engendrar hijos en sus vientres. Pero para Galac-Tech, significó que finalmente se pudieron llevar a cabo experimentos de bioingeniería humana, sin la necesidad de utilizar madres para llevar los embriones implantados. Un hábil enfoque de ingeniería bien definido y controlado. Aún mejor, estos cuadrúmanos son unidades completas. Es decir, sus genes provienen de tantas fuentes diferentes que es imposible identificar quiénes son sus padres genéticos. Así nos ahorramos muchas complicaciones legales.

—Seguro que sí —dijo Leo.

—Todo esto era la obsesión del doctor Cay, supongo. Nunca lo conocí, pero debe haber sido uno de esos tipos carismáticos, que se vuelca de lleno a un proyecto con mucha anticipación, antes de cualquier resultado posible. El primer grupo ya cumple veinte años. Los brazos adicionales son la parte más complicada…

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