C. Cherryh - La estación Downbelow

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La estación Downbelow: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando se desencadenó la crisis del sistema, ellos eran ya solamente el resto de una Flota, y luchaban contra un poder que llegaba a todas partes, que poseía una inextinguible cantera de vidas, de suministros, de mundos.
Después de tan larga lucha, eran lo último que quedaba del poder de la Compañía Tierra. La capitana Mallory había sido testigo de cómo se llegaba a aquella situación. Había volado para mantener juntas a la Tierra y a la Unión, el pasado de la humanidad y su futuro. Y era una gran ironía que la Unión se hubiese convertido en el soporte de la postura pro-espacio en aquella guerra, y que la Compañía luchara en contra. Era una ironía que ellos, los que creyeron en el Más Allá, terminaran oponiéndose a aquello en que se había convertido, exponiéndose a morir por la Compañía que les había abandonado.
Hubo un tiempo en que los sueños de las viejas naves de exploración la indujeron a meterse en aquello, un sueño largamente contrastado con las realidades de la Compañía. Y llegó un momento en que tuvo que admitir que era imposible ganar.
La Flota se enfrentó sola a la situación, sin mercantes ni estaciones de soporte, sola, como había estado desde hacía mucho tiempo.

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—Puedes apostar a que lo harán —dijo él—, pero no salgas de esta plataforma. Lo que haya de decirse, lo que tengas que hablar con ellos, insiste en decirlo aquí, en la plataforma. No vayas a ningún espacio pequeño donde Azov pueda interponer tropas entre ti y las naves. No te fíes de él.

Ella asintió.

—Comprendido. Hablaré en interés de los mercantes, Damon. Tal como van a ir las cosas, quieren un puerto neutral, y Pell lo es. No creo que Pell ponga objeciones.

—No, Pell no objetará nada. Pell tiene que dedicarse a limpiar su casa. —Respiró profundamente por primera vez en varios minutos y siguió la mirada de Elene hacia el otro lado de la plataforma, donde estaba Azov, dirigida a Josh que estaba con las tropas de la Unión, esperando acercarse—. Trae una docena contigo y haz que el resto vigile ese acceso. Veamos lo que abarca la idea de lo razonable que tiene Azov.

Elene habló con firmeza y serenidad, apoyando un brazo en la mesa.

—La liberación de la nave Hammer, de la familia Olvig; la entrega de la Ojo de Cisne a sus legítimos dueños, y de cualquier otra nave mercante confiscada para uso militar de la Unión. La condena más fuerte posible por la toma y el uso de la Genevieve. Puede que usted proteste diciendo que no está facultado para ello, pero tiene el poder necesario para tomar decisiones militares… a ese nivel, señor, la liberación de las naves que han sido embargadas.

—No reconocemos su organización. Damon intervino entonces.

—Eso dependerá de lo que decida el consejo de la Unión. Pell sí reconoce su organización, y Pell es independiente, capitán, y dispuesto a proporcionarles a ustedes un puerto por el momento, pero naciendo constar que puede negárselo. Lamentaría tener que tomar esa decisión. Tenemos un enemigo mutuo… pero usted estaría paralizado aquí, lo cual sería muy desagradable. Y la noticia podría extenderse.

Habían colocado la mesa en la plataforma abierta, con dos semicírculos opuestos de mercaderes y tropas. En el lado de la Unión hubo gestos irritados.

—Tenemos interés en que esta estación no se convierta en una base de Mazian —admitió Azov—, y estamos dispuestos a cooperar en su protección… sin la cual, a pesar de todas sus amenazas, señor Konstantin, no tienen ustedes muchas probabilidades de defenderse con éxito.

—Necesidad mutua —dijo Damon en tono neutro—. Puede estar seguro de que ninguna nave de Mazian será jamás bien recibida en Pell. Están fuera de la ley.

—Les hemos hecho un servicio —dijo Elene—. Las naves mercantes ya han puesto rumbo a Sol, mucho antes que Mazian. Una de ellas ha salido lo bastante pronto para estar allí cuando él llegue. No es mucho, pero sí algo. La estación Sol habrá sido avisada de los propósitos de Mazian.

Azov pareció sorprendido. El hombre que estaba a su lado, Ayres, sonrió de súbito, con un brillo de lágrimas en los ojos.

—Mi gratitud —le dijo Ayres—. Capitán Azov, yo propondría… efectuar las consultas necesarias y movernos con rapidez.

—Parece haber razones sobradas para ello —dijo Azov, y se apartó de la mesa—. La estación está a salvo. Nuestro trabajo ha terminado. Las horas son valiosas. Si Sol va a preparar una recepción para ese forajido, deberíamos estar allí para continuarla desde atrás.

—Pell le ayudará gustoso a desensamblar —terció Damon—. Pero las naves mercantes de las que se apropiaron… se quedan.

—Tenemos tripulantes a bordo de ellas. Vendrán con nosotros.

—Llévese a sus tripulantes. Esas naves son propiedad de los mercaderes y se quedarán, lo mismo que Josh Talley, que es un ciudadano de Pell.

—No, no voy a cederle a uno de los míos porque usted lo pida.

—Josh. —Damon miró atrás, donde estaba el muchacho con un grupo de soldados de la Unión; al fin no resaltaba entre otros individuos igualmente perfectos—. ¿Qué piensas al respecto?

Josh dirigió su mirada más allá de él, quizá a Azov, y no dijo nada.

—Llévese sus tropas y sus naves —dijo Damon a Azov—. Si Josh se queda, es asunto suyo; puede elegir. La Unión debe irse de esta estación. Posteriormente se les recibirá para ensamblaje, bajo solicitud y mediante permiso de la oficina del jefe de la estación. Se lo garantizo. Pero si el tiempo es valioso para usted, le sugiero que acepte la oferta que le hago.

Azov frunció el ceño. Hizo una seña al oficial de sus tropas, el cual ordenó a las unidades que formaran. Se alejaron en dirección al horizonte curvado hacia arriba, la plataforma azul, donde estaba ensamblada la Unity.

Y Josh se quedó allí, solo. Elene se levantó y le abrazó torpemente, y Damon le palmeó el hombro.

—Quédate aquí —le dijo a Elene—. Tengo que desensamblar una nave de la Unión. Vamos, Josh.

—Nelharts —Elene se dirigió al más cercano a ella—. Encárguese de que lleguen a la central en buen orden.

Fueron detrás de las fuerzas de la Unión, siguieron por el corredor del nivel noveno y, cuando los soldados se encaminaron a su nave, ellos dejaron de seguirlos. En los corredores había puertas abiertas, y la gente de Pell estaba allí observando. Algunos empezaron a gritar, agitar las manos, dar vivas a esta última ocupación por parte de los mercantes.

—¡Son los nuestros! —gritó alguien—. ¡Los nuestros!

Subieron por la rampa de emergencia, ascendiendo a la carrera. Allí les recibieron los nativos, que daban saltos y les saludaban en su lengua. Los chillidos de los nativos y los gritos humanos resonaban en toda la espiral, a medida que la noticia pasaba de un nivel a otro. Algunos unionistas se cruzaron con ellos, al ir en dirección contraria, siguiendo las instrucciones que habían recibido por el comunicador del casco, probablemente con la sensación de que se hacían notar demasiado.

Entraron en el sector azul uno. Los nativos habían vuelto a ocupar la central y sonrieron cuando les vieron a través de las puertas abiertas de par en par.

—Vosotros amigos —dijo Dienteazul—. ¿Todos amigos?

—Todo está en orden —le aseguró Damon, y se abrió paso más allá de una muchedumbre de ansiosos cuerpos marrones, hasta sentarse ante el tablero principal de mandos. Miró atrás, a Josh y los mercaderes.

—¿Hay alguien aquí que sepa cómo funciona esta clase de ordenador?

Josh se sentó a su lado. Uno de los Neihart se hizo cargo del comunicador, otro se sentó ante otro puesto de ordenador. Damon oprimió unos botones.

Norway, tienen primer turno de salida. Confío en que salgan sin provocaciones. No queremos problemas.

«Gracias, Pell», le respondió la voz seca de Mallory. «Me gustan sus prioridades.»

—Apresúrense. Utilice a sus propias tropas para desensamblar. Podrá regresar a recogerlas cuando la situación se haya estabilizado. ¿De acuerdo? Estarán a salvo.

«Estación de Pell», intervino otra voz: era la de Azov. «Los acuerdos deben especificar que no se recibirá a las naves de Mazian. La que está aquí ahora es nuestra.»

Damon sonrió.

—No, capitán Azov. Esta nave es nuestra. Somos un planeta y una estación, una comunidad soberana, y aparte de los mercaderes que no son residentes aquí, mantenemos una milicia. La Norway constituye la flota de Downbelow. Le agradeceré que respete nuestra neutralidad.

«Konstantin», le advirtió la voz de Mallory, al borde de la ira.

—Desensamble y manténgase a la espera, capitana Mallory. Permanecerá quieta hasta que la flota de la Unión haya abandonado nuestro espacio. Está usted en nuestras coordenadas de tráfico y ha de acatar nuestras órdenes.

«Ordenes recibidas» respondió ella finalmente. «Me mantengo a la espera. Vamos a retirarnos y desplegar las naves auxiliares. Unity, procure mantener un rumbo recto al salir de aquí. Y dele recuerdos a Mazian.»

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