Era el momento de salir. Durante cerca de una hora las señales de lo que estaba sucediendo en Pell se habían dirigido a naves que podrían recogerlas, y al final la Unión acabaría por captarlas. La región iba a ser muy peligrosa para cualquier nave.
Una luz se encendió en su tablero. Signy giró en su asiento y miró a los prisioneros que habían aparecido en la puerta, con las manos atadas a la espalda, una precaución razonable en los estrechos pasillos del puente. Nadie había entrado nunca en el puente de la Norway, ningún extraño… hasta que aquellos lo hicieron. Casos especiales… Josh Talley y Konstantin.
—Suspensión temporal de la ejecución —les dijo—. Me pareció que los dos querrían saberlo.
Quizá no la entendían. Las miradas de ambos hombres estaban llenas de recelos.
—Hemos abandonado la Flota y nos encaminamos a la Profundidad. Va usted a vivir, Konstantin.
—No para disponer de mi propia vida. Ella rió quedamente.
—No, claro. Pero ya ve, por lo menos se beneficia de lo ocurrido.
—¿Qué le ha ocurrido a Pell?
—Sus altavoces lo han difundido, ya me han oído. £50 es lo que le sucede a Pell, y ahora la Unión tiene una alternativa, ¿no es cierto? Salvar a Pell o lanzarse en persecución de Mazian. Y nosotros nos apartamos de allí para no enredar más las cosas.
—Ayúdeles —dijo Konstantin—. Por el amor de Dios, espere. Espere y ayúdeles.
Ella rió por segunda vez y luego dirigió una mirada sombría al ansioso rostro de Damon.
—¿Qué podríamos hacer, Konstantin? La Norway no puede aceptar refugiados. ¿Dejarle a usted libre? No bajo las narices de Mazian o de la Unión. Nos harían polvo enseguida…
Pero podría hacerse… cuando regresaran en busca de sus naves auxiliares, cuando pasaran por Pell…
Josh se acercó a ella tanto como se lo permitieron los guardianes. El joven se agitó para librarse de sus manos y la capitanía hizo un gesto para que le soltaran.
—Hay otra posibilidad, Mallory. Ir allí. Hay una nave, ¿me oye? Se llama Hammer. Usted podría conseguir acceso, podría detener esto… y obtener una amnistía.
Konstantin percibió algo raro. Miró inquieto a Josh y luego a ella.
—¿Lo sabe él? —preguntó Josh.
—No. Escúcheme, Mallory. Piense a donde va esto ahora, a qué distancia y durante cuanto tiempo.
—Graff, Graff —dijo lentamente—. Vamos a regresar en busca de nuestras naves auxiliares. Mantennos preparados para el salto. Cuando Mazian despeje el sistema, entraremos transversalmente, y tal vez enviaremos a este Konstantin, para que pueda tener una alternativa con la Unión. Un carguero podría recogerle.
Konstantin tragó saliva y se mordió el labio.
—Sabe que su amigo es de la Unión —le dijo—. No es que lo haya sido, sino que sigue siéndolo. Un agente de la Unión, perteneciente a servicios especiales. Probablemente sabe mucho que podríamos utilizar en nuestra situación. Los lugares a evitar, los puntos de gravedad nula que conocen los contrarios…
—Mallory —suplicó Josh. Ella cerró los ojos.
—Graff, empiezo a comprender a este unionista. ¿Estoy borracha o se hace comprender?
—Nos matarán —dijo Graff.
—También lo hará Mazian. Desde aquí irán a Sol, a un lugar donde Mazian pueda reunir fuerzas. Ya no constituyen una flota. Están buscando botines, cosas que les permitan seguir adelante. Igual que nosotros. Y conocen los mismos puntos de gravedad nula que nosotros. Eso es incómodo, Graff.
—Sí, es incómodo —reconoció Graff.
Miró alternativamente a Josh y a Konstantin, en cuyo rostro se reflejaba la esperanza. Soltó un bufido de disgusto y miró a Graff, que estaba al timón.
—Esa nave de observación unionista. Pon rumbo hacia ella. Emprenderán el salto en cuanto perciban nuestra presencia y no podremos seguirlos con el radar. Vamos a ponernos en contacto. Tendremos que tomar prestada una nave de la Unión.
—Si están por aquí, vamos a estrellarnos de cabeza contra ellos —musitó Graff.
Y era cierto. El espacio era amplio, pero había un riesgo de colisión cuanto más se acercaran a aquel vector particular fuera de Pell, dos rumbos cruzados en la pantalla de radar.
—Corremos el riesgo —dijo ella—. Les llamaremos la atención.
Miró entonces a Josh Talley y a Konstantin, y sonrió amargamente.
—Bien, sigo tu juego —le dijo a Josh—. A mi manera. ¿Conoces sus códigos para enviarles una llamada de atención?
—Mi memoria está llena de lagunas —respondió Josh.
—Piensa uno.
—Utilice mi nombre —dijo Josh—. Y el de Gabriel.
Signy dio la orden, mirando a los dos jóvenes larga y pensativamente. Al fin dijo a los soldados que les custodiaban que los dejaran en libertad.
Ya estaba hecho. Se volvió en su asiento, desvío un momento la mirada de las pantallas y miró de nuevo atrás, a la increíble presencia de un unionista y un estacionado sueltos en su puente de mando.
—Buscad un sitio seguro —les dijo—. Dentro de un momento vamos a trazar un arco… y puede que más adelante nos esperen cosas peores.
XV
Pell: Sector azul uno; número 0475; 0100 h. d.; 1300 h. n.
La sensación de vuelo les afectaba de vez en cuando. Estaban apiñados, y algunos hisa en el corredor exterior gemían atemorizados, pero no los que estaban cerca de Sol-su-amiga. La sujetaban para que no cayera, para que ella al menos pudiera estar a salvo. Hasta el gran Sol se agitaba y oscilaba en su curso. Las estrellas se estremecían en la oscuridad alrededor de la cama blanca y la Soñadora.
—No tengas miedo —susurró la vieja Lily, acariciando la frente de la Soñadora—. No temas, sueña, sueña que estamos a salvo.
—Apaga el sonido, Lily —dijo la Soñadora, sus ojos tan serenos como siempre—. ¿Dónde está Satén?
—Aquí.
Satén se abrió paso entre los otros hasta el lugar donde se encontraba Lily. El sonido aumentó, las voces humanas que gritaban y gemían a través del comunicador, y las que trataban de pedir instrucciones.
—Es la central —dijo la soñadora—. Satén, Satén, todos vosotros… escuchad. Han matado a Jon… han dañado la central. Se acercan… los hombres de la Unión, más hombres-con-armas, ¿comprendéis?
—No vienen aquí —insistió Lily.
—Satén —dijo la Soñadora, mirando las estrellas temblorosas—. Te diré el camino… cada vuelta, cada paso; y tienes que recordar… ¿puedes recordar una cosa tan larga?
—Soy narradora — afirmó ella—. Recuerdo bien, Sol-su-amiga.
La Soñadora se lo dijo, paso a paso. Y lo que decía le asustaba, pero su mente estaba concentrada en recordar, cada movimiento, cada vuelta, cada pequeña instrucción.
—Vete —le dijo al fin la Soñadora.
Ella se levantó apresuradamente, llamó a Dienteazul y a los otros, a todos los hisa a los que podía llegar su voz.
XVI
Norway; 0130 h. d.; 1330 h. n.
El comunicador farfulló. De repente, la pantalla del radar de largo alcance se iluminó con intensos destellos. La Norway cerró más la curva que estaba trazando. Signy se aferró a la consola y al sillón con un sabor de sangre en la boca. Se habían encendido las luces rojas y sonaban las alarmas de tensión. Josh y Konstantin intentaron desesperadamente encontrar un asidero en mitad del pasillo, pero no lo consiguieron y resbalaron.
—Aquí la Norway. Atención, unionistas. Aquí la Norway. No disparen. Repito. No disparen. Quieren un camino de acceso; síganme.
Se hizo el silencio de rigor mientras el mensaje de respuesta llegaba al comunicador.
«Más datos.»
Palabras, no disparos.
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