George Martin - Sueño del Fevre

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Sueño del Fevre: краткое содержание, описание и аннотация

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Un magnífico barco “Sueño del Fevre”, está dispuesto a vencer a todos los aspirantes al título “Reina del Mississipi”. Es un sueño hecho realidad para su capitán Abner Marsh, una magnífica propiedad para el extraño Joshua York. Pero para este último es principalmente un medio contra su terrible enemigo Damon Julian, el maestro del último enclave de una vieja raza que emerge durante la noche y cuyo placer y necesidad se sacian con sangre humana. Sueño del Fevre es una novela de vampiros, especialmente interesante para los que creen que todo estaba dicho sobre el tema.

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A Marsh le atravesó un escalofrío al preguntarse si Joshua habría sido consciente de la auténtica razón por la que intentaba abrir los camarotes. Abner se preguntó que hubiera sucedido de no haber intervenido Julian. No le extrañaba que Joshua le venciera entonces y no hubiera podido volver a vencerlo. Sus quemaduras, sus temores, la carnicería que le rodeaba, la abstinencia de pócima durante días… tenía que haber sido la sed. Aquella noche, su bestia estaba despierta y era más poderosa que la de Julian.

Por un instante, Abner fue presa de una gran excitación. Después, rápidamente, se le hizo evidente que aquella loca esperanza era vana. Quizá había llegado a comprender algo, pero no les iba a servir absolutamente de nada. En aquella última escapada Joshua se había llevado consigo una buena cantidad de pócima, y se había bebido media botella en Nueva Orleans antes de partir para la plantación de Julin. Marsh no podía imaginar la manera de despertar en su socio la sed, aquella sed que era ahora su única esperanza… Sus ojos volvieron al fusil, a aquel maldito e inútil fusil. “Diablos”, murmuró. Olvidaba el fusil, se dijo a sí mismo. No te servirá de nada. Piensa, piensa como haría Jonathon Jeffers, imagina algo. Era como una carrera de vapores en el río. Uno no podía enfrentarse a una nave grande y rápida por la vía directa, sino que se tenía que ser inteligente, y llevar a un piloto de primera que conociera todos los atajos y cómo superarlos, y quizá incluso comprar toda la leña de haya de un puesto en el río para que al otro barco sólo le quedara la de mala calidad, o llevar un poco de sebo de reserva. ¡Trucos!

Marsh se encogió de hombros y se estiró el bigote con la mano buena. No podía hacer nada, lo sabía. Todo dependía de Joshua, pero éste estaba quemándose, debilitándose minuto a minuto, y no tenía intención de moverse mientras la vida de Marsh estuviera en juego. Si hubiera algún modo de hacer que se moviera Joshua, de despertarle la sed. ¿Cuánto surgía esta? Una vez al mes, o algo así, salvo que tomando la pócima no se presentaba nunca. ¿No había algo más? ¿Algo que pudiera provocar la sed? Marsh pensaba que debía haberlo, pero era incapaz de recordarlo. Quizá la furia tuviera algo que ver, pero no era suficiente. ¿La belleza? Las cosas realmente hermosas le atraían incluso después de tomar la pócima. Probablemente Joshua le había escogido como socio porque habría oído que él era el hombre más feo de todo el río. Pero ni siquiera eso era suficiente. El maldito Damon Julian era bastante hermoso y había puesto a Joshua fuera de sí de furia, pero aun así Joshua perdía. Tenía que ser por culpa del brebaje… Marsh empezó a recordar todas las historias que Joshua le había relatado, todas las noches oscuras, las muertes, los terribles tiempos de amargura en que la sed había hecho presa en él en cuerpo y alma.

“…me dio de lleno en el estómago”, dijo Joshua, “y yo sangraba profusamente… Pero me levanté. Debí constituir una visión terrible, cubierto de sangre y con el rostro casi blanco. Y dentro de mí sentí una extraña sensación…” Marsh vio de nuevo a Julian sorbiendo su vino, sonriente, diciendo “¿De verdad temió que le hiciera daño aquella noche de agosto? Bueno, quizá se lo hubiera hecho, llevado del dolor y de la furia, pero no antes…” Marsh recordó su rostro, retorcido y bestial, mientras arrancaba de su cuerpo la espada de Jeffers… Recordó a Valerie, ardiendo, agonizando en la yola y recordó el modo en que había gritado y se había lanzado sobre la garganta de Karl Framm… Escuchó a Joshua diciendo que “el tipo me golpeó otra vez, y yo le respondí con un revés… Volvió a lanzarse sobre mí y…”

Debía estar en lo cierto, pensó Abner Marsh. Tenía que ser aquello, era lo único que se le ocurría, lo único que podía imaginar. Alzó la vista hacia la claraboya. El ángulo era ahora más agudo y le pareció que la luz se había hecho un poco más rojiza. Joshua estaba en parte en la sombra. Una hora antes, Marsh hubiera sentido alivio al advertirlo. Ahora ya no estaba tan seguro.

—Ayuda… —dijo la voz. Había sido un susurro quebrado, un lamento de agonía atormentado por el dolor, pero lo oyeron. En aquel silencio entre tinieblas, todos lo oyeron.

Sour Billy Tipton había entrado arrastrándose en la oscuridad, dejando tras de sí un reguero de sangre en la alfombra. Marsh vio que en realidad no reptaba, sino que se impulsaba clavando el maldito cuchillo en la madera del piso y apoyando los brazos, arrastrando las piernas y la parte inferior del cuerpo tras de sí sin utilizarlo para el avance. Tenía la espina dorsal torcida de una manera increíble. Billy apenas parecía humano. Estaba cubierto de limo y suciedad, empapado en sangre coagulada y sangrando aún bajo la mirada de los tres. Adelantó aún un palmo más. El dolor había transformado su rostro en una máscara infame.

Joshua York se levantó lentamente de su silla, como un sonámbulo. Marsh vio que su rostro tenía un fuerte tono encarnado.

—Billy… —empezó a decir.

—Quédate donde estás, Joshua —dijo la bestia.

York le miró con ojos opacos y se lamió sus labios secos y partidos.

—No voy a atacarte —dijo Joshua—. Déjame matarlo. Sería hacerle un favor.

Damon Julian sonrió y movió la cabeza en señal de negativa.

—Si matas al pobre Billy —dijo—, yo tendré que matar al capitán Marsh.

La voz volvía a parecerse a la de Julian, o casi: la suave sofisticación de su voz, el tono helado de sus palabras, el aire de vaga complacencia.

Sour Billy avanzó aún un doloroso palmo más y se detuvo, con el cuerpo sacudido de temblores. Echaba sangre por la boca y por la nariz.

—Julian —susurraba.

—Tendrás que hablar más alto, Billy —dijo éste—. No conseguimos oírte muy bien.

Sour Billy se agarró a la navaja e hizo una mueca. Intentó levantar la cabeza todo lo que pudo.

—Yo… Ayúdeme… Me duele, me duele. Mucho. Dentro… dentro, señor Julian.

Damon Julian se levantó de su asiento.

—Eso ya puedo verlo, Billy. ¿Qué es lo que quieres?

Las comisuras de los labios de Sour Billy empezaron a temblar.

—Ayúdeme… —susurraba—. La transformación… Termine la transformación… Tengo que… Me estoy muriendo… Julian observaba a Billy y observaba a Joshua al mismo tiempo. Joshua todavía estaba de pie. Abner Marsh tensó los músculos y miró al fusil. Con Julian ya de pie, era imposible. No había modo de llegar a él, darle la vuelta y disparar. Pero quizá… Miró a Billy, cuya agonía casi le había hecho olvidarse de su brazo roto. Billy seguía suplicando.

—…vivir para siempre… Julian… Transfórmeme… Uno de los suyos…

—¡Ah! —contestó Julian—. Me temo que tengo malas noticias para ti, Billy. No puedo transformarte. ¿De verdad creías que una criatura como tú podría convertirse en uno de nosotros?

—…lo prometió —susurró Billy, desesperado—. Me lo prometió. ¡Estoy muriéndome!

Damon Julian sonrió.

—¿Qué podría hacer sin ti? —dijo. Se rió ligeramente, y fue entonces cuando Marsh supo a ciencia cierta que era Julian, que la bestia había dejado que aflorara nuevamente a la superficie. Era la risa de Julian, rica, musical y estúpida. Marsh escuchó la risotada y vio el rostro de Sour Billy y observó su mano que desclavaba la navaja de la madera.

—¡Al diablo contigo! —gritó Marsh a Julian, al tiempo que se lanzaba a sus pies. Julian le miró, sorprendido, Marsh se aguantó el dolor y se lanzó hacia el fusil, arrastrándose por el suelo. Julian fue cien veces más rápido que él, y Marsh fue a caer pesadamente sobre el arma y casi se desmayó del dolor pero, al mismo tiempo que sentía la dureza del cañón bajo su estómago, notó las manos blancas y frías de Julian que se cerraban alrededor de su cuello.

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