Robert Silverberg - Gilgamesh el rey

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg - Gilgamesh el rey» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1988, ISBN: 1988, Издательство: Destino, Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Gilgamesh el rey: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Gilgamesh el rey»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

“Gilgamesh el rey” es una de las más recientes obras de Silverberg, escrita después de una de sus últimas etapas de inactividad. Silverberg nos plantea en este libro una reexploración de la epopeya/mito de Gilgamesh, enfocada aquí no desde el punto de vista del héroe, sino del hombre. La figura legendaria del rey-dios de Sumer se convierte así en un personaje profundamente humano, con todos sus miedos, debilidades y ansias. Su temor a la muerte le llevará a un desesperado periplo en busca de la inmortalidad y a tomar conciencia de la verdad absoluta de la vida. Escrita en primera persona, como un diario íntimo, “Gilgamesh el rey” tiene a un tiempo la fuerza de la épica que le ha dado origen y la profundidad de un inimitable estudio psicológico.

Gilgamesh el rey — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Gilgamesh el rey», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—Por fin estás aquí, Gilgamesh de Uruk. ¡Has tardado mucho tiempo en venir!

No pude decir una palabra. ¿Cómo podía hablarle a este hombre cuya frente había sido tocada por la mano de Enlil?

—Siéntate. Arrodíllate. Eres demasiado grande; cuando estás de pie te alzas como un muro ante mí. No comprendí cómo podía conocer mi estatura, cuando era incapaz de verme: quizá sus sacerdotes se lo habían dicho, o posiblemente captaba las diminutas fluctuaciones de las corrientes de aire en el pasadizo. O quizá disponía de la visión más allá de la visión; no lo sé. Eso último era lo más probable. Me arrodillé ante él. Asintió y sonrió con una lejana sonrisa. Tendió la mano para bendecirme, y tocó mi mejilla. Su contacto fue como un hormigueo; las yemas de sus dedos eran muy frías. Pensé que debían haber dejado huellas blancas en mi piel. —Retrocedes —dijo—. ¿Por qué?

Conseguí responder, en un susurro ronco y herrumbroso:

—Por nada, padre.

—¿Me tienes miedo?

—No…, ¡no!

—Pero hay un aura de miedo a tu alrededor. Me dicen que eres el más grande de los héroes, que tu fuerza no conoce límites, que todos los hombres te saludan como su dueño. ¿Qué es lo que temes, Gilgamesh?

Le miré en silencio. Mi abrumadora admiración estaba cediendo, pero aún me resultaba difícil hablar; así que miré. Estaba tan inmóvil como una piedra, excepto la expresión de su rostro. Pensé por un momento que tal vez fuera realmente una estatua, alguna ingeniosa construcción manejada con cuerdas por un sacerdote oculto en el suelo. Al cabo de un tiempo dije:

—Temo lo que todo hombre debe temer.

—¿Y qué es eso? —preguntó desde muy lejos.

—Tenía un amigo, y era mi otro yo; cayó enfermo y murió. La sombra de mi propia muerte cayó entonces sobre mí. Oscurece mi vida. No veo nada excepto esa sombra cada vez más larga, padre. Y me aterra.

—Ah, entonces, ¿el héroe teme morir?

No pude decir si estaba burlándose de mí.

—No de morir —dije—. Morir es sólo dolor, y conozco el dolor, y no le temo demasiado. El dolor termina. A lo que le temo es a la muerte. Temo ser arrojado a la Casa del Polvo y la Oscuridad, donde deberé morar por toda la eternidad.

—¿Donde ya no serás un rey, ni beberás aromáticos vinos en copas de alabastro? ¿Donde nadie cantará tu gloria, y carecerás de todo confort?

Aquello no era justo. —No —dije con sequedad—. ¿Piensas que el confort es tan importante para mí, yo que abandoné mi ciudad por mi propia voluntad para vagar por las selvas y los páramos? ¿Crees que necesito tanto el vino, o las ropas finas, o los arpistas para que canten mis hazañas? Me gustan esas cosas: ¿a quién no? Pero perderlas no es lo que temo.

—¿Qué temes, entonces?

—Perderme yo mismo. Vivir en esa vida de sombras que viene después de la muerte, donde ya no somos nada excepto tristes, polvorientas y vacías cosas agitando nuestras almas en el polvo. Dejar de percibir; dejar de explorar; dejar de viajar; dejar de esperar. Todas esas cosas son Gilgamesh. No habrá más Gilgamesh cuando vaya a ese deprimente lugar. He estado buscando toda mi vida, padre: no puedo soportar que esa búsqueda termine.

—Pero todas las cosas terminan.

—¿Lo hacen? —pregunté.

Me miró desde más cerca, como si estuviera contemplando mi alma con sus lechosos ojos sin vista, y dijo:

—Cuando construimos una casa, ¿esperamos que dure eternamente? Cuando firmamos un contrato, ¿pensamos que sus efectos van a ser para siempre? Cuando el río crece, ¿no retroceden después sus aguas? Nada es permanente. La libélula vive en un capullo cuando es joven; luego sale, y contempla el sol durante un cierto tiempo; y luego desaparece. Así le ocurre a la humanidad. Tanto el dueño como el sirviente tienen su pequeño momento, su oportunidad de contemplar el sol. Ése es el camino.

¡De nuevo aquellas palabras! Me desesperaban.

—¡Ése es el camino! —exclamé—. ¿Tú también me dices esto, padre?

—¿Puede ser de otro modo? Ha sido decretado el mismo destino para todos nosotros.

Antes de saber lo que estaba diciendo respondí:

—¿Incluso para ti, padre? Fue una observación estúpida e inoportuna, y mis mejillas ardieron mientras la pronunciaba. Pero él no se inmutó.

—Hablaremos de mí en alguna otra ocasión —dijo calmadamente el Ziusudra—. Hoy hablamos de ti. Creo esto de ti, Gilgamesh de Uruk: que no estás tan asustado de la muerte como furioso por tener que morir.

—Es lo mismo —dije—. Llámalo miedo, llámalo furia…, no veo ninguna diferencia. Lo que veo es que el mundo está lleno de alegría y maravilla, y no siento deseos de abandonarlo. Pero pronto deberé hacerlo.

—No pronto, Gilgamesh.

—¿Eh, acaso conoces el número de mis días?

—¿Yo? No, en absoluto: no te engañaré en este aspecto. Pero aún eres joven. Eres muy fuerte. Tienes muchos años por delante.

—Por muchos que puedan ser, son demasiado pocos. Porque su número es limitado y está establecido, padre.

—Lo cual te pone furioso.

—Lo cual me inquieta enormemente —dije.

—Y en tu inquietud has venido a mí.

—Lo he hecho.

—¿Has venido a buscar de mí la vida, o la sabiduría?

—No puedo ocultarte nada. He venido buscando la vida, padre. La sabiduría es otro asunto. Espero que el tiempo me la conceda; pero lo que necesito es tiempo.

—¿Y crees que viniendo aquí puedes conseguir más tiempo para ti?

—Así lo espero, sí.

—Entonces que los dioses te concedan todo lo que buscas —dijo el Ziusudra. Hubo un largo silencio. Su cabeza se hundió hacia delante sobre su pecho, y pareció sumirse en profundas vacilaciones: frunció el ceño, apretó los labios, suspiró. Sentí que le había cansado; no me atreví a hablar. El momento fue interminable. Vamos, pensé, mírame, dame tu bendición, enséñame el secreto de tu vida eterna. Pero siguió suspirando y frunciendo el ceño.

Luego alzó la cabeza y me miró con tal intensidad que no pude llegar a creer que era ciego. Sonrió. Dijo suavemente:

—Debemos hablar de estas cosas de nuevo, Gilgamesh. Te mandaré a buscar otro día. —E hizo el más pequeño de los gestos; fue una despedida. Sentí que una cortina invisible descendía entre nosotros. Aunque el Ziusudra seguía estando sentado allí delante de mí, sin moverse, no estaba allí. Lu-Ninmarka, que había aguardado todo el rato a mi lado, se adelantó y tocó mi codo. Me levanté; ofrecí un saludo; me fui.

36

Seguí a Lu-Ninmarka a través del oscuro laberinto hasta el mundo superior como alguien que camina en sueños. Trabajé en los campos y fui al templo para oírles contar y volver a contar su historia del Diluvio, y comí lentejas y bebí leche de cabra, y los días fluyeron uno tras otro. Me preguntaba vagamente acerca de los acontecimientos en el mundo más allá de las orillas de aquella isla, pero no pensaba en irme. Ocasionalmente veía las calles de Uruk en mi mente, o el rostro de mi esposa o mi hijo, o de algún hombre de la corte; pero parecían como escenas salidas de un sueño. En una ocasión imaginé que veía a Enkidu delante de mí, y le sonreí, pero no avanzó hacia mí. En otra ocasión Inanna se deslizó en mis sueños, radiante, magnífica, más hermosa de lo que nunca había parecido: al verla, no sentí odio hacia sus retorcidos planes, sólo un suave pesar de que tal belleza hubiera estado en su tiempo en mis manos y ya no pudiera volver a ser mía. Así transcurrieron los días. Uruk y todas sus preocupaciones se habían alejado de mí. Y en la madurez del tiempo me hallé de nuevo en aquel serpenteante corredor, descendiendo a la morada del Ziusudra. Estaba sentado como lo había estado la otra vez, firmemente erguido en su pequeño taburete de mimbre como si fuese un trono. Sentí su poder. Lo rodeaba como una pared. A su propia manera era un rey; era casi un dios. Me parecía como si viviese en algún plano más allá de mi comprensión; deseé instintivamente arrodillarme ante él en el momento en que llegué a su presencia. Creo que nunca he conocido a otro hombre que despertara tanta admiración en mí. Tan pronto como entré empezó a hablar; pero no pude entender lo que estaba diciendo. Las palabras brotaban de él como una columna de denso humo brota de un fuego de leña verde; y las palabras eran tan impenetrables como el humo, de modo que era incapaz de ver el significado a través del sonido. Su voz trazaba círculos y círculos en torno a mí. Hablaba el lenguaje de la Tierra, o así lo creí, y sus palabras eran tranquilas y seguras de sí mismas, como si estuviera presentándome alguna argumentación profundamente meditada; pero ninguna palabra llegaba hasta mí de una forma que pudiera comprender. Me arrodillé y miré. Luego, en medio del lodoso fluir empecé a percibir un destello de comprensión, del mismo modo que uno ve las chispas que ascienden dentro del humo. Estaba hablando, o así lo parecía, de la época en que los dioses habían enviado el Diluvio como castigo sobre la humanidad y él había conducido a su pueblo a las tierras altas para aguardar a que las aguas descendieran de nuevo. Pero no podía asegurarlo. Había momentos en que creía que podía estar hablando del diseño correcto de los carros, o de los lugares a los que uno va para hallar depósitos de sal gema en el desierto, o de otras cosas parecidas muy lejanas al cuadro del Diluvio. Me sentía perdido en la maraña de su discurso; me sentía también absolutamente desconcertado.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Gilgamesh el rey»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Gilgamesh el rey» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Robert Silverberg - Gilgamesh the King
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Un héroe del Imperio
Robert Silverberg
Robert Silverberg - He aquí el camino
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Rządy terroru
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Poznając smoka
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Gilgamesh
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Old Man
Robert Silverberg
Robert Silverberg - The Nature of the Place
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Gilgamesh in the Outback
Robert Silverberg
Robert Silverberg - Le roi des rêves
Robert Silverberg
Отзывы о книге «Gilgamesh el rey»

Обсуждение, отзывы о книге «Gilgamesh el rey» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x