Margaret Weis - La guerra de los enanos

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - La guerra de los enanos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La guerra de los enanos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra de los enanos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La guerra de los enanos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra de los enanos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

—De acuerdo, Tas —accedió Caramon—, hablaremos con ella. No nos escuchará, estoy seguro, pero al menos nadie podrá reprocharnos que no hemos hecho todo lo posible para disuadirla. Deben de hallarse frente al Portal, a mi hermano se le agota el tiempo. La fortaleza se rendirá a los Enanos de las Montañas de un momento a otro.

Se irguió dolorido, tanto en la pierna como en el corazón y, con su persistente cojera, se acercó al rincón donde estaba instalados sus tres hombres.

—¿Cómo te encuentras, Garic? —inquirió a su guardián.

Uno de los soldados acababa de vendarle el brazo herido. Le habían improvisado un cabestrillo a base de ramas secas y, tras cubrirlo con jirones de sus vestiduras, lo ataron a conciencia para inmovilizarlo. El joven caballero levantó la vista hacia su adalid y, aunque le rechinaban los dientes a causa del sufrimiento, consiguió esbozar una sonrisa.

—Bien, señor —aseveró—. No te preocupes por mí.

—¿Te quedan energías para viajar? —preguntó el general, acercando una silla y acomodándose en ella.

—Por supuesto.

—Estupendo. Lo cierto es que no tienes otra elección. El enemigo invadirá el alcázar dentro de poco rato y debéis partir ahora mismo. —Caramon hizo un alto en su discurso y, meditabundo, rascándose la barbilla, continuó—: Reghar me explicó que la llanura está surcada de túneles, de pasadizos subterráneos que comunican Pax Tharkas con Thorbardin. Mi consejo es que los busquéis, no ha de costaros mucho hallarlos. Los montículos del desierto os guiarán hasta alguna entrada si no la descubrís en el edificio. Utilizad esas vías secretas, y arribaréis sin novedad a la plaza fuerte que conquistamos.

Garic, tras consultar a los otros dos hombres con los ojos, se erigió en portavoz del grupo e indagó:

—Nos das recomendaciones, señor, como si no fueras a acompañarnos. ¿Es así?

El aludido se aclaró la garganta a fin de contestar, pero las frases no afloraron a sus labios. Había temido aquel instante durante días y, ahora que era ineludible la separación, la arenga que tan meticulosamente había preparado se borró de su mente cual una huella en la arena bajo el influjo del viento.

—Has acertado, muchacho, no iré con vosotros —logró musitar. Percibió un resplandor en los ojos de Garic y, adivinando su pensamiento, levantó la mano para imponerle silencio—. No, no soy tan insensato como para desperdiciar mi vida en aras de una causa noble y estúpida. No es mi intención cubrir vuestra retirada y rescatar de la muerte a mi flamante primer oficial.

El caballero se ruborizó al oírle mencionar su cargo, algo poco frecuente; pero dejó que prosiguiera sin importunarle.

—No pertenezco a tu Orden, gracias a los dioses —reanudó su charla el corpulento humano—. Tengo el suficiente sentido común para correr cuando presiento el fracaso y ahora, más que intuirlo, lo admito como un hecho palpable. —Se mesó el cabello, exhaló un suspiro y concluyó—: No espero que lo entiendas, es demasiado complejo, pero te garantizo que el kender y yo podemos volver a casa mediante la magia.

—¿No será la de tu hermano? —le interrumpió Garic, fruncido el ceño y con una sombría expresión en sus facciones.

—De ningún modo —protestó el hombretón, al parecer ofendido—. Aquí se acaba mi relación con el nigromante. Él ha de vivir su propia vida y yo, al fin me doy cuenta, soy libre de elegir mi destino. Id a Pax Tharkas —encomendó al guardián, apoyada la mano en su hombro— y, junto a Michael, ayudad a sus moradores a sobrevivir durante el invierno.

—Pero…

—Es una orden, caballero —se cuadró el general.

—Sí, señor.

El joven desvió la faz y se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

Caramon, desaparecido su enfado, rodeó con el brazo a su hombre de confianza y, atrayéndole hacia él, le deseó:

—Que Paladine oriente tus pasos, Garic. Y también los vuestros —extendió su bendición a los otros.

—¿Paladine? —repitió el guardián, atónito—. ¿El dios que nos volvió la espalda?

—No pierdas nunca la fe —le reconvino el guerrero, a la vez que se ponía en pie con una mueca impregnada de abatimiento—. Aunque no puedas creer en las antiguas divinidades, haz un hueco en tu corazón donde albergar lo mejor que hay en ti. Escucha tu propia voz, ya que reniegas de la suya, por encima del Código y la Medida, y más tarde o más temprano comprobarás que ambas se funden en una sola.

—Lo haré —murmuró Garic—. Que tus dioses, aquellos que te inspiran tan bellas palabras, te acompañen en tu camino.

—Siempre han velado por mí —dijo Caramon sonriendo—, durante toda mi existencia. Mi problema es que he sido demasiado obcecado para percatarme. Vamos, no perdáis un segundo más. Desapareced.

Uno tras otro, se despidió de los caballeros. No quiso violentarlos, así que fingió ignorar sus viriles intentos de camuflar su llanto, pese a que, también él, se conmovió frente a aquellas muestras de tristeza, una tristeza que compartió hasta tal punto que él mismo habría prorrumpido en sollozos.

Con cautela, los soldados abrieron la puerta y se asomaron al corredor. Estaba vacío, salvo por los cadáveres. Los dewar se habían esfumado, mas el general, experto en las tácticas de guerra, sabía que la tregua sólo duraría hasta que se hubieran reorganizado o, quizá, hasta que llegaran refuerzos. Mejor pertrechados, los enanos oscuros atacarían la sala y matarían a sus adversarios humanos.

Blandiendo su espada, Garic precedió a los dos centinelas pasillo adelante. El kender les había impartido confusas instrucciones sobre cómo alcanzar los sótanos de la fortaleza mágica e incluso se había ofrecido a trazar un mapa, una iniciativa que Caramon desestimó arguyendo falta de tiempo, y el joven caballero proyectaba seguir tales directrices.

Cuando los últimos ecos de sus zancadas se perdieron en la distancia, el hombretón y el kender se alejaron en sentido opuesto. No obstante antes de iniciar la marcha, Tas arrancó su cuchillo del inerte cuerpo de Argat.

—En una ocasión dijiste que mi arma sólo servía para cazar conejos —acusó a su amigo mientras, orgulloso, limpiaba la sangre de la hoja y afianzaba ésta en su cinto.

—No menciones a esos animales —le atajó el guerrero con un acento tan extraño, tan seco, que el hombrecillo le miró y quedó paralizado al notar la mortal lividez que desteñía sus normalmente encarnados pómulos.

16

El Portal

Aquél era su gran momento, el que estaba predestinado a vivir desde que naciera. Por él había soportado el dolor, las humillaciones, la angustia; para poder saborearlo, había estudiado, luchado, y matado. Era su fin último, el que justificaba todos los medios.

No se precipitó, dejó que el poder se enseñorease de su espíritu, de sus órganos, que le cercase y elevase. Ningún sonido, ningún objeto, nada en el mundo existía salvo el Portal y la magia.

Sin embargo, aunque estaba exultante, no descuidó su tarea. Sus ojos examinaron el acceso, todos sus detalles por insignificantes que fueran. No era necesaria tanta concentración, lo había visto un millar de veces en sueños y en sus largos períodos de duermevela. Además, los sortilegios que habían de abrirlo eran sencillos. Lo único que debía hacer era propiciar mediante la frase correcta a cada uno de los cinco dragones que lo custodiaban, elaborar un orden adecuado. En cuanto pronunciase sus hechizos y la sacerdotisa suplicase a Paladine que mantuviera franca la entrada, podrían traspasarla.

La hoja se cerraría luego tras ellos, y se enfrentaría al mayor desafío que jamás pudo imaginar.

Esta idea le excitaba. Los acelerados latidos de su corazón proporcionaban un ritmo inaudito a su sangre, palpitaban en sus sienes y en su garganta. Miró a Crysania para indicarle, mediante un gesto de asentimiento, que había llegado la hora.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La guerra de los enanos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra de los enanos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La guerra de los enanos»

Обсуждение, отзывы о книге «La guerra de los enanos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x