Margaret Weis - La guerra de los enanos

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - La guerra de los enanos» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La guerra de los enanos: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La guerra de los enanos»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

La guerra de los enanos — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La guerra de los enanos», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Concluyó el arma su recorrido, aunque no de la forma prevista. El astil se desprendió de unas manos paralizadas, y Garic observó que al dewar se le desorbitaban los ojos en señal de perplejidad. El hacha se desplomó sobre las ensangrentadas losas con un sonoro repiqueteo, y el verdugo se derrumbó sobre el pecho de la pretendida víctima. Al examinar el cadáver del enano, el guardián descubrió un pequeño cuchillo clavado en su nuca. Alzó los ojos para identificar a la criatura que le había ajusticiado, y su pasmo no conoció límites.

Sobre el cuerpo sin vida del traidor, a horcajadas, se apalancaba… ¡nada menos que un kender!

El caballero pestañeó, persuadido de que el miedo y el dolor le habían trastocado hasta el extremo de concebir fantasmas que sólo en su mente existían. Pero no había tiempo de reflexionar sobre el fenómeno. Había llegado al fin junto a su general y, a su espalda, oía el griterío de los centinelas mientras ponían en fuga a los dewar, quienes, ante la derrota de su cabecilla, habían perdido buena parte de su entusiasmo en cumplir una misión que les habían presentado como una fácil matanza.

Los cuatro enanos que sujetaban a Caramon se retiraron a trompicones cuando el musculoso guerrero comenzó a forcejear bajo el cuerpo de Argat. Agachándose, Garic izó el cadáver por una pieza metálica de su armadura y se deshizo de él para que, ya libre de la farragosa carga, su adalid pudiera incorporarse. El hombretón se levantó vacilante, entre gemidos, como si la tullida rodilla cediera al tener que soportar su peso.

—¡Ayudadnos! —urgió el caballero a los dos soldados con una vehemencia innecesaria, pues, antes de que les llamase, los dos humanos se hallaban a sus flancos.

Entre los tres, con evidente esfuerzo dada la corpulencia del herido, le transportaron hasta la sala del consejo. El general, aunque renqueaba de manera ostensible, colaboró en la ardua tarea de sus seguidores.

Una vez hubo instalado a su superior en una butaca, Garic se asomó al pasillo a fin de estudiar la escena. Los frustrados conspiradores le espiaron en una postura hosca que denotaba resentimiento y, detrás de ellos, distinguió a otros hombrecillos que identificó como Enanos de las Montañas.

En primer plano, tan quieto que se diría que había echado raíces en la piedra, estaba el singular kender que se había moldeado a partir del vacío para salvar la vida de Caramon. Cenicienta su tez, el aparecido exhibía unas sombras verdosas en torno a los labios. Sin saber a qué atenerse, el guardián le rodeó la cintura con el brazo sano y, alzándole en volandas, le condujo al interior de la estancia. Cuando hubieron cruzado el dintel, los dos soldados cerraron el acceso de un violento portazo y corrieron los postigos.

Pese a que desfiguraba su rostro una capa de sangre y sudor, el general sonrió a su joven asistente. Sin embargo, no debía permitir que la gratitud se interpusiera en la determinación que había tomado de regañarle, así que adoptó una mirada iracunda y le sermoneó:

—Eres un perfecto atolondrado, caballero. Te he mandado que te mantuvieras al margen y has desafiado mi voluntad mezclándote en…

La causa de que se interrumpiera tan bruscamente en su reprimenda era que el kender en las garras de Garic, había estirado el mentón y clavado en él sus pupilas.

—¡Tas! —susurró, anonadado, el hombretón.

—Hola, Caramon —saludó el interpelado—. Estoy muy contento de volver a verte. He de informarte de unos hechos luctuosos, de una confabulación que debes conocer sin demora, pero temo que voy a desmayarme.

Y cerró los ojos.

—Y eso es todo —concluyó Tasslehoff, húmedos sus ojos en lágrimas al enfrentarse al rostro pálido, carente de expresión, de Caramon—. Me mintió acerca del funcionamiento del ingenio mágico, que se desarticuló en el momento en que intenté activarlo. Presencié el desmoronamiento de la montaña ígnea, un espectáculo que me compensó por las desdichas padecidas y que me indujo a perdonarle su patraña, mas luego perpetró otras acciones que no tienen disculpa. Te aseguro que sacrificaría mi vida a cambio de volver a contemplar otro Cataclismo, fue algo sobrecogedor —cambió de tema, deseoso de levantar el ánimo de su amigo—. La muerte sería un precio pequeño, aunque, en realidad, nunca he estado muerto y no puedo opinar. Si se asemeja a la experiencia que viví en el Abismo, desde luego, prefiero renunciar, ya que se trata de un paraje desolador. No imagino por qué se empeña tu hermano en traspasar sus fronteras.

»Sea como fuere, he olvidado su traición; pero no puedo aceptar el asesinato del pobre Gnimsh ni lo que se proponía hacer contigo.

Obsesionado por la malignidad de Raistlin, el kender había endurecido su tono y contraído la mandíbula al referirse a él. Ahora se mordió el labio, consciente de que debería haber aliviado la tensión en lugar de aumentarla. Además, todavía no le había contado al guerrero los planes del nigromante respecto a su persona. Había cometido un desliz. Sólo le cabía esperar que al hombretón le pasase inadvertido.

—Adelante, Tas —le exhortó éste—. ¿Qué quería hacerme mi gemelo?

—N… nada —tartamudeó el hombrecillo, echándose atrás al comprender que había llegado la hora de la verdad—. No me hagas caso, ya conoces mi propensión a divagar.

—¿Qué iba a hacerme? —se obstinó el general—. No se me ocurre ninguna monstruosidad en mi contra que no haya ensayado ya.

—Por ejemplo, disponer que mueras —aventuró Tas para ver su reacción.

—¿Sólo eso? —repuso Caramon, tan inmutables sus rasgos que fue el hombrecillo quien se sorprendió—. Recibí un mensaje de un enano, pero no era lo bastante explícito. Al fin encajan las piezas —comentó.

—Te entregó a los dewar —confesó el kender sin ocultar su consternación—. Debían decapitarte y ofrecer tu cabeza al rey Duncan, como si fueras un trofeo. Alejó a los caballeros del alcázar diciéndoles que habías dado orden de emprender la marcha a Thorbardin, así te quedarías sólo con tu guardia personal y podrían poner en práctica su plan sin apenas resistencia.

Caramon nada repuso ni tampoco sintió nada, ni dolor, ni cólera ni asombro. Estaba vacío. Sin embargo, mientras permanecía encerrado en su mutismo una punzante añoranza de su hogar, de Tika, de su amigo Tanis y de aquellos otros compañeros de azares, Laurana, Riverwind y Goldmoon vino a colmar la vasta sima que se había abierto en sus emociones.

Como si hubiera leído en su mente, Tas reclinó la cabeza en su hombro y propuso:

—¿Por qué no regresamos a nuestro tiempo? Estoy terriblemente fatigado. ¿Dejarás que me aloje en tu casa una temporada? Sólo hasta que me haya restablecido. Prometo no causaros molestias y ayudar a Tika en todo cuanto desee.

Sin esforzarse en contener los sollozos, el guerrero abrazó al kender por el hombro y lo estrechó contra su pecho.

—Será un placer tenerte con nosotros, Tas, ya sabes que ambos te queremos —susurró y, prendida la mirada de las llamas, se abandonó a sus anhelos—. Terminaré el nuevo refugio. Si trabajo en firme, no tardaré más de un par de meses. Luego iremos juntos a visitar a Tanis y Laurana. De ese modo satisfaré la aspiración de mi esposa de conocer Palanthas. Una vez reunidos, convenceremos a nuestros amigos para que nos acompañen a la tumba de Sturm. No tuve oportunidad de despedirme de él.

—También iremos a ver a Elistan, y… ¡Oh, no! —Un súbito recuerdo empañó la dulce ensoñación del kender—. ¡Crysania! Traté de prevenirla contra Raistlin, pero rehusó creerme. ¡No podemos dejarla al albedrío del hechicero! Hemos de impedir que la lleve con él a ese lugar de pesadilla —declaró, a la vez que saltaba de su asiento y se retorcía las manos.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La guerra de los enanos»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La guerra de los enanos» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La guerra de los enanos»

Обсуждение, отзывы о книге «La guerra de los enanos» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x