Margaret Weis - El umbral del poder

Здесь есть возможность читать онлайн «Margaret Weis - El umbral del poder» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El umbral del poder: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El umbral del poder»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

El umbral del poder — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El umbral del poder», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Con un suspiro, no sin dirigir una ojeada al lugar donde se alzaba la vara para asegurarse de que se había difuminado, el elfo oscuro abandonó el laboratorio y atrancó el acceso. Alcanzó acto seguido un cofre de madera situado en una hornacina del descansillo, retiró de la cavidad una llave de plata y la insertó en una cerradura de idéntico metal, cuyo primoroso diseño no habían tallado los cerrajeros, ni aun los orfebres, de Krynn. Hizo girar el argénteo instrumento mientras recitaba unas frases arcanas y oyó un chasquido, señal de que el mecanismo, la trampa de nefandos efectos, había sido accionada.

Llamó a uno de los guardianes. Las descarnadas cuencas oculares de éste avanzaron por el piso hasta inmovilizarse delante de él.

—Toma esta llave y custódiala hasta el final de los tiempos —le encargó—. No se la des a nadie, ni siquiera a mí. Tu puesto estará, a partir de hoy, en la puerta, que no dejarás atravesar a ningún ente, sea cual fuere su plano de existencia. Infligirás una rápida muerte al intruso que pretenda burlarte.

El espectro cerró los ojos, si así podían denominarse, para significar su asentimiento. Tras iniciar el descenso de la escalera, Dalamar se volvió una vez y vio aquel par de incorpóreas pupilas enmarcadas en la entrada, acechantes en la oscuridad.

El nigromante esbozó una sonrisa y, satisfecho, se alejó.

Epílogo: Regreso al Hogar

Un golpe, otro, otro más. Tika Waylan Majere, que dormía plácidamente, se sentó sobresaltada en el lecho y, después de acallar el sonoro bombeo de su corazón, aguzó el oído con la esperanza de identificar el ruido que la había despertado.

Nada percibió. ¿Acaso lo había soñado? Apartando los tirabuzones pelirrojos que le tapaban el rostro, todavía amodorrada, espió la ventana. Rayaba el alba, el sol no había aparecido en el horizonte pero las brumas nocturnas se batían en retirada y, al hacerlo, revelaban un cielo limpio, azul, en la media luz que precede al amanecer. Los pájaros, como de costumbre, habían madrugado y ensayaban sus coros domésticos, silbando y canturreando entre ellos. Eran los únicos habitantes de Solace que saludaban tan tempranamente la creciente luminosidad, pues a aquella hora incluso el centinela que hacía la ronda nocturna solía rendirse a la influencia del benigno clima primaveral y dar una cabezada, incrustando el mentón en el pecho y lanzando estentóreos ronquidos.

«Sí, lo he soñado —insistió Tika en su fuero interno, somnolienta y afligida—. Me pregunto cuándo voy a habituarme a dormir sola. El más suave tintineo me arranca de mi letargo».

Arrebujóse de nuevo entre las sábanas, estiró el embozo por encima de la cabeza para que la claridad no la desvelase y, deseosa de sumirse en un apacible sopor, se esforzó en cerrar los párpados.

También recurrió a la táctica de tantas otras ocasiones, imaginar que Caramon estaba tendido a su lado, la estrechaba contra su pecho y, respirando fuerte, vivo su corazón en un latir que transmitía confianza, ternura, le murmuraba mientras le daba cariñosas palmadas en el hombro: «Ha sido una pesadilla. No te preocupes, mañana la habrás olvidado».

Un cuarto golpe y luego el siguiente, hasta perder la cuenta. La muchacha abrió rauda los ojos y se dijo, ahora convencida, que no era una jugarreta de su mente sino un tamborileo real, originado en las alturas. ¡Había alguien entre las ramas del vallenwood!

Se levantó y, con el sigilo que aprendiera a adoptar en sus aventuras bélicas, asió la bata que yacía extendida al pie de la cama, se embutió en ella —no sin confundirse de mangas y tener que repetir la operación— y abandonó el dormitorio.

Los golpes arreciaron, su ritmo fue in crescendo . Tika se mordió el labio, en una mezcla de resolución y temor. ¿Quién merodeaba por la casa que su esposo empezara a construirle en el árbol? Había localizado la procedencia del ruido, pero no atinaba a explicarse qué estaba sucediendo. ¿Eran quizá ladrones? Allí sólo estaban las herramientas de Caramon.

Lanzó una risotada, que se trocó en sollozo al evocar el trabajo del hombretón. Configuraban sus útiles un martillo con la cabeza desencajada, que saltaba por los aires siempre que se ponía a clavar una tachuela, una sierra tan desdentada que se asemejaba a la sonrisa de un enano gully y una garlopa que no alisaría ni la mantequilla del desayuno. Todos ellos inservibles, aunque en extremo valiosos para la mujer, quien no los había tocado desde que él partiera.

Más y más golpeteos, ahora rítmicos como si, al fin, hubieran encontrado su cadencia. La posadera cruzó la sala de estar pero, cuando tenía ya la mano en el pomo de la puerta principal, una reflexión hizo que se detuviera.

«Sería más prudente llevar un arma», se aconsejó a sí misma y, tras un corto reconocimiento, agarró un cazo de la cocina, el sucedáneo de arma más contundente que se expuso a su inspección. Sujetándolo por el mango, entreabrió la puerta y, silenciosa, salió a través de la rendija.

Los rayos solares empezaban a festonear de un halo incandescente las cumbres montañosas, que, todavía nevadas, asumían una indescriptible belleza gracias al contraste del blanco y el oro y, además, se realzaban al recortarse contra el cielo sin nubes. La hierba brillaba con el rocío cual una ristra de diminutas perlas, la atmósfera embriagaba en su prístina pureza, las hojas nuevas de los vallenwoods se mecían y alborozaban bajo la caricia del astro y, en resumen, tan espléndido se anunciaba el día que podría haber sido el primero de todas las eras, aquel en el que los dioses contemplaron, exuberantes de gozo, su creación sin mácula.

Pero Tika no estaba de humor para hacedores, paisajes verdeantes ni baños de rocío, y sentía frío bajo el contacto de sus pies desnudos. Con el cazo en el puño cerrado, oculto detrás de su espalda, se encaramó a la escala que conducía al inconcluso refugio, un nido humano, sencillo y a un tiempo ambicioso entretejido en la confluencia de dos ramas. Hizo una pausa cerca de la copa y, discreta, se asomó entre dos troncos que constituían un buen puesto de observación.

Sus sospechas se confirmaron. Allí había alguien. Apenas distinguía la figura que se agazapaba en un oscuro rincón pero le bastó con detectar su presencia para trepar por la rama, que hacía las veces de puente y, ya en el entarimado, cruzar las planchas sin provocar ni un solo crujido.

Mientras realizaba la travesía, no obstante, vibró en sus tímpanos una risita jocosa y como amortiguada que se le antojó familiar. Vaciló, pero reanudó presta la marcha, cavilando que eran figuraciones suyas.

Próxima ya al individuo que osaba allanar su futura morada, y que llevaba una capa alrededor de los hombros, Tika se hizo una idea más concreta de su apariencia. Era un humano y, a juzgar por la musculatura de sus brazos, uno de los más gigantescos que había visto nunca, con una complexión que la anchura de los omóplatos acababa de perfilar. Estaba acuclillado, de espaldas y, ajeno al escrutinio de la posadera, alzó la mano.

¡Blandía el martillo de Caramon!

«¿Cómo se atreve a manipular las cosas de mi esposo? —se encolerizó la mujer—. Corpulento o no, todos son iguales cuando caen inconscientes al suelo».

Decidida a darle un escarmiento, elevó el cazo…

—¡Cuidado, Caramon! —gritó una vocecilla aguda.

El grandullón, frente a tan urgente aviso, se puso en pie y dio media vuelta. El recipiente culinario se estrelló contra el entarimado estrepitosamente, mientras el martillo y sus inseparables clavos corrían idéntica suerte.

Llorando de alegría, Tika se arrojó a los brazos de su amado.

—¿No es fantástico, Tika? Te has llevado una sorpresa mayúscula, ¿verdad? Vamos, di que sí, no me defraudes. ¿Habrías aplastado el cráneo de Caramon de no impedirlo yo? Quizá me he precipitado al interrumpir un reencuentro tan interesante, aunque creo que a tu marido no le habría sentado nada bien. ¿Recuerdas cuando atacaste con un objeto semejante a un draconiano que se disponía a maltratar a Gilthanas?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El umbral del poder»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El umbral del poder» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El umbral del poder»

Обсуждение, отзывы о книге «El umbral del poder» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x