—He acabado de poner a prueba a Dhamon Fierolobo —anunció orgullosa la mujer con voz seductora—. Ha sobrevivido a mis pruebas y a mis ejércitos en la cercana ciudad. Es la persona que buscamos, del mismo modo que yo soy tu elegida, tu favorita.
—Una de mis elegidos —corrigió la criatura, cuyas palabras eran interminablemente largas y aspiradas, y las frases, tan sonoras que el suelo retumbó con cada sílaba—. El otro llegó justo antes que tú.
Un humano bronceado por el sol se apartó de la pared de la cueva, acercándose lo suficiente para que la luz que proyectaban los ojos de la criatura lo mostrara.
—Maldred —siseó Nura Bint-Drax.
El mago ogro luciendo el aspecto de un humano le dedicó un saludo con la cabeza; luego, se volvió para mirar a la criatura.
—Dragón —dijo Maldred—, también yo he puesto a prueba a Dhamon Fierolobo. Estoy de acuerdo en que es la persona que buscamos.
—Es la persona que buscamos. —Las sonoras palabras hicieron temblar el suelo—. Pero ¿cooperará? —quiso saber el dragón. Observó, secretamente complacido, que Nura y Maldred se dirigían airadas miradas; el odio entre ambos era espeso y dulce en el aire—. ¿Hará lo que necesito que haga?
Nura abrió la boca, pero Maldred habló primero.
—¡Oh, claro que cooperará! —dijo con tranquilidad—. Puedo manipularlo para que siga tu plan. Ya lo he manipulado muy bien hasta el momento. Confía ciegamente en mí. Cree que soy su mejor amigo y aliado. Regresará pronto en mi búsqueda. Lo que queda de su honor lo exige.
Satisfecho, el dragón cerró los ojos y sumió la cueva en una oscuridad absoluta. Maldred y Nura Bint-Drax aguardaron hasta que el sonido de su sopor proyectó una oleada de suaves temblores a través del suelo; entonces, abandonaron la caverna y se marcharon en dirección a la ciénaga que se extendía más allá.