Terry Goodkind - La Sangre de la Virtud. El Caminante de los Sueños
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- Название:La Sangre de la Virtud. El Caminante de los Sueños
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— Bueno, ¿qué has oído sobre los consejeros?
La anciana enarcó una ceja.
— ¿Deseáis oír rumores de la calle Stentor, milord? Decidme qué clase de rumor os gustaría oír y buscaré uno que os satisfaga.
Brogan tamborileó con los dedos encima de la mesa.
— No estoy interesado en rumores, mujer; sólo en la verdad.
— Claro, claro, milord, y tendréis la verdad. Algunas personas se interesan por las cosas más absurdas.
Brogan carraspeó, enojado.
— Ya he oído bastantes rumores. No necesito más. Lo que quiero saber es qué ha sucedido realmente en Aydindril. Me han llegado a decir que tanto el consejo como la Madre Confesora han sido ejecutados.
La anciana volvió a sonreír, achicando los ojos.
— Un hombre de vuestra posición podría simplemente ir a palacio y pedir ver al consejo. Eso sería más práctico que arrastrar hasta aquí a todo tipo de personas que nada saben e interrogarlas. Podríais discernir mejor la verdad con vuestros propios ojos, milord.
— Yo no estaba aquí cuando, según los rumores, la Madre Confesora fue ejecutada —replicó Brogan con irritación.
— Ahhh. Así que es la Madre Confesora quien os interesa. ¿Por qué no lo habéis dicho desde el principio, en vez de dar tantas vueltas? He oído que la decapitaron, pero yo no lo vi. Pero mi nieta sí lo vio, ¿verdad, cariño?
La niña asintió.
— Sí, milord, yo lo vi. Le cortaron la cabeza; eso hicieron.
Brogan suspiró con excesivo énfasis.
— Eso es lo que me temía. Entonces, ¿está muerta?
— No, no, milord. Yo no he dicho eso. Yo he dicho que vi cómo le cortaban la cabeza —respondió la niña mirándolo directamente a los ojos y sonriendo.
— ¿Qué quieres decir? ¿Qué ha querido decir? —preguntó primero a la niña y luego a la abuela.
— Justo lo que ha dicho, milord. En Aydindril siempre se ha sentido la magia con intensidad pero últimamente la ciudad bulle de magia. Y cuando hay magia de por medio, uno no puede fiarse de lo que ve. Aunque aún es muy joven, mi nieta lo sabe perfectamente. Y un hombre de vuestra profesión también debería saberlo.
— ¿La ciudad bulle de magia? Eso augura el mal. ¿Qué sabes sobre los seguidores del Custodio?
— Que son terribles, milord. Pero la magia no es mala en sí misma; es lo que uno quiere que sea.
— La magia es la lacra del Custodio —repuso Brogan, apretando los puños.
De nuevo la anciana rió suavemente.
— Eso es como decir que ese reluciente cuchillo de plata que lleváis al cinto es la lacra del Custodio. Si se usa para amenazar o hacer daño a inocentes, quien lo empuña encarna el mal. Sin embargo, si, por ejemplo, se utiliza para defender la vida contra un lunático fanático, por elevada que sea su posición social, quien lo empuña encarna el bien. El cuchillo en sí no es ni una cosa ni otra; depende de cómo se use.
Con mirada desenfocada la anciana añadió en un susurro:
— Si se usa como represalia, la magia es la venganza encarnada.
— Entonces, desde tu punto de vista, ¿la magia que dices que bulle en la ciudad se está usando para el bien o para el mal?
— Para ambas cosas, milord. Después de todo, aquí se alza el Alcázar del Hechicero y es un centro de poder. Las Confesoras y los magos han gobernado desde aquí durante miles de años, y el poder atrae al poder. Algo está pasando. Unos seres con escamas llamados mriswith aparecen salidos de la nada y destripan a los inocentes con los que se topan. Es un funesto presagio. Hay otra magia que acecha para apoderarse de los imprudentes o los desprevenidos. La misma noche hierve de magia transportada por las sutiles alas de los sueños.
La anciana miró a su interrogador con un ojo azul deslucido, y prosiguió.
— Aquí, un niño fascinado por el fuego podría quemarse fácilmente. Ese niño haría bien en ser muy prudente y marcharse a la primera oportunidad, antes de que sin darse cuenta acercara la mano al fuego.
»Incluso se rapta a gente de la calle para pasar sus palabras por el tamiz de la magia.
Brogan se inclinó hacia adelante con expresión ardiente.
— ¿Y qué sabes tú sobre magia, buena mujer?
— Ésa es una pregunta ambigua, milord. ¿Podéis ser más explícito?
Brogan hizo una breve pausa para ordenar sus ideas. No era la primera vez que trataba con gente como aquella anciana, por lo que era consciente de que lo estaba embaucando para alejarlo del rastro.
— Bueno —respondió con la más amable de sus sonrisas—, por ejemplo, tu nieta dice que vio cómo cortaban la cabeza a la Madre Confesora pero que eso no significa que esté muerta. Según tú, eso es cosa de la magia. Me has intrigado. Ya sé que en ocasiones la magia engaña a la gente pero solamente he oído hablar de pequeños engaños. ¿Cómo explicas que pueda resucitar a los muertos?
— ¿Resucitar? El Custodio posee ese poder.
— ¿Me estás diciendo que el mismo Custodio le devolvió la vida? —la presionó.
— No, no, milord —rió la mujer—. Sois tan persistente en vuestros propósitos que no prestáis atención y solamente oís lo que queréis oír. Me habéis preguntado cómo es posible resucitar a los muertos, y yo os he dicho que el Custodio puede hacerlo. Al menos, eso supongo yo porque, como soberano del reino de los muertos, manda sobre la vida y la muerte, por lo que es natural suponer que…
— ¿Está viva o no? —gritó, exasperado.
La anciana parpadeó.
— ¿Cómo queréis que yo lo sepa, milord?
Brogan apretó los dientes.
— Acabas de decir que el hecho que la gente asistiera a su ejecución no significa que esté muerta.
— Oh, volvemos a ese tema. Bueno, podría ser una argucia de la magia pero yo solamente he dicho que era posible. Entonces vos cambiasteis de tema y me preguntasteis sobre resurrecciones. Son dos temas completamente distintos, ¿no?
— ¿Cómo? —vociferó Brogan—. ¿Cómo podría la magia lograr tal engaño?
La anciana se abrigó los hombros con la harapienta manta.
— Con un hechizo de muerte, milord.
Brogan miró a Lunetta cuyos ojos, semejantes a dos relucientes perlas, estaban clavados en la anciana mientras se rascaba los brazos.
— ¿Un hechizo de muerte? ¿Qué es exactamente?
— Bueno, yo nunca he visto ejecutar ninguno, por decirlo de algún modo… —se rió de su propia broma antes de proseguir— por lo que no puedo daros testimonio, pero puedo deciros lo que me han contado, si es que no os importa obtener información de segunda mano.
— Habla —ordenó Brogan entre dientes.
— Cuando vemos una muerte somos conscientes de lo que ha ocurrido a un nivel espiritual. Lo que reconocemos como muerte es ver un cuerpo despojado ya de su alma o espíritu. Un hechizo de muerte imita una muerte real persuadiendo a la gente de que han presenciado una muerte, que han visto el cuerpo sin su alma, por lo que están dispuestos a jurar que la persona ha muerto.
La anciana sacudió la cabeza como si juzgara el asunto asombroso y escandaloso.
— Muy peligroso —añadió—, pues es preciso invocar la ayuda de los espíritus para que acojan el alma de la persona mientras se realiza el hechizo. Si algo sale mal, el alma de esa persona iría a parar al inframundo… lo cual es una forma terrible de morir. Pero si todo sale bien y los espíritus devuelven el alma que les ha sido encomendada temporalmente, tengo entendido que la persona sigue viva pero todos quienes la ven la creen muerta. Es tremendamente arriesgado. He oído hablar de tal hechizo pero no sé de nadie que lo haya intentado de verdad, por lo que es posible que sólo sean habladurías.
Brogan se quedó quieto mientras en su mente movía las diversas piezas de información, tratando de encajar lo que había averiguado ese día con lo que ya sabía. Seguramente la Madre Confesora había orquestado un truco para escapar de la justicia, pero no lo habría logrado sin cómplices.
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