Станислав Лем - La fiebre del heno

Здесь есть возможность читать онлайн «Станислав Лем - La fiebre del heno» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Madrid, Год выпуска: 2018, ISBN: 2018, Издательство: Impedimenta, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La fiebre del heno: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La fiebre del heno»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Una agencia de detectives requiere los servicios de un astronauta norteamericano retirado para que ayude a esclarecer una serie de misteriosas muertes acaecidas en un balneario en Nápoles. Varias personas han enloquecido y algunas se han suicidado sin que se conozca motivo para ello; otras parecen haber muerto accidentalmente. Todas las víctimas eran extranjeras, viajaban solas, rondaban la cincuentena y padecían algún tipo de alergia. Tanto la policía local como la Interpol consideran que no hay pistas suficientes como para afrontar el caso con garantías, hasta que empieza a cundir la idea de que en cierto modo las muertes obedecen a algo más perverso. ¿Está sujeto el asesinato al juguetón capricho de las leyes de la probabilidad y el caos?
La nueva y premiada obra maestra del genio polaco de la ciencia ficción, Stanisław Lem: una fábula metafísica con tintes detectivescos del autor de «Solaris». cite New York Times Books Review

La fiebre del heno — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La fiebre del heno», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

»Finalmente el agente, con ayuda de otro taxi, pudo ingresar a Proque en el hospital. Quizá por negligencia, no se tomaron su caso demasiado en serio. Proque se hallaba sumido en un estado de estupor, lloraba de vez en cuando, no contestaba a las preguntas, pero se mantenía tranquilo. Lo retuvieron para someterlo a observación, y durante la visita vespertina del médico jefe, cuando vieron que la habitación estaba vacía, pensaron que había huido. En realidad yacía debajo de la cama, envuelto en una manta que había estirado desde el lecho, y tan pegado a la pared que solo por casualidad se dieron cuenta de que estaba allí. Estaba inconsciente. Había logrado trasladar un trozo de navaja de afeitar a hurtadillas de su traje al pijama del hospital, y se había cortado las venas. Cuando lo hallaron, había perdido ya mucha sangre. Después de tres transfusiones dejó de temerse por su vida, pero más tarde surgieron complicaciones, ya que tenía el corazón débil.

»Yo me enteré de este caso al día siguiente de producirse el accidente en la Île Saint-Louis. En realidad no parecía ser asunto de la Sûreté, pero el dueño del Citroën tenía un abogado que vio en ello una magnífica oportunidad de fastidiar a la policía. La versión del abogado acusaba de descuido imperdonable en el ejercicio de su deber al policía que había permitido, durante el traslado de un loco furioso, que este se abalanzara sobre el volante del taxi en el que viajaban y lanzase el vehículo contra el coche de su cliente, causándole, además de heridas y daños materiales, un grave trastorno psíquico. Por consiguiente, la policía tenía que responder de ello. Seguramente se exigiría el pago de una indemnización —por supuesto, de las arcas ministeriales—, ya que el policía culpable del accidente estaba de servicio.

»A fin de contar con una cierta ventaja, el abogado informó en este sentido a la prensa. Con ello el asunto dejaba de ser un incidente rutinario y ascendía varios escalones, pues ahora entraba en juego el prestigio de la Sûreté, o mejor dicho, de la policía judiciaire , de modo que el jefe me llamó a su despacho y me encargó investigar el caso.

»El diagnóstico médico estableció originalmente un estado agudo de excitación psíquica, de síntomas parecidos a los de la esquizofrenia; pero cuanto más se examinaba a Proque, menos podía mantenerse este diagnóstico. Al cabo de seis días, era ya un hombre acabado, apenas vivo, visiblemente envejecido, pero por lo demás completamente normal. Al séptimo día de su estancia en el hospital hizo una declaración. Explicó que su cliente, en vez de darle los convenidos 1500 francos, le había dado solamente 150 porque no le entregó todas las copias. El lunes, mientras estaba montando los cristales de unas gafas, lo acometió súbitamente una cólera tal respecto a su cliente, que lo dejó todo y salió corriendo de la tienda “para ajustarle las cuentas”. No recordaba haber entrado en la pastelería ni haberse subido a la barandilla del puente sobre el Sena. Solo sabía que le había montado una escena al cliente en su domicilio y que este le había pagado el resto del dinero adeudado.

»Por la noche su estado empeoró con rapidez. Murió al amanecer de un fallo cardíaco. Los médicos fueron unánimes en dictaminar una psicosis reactiva. Aunque la muerte de Proque solo se relacionaba indirectamente con su delirio del lunes, el caso fue adquiriendo más importancia conforme fueron pasando los días. Un muerto es siempre un triunfo en la mano. La víspera de la muerte de Proque fui a ver a su madre, quien disfrutaba de muy buena salud mental para su edad. Me acompañó a la Rue Amélie un joven funcionario del departamento de narcóticos, quien mientras tanto debía examinar la cámara oscura y los preparados que Proque guardaba en ella. Estuve mucho rato con madame Proque, pues cuando por fin logré que se le soltara la lengua, no hubo modo de pararla. Al despedirme, me pareció de pronto oír sonar la campanilla de la tienda, pues la ventana estaba solo entornada. Mi acompañante se hallaba detrás del mostrador y hojeaba un libro de contabilidad.

»—¿Ha encontrado algo? —le pregunté.

»—No, nada.

»Pero su réplica se me antojó un poco confusa.

»—¿Ha entrado alguien?

»—Sí. ¿Cómo lo sabe?

»—He oído sonar la campanilla.

»—Sí —repitió él, y me contó lo ocurrido. Había oído la campanilla, pero como en aquel momento estaba subido a una silla (quería examinar la caja de conexiones eléctricas) tardó un poco en salir a la tienda. El visitante oyó que alguien se movía en el local de atrás y, convencido de que era Proque, dijo en voz alta:

»—¿Qué tal está? ¿Cómo se siente hoy, mi querido Dieudonné?

»Entonces el funcionario entró en la tienda y vio a un hombre de mediana edad, sin sombrero, que al advertir su presencia se sobresaltó e hizo ademán de dirigirse hacia la puerta. Aquí intervino la casualidad. En general los hombres del Departamento de Narcóticos van vestidos de paisano, pero aquel día se celebraba una pequeña fiesta porque uno de los inspectores había sido condecorado, y en su honor todos debían presentarse de uniforme. Y como la recepción estaba fijada para las cuatro, el muchacho ya iba de uniforme, para no tener que ir a su casa a cambiarse.

»Así pues, el desconocido se turbó bastante al ver ante sí a un policía uniformado. Dijo que venía a recoger sus gafas y mostró un recibo con un número. El policía contestó que el dueño de la tienda estaba enfermo y que por lo tanto no podría recoger sus gafas. Con esto quedaba dicho todo, pero el cliente no se movió del sitio. Al final inquirió con voz ahogada si Proque había enfermado de repente. Nuestro hombre asintió.

»—¿Es algo serio?

»—Bastante serio.

»—Yo… necesito las gafas con urgencia —dijo entonces el desconocido, evidentemente porque no se atrevía a formular una pregunta más concreta—. Pero ¿vive todavía? —interrogó al final.

»Esto no le gustó en absoluto al funcionario. En lugar de responder, se dispuso a levantar la tabla del mostrador, con intención de pedir la documentación al cliente. Pero este dio media vuelta y salió precipitadamente. Cuando nuestro hombre hubo soltado la tabla del gancho y salido a la calle, el desconocido se había esfumado. Eran casi las cuatro, la gente salía del trabajo, lloviznaba y las aceras estaban atestadas de viandantes.

»Me fastidió bastante que mi subordinado le dejara escapar, pero aplacé la reprimenda para más tarde. Aún teníamos el libro de encargos. Le pregunté si se había fijado en el número del recibo que le mostrara el cliente. No lo había hecho. En el libro figuraba una importante cantidad de encargos de los últimos días. Cada encargo venía precedido de las iniciales del cliente correspondiente. El asunto no pintaba fácil para nosotros. Lo único claro es que la reacción de aquel cliente había sido de lo más sospechosa. Por lo pronto, debía de conocer bien a Proque, ya que lo llamaba por el nombre de pila. Al final me apunté los últimos encargos del libro, aunque sin grandes esperanzas. ¿No sería el recibo de las gafas un simple pretexto para otra cosa? Los narcóticos podían estar ocultos, y este escondite sería difícil de encontrar, incluso para un experto. Asimismo, el número del recibo podía ser falso.

»¿Qué pensaba yo entonces de Proque? En realidad no lo sé. Pero incluso en el caso de que me equivocara respecto a la persona del óptico, y de que por tanto la tienda fuera un centro de tráfico de drogas, ¡no me entraba en la cabeza que Proque, tras recibir una entrega de narcóticos, se hubiera atiborrado de ellos para suicidarse! La droga siempre podía estar falsificada, es algo que ocurre de vez en cuando, pero lo que nunca ocurre es que el traficante la tome. Suele conocer demasiado bien las consecuencias del consumo para caer en la tentación. Así pues, yo no sabía qué pensar del asunto cuando, de improviso, mi acompañante me ayudó al recordar que el cliente, aunque llovía, no llevaba paraguas ni sombrero, y que su abrigo, un gabán de lana peluda, no estaba húmedo. No había venido en coche, ya que la calle estaba interceptada a causa de unas obras. Por lo tanto, el hombre debía de vivir en las proximidades.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La fiebre del heno»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La fiebre del heno» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «La fiebre del heno»

Обсуждение, отзывы о книге «La fiebre del heno» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x