Hal Clement - Ciclo de fuego

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Ciclo de fuego: краткое содержание, описание и аннотация

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En ese caso, ¿dónde estaban ahora? Y sin ningún signo todavía de los habitantes del poblado, y sin ningún sonido de voz del Profesor; Kruger se sintió de repente incómodo.

Los otros habían abandonado su búsqueda y volvieron adonde él se encontraba para recibir más órdenes; mientras, él estaba de pie pensando, pero no se paró a pensar en la satisfacción de haber usurpado el mando de la expedición.

— Sigamos al poblado — dijo duramente, y encabezó la marcha.

No había ninguna señal de vida. Se acercaron al borde del claro con cuidado y pararon cuando vieron las primeras cabañas. A una orden de Kruger, se dispersaron para no ser blanco fácil de posibles ocultas ballestas, y continuaron su avance hasta que estuvieron todos dentro del poblado. Aún no había ningún ruido ni movimiento. Entraron casa por casa con cuidado y buscaron, pero siempre con el mismo resultado negativo. El lugar se hallaba realmente desierto.

— ¡Y supongo que mis libros se fueron con ellos! — Dar Lang Ahn llegó amargamente a esta conclusión.

— Parece lo más probable, me temo, a menos que quieras volver a la poza y abrir aquella escotilla. Claro que aún no hemos estado en la pequeña cabaña donde informaban a sus Profesores. Aunque ahora que he visto uno de ellos, no comprendo cómo cabría allí.

— Ese no es el punto importante — Dar se dirigió hacia la mencionada cabaña con la rapidez de una saeta de su propia ballesta. Desapareció dentro y un instante después llamó a Kruger.

— ¿Qué pasa? — preguntó el chico a la vez que echaba a correr hacia la cabaña —. ¿Te dejaron tus libros como gesto de buena voluntad?

— No son los libros. No puedo describir la cosa — Kruger se encontraba ya en la puerta al decir Dar sus últimas palabras. Paró un momento mientras sus ojos se acostumbraban a la oscuridad; entonces vio lo que el pequeño piloto quería decir.

La cabaña estaba vacía, excepto por una ruda mesa que había en el centro, en la cual había una especie de aparato. No tenía caja y contenía espirales y condensadores y lo que parecían haber sido tubos de vacío, todo a la vista. Kruger se dio cuenta de lo que tenía que ser casi instantáneamente, pero no le dieron ninguna oportunidad de expresar su opinión, pues el aparato que había en la mesa habló primero.

— Adelante, Nils Kruger. Te he estado esperando bastante tiempo. Tenemos mucho que decirnos el uno al otro.

X. ELUCIDACIÓN

La voz era la de un Profesor; no había duda. También era indudable el hecho de que Nils Kruger iba a tener que revisar unas cuantas de sus ideas. Ni siquiera la raza que tenía su cuartel general en el casquete polar y ciudades dispersas por la mayoría del planeta tenía radios, por lo que sabía. ¿Podía este ser haber aprendido más sobre electricidad de lo que parecía posible, a deducir por la ciudad desierta?

— ¿Por qué me estaba esperando? — preguntó el chico —. Yo mismo no esperaba volver.

¿O es que piensa usted que necesito un encendedor con tanta urgencia para dejarlo demasiado tiempo abandonado?

— Estaba seguro de que Dar Lang Ahn volvería a por sus libros; conozco demasiado a su gente para dudarlo. Después supe que tú vendrías con él.

— ¿Cómo lo supo?

— Me lo dijeron. Te explicaré esto en su debida forma. Puede ser que no me creas, pero a pesar de todo lo hecho por mí de lo que tú puedas resentirte, no soy enteramente tu enemigo. Estoy deseando permitirte vivir tanto como tu naturaleza te deje, satisfechas unas ciertas condiciones.

— ¿Y si no se satisfacen? — Kruger, naturalmente, se resentía de las palabras del oculto ser.

— Entonces seguirán sucediendo accidentes. No podrás escapar a todos.

Poco a poco, el significado de esto empezó a asustar al chico.

— ¿Quiere decir que los desprendimientos de tierra en la ciudad y en el agujero fueron hechos a propósito?

— Efectivamente. También quiero decir que una cierta puerta no se cerró por accidente y que una trampilla fue dejada sin guarda y sin cerrar con un propósito, y que un cierto géiser expulsó su contenido en lugar de emitir sólo calor. Sé sensato, Kruger; sabes muy poco sobre este planeta y yo demasiado.

— Pero usted no podía… — Kruger no siguió; el hecho de que esta cosa supiera los sucesos en las Murallas de Hielo hacía ridícula su objeción. Cambió de conversación —.

¿Cómo se enteró? ¿Es usted uno de los Profesores de allí?

— Hablo con ellos a menudo.

— Entonces, ¿causaron ellos estos accidentes a petición suya, o querían librarse de mí ellos solos? ¿O lo hizo usted a pesar de ellos?

— Fueron provocados a una orden mía. No querían que fueras destruido; desde un punto de vista puramente personal tampoco yo. Por desgracia, cooperas demasiado.

— ¿En qué sentido? ¿Y por qué tenía que ser ése un factor en contra mía?

— Te hice muchas preguntas mientras que eras un prisionero aquí, no sólo acerca de ti, sino acerca de los conocimientos técnicos que posees. Las respondiste todas diciendo la verdad y, por lo que puedo saber, correctamente. Yo no soy electricista, pero sé lo suficiente para seguir la mayor parte de lo que dijiste.

— ¿Cuál es su objeción a eso?

— Si me lo dices a mí, en quien no tienes ninguna razón para confiar, se lo dirás presumiblemente también a la gente de Dar Lang Ahn. No tengo ninguna objeción al estado de civilización en el cual se encuentran ahora, pero hay buenas y suficientes razones por las que no queremos que igualen la tecnología de su gente.

— ¿Cómo sabe usted cuál es nuestro nivel técnico?

— Me dijiste lo suficiente con el simple hecho de estar aquí.

— ¿Cuál es su objeción a que aprendan nuestra tecnología, si usted también la aprende?

— Principalmente porque no queremos que abandonen este planeta. Los necesitamos aquí.

Kruger empezó a tener una fuerte sospecha en este punto y formuló una pregunta para comprobarlo.

— ¿Qué pasa con esa gente que estaba aquí en el pueblo? ¿Se opondría a que la aprendieran ellos?

— Mucho. Son más fáciles de controlar así.

— ¿Cómo es que se atreve a decirme todo esto con Dar Lang Ahn escuchando la conversación?

— Sus Profesores ya lo saben. No querían ayudarme a librarme de ti, pero yo podía aguantar una cierta presión. Cuando fracasaron sus intentos hice que te mandaran a ti para persuadirte si fuera posible y destruirte en caso contrario.

Kruger, convencido de que su idea era correcta, se inclinó hacia adelante y habló con más miedo del que nunca en su vida había tenido.

— Eso concuerda. No son ustedes de la misma raza que la gente de Dar o que la gente que vivía en este poblado. Hacen que los habitantes del poblado trabajen en labores cotidianas cuanto ustedes desean, e incluso también en asuntos más complicados. No sé si son ustedes o ellos los habitantes originarios de este mundo, pero veo claramente por qué no quieren que se vayan de él ahora. ¡Tendrían ustedes que hacer parte de su propio trabajo! ¿No es eso? — Kruger estaba tan furioso en el momento que acabó su discurso que resultó extraño que el oculto ser le pudiera entender, pero al parecer lo hizo.

— Tienes parcialmente razón — respondió con calma.

— ¡Parcialmente! Tengo razón de los pies a la cabeza. ¡Le reto a que me deje verle!

— Me temo que eso no es ahora posible.

— ¿Por qué? ¿Teme que le quite su sitio?

— No es eso. Sin embargo, si nos encontráramos bajo las mismas condiciones uno de los dos moriría. Yo no puedo sobrevivir en tu medio ambiente y estoy seguro de que tú tampoco en el mío; al menos Dar Lang Ahn no podría.

— Entonces es él y no usted uno de los nativos de este mundo. ¡Ustedes vinieron y lo conquistaron!

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