Ben Bova - Los fabricantes del tiempo
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- Название:Los fabricantes del tiempo
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- Издательство:EDICIONES GEMINIS, 5. A.
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- Год:1968
- Город:Barcelona
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— ¿Dragando fondos marinos?
— Eso te parecerá distinto dentro de doce meses.
No perdí tiempo en poner en marcha a Investigaciones Eolo. No pude perderlo, y menos con el recuerdo de la paciente sonrisa divertida de mi padre.
Mientras Ted acababa sus últimas seis semanas en el MIT, en espera de su graduación, yo fui y volví a la oficinas Thornton de la Costa Este, reclutando personal en Boston, Hatford, Nueva York y Washington. Mis tíos se quejaron, riendo, durante los fines de semana en Thornton. La palabra piratería llenaba el aire mientras yo seguía a algunos de sus administrativos más jóvenes para que ingresasen en Eolo. Pero raras veces me negaron algo de lo que yo quería "robarles".
Incluso efectué un discreto viaje en cohete hasta Honolulú y borré Ja sonrisa de paciencia del rostro de mi padre convertiéndola en un ceño pensativo cuando me llevé a los cuatro mejores administrativos jóvenes de Thornton Pacific. Conocía muy bien al personal de mi padre y éste también me conocía a mí. La ocasión de ser hombres de categoría en una compañía nueva, en lugar de esperar años para el ascenso, fue demasiado buena para que la rechazaran.
A mediados de junio, Investigaciones Eolo tenía una oficina en funcionamiento: administración, finanzas, personal, compras, mantenimiento… y yo. También poseíamos personal técnico… Ted Marrett y Tuli Noyon.
Encontramos un sitio casi perfecto para instalar unas oficinas en aeropuerto Logan, de Boston, en donde alquilamos todo el piso superior de un edificio de cuatro plantas. La principal estación del Departamento Meteorológico de Boston se encontraba en el mismo edificio y puesto que su equipo de observación se había instalado principalmente en la terraza, su personal llegó a conocernos muy bien.
Barney y yo preparamos una fiesta sorpresa para Ted y Tuli cuando oficialmente recibieron su diploma. Alquilé la sala de banquetes del hotel en donde yo me alojaba; mientras, Barney discretamente invitó a quienes conocían a Ted… que resultaron ser la mayor parte de personal de Climatología y en apariencia todo el MIT.
La fiesta fue un éxito. Fue la única vez que vi jamás -a Tuli asombrado. Más tarde yo me incluí en el mismo aspecto. Fue cuando me enteré de que Ted prometió empleo en Eolo a prácticamente todos los asistentes a la fiesta.
— Se necesitó un entero fin de semana para recuperarnos. El lunes por la mañana Ted se reunió conmigo y con Paul Cook, jefe de personal de Eolo, en mi despacho del Laboratorio. Era un cuartito modesto: una ventana que daba al aeropuerto y a los muelles, un sencillo escritorio de madera, un diván, unas cuantas sillas y algunos cuadros.
— Debe ser duro vivir tan cerca de la naturaleza — observó Ted mientras se dejaba caer en el diván -. Muebles daneses. ¿Importados o nacionales?
— Vinieron de Suecia — contesté -. Y los cuadros son originales que me gustaban. Pero, si te molestan, los descolgamos y haremos que pinten las paredes con el gris aséptico de Climatología.
Pareció horrorizarse.
— ¡Hasta la pintura abstracta es mejor que eso!.
— Ahora que está resuelto lo de la decoración — dijo Paul, colocando un montón de papeles sobre mi escritorio, ¿qué les parece si nos ponemos a trabajar?
Al jefe de personal podía considerársele como el "viejo" de nuestro equipo… bien adentrado en la treintena. Era un tipo regordete, calvo, de mandíbula cuadrada y expresivo.
— Estas solicitudes de empleo — dijo, son de gente que pretende ser amiga de usted, Ted. ¿Recuerda haber prometido a todos puestos en la empresa?
Ted alzó precavido una ceja.
— Quizá me precipité un poco. Pero en ese montón de nombres hay personas condenadamente buenas.
— De acuerdo — dije -. Pero no queremos sólo buenas personas… sino las mejores. Y una en cada especialidad, por lo menos de momento.
— Sé exactamente lo que quiero — dijo Ted, ahora serio. Nada de esfuerzos. Tendré preparado el personal técnico dentro de una semana.
Paul parecía aliviado.
— Bien — dijo. En dos semanas me gustaría que empezáramos a proporcionar a los clientes las primeras predicciones.
— Se puede hacer — contestó Ted.
— Y hablando de clientes, seria bastante importante que consigamos tantos como podamos. No podemos fiarnos sólo de Thornton.
— Eso no es tarea técnica — repuso Ted -. Estoy aquí para poner en marcha las predicciones y luego investigar. Conseguir clientes es tu especialidad en el negocio.
Tuve que asentir.
— Está bien. Empezaré a introducirme entre los comerciantes.
Espero que le guste volar — me dijo Paul -. Va a pasar mucho tiempo en aviones a reacción.
Ver las nubes desde el suelo no es nada comparado con estar arriba en su propio dominio, volando entre ellas. Despegar en una puesta de sol y entrar en un denso banco de estratos que yacen espesos y grises en lo alto, ascender dentro de ellos y v cómo el mundo desaparece de la vista y luego salir a un cielo de un rojo flameante con una alfombra real profunda, de suave púrpura que se extiende hacia el sol poniente… no hay nada en la Tierra que pueda compararse a eso. Muy altos en un reactor, el cielo es siempre claro, no importa el clima de debajo, excepto por algún retazo ocasional de helados cirros que queden aún más arriba. El sol brilla allí todo el día, el cielo es siempre de un azul cristal. Muy abajo, gruesas masas de cúmulos pasan volando, arrojando sombras amistosas al suelo inferior, sus hinchadas cumbres atusadas por invisibles dedos de peluquero. Senderos y cinturones de nubes marchan cruzando la superficie de la Tierra y, algunas veces, gigantescas tormentas bloquean todo lo que hay debajo y convierten el panorama en una Antártica de relucientes picachos blancos y de valles brumosos. Volando a través de las nubes, el avión brinca y se estremece bajo las poderosas corrientes del viento, mientras que sus crestas azotan las ventanillas y una cortina de vapor se cierra y abre y luego vuelve a cerrarse para esconder incluso las alas de toda vista. Impresionantes tronadas se oyen con estrépito ominoso, salpicando la oscuridad con relámpagos. Luego aterriza el avión, de regreso al reino del hombre, hecho de lluvia y de gris, de vuelta hacia los cielos mutables, de regreso al mundo del tiempo.
El verano fue largo y brillante. El sol apareció día tras días. Hacia más fresco que de ordinario, pero todavía la playa y los lugares de recreo en la montaña hicieron gran negocio. En ningún fin de semana llovió. De hecho, excepto unos cuantos frentes tormentosos, apenas hubo precipitación digna de mencionarse en Nueva Inglaterra. Nadie se quejó, salvo los agricultores. Había demasiada sequía, las cosechas languidecían. Pero todos en las ciudades sabían que las lluvias de otoño resolverían el problema. Los propietarios de casas suburbanas regaban sus céspedes para mantenerlos verdes y hablaban de plantas de agua salada que harían disminuir las escaseces de agua hasta convertirlas en una cosa del pasado.
Pero, a pesar de las plantas desalinizadoras, el rincón noreste del país se vio abrumado por la sequía.
Y yo también.
En todo el verano, no importa donde viajase y lo duro que tuviera que trabajar, no pude encontrar ni un solo cliente nuevo para las predicciones del tiempo a largo plazo de Investigaciones Eolo.
Parece estupendo en el papel — dijo el gerente de una empresa conservera -, y con certeza nos interesarían las predicciones si pudieran ayudarnos a decir exactamente cuándo plantar cada cultivo y qué lluvia podría esperarse. Pero si este plan nos diese alguna información equivocada ,podríamos estropear toda la cosecha anual. Además, ¿si es tan buena, por qué no utiliza la idea el Departamento de Meteorología?
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