Connie Willis - El Libro del Día del Juicio Final

Здесь есть возможность читать онлайн «Connie Willis - El Libro del Día del Juicio Final» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El Libro del Día del Juicio Final: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Libro del Día del Juicio Final»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

A mediados del siglo XXI, Kivrin, una audaz estudiante de historia, decide viajar en el tiempo para estudiar `in situ` una de las eras más mortíferas y peligrosas de la historia humana: la Edad Media asolada por la Peste Negra. Pero una crisis que enlaza extrañamente pasado, presente y futuro atrapa a Kivrin en uno de los años más peligrosos de la Edad Media, mientras sus compañeros de Oxford en el año 2054, atacados de repente por una enfermedad desconocida, intentan infructuosamente rescatarla. Perdida en una época de superstición y de miedo, Kivrin descubre que se ha convertido en un improbable Angel de Esperanza durante una de las horas más oscuras de la historia.
Un tour de force narrativo, una novela que explorará el miedo atemporal de la enfermedad, el sufrimiento y la indomable voluntad del espíritu humano. Con diferencia, la mejor novela de ciencia ficción de 1992 con la que Connie Willis ha obtenido los más importantes premios del género: Nebula, Hugo y Locus
`Sin ser doctrinario, éste es el libro de inspiración religiosa tan apasionado con su humanismo como Un cántico por Leibowitz de Walter M. Miller. Una historia mucho mas sencilla que su trama, mucho más vasta que el número de sus paginas. El libro del Día del Juicio Final impresiona con la fuerza de una verdad profundamente sentida` John Kessel, Science Fiction Age

El Libro del Día del Juicio Final — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Libro del Día del Juicio Final», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

– Sabía que Dios os había enviado entre nosotros por una buena causa.

Ella también se arrodilló y cruzó las manos.

Mittere digneris sanctum Angelum -rezó Roche-. Envíanos a Tu santo ángel del cielo para guardarnos y proteger a todos los que se reúnen en esta casa.

– No dejes que Roche la contraiga -murmuró Kivrin al grabador-. No dejes que Rosemund se ponga enferma. Que el clérigo muera antes de que alcance sus pulmones.

La voz de Roche entonando los ritos era igual que cuando ella estuvo enferma, y esperó que reconfortara al clérigo como la había consolado a ella. No podía decirlo. El enfermo era incapaz de confesarse, y la unción pareció hacerle daño. Dio un respingo cuando el aceite le tocó las palmas y su respiración pareció hacerse más fuerte mientras Roche rezaba. El clérigo levantó la cabeza y lo miró. Sus brazos mostraban las diminutas magulladuras purpúreas que indicaban que las venas bajo la piel se estaban rompiendo, una por una.

Roche se volvió y miró a Kivrin.

– ¿Son estos los últimos días, el fin del mundo que los apóstoles de Dios predijeron?

Sí, pensó Kivrin.

– No -dijo-. No. Son sólo malos tiempos. Tiempos terribles, pero no todo el mundo morirá. Y vendrán tiempos maravillosos después de esto. El Renacimiento y la reforma de clases y la música. Tiempos maravillosos. Se inventarán nuevas medicinas, y la gente no tendrá que morir de esto ni de viruela o neumonía. Y todo el mundo tendrá comida suficiente, y sus casas serán cálidas incluso en invierno -pensó en Oxford, decorado para la Navidad, las calles y tiendas iluminadas-. Habrá luces por todas partes, y campanas que no habrá que tocar.

Sus palabras habían calmado al clérigo. Su respiración se tranquilizó, y se quedó dormido.

– Ahora debéis apartaros de él -ordenó Kivrin, y condujo a Roche a la ventana. Le acercó el cuenco-. Lavaos las manos siempre después de tocarlo.

Apenas había agua en el cuenco.

– Debemos lavar los cuencos y cucharas que usemos para darle de comer -prosiguió mientras él se lavaba las manazas-, y debemos quemar las ropas y vendas. La peste está en ellas.

Roche se secó las manos en la falda de su sotana y bajó para decirle a Eliwys lo que tenía que hacer. Volvió con una pieza de lino y un cuenco de agua fresca. Kivrin rasgó el lino en tiras y se ató una sobre la nariz y la boca.

El cuenco de agua no duró mucho. El clérigo despertó de su sueño y pidió de beber varias veces. Kivrin le sostuvo la copa, intentando mantener a Roche apartado de él cuanto fuera posible.

Roche fue a decir vísperas y a tocar la campana. Kivrin cerró la puerta tras él y prestó atención a los sonidos de abajo, pero no oyó nada. Tal vez están dormidas, pensó, o enfermas. Pensó en Imeyne inclinada sobre el clérigo con su pócima, en Agnes de pie ante la cama, en Rosemund bajo él.

Es demasiado tarde, pensó, caminando arriba y abajo junto a la cama, todos han quedado expuestos. ¿De cuánto era el período de incubación? ¿Dos semanas? Eso era el tiempo que tardaba la vacuna en hacer efecto. ¿Tres días? ¿Dos? No lo recordaba. ¿Y cuánto tiempo había sido contagioso el clérigo? Trató de recordar junto a quién se había sentado en el banquete de Navidad, con quién había hablado, pero Kivrin no le había prestado atención. Observaba a Gawyn. El único recuerdo claro que tenía era de que había agarrado la falda de Maisry.

Fue a la puerta y la abrió.

– ¡Maisry! -llamó.

No obtuvo respuesta, pero eso no significaba nada. Maisry probablemente estaba dormida o escondida, y el clérigo tenía la peste bubónica, que se propagaba por las pulgas, no la neumónica. Era posible que no hubiera contagiado a nadie, pero en cuanto Roche regresó, lo dejó con el clérigo y llevó el brasero abajo para coger carbones calientes. Y para asegurarse de que todas seguían sanas.

Rosemund y Eliwys estaban sentadas junto al fuego, con el bordado en el regazo, y lady Imeyne estaba junto a ellas, leyendo el Libro de las Horas. Agnes jugaba con su carrito, empujándolo de un lado a otro sobre las losas de piedra y hablándole. Maisry dormía en uno de los bancos cerca de la mesa, con la cara enfurruñada incluso en sueños.

Agnes atropelló el pie de Imeyne con el carrito y la anciana la miró de mal talante.

– Te quitaré el juguete si no sabes jugar tranquila, Agnes -la regañó, y lo brusco de su reprimenda, la sonrisita rápidamente reprimida de Rosemund, el sano tono sonrosado de sus caras a la luz del fuego resultaron inefablemente tranquilizadores para Kivrin. Era como cualquier otro día en la mansión.

Eliwys no cosía. Cortaba el lino en largas tiras con las tijeras y miraba constantemente hacia la puerta. La voz de Imeyne, al leer el Libro de las Horas, tenía un tono de preocupación, y Rosemund, mientras rasgaba el lino, miraba ansiosamente a su madre. Eliwys se levantó y se dirigió a la puerta. Kivrin se preguntó si había oído llegar a alguien, pero un momento después volvió a su asiento y continuó su tarea con el lino.

Kivrin bajó las escaleras en silencio, pero no lo suficiente. Agnes abandonó su carrito y se le acercó corriendo.

– ¡Kivrin! -gritó, y se abalanzó hacia ella.

– ¡Cuidado! -advirtió Kivrin, manteniéndola a raya con la mano libre-. Son carbones calientes.

No estaban calientes, por supuesto. Si lo hubiesen estado, no habría bajado para cambiarlos por otros, pero Agnes retrocedió unos cuantos pasos.

– ¿Por qué lleváis una máscara? ¿Me contaréis una historia?

Eliwys se había levantado también, e incluso Imeyne se volvió a mirarla.

– ¿Cómo está el clérigo del obispo? -preguntó Eliwys.

En pleno tormento, quiso decir.

– La fiebre le ha bajado un poco -respondió en cambio-. Todas debéis manteneros apartadas de mí. La infección podría estar en mi ropa.

Las mujeres se levantaron, incluso Imeyne, que cerró el Libro de las Horas sobre su relicario, y se apartaron del hogar para observarla.

El tronco de Navidad estaba todavía en el fuego. Kivrin usó su falda para quitar la tapa del brasero y arrojó los carbones grises al borde del hogar. Se levantó ceniza, y uno de los carbones golpeó el tronco, rebotó y rodó por el suelo.

Agnes se echó a reír, y todas observaron cómo rodaba el carbón por el suelo hasta quedar bajo un banco, excepto Eliwys, que se había vuelto hacia la puerta.

– ¿Ha regresado Gawyn con los caballos? -preguntó Kivrin, y entonces se arrepintió de haberlo hecho. Ya sabía la respuesta por la expresión forzada de Eliwys, y la pregunta hizo que Imeyne se volviera a mirarla fríamente.

– No -contestó Eliwys sin volver la cabeza-. ¿Creéis que los otros miembros de la partida del obispo estaban también enfermos?

Kivrin pensó en la tez grisácea del obispo, en la expresión abotargada del fraile.

– No lo sé.

– El tiempo empeora -observó Rosemund-. Tal vez Gawyn prefirió pasar allí la noche.

Eliwys no respondió. Kivrin se arrodilló junto al fuego y agitó los carbones con el pesado atizador, sacando las ascuas a la superficie. Intentó pasarlas al brasero, usando el atizador, y luego renunció a ello y los recogió con la tapa del brasero.

– Tú nos has traído esto -la acusó Imeyne.

Kivrin levantó la cabeza. El corazón le latía con fuerza, pero Imeyne no se dirigía a ella. Miraba a Eliwys.

– Son tus pecados los que nos han traído este castigo.

Eliwys se volvió a mirar a Imeyne, y Kivrin esperó que en su rostro asomara la sorpresa o la furia, pero no fue así. Miraba a su suegra sin interés, como si su mente estuviera en otra parte.

– El Señor castiga a los adúlteros y a toda su casa -manifestó Imeyne-, y ahora te castiga -agitó el Libro de las Horas delante de su cara-. Es tu pecado lo que ha traído la peste.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El Libro del Día del Juicio Final»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Libro del Día del Juicio Final» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Connie Willis - Zwarte winter
Connie Willis
Connie Willis - Black-out
Connie Willis
Connie Willis - Passage
Connie Willis
Connie Willis - Rumore
Connie Willis
Connie Willis - Jack
Connie Willis
Connie Willis - All Clear
Connie Willis
Connie Willis - Lincoln’s Dreams
Connie Willis
Connie Willis - Nie licząc psa
Connie Willis
Connie Willis - L'anno del contagio
Connie Willis
Отзывы о книге «El Libro del Día del Juicio Final»

Обсуждение, отзывы о книге «El Libro del Día del Juicio Final» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x