Stanislav Lem - El Invencible
Здесь есть возможность читать онлайн «Stanislav Lem - El Invencible» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Год выпуска: 1986, ISBN: 1986, Издательство: Minotauro, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:El Invencible
- Автор:
- Издательство:Minotauro
- Жанр:
- Год:1986
- ISBN:ISBN: 978-84-450-7062-8
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
El Invencible: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El Invencible»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
El Cóndor.
El Cóndor,
El Invencible — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El Invencible», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
En el momento en que la camilla pasaba frente a él, Rohan apartó de un codazo a los hombres que tenía al lado y se puso en primera fila. Por un momento, había llegado a pensar que había ocurrido en verdad un desgraciado accidente, pero el hombre tendido en la camilla tenía las piernas y los brazos atados, y se debatía, gritando, la boca desmesuradamente abierta.
El grupo siguió el haz de luz del reflector. Rohan, paralizado en la oscuridad, continuaba escuchando aquellos alaridos inhumanos que no se parecían a nada que hubiese oído alguna vez. El blanco grupo luminoso subió por la rampa y desapareció en la escotilla del pañol. Rohan llamó a gritos a algunos de los hombres preguntándoles qué había sucedido; todos pertenecían al equipo de El Cóndor, y no sabían nada.
Transcurrió largo rato antes que pudiera reponerse. La hilera de vehículos detenidos volvió a moverse, y trepó ruidosamente por la rampa; en lo alto del ascensor se encendieron las luces; las gentes que esperaban abajo empezaron a dispersarse, y al fin el mismo Rohan subió, entre los últimos, junto con los arctanos; la calma imperturbable de los robots le pareció esta vez singularmente irritante. Dentro del cohete se oían las interminables campanillas de los informadores y los teléfonos internos, y en las paredes continuaban encendidas las luces de alarma que llamaban a los médicos. Las señales se apagaron casi en seguida. Los pasillos se fueron despejando poco a poco. Una parte de la tripulación bajó a las cantinas. Rohan oyó conversaciones en los corredores resonantes de pasos; un arctano rezagado avanzó pesadamente hacia el departamento de los robots; por último, todo el mundo desapareció, y sólo él quedó allí, como abrumado, convencido de que no podía haber ninguna explicación, y de que nunca la habría.
— ¡Rohan!
Gaarb estaba frente a él, llamándolo a la realidad.
— ¿Es usted? Doctor… ¿usted lo vio? ¿Quién era?
— Kertelen.
— ¿Kertelen? ¡No es posible!
— Lo vi casi hasta el final…
— ¿El final?
— Sí, yo estaba con él — explicó Gaarb con una voz artificialmente serena.
Rohan vio en las gafas de Gaarb los reflejos de las luces coloreadas.
— El grupo que exploraba el desierto — balbuceó.
— Exactamente.
— ¿Y qué pasó?
— Gallagher había elegido el lugar de acuerdo con las sondas sismográficas… Descubrimos un laberinto de gargantas estrechas y serpeantes — explicó Gaarb con voz lejana, como hablándose a sí mismo y tratando de rememorar el curso exacto de los acontecimientos —. Hay allí rocas blandas de origen orgánico; agua, grutas, cavernas. Tuvimos que dejar los orugas en la meseta superior. Avanzábamos en fila india, no muy separados. Éramos once. Los ferrómetros indicaban la presencia de masas de hierro y nosotros tratábamos de encontrarlas. Kertelen pensaba que quizás había máquinas ocultas en alguna parte.
— Sí. También a mí me lo dijo. ¿Y entonces?
— En una de las cavernas, casi en la superficie, debajo de una capa de légamo, encontró una especie de autómata. Había estalactitas y estalagmitas en esa gruta.
— ¿Un autómata?
— No, no lo que usted piensa. Chatarra en realidad. No herrumbrada, pues la aleación es inoxidable, sino corroída, casi reducida a cenizas, restos, nada más.
— Pero podría haber otros…
— No sé, este autómata tiene por lo menos trescientos mil años.
— ¿Cómo puede saberlo?
— Porque en la superficie encontramos depósitos de cal, del agua que cayó de las estalactitas. Gallagher en persona estudió el tiempo de evaporación, y la formación de la estalagmita. Trescientos mil años es el cálculo más modesto. Además ¿sabe a qué se parece ese autómata? ¡A las famosas ruinas!
— ¡Entonces no tiene nada de autómata!
— Espere. Tuvo que haber sido un móvil, pero sin un par de patas. Aunque parecía un cangrejo. Además, no tuvimos tiempo de estudiarlo, pues en seguida…
— ¿Qué sucedió?
— A intervalos regulares yo contaba a nuestros hombres. Me encontraba bajo el campo de fuerza y estaba encargado de vigilarlos, entiende… pero todos llevaban máscaras, y usted sabe cómo es, todos parecían iguales. Sobre todo porque ya no se veían los colores — de los trajes, estaban cubiertos de fango. En un determinado momento conté un hombre de menos. Llamé a todos los demás y nos pusimos a buscarlo. Kertelen, feliz con su descubrimiento, se había apartado del grupo, seguramente con la intención de curiosear un poco más allá. Pensé que se habría extraviado en una de las gargantas laterales. La caverna es un verdadero laberinto de callejones sin salida, pero todos cortos, nivelados, y con luz. De improviso, lo vimos aparecer en un recodo, acercándose en línea recta. Ya en ese estado. Nygren estaba con nosotros; pensó que se trataba de un ataque de insolación.
— Pero ¿qué tiene?
— Está inconsciente. No, no es eso. Camina, mueve el cuerpo, pero es imposible comunicarse con él. Además, ya no sabe hablar. ¿Lo oyó?
— Sí.
— Ahora se ha serenado un poco. Antes, era peor. No nos reconoció. En el primer momento eso fue lo más espantoso. «Kertelen, a dónde fuiste», le grité y él pasó a mi lado como si se hubiera quedado sordo de repente; pasó de largo junto a todos nosotros y fue hacia la entrada de la garganta, a un paso que nos puso la carne de gallina. Como si lo hubieran cambiado, sencillamente. Viendo que no nos contestaba corrimos detrás. ¡Menuda tarea! En una palabra, tuvimos que atarlo para poder traerlo de vuelta a la nave.
— ¿Qué dicen los médicos?
— Como de costumbre, sueltan frases en latín, pero no saben nada. Nygren está con Sax en la cabina del comandante; si quiere, puede preguntar allí.
Gaarb se alejó con paso lento, la cabeza un poco inclinada, como de costumbre. Rohan tomó el ascensor y subió hasta la cabina de comando. Estaba desierta, pero al pasar por la sala de mapas oyó la voz de Sax. Entró.
— Una amnesia total, eso parece — decía el neurofisiólogo.
Estaba de pie, de espaldas a Rohan, examinando las radiografías que tenía en la mano. Detrás del escritorio, inclinado sobre el abierto libro de bitácora, estaba sentado el astronauta, la mano levantada y apoyada en los estantes de mapas celestes perfectamente enrollados. Escuchaba a Sax en silencio; Sax guardaba lentamente la radiografía en un sobre de papel madera.
— Una amnesia. Pero una amnesia de una naturaleza excepcional. No sólo ha perdido todos los recuerdos, sino también capacidad de hablar, de escribir, de leer; en realidad, es más que amnesia. Es una desintegración total, una verdadera destrucción de la personalidad. Fuera de los reflejos más primitivos, no queda nada. Es capaz de caminar y comer, pero sólo si se le pone el alimento en la boca.
— ¿Ve y oye?
— Sí, por supuesto. Pero no comprende lo que ve. Es incapaz de distinguir entre las personas y las cosas.
— ¿Los reflejos?
— Normales. Es un problema cerebral. Como si le hubieran borrado de un solo golpe todas las huellas de memoria.
— Pero entonces… el otro, el hombre de El Cóndor…
— Sí, ahora no cabe la menor duda. Es el mismo caso.
— Vi una vez algo parecido — dijo el astronauta en voz muy baja, casi un murmullo. Miraba en dirección a Rohan pero no lo veía —. Fue en el espacio…
— ¡Ah, ya sé! ¡Y no haber pensado en eso! — exclamó el neurofisiólogo con voz excitada —. Amnesia total como consecuencia de una exposición magnética, ¿no es eso?
— Sí.
— Nunca vi a ese hombre. Conozco el caso sólo en teoría. Ocurrió hace mucho tiempo ¿no? Durante una travesía a gran velocidad por un campo magnético.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «El Invencible»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El Invencible» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «El Invencible» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.