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Robert Silverberg: Tiempo de mutantes

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Robert Silverberg Tiempo de mutantes

Tiempo de mutantes: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando llega el invierno, los mutantes se reúnen… Siempre han vivido en la sombra, pero cerca de la sociedad normal. Ignorados, marginados, han sobrevivido recluidos en clanes invisibles, usando sus extraordinarias facultades psíquicas para escudarse contra la intolerancia, en fanatismo y el aborrecimiento que inspira a los normales, hasta ahora… El primer líder mutante, que ha emergido a la luz para reclamar iguales derechos que el resto de los mortales, es asesinado. Encontrar al asesino es la difícil misión de un grupo de mutantes. Entre ellos están Michael, confuso entre la lealtad al clan y su amor por una persona normal; Melanie, sola entre los mutantes y rechazada por los normales; y Jean, que usa su poder psíquico y su sexualidad de mutante para obtener todo aquello que más desea. Como sociedad deben luchar contra su entorno, ocultando sus miedos hasta encontrar un medio que proteja sus intimidades, sus amores y sus vidas.

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—¡Oh, sí! La recuerdo —respondió Zenora con un frío gesto de cabeza—. Bienvenida.

La acogida de Halden fue más calurosa. Con unas efusivas palmaditas en la mano, murmuró:

—Me alegro de volver a verla, señorita Greenberg.

—Llámeme Andie, por favor.

—Desde luego.

—Me sorprende que no esté con Skerry —dijo Zenora a Andie con acidez.

—¿Skerry?

Jeffers pareció confundido.

—Hagan el favor de disculparnos —cortó Halden—. Encantado de verla, Andie. Espero que tengamos ocasión de volver a hablar.

El Guardián del Libro agarró por el brazo a su esposa y se la llevó con gesto firme a donde Andie no pudiera escuchar lo que decían.

—¿A qué venía todo eso? —preguntó Jeffers.

—¿Quién sabe? —Andie se encogió de hombros y sostuvo en alto su vaso vacío—. Creo que voy a llenarlo.

—Bien. Quiero tener unas palabras con el joven recién casado.

Jeffers se alejó. Andie estaba a medio camino del bar, cuando una reluciente copa alargada de champán flotó hacia ella.

No te quedes ahí parada, encanto. Adelante, cógela.

Sobresaltada, Andie estuvo a punto de dejar caer el vaso que traía en la mano. Asió el fino pie de la copa levitante con precaución.

Deja que me ocupe del vacío.

El vaso se deslizó de entre sus dedos y fue a depositarse en el bar. Andie recorrió la estancia con la mirada, tratando de localizar al emisor de aquellos mensajes mentales.

—¿Qué hay de nuevo? —preguntó una voz queda a su espalda.

—¡Skerry! —Andie se volvió en redondo, derramando parte del champán.

—A tu servicio.

Skerry hizo una ceremoniosa reverencia. Su traje azul estaba acribillado de centellas plateadas. Andie sonrió; sin embargo; el rostro que encontró ante ella tenía una expresión sombría.

—No sabía dónde estabas —dijo.

—Vamos a hablar a otra parte —propuso él.

Andie le siguió a través del salón principal hasta una pequeña biblioteca. Skerry cerró la puerta y se dejó caer pesadamente en un sillón flotante. Andie encontró una banqueta y se sentó, agradeciendo el momentáneo alivio para sus pies doloridos.

—De modo que estás trabajando para el activo senador, ¿no es eso? —comentó Skerry.

—Sí. ¿Qué tiene de malo?

—Si pensara que vas a hacerme caso, quizás intentaría explicártelo.

El mutante aspiró el aroma de un clavel verde que llevaba prendido en la solapa de la chaqueta. Andie, por su parte, dejó la copa en la mesa con gesto enérgico.

—Ya estoy un poco cansada de tus misteriosas alusiones e indirectas —declaró—. Primero me endilgaste aquel disquete en Brasil. Y luego me cargaste con el muerto en la reunión del Consejo Mutante. ¿Por qué tendría que volver a hacerte caso?

—Porque yo sé cosas que tú ignoras. Y te lo advierto: estás cometiendo un grave error.

—Lo único que sé es que pareces celoso de Stephen —replicó ella—. Te opusiste a su nombramiento, sólo Dios sabe por qué. Pero tienes razón en una cosa: no pienso hacerte caso, Stephen es un gran hombre, un héroe. Ha traído una nueva esperanza a todos los que pensábamos que ésta había muerto con Jacobsen.

Skerry asintió con aire sarcástico.

—Sí, es verdad. Ese Jeffers es lo más bonito que han tenido en mucho tiempo los mutantes para depositar sus esperanzas.

—Y yo le amo. Quiero trabajar con él y ayudarle.

—No confundas el amor con la adoración, encanto.

Andie se puso en pie con los brazos en jarras.

—¿Qué sabes tú del amor? —replicó acaloradamente.

—Lo suficiente como para querer ayudar a alguien que se lo merece. —Skerry dio un par de pasos y se detuvo casi tocándola, con la vista fija en sus ojos—. Me gustas de verdad, ¿sabes?

El joven tomó el rostro de Andie entre sus manos. A ella se le aceleró el corazón y trató de desasirse.

—Skerry. No…

—No te resistas. No voy a hacerte daño, sólo quiero ayudarte. Ahora, cierra los ojos. Ciérralos.

Contra su voluntad, los párpados se le cerraron con fuerza.

—Bien. Échate hacia atrás. No te preocupes, yo te sostengo. —Andie notó el brazo de su interlocutor en torno a la cintura—. Así me gusta. Cuenta hacia atrás desde cien, Andie. —La mano de Skerry le tocó la frente. Su palma estaba fría.

—¿Qué? No seas ridículo… —protestó.

—¡Haz lo que te digo!

—Noventa y nueve, noventa y ocho…

—Cuenta mentalmente.

Andie obedeció.

La presión de la mano se incrementó.

De pronto, se sintió mareada. Tras sus párpados vio danzar unas estrellitas azules, y un rugido le invadió los oídos.

NOVENTA Y SIETE, NOVENTA Y SEIS, NOVENTA Y CINCO…

Un centenar, un ejército de voces, cantó con ella la cuenta atrás.

Era una especie de coro hipnótico, ensordecedor. Le resultaba casi imposible pensar.

Luego, las voces se amortiguaron y las ondas de sonido retrocedieron lentamente hasta perderse en el silencio. Andie abrió los ojos y parpadeó dos veces. Tenía la garganta seca.

—¿Qué ha sucedido?

Skerry la soltó.

—Te he implantado un autocántico con un activador espontáneo, por si alguien quiere fisgar.

—¿Fisgar? —Andie se sentó y alargó el brazo para coger la copa—. ¿Te refieres a introducirse telepáticamente en mi cabeza? Pensé que se consideraba algo indigno en círculos mutantes. ¿Es que no respetáis la intimidad mental?

—Algunos, sí. Pero no todos.

Un escalofrío recorrió a Andie cuando comprendió lo que aquello significaba.

—No te asustes, encanto. Sólo he querido proporcionarte un poco más de protección —dijo Skerry con una suave sonrisa—, aunque lo más probable es que no la necesites.

—¿Qué es eso del activador espontáneo?

—Verás, si un telépata intenta acceder a cualquier nivel de tu entramado consciente, empezará a sonar de inmediato ese cántico que acabas de oír. Su sonido ahuyentará al intruso, y cesará tan pronto como se haya retirado. También puedes activarlo tú misma pensando las palabras «coro defensivo». Cuando lo hagas, mantén los ojos cerrados. El activador tiene un ciclo de quince cuentas desde cien, pero puedes interrumpirlo en cualquier momento abriendo los ojos de nuevo. —Skerry alzó las manos—. ¡Abracadabra, intimidad garantizada!

—¿De veras crees que lo necesito?

—Esperemos que no.

Andie le miró con escepticismo. El mutante parecía sincero. Quizás podía confiar en él.

—Skerry, ¿cómo es que Michael se ha casado con una chica mutante?

Él soltó una amarga carcajada.

—Lo han jodido bien. Sí, esa Jena lo ha jodido bien. Literalmente.

—Está embarazada.

No era una pregunta.

—Sí, y Michael es el orgulloso papá. Por eso se han casado, ya que el lema del clan es prosperad y multiplicaos. Y viceversa.

—¡Oh!

Andie pensó que cuanto más se acercaba a los mutantes, menos los entendía.

—Me parece que no te vendría mal otra copa. —Skerry la ayudó a ponerse en pie—. Vamos.

Michael esperaba que acudiera mucha gente, pero nunca imaginó que el senador Jeffers se presentara en su boda. «El cargo le sienta bien —pensó—. Se le ve lleno de confianza y mucho más dinámico que la pobre Jacobsen.»

Un grupo de mutantes se apiñaba en torno a Jeffers. Cuando éste se separó de ellos para dirigirse hacia él, Michael se sintió halagado.

—¿Un poco aturdido? —le preguntó Jeffers con familiaridad.

—Sí. En realidad, más que un poco.

—Ya pasará —continuó el senador, dándole unas palmaditas en el hombro—. Tu esposa es muy bonita.

—Gracias.

—Tus padres me han dicho que eres un mutante doble, lo mismo que ella. Eso significa que hay grandes posibilidades.

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