—Han abierto la cripta —dijo Kirby.
—Eso veo. Observa a la momia de rey Tut levantarse y andar.
—Te lo tomas muy a la ligera, Noel.
—Ummm —dijo el Fundador. Una sonrisa aleteó en sus labios por un momento. Hizo ajustes infinitesimales en el flujo de hormonas. En la pantalla apenas se podía ver la apertura de la cripta, casi oculta por los instrumentos que rodeaban al durmiente.
De repente, se produjo un leve movimiento en la cripta. ¡Lázaro se movía! ¡El mártir regresaba!
—Es la hora de hacer mi gran entrada —murmuró Vorst.
Todo estaba dispuesto, así que un túnel reluciente le transportó con toda rapidez a la sala de operaciones.
Kirby no le siguió. La silla del Fundador irrumpió serenamente en la sala, justo cuando la figura de David Lázaro se despertaba tras sesenta años de inconsciencia y se incorporaba.
Una mano temblorosa señaló con el dedo. Una voz ronca trató de encontrar las palabras adecuadas.
—¡VVVorst! —jadeó Lázaro.
El Fundador sonrió con benevolencia y alzó su brazo descarnado, a modo de saludo y bendición. Delicadamente, una mano invisible movió una mano y el Fuego Azul iluminó las paredes de la sala, proporcionando el toque teatral definitivo. Christopher Mondschein, impasible bajo su máscara respiratoria, apretó los puños con rabia cuando la luz le bañó.
—Demos gracias por la luz, que se extiende más allá de nuestra visión —dijo Vorst.
«Humillémonos ante el calor.
«Bendigamos la energía que nos santifica…
«Bienvenido a la vida, David Lázaro. ¡En nombre del espectro, del cuanto y del sagrado angstrom, paz, y perdona a aquellos que te hicieron daño!
Lázaro se levantó. Sus manos buscaron y encontraron el borde de la cripta. Emociones inconcebibles deformaban su rostro.
—Yo… ¡he estado dormido! —murmuró.
—Sesenta años, David. Y aquellos que me rechazaron y te siguieron se han hecho poderosos. ¿Ves? ¿Ves los hábitos verdes? Venus es tuyo. Te hallas al frente de un ejército poderoso. Ve con ellos, David. Aconséjales. Te devuelvo a ellos. Eres mi presente para tus seguidores. «Y el que estaba muerto se levantó y anduvo… Soltadle y dejadle ir.»
Mas Lázaro no contestó. Mondschein estaba boquiabierto, apoyándose con fuerza en el venusino que se erguía a su lado. Kirby, contemplando la pantalla, experimentó una punzada de temor reverente que barrió su escepticismo durante un momento. Hasta la cháchara del comentarista se ennoblecía con el milagro.
La luz del Fuego Azul lo abarcaba todo, aumentando de intensidad a cada segundo, como las llamas del ocaso que se desplazan hacia el Valhalla. Y en medio de todo se alzaba Noel Vorst, el Fundador, el Primer Inmortal, sereno y radiante, erguido su cuerpo anciano, brillantes sus ojos, extendidas sus manos hacia el hombre que había estado muerto. Sólo faltaba el coro de los diez mil, entonando el Himno de las Longitudes de Onda mientras un órgano cósmico desgranaba un canto triunfal.
Y Lázaro vivió y caminó entre los suyos de nuevo y entabló conversación con ellos.
Y Lázaro estaba muy sorprendido.
Había dormido… durante un momento, el tiempo que tarda un ojo en parpadear. Ahora, siniestras figuras azules le rodeaban: venusinos, encapuchados como demonios para protegerse del aire ponzoñoso de la Tierra. Y le aclamaban como su profeta. A su alrededor se alzaba la metrópolis de Vorst, vertiginosos edificios que testificaban el actual poderío de la Hermandad de la Radiación Inmanente.
El venusino gordo —Mondschein, ¿no? —depositó un libro en las manos de Lázaro.
—El Libro de Lázaro —dijo—. La crónica de tu vida y obra.
—¿Y muerte?
—Sí, y muerte.
—Habrá que sacar una nueva edición —dijo Lázaro. Sonrió, pero estaba solo en su arrobo.
Se sentía fuerte. ¿Por qué no se habían degenerado sus músculos durante el largo sueño? ¿Cómo era posible que pudiera levantarse y andar entre los hombres, mandar obediencia a las cuerdas vocales y experimentar la fuerza de la vida?
Estaba solo con sus seguidores. Dentro de unos días se marcharía a Venus con ellos, donde tendría que vivir en un medio ambiente autónomo. Vorst se había ofrecido a transformarle en venusino, pero Lázaro, asombrado de que tales portentos fueran posibles, no estaba muy seguro de desear convertirse en una criatura provista de branquias. Necesitaba tiempo para reflexionar. El mundo al que había regresado de una forma tan inesperada era muy diferente del que había dejado.
Sesenta y pico de años. Por lo visto, Vorst se había apoderado de todo el planeta, tal como se había propuesto en los ochenta, cuando Lázaro empezó a disentir con él. Vorst había comenzado con un movimiento científicoreligioso al que Lázaro se había unido. Fórmulas mágicas mezcladas con reactores de cobalto, una letanía del espectro y los electrones, una gran dosis de espiritualidad adornada, pero en el fondo la promesa de una vida larga (o eterna). Ello provocó la defección de Lázaro. Pero pronto, comprendiendo la fuerza que poseía, Vorst había empezado a infiltrar hombres en los parlamentos, a comprar bancos, empresas públicas, hospitales y compañías de seguros.
Lázaro se había opuesto a tales maniobras. Entonces, Vorst era accesible, y Lázaro recordaba que había discutido con él acerca de sus desviaciones hacia los poderes políticos y económicos.
—El plan lo exige así —había contestado Vorst.
—Es una perversión de nuestros principios religiosos.
—Nos conducirá a nuestra meta.
Lázaro se había mostrado en desacuerdo. Poco a poco, reuniendo a unos cuantos partidarios, había creado un grupo rival, aunque en teoría continuaba siendo fiel a Vorst. Gracias a su aprendizaje con Vorst supo cimentar una fe. Proclamó el reino de la armonía eterna, vistió a los suyos con hábitos verdes, les proporcionó símbolos, fervor reformista, oraciones, una liturgia progresista. No podía afirmar que su movimiento poseyera una gran fuerza comparado con la maquinaria de Vorst, pero al menos era una herejía destacada, que atraía a cientos de nuevos seguidores cada mes. Lázaro se proponía crear un movimiento misionero, sabiendo que sus posibilidades de echar raíces en Venus, e incluso en Marte, eran superiores a las de Vorst.
Y un día de 2090 hombres cubiertos con hábitos azules le secuestraron, anulando su guardia personal de espers y apoderándose de él con tanta facilidad como si fuera un trozo de plomo. Sus recuerdos se borraban en ese punto, hasta su despertar en Santa Fe. Le dijeron que corría el año 2152 y que Venus estaba en manos de los suyos.
—¿Permitirá que le transformen? —quiso saber Mondschein.
—Aún no estoy seguro. Quiero pensarlo.
—Le resultará difícil desempeñar su cometido en Venus a menos que les permita adaptarle.
—Podría quedarme en la Tierra —sugirió Lázaro.
—Imposible. Aquí carece de fuerza. La generosidad de Vorst no llegará a tales extremos. No permitirá que se quede aquí, después de la algarabía que ha causado su regreso.
—Tiene razón suspiró Lázaro—. Así pues, dejaré que me transformen. Iré a Venus y veré qué logros ha alcanzado usted.
—Quedará agradablemente sorprendido.
La resurrección ya había sorprendido bastante a Lázaro. Le dejaron solo y estudió las sagradas escrituras de su fe, fascinado por el papel de mártir que le habían asignado. Un libro sobre historia armonista reveló a Lázaro su propio valor: allí donde los sentimientos religiosos de la Hermandad cristalizaban alrededor de la figura prohibida y remota de Vorst, los armonistas reverenciaban sin lugar a dudas su bondadoso mártir. «Debe ser muy embarazoso para ellos que haya vuelto», pensó Lázaro.
Читать дальше