Wil revisó una vez más la puesta en escena. ¿Qué ocurriría en las próximas veinticuatro horas? Seguramente, después de aquel plazo, todo habría concluido. Apenas si se dio cuenta de que se paseaba por la cocina, por la despensa, por el cuarto de los invitados, y que regresaba al cuarto de estar. Miró por la ventana y repitió el paseo en sentido contrario. Era una de sus costumbres que no había sido muy del agrado de Virginia ni de los niños: cuando estaba realmente metido en un caso, se paseaba por toda la casa mientras pensaba. Noventa kilos de un policía semiinconsciente andando pesadamente por todas las habitaciones constituía un verdadero riesgo. Le habían amenazado con colgarle un cencerro del cuello.
Algo hizo que Brierson saliera de su ensimismamiento. Miró por el lavadero, tratando de identificar lo que le parecía raro. Entonces se dio cuenta: había estado tarareando, y había una sonrisa tonta en su cara. Había vuelto a su elemento. Aquél era el caso más importante y más peligroso de toda su vida. Pero era su propio caso. Y, finalmente, tenía por dónde cogerlo. Por primera vez desde que fuera secuestrado, podía tratar con profesionalidad las dudas y los peligros que se le presentaban. Su sonrisa se hizo más ancha. De regreso al cuarto de estar, tomó su registro de datos y se sentó. Por si acaso alguien escuchaba, fingió estar haciendo alguna investigación.
Yelén regresó a últimas horas de la tarde.
—Kim Tioulang ha muerto.
Wil levantó la cabeza, de golpe. ¿Era así como iba a empezar todo?
—¿Cuándo? ¿Cómo?
—Hace menos de diez minutos. Tres balas en la cabeza… Te mando los detalles.
—¿Hay alguna evidencia de quién…?
Ella hizo una mueca, pero ya había aceptado que lo que enviaba no era una parte inmediata de su memoria.
—No hay nada definitivo. Mi seguridad de la Costa Norte se ha quedado muy reducida desde que esta tarde hemos cambiado la distribución. Él se había escabullido de la base Pacista; ni siquiera su gente se había dado cuenta. Al parecer, trataba de subirse a un transbordador marino. —El único sitio que podría haberle acogido era Ciudad Korolev—. No hay testigos. La verdad es que sospecho que no había nadie en tierra cuando le dispararon. Las balas eran explosivas, de Nuevo Méjico y de cinco milímetros de calibre.
Normalmente aquella munición se disparaba con una pistola, con un límite de precisión máximo de treinta metros. ¿Creía el asesino que les iba a engañar?
—Es demasiada coincidencia para que dejemos de hacerte caso, Brierson. Tienes razón; el enemigo debe de tener chivatos en nuestro sistema.
—Claro.
Durante unos segundos no le escuchó. Se acordaba del picnic de la Costa Norte, del hombre decrépito que había sido Kim Tioulang. Era tan resistente como cualquier otro que Wil hubiera conocido, pero su tristeza con relación al futuro había parecido real. El hombre más viejo del mundo… y estaba muerto. ¿Por qué? ¿Qué había intentado decirles? Miró a Yelén.
—Desde esta tarde, ¿has notado algo especial en los Pacistas? ¿Hay alguna evidencia de interferencia de los tecno-max?
—No. Acabo de decirte que no puedo vigilar tan de cerca como antes. He hablado de esto con Phil Genet. Dice que no ha advertido nada en los Pacistas, pero dice que el tráfico vía radio de NM ha cambiado durante las últimas horas. Lo estoy comprobando — se detuvo, y por primera vez Wil vio el miedo reflejado en su cara—. Durante las próximas horas podemos perderlo todo, Wil. Todo aquello que Marta había confiado alcanzar.
—Sí. Pero también podemos sorprender al enemigo, y salvar el plan de Marta… ¿Cómo habéis dispuesto las cosas para mañana?
Esta pregunta hizo que volviera la Yelén de siempre.
—Este retraso nos ha hecho perder la ventaja de la sorpresa, pero nos permitirá estar mejor preparados. Della dispone de una cantidad increíble de armamento. Ya sabía yo que su expedición al Compañero Oscuro le había reportado mucho dinero, pero jamás me hubiera podido figurar que podía costear todo esto. Mañana estará casi todo en posición. Llegará y aterrizará en tu casa, al amanecer. Y a partir de entonces, podrás dirigir la operación.
—¿No vas a venir?
—No. En realidad no formo parte de vuestra área interna de seguridad. Mi equipo ha de cuidarse de las acciones periféricas, pero… Della y yo hemos estado hablando de todo esto. Si yo, mi sistema, resultara estar profundamente interferido, el enemigo podría volverlo contra vosotros.
—Hummm.
Había contado con la protección de ambas mujeres: si se hubiese equivocado al juzgar a una de ellas, la otra toda— vía estaría allí. Pero si la propia Yelén creía que podía llegar a perder el control…
—Está bien. Della parecía estar en muy buena forma, esta tarde.
—Sí. Tengo la teoría de que cuando está en un apuro, surge a la superficie la personalidad adecuada. Después de estar mucho tiempo sola, suele no tener un propósito fijo. Acabo de hablar con ella, y me parece que está muy bien. Con algo de suerte, mañana todavía conservará su personalidad de policía.
Después que Yelén borrara su imagen, Wil se dedicó a la información que ella le estaba enviando. Llegaba más de la que podía leer, y a cada momento había nuevos acontecimientos. Genet tenía razón en lo de los NM. Estaban usando un nuevo sistema de claves, uno que Yelén no podía descifrar. Esto, por sí mismo, constituía un anacronismo mayor que la pintura a topitos o las pelotas antigravitatorias de balonvolea. En otras circunstancias les habría atacado repentinamente, y a la porra con la diplomacia… Pero en aquellos momentos, estaba tan desguarnecida localmente que lo único que podía hacer era vigilar.
El asesinato de Tioulang. La manipulación de Fraley por parte de los tecno-max. Había algún aspecto de la motivación del asesino que Wil no alcanzaba a comprender. Si lo que deseaba era destruir la colonia, ya podría haberlo hecho mucho tiempo antes. Y debido a esto, Wil llegó a la conclusión de que el enemigo quería mandar. Wil meditaba. ¿Era la supervivencia de los tecno-min un arma meramente de regateo para el asesino?
Fue una noche muy larga.
Brierson estaba mirando por la ventana cuando se posó el aparato volador de Della. Todavía amanecía a nivel del suelo, pero ya podía ver los rayos de sol sobre las copas de los árboles. Tomó su registro de datos y salió de la casa. Sus pasos eran enérgicos, alimentados por su adrenalina.
—¡Espera, Wil!
Los Dasguptas estaban en el porche de su casa. Se detuvo, y corrieron calle abajo hacia él. Confió en que sus guardianes no fueran demasiado inclinados a disparar primero.
—¿Te has enterado?
Roban había empezado, y su hermano continuó:
—El jefe de los Pacistas ha sido asesinado la noche pasada. Parece que son los de NM los que lo han hecho.
—¿Dónde lo has oído? —No podía imaginar que Yelén difundiera la noticia.
—Los servicios informativos de los Pacistas. ¿Es eso cierto, Wil?
Brierson asintió.
—Pero no sabemos quién lo ha hecho.
—¡Maldita sea! —Wil nunca había visto a Dilip tan preocupado—. Después de tanta palabrería sobre sostener una competición pacífica, yo había creído que los NM y los Pacistas habían cambiado de procedimientos. Si empiezan a disparar, el resto de nosotros… Mira, Wil, cuando estábamos en la civilización, estas cosas no podían ocurrir. Se les habrían echado encima todos los servicios policiales de Asia. ¿Podemos… podemos contar con que Yelén apartará a estos fulanos de nuestro camino?
Wil sabía que Yelén preferiría morir antes de consentir que se iniciara una lucha entre los NM y los Pacistas. Pero morir ya no sería suficiente. Los Dasguptas no veían más que una parte de un juego mucho más complicado de lo que imaginaban, incluso más de lo que Wil sabía. Miró a los hermanos y leyó en sus caras una inmerecida confianza en él. ¿Qué podía hacer?… Tal vez fuera oportuno decirles la verdad.
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