Poul Anderson - La nave de un millón de años

Здесь есть возможность читать онлайн «Poul Anderson - La nave de un millón de años» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1997, ISBN: 1997, Издательство: Ediciones B, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

La nave de un millón de años: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «La nave de un millón de años»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Desde las primitivas tribus escandinavas, desde la antigua China y la Grecia clásica, hasta nuestros días y todavía más allá, hacia un tuturo de miles y miles de años, pasando por el Japón Imperial, la Francia de Richelieu, la América indígena y la Rusia estalinista...
La nave de un millón de años

La nave de un millón de años — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «La nave de un millón de años», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Bill Davis se echó a reír.

—No valemos la pena —opinó. —Los vecinos vendrán, indudablemente, a ayudarnos —aventuró Carlos Padilla en español.

—Sí pero quién sabe cuándo —suspiró Langford—. Suponiendo que Bob haya logrado pasar, los vecinos están muy desperdigados. Quizás haya un destacamento de caballería en las cercanías.

—Estamos en manos de Dios —declaró Susie. Sonrió a su esposo—. Y en las tuyas, querido, y son manos bien fuertes.

Ed Lee se movía y gemía en la cama de los Langford. La herida le había producido fiebre. Los niños estaban agotados.

Primero comieron la cena, habichuelas frías, pan, la leche que les quedaba. No tenían leña, y el agua era escasa. Langford pidió a su esposa que dijera la oración de gracias. A nadie le molestó que Carlos se persignara. Luego los hombres fueron uno por uno detrás de una cortina que Susie había puesto en un rincón para ocultar el cubo que todos debían compartir. Langford lo había vaciado en sus dos salidas. Esperaba que nadie más tuviera ganas de defecar hasta que los indios se hubieran largado. Sería desagradable, en ese encierro con una mujer y una niña. El retrete era de tepe, y aún debía de estar en pie. De lo contrario, usarían la protección de la hierba alta, la libertad de esos acres por los cuales luchaba.

Cayó la noche. Una sola vela ardía en la mesa entre las armas. Los Langford y los peones montaban guardia, dos turnándose para mirar por las troneras mientras otros dos dormitaban en el suelo o junto al pobre Ed. Las estrellas cubrían el retazo de cielo que podían ver. El suelo era una negrura grisácea. La pálida luna sería de escasa ayuda cuando despuntara poco antes que el sol. Entretanto, persistían el frío y el silencio.

Una vez la esposa susurró desde su lado de la habitación:

—¿Tom? —¿Sí? —Él le echó una ojeada. En la penumbra no veía la suciedad, el agotamiento, las mejillas huecas y las ojeras. Veía a la muchacha de sus días de noviazgo, desde cuyo porche había regresado a casa embelesado.

—Tom, si… si logran entrar y tienes la oportunidad… —Ella contuvo el aliento—. ¿Me dispararías primero?

—¡Claro que no! —exclamó él, horrorizado.

—Por favor. Te lo agradecería.

—Podrías vivir, querida. Venden prisioneros a nuestra gente.

Ella miró el suelo y luego, recordando su deber, espió por la tronera.

—No querría vivir. No después…

—¿Piensas que te abandonaría? Supongo que no me conoces tan bien como creía.

—No, pero tú… Yo estaría sin ti en la Tierra. ¿Por qué no juntos en el Cielo, al mismo tiempo?

Langford sabía que los pieles rojas no le perdonarían la vida. A menos que tuviera suerte, no sería un hombre cuando muriese. Aunque los cuchillos y el fuego, o estar sujeto en una estaca al sol con los párpados cortados, no lo dejarían en condiciones para pensar mucho en eso.

—Bien, quizá consigas salvar a los niños.

Ella agachó la cabeza.

—Sí. Lo lamento. Lo había olvidado. Sí, pensaba de forma egoísta.

—Oh, no te preocupes, cariño —dijo él tratando de aparentar alegría—. No ocurrirá nada malo. La semana próxima nuestra mayor preocupación será cómo evitar el jactarnos a voz en grito.

—Gracias, querido. —Ella miró hacia fuera.

La noche avanzó. La habían dividido en cuatro turnos de guardia, y todos estarían despiertos antes del alba, cuando el ataque era más probable. Cuando el reloj de péndulo dio las tres de la mañana, los Langford terminaron su segundo turno, despertaron a los peones y se acostaron, él en el suelo, ella junto a Ed. Si el hombre herido despertaba de su profundo sueño, ella se daría cuenta y lo atendería. Los otros hombres dispararían mejor cuanto más descansados estuvieran.

Un escopetazo despertó a Langford.

Bill chocó contra la pared y cayó. La bala había atravesado la cabaña y le había dado en la espalda. A la luz de las velas y entre las sombras fluctuantes, su sangre era más negra que su tez.

Carlos se agazapó en el lado norte, apuntando el rifle en vano. Dos anchos cañones entraron por las troneras del oeste. Uno escupió humo y se retiró, reemplazado al instante por otro. Entretanto rugió la segunda arma.

Langford saltó hacia la cama y hacia Susie. En su aturdimiento comprendió. Tres o cuatro enemigos se habían arrastrado al amparo de la noche, despacio, deteniéndose a menudo, sombras en la oscuridad, hasta atravesar las estacas y llegar bajo los aleros. Luego habían insertado las armas, tal vez esperando disparar a alguien en el ojo.

No importaba. Disparando a ciegas, moviendo los cañones a izquierda y derecha, hacían imposible la defensa.

Aumentaron los alaridos. Un estruendo sacudió la puerta. Langford supo que no eran tomahawks, sino un hacha de cortar leña, tal vez suya. Los paneles se astillaron. Una ráfaga apagó la vela. Langford disparó una y otra vez, pero no veía bien. El percutor tocó una cámara vacía. ¿Dónde diablos estaban las armas cargadas? Oyó un grito de Susie. Tal vez tenía que haber guardado una bala para ella. Demasiado tarde. La puerta había caído y la oscuridad estaba llena de guerreros.

7

El bullicio los despertó. Tarrant y los Herrera se levantaron empuñando las armas. Había un tumulto entre los tipis.

—El ataque —dijo el traficante entre los alaridos y disparos.

—¿Qué están haciendo? —preguntó Tarrant—. ¿Otro ataque frontal, en medio de la noche? Una locura.

—No sé —dijo Herrera. El ruido alcanzó un rápido crescendo. Herrera mostró los dientes, un destello opaco bajo las estrellas—. Victoria. Están tomando la casa. ¿Adonde va? —exclamó cuando vio que Tarrant se agachaba para ponerse las botas—. Quédese aquí. Podrían matarlo.

—Tengo que ver si puedo hacer algo.

—No puede. Yo me quedo, no por miedo sino para no ver lo que vendrá a continuación.

—Me dijo que no le importaba —replicó Tarrant.

—No mucho —admitió Herrera—. Pero sería maligno regodearse, y no tengo ánimo para eso. No, mis hijos y yo rezaremos por ellos. —Le aferró la manga. Uno dormía con la ropa puesta en un lugar como ése—. Quédese. Usted me cae bien.

—Tendré cuidado —prometió Tarrant, y echó a andar.

Bordeó el campamento comanche. Cada vez se encendían más antorchas. Se mecían, dejando una estela de chispas en su apresurada marcha. Su luz opacaba el resplandor escarchado de millares de estrellas. No obstante, Tarrant tenía luz suficiente para ver por dónde andaba.

¿ Dónde diablos estaba Rufus ? Quizá roncando en la pradera junto a la botella vacía. Qué más daba. Por mucho que se dominara, un hombre blanco se arriesgaba cuando se mostraba a hombres rojos sedientos de sangre.

¿Por qué él, Hanno, Lugo, Cadoc, Jacques Lacy, William Sawyer, Jack Tarrant, mil alias distintos, actuaba así? Sabía que no podría salvar a los rancheros, ni se proponía intentarlo. Debían perecer como muchísimos más habían perecido antes y perecerían en el futuro, una y otra vez. La historia los tragaba y los escupía y pronto la mayoría se pudrían en el olvido, como si no hubieran existido jamás. Quizá los cristianos tenían razón y la humanidad era así, tal vez estaba en la naturaleza de las cosas.

Su intención era práctica. No había sobrevivido tanto tiempo ocultándose de lo terrible. Por el contrario, se mantenía alerta, para saber adonde saltar cuando llegaba la estocada. Esta noche observaría desde los bordes. Si los indios sentían el impulso de eliminarlos también a ellos, podría disuadirlos, con la ayuda de Peregrino y aun de Quanah, antes de que se descontrolaran. Por la mañana emprendería el regreso a Santa Fe.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «La nave de un millón de años»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «La nave de un millón de años» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Poul Anderson - The Shield of Time
Poul Anderson
libcat.ru: книга без обложки
Poul Anderson
Poul Anderson - Flandry of Terra
Poul Anderson
Poul Anderson - Delenda est
Poul Anderson
Poul Anderson - Az egyetlen játék
Poul Anderson
Poul Anderson - De Tijdpatrouille
Poul Anderson
libcat.ru: книга без обложки
Poul Anderson
Poul Anderson - Komt Tijd
Poul Anderson
Poul Anderson - Le bouclier du temps
Poul Anderson
Poul Anderson - Pod postacią ciała
Poul Anderson
Отзывы о книге «La nave de un millón de años»

Обсуждение, отзывы о книге «La nave de un millón de años» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x