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Bob Shaw: Los astronautas harapientos

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Bob Shaw Los astronautas harapientos

Los astronautas harapientos: краткое содержание, описание и аннотация

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Los mundos gemelos, Land y Overland, sólo estan separados por unos miles de kilómetros; y sus órbitas son tales que Overland siempre aparece situado en el mismo lugar en el cielo, llenando gran parte de él y visible en todos sus detalles, cuando se asoma sobre Land. Los humanos que habitan Land, al carecer de metales, sólo han podido desarrollar una tecnología de bajo nivel. Durante siglos, han vivido de forma bastante estable; pero en el momento en que comienza esta historia, su existencia está amenazada. Los pterthas, una especie de burbujas llenas de humo que flotan en el aire y que siempre han sido peligrosas, parecen haber declarado la guerra a la humanidad. Ni los filósofos, que tienen a su cargo la investigación científica además de ser los elaboradores de las teorías y sustentadores de las ideas, ni los militares dirigidos por el príncipe Leddravohr, ni el Industrial supremo, príncipe Chakkell, ni aun el mismo rey Prad, comprenden la magnitud del peligro y la acuciante necesidad de encontrar una solución. Sólo Glo, el gran Filósofo, viejo, decadente, borracho y menospreciado por todos, incluidos los de su clase, propone una solución audaz y aparentemente inaceptable.

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Ilven Zavotle era la única persona que se veía en la nave de Leddravohr, sentado aburridamente en los mandos. Leddravohr debía de estar tumbado en el compartimento de los pasajeros, como había hecho durante todo el viaje, excepto cuando se produjo el traumático episodio dos días antes. Toller hacía tiempo que había advertido el comportamiento del príncipe y se preguntó si tendría fobia al vacío ilimitado que rodeaba a la flota de migración. En ese caso, hubiera. sido mejor para Toller que el duelo se hubiese producido en una de las barquillas.

En los tres kilómetros de aire que tenía debajo, pudo ver otros doce globos formando una línea irregular que se desviaba hacia el oeste, evidencia de que un viento moderado soplaba en los niveles inferiores de la atmósfera. La zona a la que se dirigían estaba salpicada de formas alargadas de globos deformados, que más tarde se usarían para construir un pueblo provisional de tiendas. Tal como esperaba, los gemelos le mostraron que casi todas las naves que habían aterrizado tenían distintivos militares. Incluso en la tumultuosa escapada de Ro-Atabri, Leddravohr había tenido la previsión de proveerse de una base de poder que fuera efectiva desde el instante en que pusiese el pie en Overland.

Analizando la situación, Toller no podía contar con vivir más de unos minutos si su nave aterrizaba cerca de Leddravohr. Incluso aunque lograra vencer a Leddravohr en un combate personal, sería apresado por el ejército bajo la acusación de ser el causante de la muerte del rey. Su única y desesperadamente pequeña posibilidad de sobrevivir, al menos durante unos cuantos días, era permanecer donde estaba y volver a subir en cuanto la nave de Leddravohr hubiera tomado tierra. Había montañas con árboles quizás a unos treinta kilómetros; y si lograba llegar hasta allí con el globo, podría evitar la captura hasta que las fuerzas de la nación recién nacida estuviesen debidamente organizadas para proceder a su destrucción.

El punto más débil del plan era que dependía de factores ajenos a su control, todos ellos relacionados con la mentalidad y el carácter del piloto de Leddravohr.

No le cabía duda que Zavotle haría las deducciones correctas cuando viese a la nave de Toller rezagándose en el aterrizaje, pero ¿aprobaría la decisión de Toller? E incluso si se sentía inclinado a ser leal a un compañero del espacio, ¿arriesgaría su persona haciendo lo que Toller esperaba de él? Tendría que ser rápido para tirar de la banda de desgarre y hundir su globo, justo en el momento en que Leddravohr se diese cuenta de que su enemigo se le estaba escapando de las manos, y no podía predecirse cómo reaccionaría Leddravohr en su enojo. Había aplastado a otros hombres por ofensas menores.

Toller miró a través del campo de luminosidad a la figura solitaria de Zavotle, sabiendo que le devolvería la mirada, después apoyó su espalda contra la pared de la barquilla y echó una ojeada a Chakkell, que manejaba el quemador a un ritmo de descenso de uno — veinte.

— Príncipe, hay viento a nivel de tierra y temo que la nave sea arrastrada — dijo, iniciando su plan —. Usted, la princesa y los niños deben estar preparados para saltar por un lado antes que toquemos tierra. Puede parecer peligroso, pero hay un reborde bastante grande alrededor de la barquilla para apoyarse, y la velocidad con que nos posaremos será menor de la que puede lograr una persona andando. Es preferible saltar antes de que vuelque la barquilla.

— Me conmueve tu atención — dijo Chakkell, mirándolo con curiosidad.

Preguntándose si habría errado demasiado pronto, ToIler se acercó al puesto del piloto.

— Tomaremos tierra enseguida, príncipe. Debe estar preparado.

Chakkell asintió, abandonó el asiento e, inesperadamente, dijo:

— Todavía recuerdo la primera vez que te vi, acompañando a Glo. Nunca pensé que se llegaría a realizar esto.

— El gran Glo tenía visión de futuro — replicó Taller —. Debería estar aquí.

— Supongo que sí.

Chakkell le dirigió una nueva mirada dubitativa y entró en el compartimento donde Daseene y los niños estaban haciendo los preparativos para el aterrizaje.

Toller se sentó y tomó el mando del quemador, advirtiendo al hacerlo que la aguja del indicador de altura estaba casi en la marca más baja. Como Overland era menor que Land, hubiera esperado que su gravedad superficial fuese menor también, pero Lain había dicho lo contrario. Overland tiene una densidad superior, y por tanto todo tendrá el mismo peso que en Land. Taller movió levemente la cabeza de un lado a otro, esbozando una leve sonrisa como tributo tardío a su hermano. ¿Cómo había sabido lo que encontrarían? Las matemáticas era un aspecto de la vida de su hermano que siempre permanecería como un libro cerrado para él, como parecía ser el caso de…

Observó a Gesalla, que durante una hora había estado inmóvil apoyada contra la pared de su compartimento, con la atención totalmente absorbida por las vistas crecientes del nuevo planeta. Ya había colgado de su hombro el fardo de equipaje, y daba la impresión de estar impaciente por poner pie sobre Overland y ocuparse de la tarea de esculpir el futuro que había imaginado para ella y la criatura que posiblemente Taller había sembrado. Él se emocionó al contemplar a la mujer delgada, erguida e inexorable; la más compleja que había conocido.

La noche en que se acercó a él, estaba casi seguro de que no podría cumplir con su papel masculino a causa del cansancio, la culpa y la presencia inquietante de Chakkell, que manejaba el quemador a un paso de ellos. Pero Gesalla sabía más. Obró con fervor, habilidad e imaginación. Sólo más tarde, cuando estuvieron hablando, se dio cuenta de que había intentado favorecer al máximo las posibilidades de la concepción.

Y ahora, al tiempo que la amaba, la odiaba por algunas de las cosas que le había dicho aquella noche, mientras los meteoros dentelleaban en la oscuridad circundante. No hubo declaraciones directas, pero ante él se reveló una Gesalla que, mientras mostraba un frío enojo por tener que prescindir de los detalles del protocolo, era capaz de superar cualquier convencionalismo por el futuro niño. En el antiguo Kolkorron, las cualidades ofrecidas por Lain Maraquine le habían parecido las más favorables para su descendencia, y por eso se había casado con él. Había amado a Lain, pero lo que irritaba la sensibilidad de Taller era que había amado a Lain por una razón.

Y ahora que se veía arrojada al ambiente tan distinto de Overland, parecía haber juzgado que los posibles atributos que aportaría la semilla de Taller Maraquine serían más convenientes, y por eso se había unido a él.

Entre la confusión y el dolor, Taller no podía identificar la causa principal de su resentimiento. ¿Era su propio desagrado por haberse dejado seducir tan fácilmente por la viuda de su hermano? ¿Era su orgullo lacerado por haber implicado sus sentimientos más delicados en un ejercicio de eugenesia? ¿O era su furia contra Gesalla por no adaptarse a su idea preconcebida, por no ser lo que él deseaba que fuera? ¿Cómo era posible que una mujer se mostrase a la vez mojigata y lasciva, generosa y egoísta, dura y blanda, accesible y distante, suya y no suya?

Las preguntas eran interminables, Taller lo sabía, y entretenerse con ellas en aquel momento era inútil y peligroso. Las únicas preocupaciones a que debía enfrentarse estaban relacionadas con la conservación de su vida.

Encajó el tubo de extensión de la palanca del quemador y se desplazó al borde de la barquilla para tener una visibilidad máxima en el descenso. Cuando el horizonte empezó a alzarse, fue incrementando gradualmente la velocidad de combustión, permitiendo que la nave de Zavotle bajara más deprisa. Era importante lograr la mayor separación vertical posible sin levantar las sospechas de Leddravohr y Chakkell. Observó cómo la docena de naves que flotaban aún en el aire delante de la formación real iban tocando tierra una a una, siendo evidenciado el instante preciso del contacto por la torsión del globo con el impacto, seguida por la aparición de un desgarro triangular en la corona y la deformación marchita de la envoltura.

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