—Entonces da la respuesta que acordamos —ordenó Ivan.
— El Embajador lamenta que un acuerdo de este género exceda a su autoridad. Podemos hablar en nombre de todos los pajeños, pero sólo dentro de ciertos límites; poner toda nuestra raza en vuestras manos queda fuera de ellos.
—Es lógico —dijo el doctor Horvath—. Sea razonable, senador.
—Procuro ser razonable, y no se lo reprochaba. Les hice una oferta, eso es todo. —Se volvió a los alienígenas—. Ha habido planetas incorporados al Imperio contra su voluntad. No disfrutan de ninguno de los privilegios que les he ofrecido.
—No sé lo que los Amos harían si intentasen ustedes conquistar nuestro sistema —comentó Jock—. Sospecho que lucharían.
—Perderían —dijo tranquilamente el senador Fowler.
—Haríamos lo posible porque no fuera así.
—Y al perder podrían absorber ustedes un volumen tal de nuestras fuerzas que perderíamos la mayor parte de este sector. Y el impulso unificador retrocedería quizás un siglo. La conquista resulta siempre cara. —El senador Fowler no añadió que la esterilización no; pero este pensamiento no expresado colgó pesadamente sobre la sala iluminada.
—¿Podemos hacer una contraoferta? —dijo Jock—. Permítannos establecer centros de producción en mundos deshabitados. Nosotros los terraformaremos: por cada mundo que nos den, terraformaremos otro para ustedes. En cuanto a los desajustes económicos, pueden formar empresas para establecer un monopolio en el comercio con nosotros. Parte de las acciones podrían venderse al público. Se mantendría el equilibrio para poder compensar a las empresas y trabajadores desplazados por nuestra competencia. Creo que descubrirían que esto minimizaría los inconvenientes de nuestra nueva tecnología, dándoles a ustedes al mismo tiempo todos los beneficios.
—Magnífico —exclamó Horvath—. Precisamente mi equipo está trabajando en eso. ¿Estarían de acuerdo con esto? Comercio sólo con empresas autorizadas y con el gobierno imperial.
—Desde luego. Pagaríamos también por la protección naval del Imperio a nuestros mundos coloniales… no tenemos ningún deseo de mantener flotas en las regiones del espacio que ustedes controlan. Para asegurarse, podrían inspeccionar los astilleros de las colonias.
—¿Y el planeta natal? —preguntó Fowler.
—Supongo que el contacto entre Paja Uno y el Imperio sería mínimo. Sus representantes serían bien recibidos, pero no nos gustaría ver sus naves de guerra cerca de nuestros hogares… He de decirles además que estábamos muy preocupados por aquella nave de combate que orbitaba nuestro planeta. Era evidente que llevaba armas que podían convertir a Paja Uno en un planeta casi inhabitable. Nos sometimos, llegamos incluso a invitarles a que se aproximasen más, precisamente para demostrar que no teníamos nada que esconder. Nosotros no somos una amenaza para el Imperio, señores. Como muy bien saben, son ustedes los que constituyen una amenaza para nosotros. Sin embargo, creo que podemos llegar a un acuerdo en beneficio mutuo (y para seguridad mutua) sin tensiones innecesarias y sin que una raza haya de confiar en la benevolencia de la otra.
—¿Y terraformarían un planeta para nosotros por cada uno que se quedaran? —preguntó Horvath.
Pensó en las ventajas: incalculables. Pocos sistemas estelares tenían más de un mundo habitable. El comercio interestelar era terriblemente caro comparado con el comercio interplanetario, pero las operaciones de terraformación eran aún más costosas.
—¿No es bastante? —preguntó Jock—. Supongo que se hacen cargo de nuestra situación. Tenemos sólo un planeta, unos asteroides y una gigante gaseosa que no podemos hacer habitable. Merece la pena realizar una inversión enorme de recursos para duplicar lo que tenemos. Digo esto porque es evidente, aunque sé que sus procedimientos mercantiles no suelen incluir la admisión de inconvenientes. Por otra parte, sus planetas inhabitables de órbitas propicias no deben de ser para ustedes de gran valor, porque si no los habrían terraformado ya. Consiguen, pues, algo por nada, mientras que nosotros tendremos que hacer un gran esfuerzo. ¿Les parece justo el trato?
—Magnífico para la Marina —dijo Rod—. Prácticamente una nueva flota pagada por los pajeños…
—Un momento —dijo el senador Fowler—. Estamos hablando del precio y aún no hemos decidido lo que haremos. Jock se encogió de hombros.
—Yo les hice una oferta, nada más. —Su imitación de la voz y los gestos del senador despertaron risas. Ben Fowler frunció el ceño un momento y luego rió también.
—Bueno —dijo Fowler—. No sé a qué acuerdo llegaremos, pero sí que tengo hambre. Kelley, traiga a nuestros invitados un poco de chocolate y pida la cena. Podríamos también ponernos cómodos mientras acabamos esta discusión.
— Está resuelto —informó Jock—. El senador está a punto de aceptar .Sally ya ha aceptado.
— ¿ Y Blaine? —preguntó Ivan.
—Hará lo que quiera el senador, aunque preferiría estar de acuerdo con Sally. Le agradamos, y ve ventajas para la Marina. Es una lástima que se volviera loca su Fyunch(click); ahora nos sería de gran utilidad.
—¿Crees que puede resultar? —preguntó Charlie—. Jock, ¿cómo es posible? Antes de que fundemos esas nuevas colonias, los imperiales descubrirán cómo somos. Visitarán nuestro sistema, y se enterarán. ¿Qué pasará entonces?
—Nunca lo sabrán —dijo Jock—. Su propia Marina lo impedirá. Habrá visitas de naves sin armas, pero no arriesgarán más navíos de guerra. ¿Acaso no podemos engañar a unas cuantas naves llenas de humanos? Nunca podrán hablar nuestro idioma. Tendremos tiempo para prepararnos. Nunca les dejaremos ver Guerreros. ¿Cómo se enterarán? Mientras tanto, se asentarán las colonias. Los humanos no pueden tener idea de la rapidez con que podemos fundar colonias, ni de la rapidez con que podrán las colonias construir naves. Estaremos entonces en una posición de trato mucho mejor, en contacto con muchos humanos… y podremos ofrecerles lo que quieran. Tendremos aliados, y nos extenderemos lo suficientemente lejos para que ni siquiera el Imperio pueda exterminarnos. Si no pueden hacerlo con seguridad, no lo intentarán. Así es como piensan estos humanos.
El infante de marina les trajo la bebida que los humanos llamaban chocolate y bebieron con placer. Los humanos eran omnívoros, como los pajeños, pero los gustos y sabores que preferían los humanos eran generalmente insípidos para ellos. Sin embargo, el chocolate… era excelente y, con hidrocarburos extra para simular las aguas de su mundo natal, incomparable.
—¿Qué alternativas tenemos? —preguntó Jock—. ¿Qué harían si se lo dijésemos todo? ¿No enviarían su flota a destruirnos para librar a sus descendientes de nuestra amenaza?
—Apruebo este acuerdo —dijo Ivan—. Tu Amo lo aprobará también.
—Quizás —dijo Charlie; se puso a pensar, adoptando una actitud que excluía el mundo exterior. Era un Amo…— puedo aceptarlo —dijo—. Es mejor de lo que esperaba. ¡Pero es muy peligroso!
— El peligro existe desde que los humanos llegaron al sistema pajeño —dijo Jock—. Es menor ahora que antes.
Ivan observaba atentamente. Los Mediadores estaban muy alterados. La tensión había sido grande, y pese a su control exterior estaban acercándose al límite. No correspondía a su naturaleza desear lo que no podía ser, pero él esperaba que tuviesen éxito las tentativas de producir un Mediador más estable; era difícil trabajar con criaturas que podían ver de pronto un universo irreal y establecer juicios basándose en él. La regla era siempre la misma. Primero deseaban lo imposible. Luego trabajaban por conseguirlo, aun sabiendo que era imposible. Por último, actuaban como si lo imposible pudiese lograrse, y permitían que la irrealidad influyese en todos los actos. Se daba más entre los Mediadores que en el resto de las clases, pero también se daba entre los Amos.
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