Es una habitación tan corriente, pensó. No hay nada especial tampoco en la gente que hay aquí. Y aquí exactamente, en esta sala de conferencias ridiculamente pequeña en un planeta apenas habitable, hemos decidido la suerte de una raza que puede ser un millón de años más vieja que nosotros.
Los pajeños no van a rendirse. Si son lo que creemos que son, no podremos derrotarlos tampoco. Pero sólo tienen un planeta y unos cuantos asteroides. Si vinieran…
—Kelley, puede usted traer ya a los pajeños —dijo el senador Fowler. Penetraban en la estancia los últimos rayos mortecinos de Nueva Caledonia. Fuera, los terrenos de Palacio se hacían de un púrpura sombrío.
Iban siguiendo a los que les conducían por los pasillos de Palacio. Mientras caminaban, Jock hablaba con el Embajador.
—Algo ha cambiado. Este soldado nos mira de una forma distinta. Como un Guerrero a otro Guerrero.
Entraron en la sala de conferencias. Un mar de rostros humanos…
— Sí —dijo Jock—. Todo ha cambiado. Debemos estar en guardia.
— ¿Qué pueden saber ellos?—preguntó Ivan. Jock indicó falta de conocimiento.
— Algunos nos temen. Otros nos compadecen. Todos intentan ocultar su distinto estado emocional.
El soldado les condujo hasta unos sillones mal diseñados que había al fondo de una alargada mesa de conferencias.
— A los humanos les gustan mucho estas mesas —gorjeó Charlie—. A. veces la forma que tienen es muy importante, por razones que no he podido averiguar.
Se intercambiaron los saludos sin sentido que los humanos llamaban «protocolo»: preguntas formularias sobre el estado de salud, vagas bendiciones y esperanzas de pasado bienestar; todo ello compensaciones de la falta de Mediadores humanos. Charlie se ocupó de ellas mientras Jock continuaba hablando con el Amo.
—El humano que está al otro lado de la mesa es un funcionario importante. En nuestro lado de dos manos, en el centro, está el poder. El Mediador imperial ha llegado a alguna conclusión. Lord Blaine la comparte a disgusto. Sally discrepa, profundamente, pero es incapaz de argumentar. No encuentra razones. Quizás necesitemos encontrarlas por ella. Frente al Mediador del Emperador están los científicos, que comparten las emociones de Sally. No se sienten tan implicados en la decisión como ella. Los otros no tienen importancia, salvo el sacerdote. No he sido capaz aún de determinar su importancia, pero ha aumentado desde la última vez que le vi. Quizás sea para nosotros el más peligroso de todos…
—¿Entiende nuestro lenguaje? —preguntó Ivan.
—No si hablamos deprisa y ayustándonos por completo a la gramática. Detecta el contenido emotivo básico, y se da cuenta de que intercambiamos mucha información en muy poco tiempo.
—Descubre lo que preocupa a los humanos.
Ivan se enroscó en su sillón y contempló despectivo la sala. Los encargados hablaban a veces directamente con Mediadores de varios Amos, pero nunca era una experiencia agradable. La negociación con los humanos era penosamente lenta. Sus pensamientos reptaban como helio líquido, y a menudo no tenían ni idea de sus propios intereses.
Pero no podía limitarse a instruir a los Mediadores. Éstos se mostraban inquietos, cada vez más. Tenía que controlarlos directamente. Para preservar la raza…
— Esta reunión puede ser más agradable que las otras —dijo Charlie. El senador Fowler pareció sorprenderse.
—¿Por qué dice eso?
—Por las expresiones que veo, han decidido llegar a conclusiones en esta reunión —contestó Charlie—. Nos han dicho que la reunión será larga, que durará hasta después de la cena. Sus trivisiones nos explican que se hallan ustedes sometidos a una gran presión para llegar a un acuerdo con nosotros. Nosotros aprendemos con lentitud sus métodos, que acaban agradándonos; pero nuestra formación, toda la base de nuestra existencia, es llegar a concluir acuerdos. Hasta ahora los han evitado ustedes cuidadosamente.
—Bastante duro —murmuró Fowler; e intenta que nos sintamos un poco incómodos, ¿no es así, amigo? Eres listo—. Primero necesitamos información. Sobre su historia.
—Ah. —Charlie vaciló sólo un segundo, pero vio la señal que le hacía Jock, y los movimientos de los dedos del Amo—. ¿Les preocupan nuestras guerras?
—Eso mismo —dijo el senador Fowler—. Nos han ocultado prácticamente toda su historia. Mintieron en lo que nos contaron.
Hubo murmullos de desaprobación. El doctor Horvath lanzó una áspera mirada a Fowler. ¿Es que aquel hombre no sabía lo que eran unas negociaciones? Pero por supuesto que lo sabía, lo que hacía aún más desconcertante tanta aspereza.
Charlie se encogió de hombros a la manera humana.
—Como ustedes nos hicieron a nosotros, senador. Nuestra historia: muy bien. Como ustedes los humanos, hemos tenido períodos de guerra. A menudo por cuestiones religiosas. Nuestras últimas grandes guerras fueron hace varios de sus siglos… Desde aquella época hemos logrado controlarlas. Pero tenemos rebeliones de vez en cuando. Amos parecidos a sus exteriores, que sitúan la independencia por delante del bien de la especie. Entonces es necesario combatirlos…
—¿Por qué no admitieron esto en un principio? —preguntó Rod. El pajeño se encogió de hombros nuevamente.
—¿Qué sabíamos de ustedes? Hasta que nos dieron el trivisor y nos dejaron verles tal como son, ¿qué podíamos saber? Y además estamos tan avergonzados de nuestros conflictos como ustedes de los suyos. Deben comprender, casi todos los Mediadores sirven a Amos que no tienen relación con la guerra. Nos dijeron que les convenciéramos de nuestras intenciones pacíficas hacia su raza. Nuestros conflictos internos son sólo asunto nuestro.
—¿Así que nos ocultaron sus armas? —dijo Rod. Charlie miró a Jock. El otro Mediador contestó:
—Las que tenemos. Habitamos un solo sistema estelar, señor. No tenemos enemigos raciales ni muchos recursos para dedicarlos a naves de guerra… nuestras fuerzas militares de hoy son más parecidas a su policía que a su Marina y a sus soldados.
La suave sonrisa del pajeño no decía nada más, pero de algún modo transmitía otra idea: sería una locura dejar que los humanos supieran el armamento de que disponían.
Sally sonrió feliz.
—Ya te lo decía, tío Ben… El senador Fowler asintió.
—Otra pequeña duda, Charlie. ¿Cuál es el índice de natalidad de sus castas reproductoras?
Fue Jock quien contestó. Al ver que Charlie vacilaba, David Hardy observó con interés… ¿Había comunicación por gestos?
—Cuando se les permite procrean —dijo lisamente el alienígena—. ¿Nohacen igual ustedes?
—¿Cómo?
—Ustedes controlan su población con incentivos económicos y emigración forzosa. Nosotros no disponemos de esas alternativas, y sin embargo nuestros impulsos reproductores son tan fuertes como los suyos. Nuestros Amos procrean cuando pueden.
—¿Quiere decir que tienen mecanismos legales para limitar la población? —preguntó Horvath.
—En líneas generales, sí.
—¿Y por qué no nos lo dijeron antes? —preguntó el senador Fowler.
—No nos lo preguntaron.
El doctor Horvath rió entre dientes. Sally hizo igual. Hubo una sensación de alivio en toda la sala. Salvo…
—Ustedes confundieron deliberadamente a Lady Sally —dijo el capellán Hardy—. Explíquenos por qué, por favor.
—El Mediador servía al Amo de Jock —contestó Charlie—. Jock podrá explicar eso. Y, por favor, perdónennos, he de comunicar al Embajador lo que se ha dicho. —Charlie empezó a gorjear.
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