• Пожаловаться

Robert Silverberg: Muero por dentro

Здесь есть возможность читать онлайн «Robert Silverberg: Muero por dentro» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию). В некоторых случаях присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, год выпуска: 1988, категория: Фантастика и фэнтези / на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале. Библиотека «Либ Кат» — LibCat.ru создана для любителей полистать хорошую книжку и предлагает широкий выбор жанров:

любовные романы фантастика и фэнтези приключения детективы и триллеры эротика документальные научные юмористические анекдоты о бизнесе проза детские сказки о религиии новинки православные старинные про компьютеры программирование на английском домоводство поэзия

Выбрав категорию по душе Вы сможете найти действительно стоящие книги и насладиться погружением в мир воображения, прочувствовать переживания героев или узнать для себя что-то новое, совершить внутреннее открытие. Подробная информация для ознакомления по текущему запросу представлена ниже:

Robert Silverberg Muero por dentro

Muero por dentro: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Muero por dentro»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Muero por dentro es un clásico de referencia y una de las más inspiradas historias de su autor: en ella aborda un tema tan clásico como es la telepatía de manera sutil, ahondando en el lado oscuro del ser humano, rebosa soledad, devastación interior y sensibilidad. Nombrado para el premio Nebula a la mejor novela en 1972. Nombrado para el premio Hugo a la mejor novela en 1973. Nombrado para el premio Locus en 1973.

Robert Silverberg: другие книги автора


Кто написал Muero por dentro? Узнайте фамилию, как зовут автора книги и список всех его произведений по сериям.

Muero por dentro — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Muero por dentro», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать
Hoy el poder se manifiesta engañosamente fuerte en mí. Estoy recibiendo mucho. Durante semanas, no se ha manifestado con tal fuerza. Sin duda, el bajo porcentaje de humedad es un factor positivo. Pero esto no me induce a pensar que mi habilidad está dejando de declinar. Cuando comencé a perder el pelo hubo un feliz período en el que el proceso de erosión pareció detenerse y revertirse, fue entonces cuando nuevas manchas de fina pelusa oscura comenzaron a brotar de mi frente desnuda. Tras ese inicial flujo de esperanza, afronté el asunto desde una perspectiva más realista: no se trataba de ninguna milagrosa repoblación, sólo un crispamiento de las hormonas, un cese temporal de la declinación en el que no se podía confiar. Al cabo de un tiempo, la línea de mi cuero cabelludo nuevamente retrocedió. En este caso está ocurriendo lo mismo. Cuando se sabe que algo está muriendo dentro de uno, se aprende a no confiar demasiado en las vitalidades fortuitas de un momento fugaz. Aunque mi poder se manifiesta hoy con fuerza; posiblemente mañana sólo oiga lejanos y exasperantes murmullos.

Encuentro un asiento en un rincón del segundo vagón, abro mi libro y me dispongo a esperar que llegue a mi destino. Estoy leyendo a Beckett de nuevo, Malone muere; concuerda con mi estado de ánimo prevaleciente que, como habrán notado, es de autocompasión. Mi tiempo es limitado. De ahí que un hermoso día, cuando toda la naturaleza brilla y sonríe, las nubes sueltan sus negras cohortes inolvidables y se llevan para siempre el azul. Mi situación es en verdad delicada. Qué cosas hermosas, qué cosas importantes pasaré por alto debido al miedo, miedo de volver a caer en el viejo error, miedo de no terminar a tiempo, miedo de recrearme, por última vez, con una última efusión de desdicha, impotencia y odio. Son muchas las formas en las que lo inmutable busca alivio de su falta deforma. Ah sí, el bueno de Samuel, siempre listo con una o dos palabras de triste consuelo.

En algún punto concreto del trayecto, en la calle Ciento Ochenta, levanto la vista y veo a una muchacha que ocupa el asiento diagonalmente opuesto al mío y que, aparentemente, me está estudiando. Tiene poco más de veinte años, es atractiva de un modo poco llamativo, tiene piernas largas, pechos aceptables y una mata de pelo castaño rojizo. También tiene un libro —un ejemplar de bolsillo de Ulises, reconozco la tapa—, pero lo tiene abandonado sobre su falda. ¿Está interesada en mí? No estoy leyendo su mente. Cuando subí al tren, automáticamente reduje mi capacidad de recepción al mínimo, un truco que aprendí cuando era chico. Si en los trenes y otros lugares públicos cerrados no me aíslo de los ruidos dispersos de la muchedumbre, me resulta imposible concentrarme. Sin tratar de detectar sus señales, intento adivinar qué está pensando de mí, éste es un juego que realizo con frecuencia. Qué inteligente parece ese hombre… Debe de haber sufrido mucho; su rostro se ve mucho más viejo que el resto de su cuerpo…, ternura en sus ojos…, una mirada tan triste…, un poeta, un erudito…, apuesto a que es muy apasionado…, vierte todo su amor reprimido en el acto físico, en las relaciones sexuales… ¿Qué está leyendo? ¿Beckett? Sí, un poeta, un novelista, debe de ser…, quizá alguien famoso… Sin embargo, no debo mostrarme demasiado agresiva. La insistencia lo disgustará. Una sonrisa tímida, eso lo cautivará… Una cosa conduce a la otra… Lo invitaré a almorzar… Luego, para verificar la exactitud de mis percepciones intuitivas, sintonizo su mente. Al principio no hay señal. ¡Mis malditos poderes debilitados me traicionan de nuevo! Pero luego llega, con interferencias primero, al recibir también las reflexiones bajas y confusas de todos los pasajeros a mi alrededor, y luego el timbre claro y dulce de su alma. Está pensando en una clase de karate a la que asistirá, un poco más tarde, esta misma mañana, en la calle Noventa y Seis. Está enamorada de su instructor, un musculoso japonés con cicatrices de viruela. Lo verá esta noche. En su mente flota nebulosamente el recuerdo del sabor del sake y la imagen de su vigoroso cuerpo alzándose sobre el suyo. Nada hay sobre mí en su mente. Tan sólo soy parte del decorado, como el mapa de la red del metro que cuelga de la pared, sobre mi cabeza. Selig, siempre te mata tu egocentrismo. Lo cierto es que ahora en su rostro hay una tímida sonrisa dibujada, pero no es para mí, y cuando se da cuenta de que la estoy mirando fijamente, la sonrisa desaparece de inmediato. Vuelvo la atención a mi libro.

El tren me obsequia con una larga, penosa e imprevista parada en el túnel entre estaciones al norte de la calle Ciento Treinta y Siete. Por fin se pone de nuevo en marcha y me lleva hasta la calle Ciento Dieciséis, universidad de Columbia. Subí hacia la luz del sol. Exactamente un cuarto de siglo atrás, subí por primera vez esta escalera, en octubre del 51. Estudiante aterrorizado en el último año de la escuela secundaria, con acné y corte de pelo militar, venido de Brooklyn para asistir a mi entrevista para el ingreso a la facultad. Bajo las luces brillantes del vestíbulo de la universidad. El porte del entrevistador era absolutamente sereno, maduro…, vaya, debía de tener unos veinticuatro o veinticinco años. De todos modos me permitieron ingresar en la facultad. A partir de entonces ésta se convirtió en mi estación del metro de todos los días, desde septiembre del 52 hasta que por fin me mudé de casa a una más cercana a la ciudad universitaria. En aquel tiempo había un viejo quiosco de hierro fundido en el nivel de la calle, que marcaba la entrada a las profundidades; estaba situado entre dos carriles de tráfico, y los estudiantes, con sus mentes distraídas y llenas de Kierkegaard, Sófocles y Fitzgerald, vivían cruzando sin mirar y morían atropellados. Pero ahora aquel quiosco no está y las entradas al metro están situadas, de un modo más racional, en las aceras.

Camino por la calle Ciento Dieciséis. A mi derecha, el extenso prado del campo sur; a mi izquierda, los poco empinados escalones que conducen a la biblioteca baja. Recuerdo cuando el campo sur era un campo de atletismo ubicado en medio de la ciudad universitaria: lodo, senderos, cerca. Durante mi primer año en la universidad, allí jugué al béisbol. Solíamos ir a los vestuarios que había en la entrada de la universidad y nos cambiábamos, y luego, con zapatillas y camisetas de deporte, pantalones cortos color gris sucio, sintiéndonos desnudos entre los otros estudiantes vestidos con traje de calle o uniforme del Centro de Entrenamiento de Oficiales de la Reserva, bajábamos a toda velocidad los interminables escalones hacia el campo sur para disfrutar una hora de actividad al aire libre. Era bueno para el béisbol. No era preciso tener demasiada fuerza, se requería reflejos rápidos y buen ojo. Yo tenía la ventaja de saber lo que estaba pensando el lanzador. Estaría allí diciéndose: Este tipo es demasiado flaco para pegarle, le lanzaré una pelota alta y rápida; así que yo estaría preparado para recibirla y mandarla con todas mis fuerzas al campo izquierdo, circundando las bases antes de que nadie supiera qué estaba ocurriendo. O el otro equipo probaría alguna estrategia poco acertada, como por ejemplo que el corredor de primera base comenzara a correr mientras el lanzador arrojaba la pelota y el bateador trataba de golpearla, y yo me movería sin esfuerzo para recoger la pelota que rebotaba en el suelo y ambos seríamos puestos fuera de juego. Por supuesto, era sólo béisbol y, en su mayoría, mis compañeros de clase eran gordinflones torpes que ni siquiera podían correr y mucho menos leer las mentes. Yo disfrutaba de la extraña sensación de saberme un atleta sobresaliente y me entregaba a fantasías tales como que llegaría a jugar para los Dodgers entre la segunda y la tercera base. Los Dodgers de Brooklyn, ¿recuerdan? Durante mi segundo año en la facultad cambiaron totalmente el campo sur, transformándolo en un hermoso parque cubierto de césped dividido por un paseo pavimentado en honor al segundo centenario de la universidad. Eso ocurrió en 1954. Dios, hace tanto tanto tiempo. Envejezco…, envejezco… Llevaré doblados los bajos de los pantalones. Las sirenas se cantan unas a otras. No creo que vayan a cantarme a mí.

Читать дальше
Тёмная тема

Шрифт:

Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Muero por dentro»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Muero por dentro» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё не прочитанные произведения.


Robert Silverberg: Sadrac en el horno
Sadrac en el horno
Robert Silverberg
Ursula Le Guin: Tehanu
Tehanu
Ursula Le Guin
Ángeles Caso: Contra El Viento
Contra El Viento
Ángeles Caso
Rafael Sabatini: Scaramouche
Scaramouche
Rafael Sabatini
Отзывы о книге «Muero por dentro»

Обсуждение, отзывы о книге «Muero por dentro» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.