Isaac Asimov - Los propios dioses

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Los propios dioses: краткое содержание, описание и аннотация

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Esta novela se divide en tres secciones ubicadas en diferentes tiempos y lugares, incluso en dos universos diferentes. Originalmente fue publicada en revistas como tres historias consecutivas.
El título, así como cada una de las partes de la novela fueron tomadas de la frase «Contra la estupidez, los mismos dioses luchan en vano», de la cita original «Mit der Dummheit kämpfen Götter selbst vergebens.» de Friedrich Schiller (1759–1805).
La trama principal es una conspiración de alienígenas que habitan un universo paralelo moribundo, con el propósito de convertir el Sol en una supernova y poder colectar la energía resultante para su propio uso y continuidad de su forma de vida (curiosamente en su novela «El fin de la Eternidad» el sol se convierta en una nova, no en una supernova, cuya energía es utilizada con provecho para los viajes transtemporales).

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tengo tu compañía.

— Es magnífico por tu parte — declaró Selene gravemente— nombrar como lo haces la compañía y la ayuda. No das la impresión de necesitar mucha ayuda. ¿Simulas buscarla para conseguir mi compañía?

Denison rió con suavidad.

— No estoy seguro de qué clase de respuesta te halagaría más.

— Prueba con la verdad.

— La verdad es fácil de determinar, teniendo en cuenta lo mucho que valoro a ambas — miró en dirección al pionizador—. La intensidad del campo sigue manteniéndose, Selene.

La visera de Selene resplandeció a la luz de la Tierra.

— Barron dice que la falta de nostalgia es natural y que indica una mente sana. Dice que aunque el cuerpo humano esté adaptado a la superficie de.a Tierra y necesite reajustarse a la Luna, el cerebro humano no está en el mismo caso. Cualitativamente, el cerebro humano es tan diferente de todos los demás cerebros que puede ser considerado un fenómeno nuevo. No ha tenido tiempo de fijarse realmente a la superficie de la Tierra, y puede, sin ningún reajuste, adaptarse a otros ambientes. Dice que el internamiento en las cavernas de la Luna puede ser su estado ideal, porque equivale a una versión más amplia de su internamiento en la caverna del cráneo.

—¿Y tú lo crees? — preguntó Denison, divertido.

— Cuando Barron habla consigue dar mucha plausibilidad a sus palabras.

— Creo que puede ser del mismo modo plausible decir que la comodidad existente en las cavernas de la Luna es el resultado de la realización fantástica del regreso al claustro materno. De hecho — añadió reflexivamente—, al considerar la temperatura y la presión controladas; la naturaleza y la digestibilidad de la comida, se podría alegar que la colonia lunar (con tu permiso, Selene), la ciudad lunar es una reconstrucción deliberada del ambiente fetal.

Selene replicó:

— No — creo que Barron coincidiera contigo.

— Estoy seguro de que no — dijo Denison. Miró hacia la Tierra y el borde de nubes que la circundaba. Guardó silencio, absorto en su contemplación, y no se movió cuando Selene se acercó una vez más al pionizador.

Contemplaba la Tierra en su nido de estrellas y los confines recortados, en los cuales le parecía ver, de vez en cuando, una nube de humo donde un pequeño meteorito podía estar cayendo.

Había señalado a Selene, con algo de preocupación, un fenómeno similar durante la noche anterior. Ella le contestó:

— Es cierto que la Tierra se mueve ligeramente en el cielo a causa de la oscilación de la Luna, y de vez en cuando, un rayo de luz terrestre ilumina un pequeño promontorio y cae en el terreno que lo circunda. Da la impresión de una diminuta nube de polvo. Es algo corriente. No hacemos ningún caso.

Denison había objetado:

— Pero a veces podría ser un meteorito. ¿No ha caído nunca ninguno?

— Claro que si. Es probable que te caiga alguno encima cada vez que subes. Tu traje te protege.

— No me refiero a partículas de polvo. Me refiero a meteoritos de tamaño perceptible, que podrían levantar una nube de polvo. Meteoritos que podrían matarnos.

— Pues, sí, a veces caen algunos, pero son pocos, y la Luna es grande. Nunca han alcanzado a nadie.

Y mientras Denison contemplaba el cielo y pensaba en aquella conversación, vio algo que, en su momentánea preocupación, se le antojó un meteorito. Sin embargo, un rayo de luz que atraviesa el cielo sólo podía ser un meteorito en la Tierra, con su atmósfera, pero no en la Luna.

La luz que veía en el cielo era obra humana, y Denison aún no había analizado sus impresiones cuando la vio transformarse, con toda claridad, en Un cohete que fue a aterrizar rápidamente cerca de él.

Emergió una figura solitaria, mientras un piloto permanecía en el interior, apenas visible como una mancha negra entre los focos.

Denison esperó. La etiqueta del traje espacial requería que el recién llegado junto a cualquier grupo se anunciase el primero.

— Soy el Comisionado Gottstein — dijo la nueva voz—,como es probable que haya deducido por mi balanceo.

— Yo soy Ben Denison — contestó Denison.

— Sí, ya me lo imaginaba.

—¿Ha venido en mi busca?

— Por supuesto.

—¿En una avioneta espacial? Podría…

— Sí —dijo Gottstein—, podría haber utilizado la salida P-4, que está a menos de cien metros de aquí. Pero no sólo le estaba buscando a usted.

— Bueno, no voy a preguntarle el sentido de sus palabras.

— No tengo por qué ser reticente. Creo que le parecerá lógico que me interese por los experimentos que está llevando a cabo en la superficie de la zona.

— No es un secreto y cualquiera puede interesarse por ellos.

— No obstante, nadie parece conocer los detalles de los experimentos. Aparte, claro, de que su trabajo concierne en algún modo a la Bomba de Electrones.

— Una suposición muy razonable.

—¿Usted cree? A mí me parecía que los experimentos de tal naturaleza, para tener algún valor, requerían una instalación enorme. Como no tenía la certeza, he consultado a personas que lo saben. Y veo claramente que no está trabajando con una instalación así. Se me ha ocurrido, por lo tanto, que tal vez no sea usted el verdadero foco de mi interés. Mientras mi intención se centraba en usted, otros podían estar realizando tareas más importantes.

—¿Por qué tendrían que. usarme para distraerle?

— Lo ignoro. Si lo supiera, estaría menos preocupado.

— De modo que me ha estado observando.

Gottstein rió entre dientes.

— Eso, sí. Desde que llegó. Pero mientras ha estado trabajando en la superficie, hemos observado esta región por muchos kilómetros a la redonda. Por extraño que parezca, doctor Denison, usted y su compañera son los únicos que están en la superficie lunar para algo que no sea un trabajo rutinario.

—¿Por qué ha de parecer extraño?

— Porque significa que usted cree realmente estar haciendo algo con su instrumento de baratillo, sea lo que sea. No puedo llenar ala conclusión de que es usted incompetente, de modo que considero interesante preguntarle qué está haciendo.

— Estoy haciendo experimentos en parafísica, Comisionado, precisamente como dice el rumor. A lo cual puedo añadir que, hasta ahora, mis experimentos sólo han tenido un éxito parcial.

— Me imagino que su compañera es Selene Lindstrom L., una guía de turismo.

— Sí.

— Ha elegido una ayudante poco usual.

— Es inteligente, trabajadora, está interesada y es extremadamente atractiva.

—¿Y no le importa trabajar con un terrestre?

— No le importa trabajar con un inmigrante que será ciudadano de la Luna en cuanto lo solicite.

Ahora, Selene se acercaba. Su voz sonó en sus oídos.

— Buenos días, Comisionado. Hubiese querido no oírles y no sorprender una conversación privada, pero en un traje espacial es inevitable oír lo que se habla en todo el horizonte.

Gottstein se volvió.

— Hola, señorita Lindstrom. No estaba hablando en secreto. ¿Está interesada en la parafísica?

—¡Oh, sí!

—¿No está desanimada por los fracasos del experimento?

— No son enteramente fracasos — replicó ella—; hemos tenido más éxito del que supone en estos momentos el doctor Denison.

—¿Cómo? — Denison dio una brusca media vuelta, casi perdiendo el equilibrio y levantando una nube de polvo.

Ahora, los tres miraban el pionizador, por encima del cual, a un metro y medio de altura, brillaba una luz como una gran estrella.

Selene dijo

— He aumentado la intensidad del campo magnético, y el campo nuclear ha permanecido estable y… entonces…

—¡Una filtración! — exclamó Denison—. Maldita sea, no la he visto.

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