— Como te he dicho.
— Pero antes de detenerse — prosiguió Denison—, hubo tentativas de alterar los genes para intensificar el intuicionismo, y se afirmó que se había conseguido cierto éxito. Estoy seguro de que los genes alterados se mezclaron con el resto, y si por casualidad tú has heredado… ¿Estuvo implicado en el programa alguno de tus parientes?
— No, que yo sepa — replicó Selene—, pero no puedo excluir la posibilidad. Quizá uno de ellos… Si no te importa, no pienso investigar el asunto. No quiero saberlo.
— Tal vez es mejor. Todo aquel estudio se granjeó la más terrible hostilidad entre la masa del público, y cualquiera que pudiese ser considerado el producto de la mutación artificial no sería precisamente bien acogido… Por ejemplo, decían que el intuicionismo era inseparable de ciertas características indeseables.
— Pues, muchas gracias.
— Lo decían. Poseer intuición equivale a inspirar envidia v enemistad. Incluso un intuicionista tan amable y bondadoso como Michael Faraday despertó la envidia y el odio de Humphry Davy. ¿Quién puede afirmar que no es precisa cierta imperfección de carácter para despertar envidia? Y en tu caso…
Selene preguntó:
— Supongo que no despierto tu envidia y tu odio,
¿no?
— No lo creo. Pero, ¿qué hay de Neville?
Selene guardó silencio.
Denison dijo:
— Me imagino que cuando conociste a Neville ya eras muy conocida como intuicionista.
— Muy conocida, no. Sé que algunos físicos lo sospechaban. Sin embargo, aquí, al igual que en la Tierra, no les gusta renunciar al éxito, y supongo que se convencieron a sí mismos de que cuanto yo les había dicho eran meras conjeturas sin importancia. Pero Barron lo sabía, por supuesto.
— Comprendo — murmuró Denison.
Selene hizo una mueca.
— No sé por qué tengo la sensación de que quieres decir: «¡Ah! ése es el motivo de que te haga caso.
— No, claro que no, Selene. Eres lo bastante atractiva para ser deseada por ti misma.
— Eso creo yo, pero todo influye, y es natural que Barron estuviese interesado por mi intuicionismo. ¿Por qué no había de estarlo? Pero insistió en que conservase mi empleo como guía de turismo. Dijo que yo era un importante recurso natural de la Luna y que no quería que la Tierra me monopolizase como monopoliza el sincrotón.
— Una idea extraña. Pero quizá se debió a que cuanto más reducido fuera el número de personas que conocieran tu intuicionismo, menos fácil sería que sospechasen tu contribución en algo que quería atribuirse sólo él.
—¡Ahora tú hablas como Barron!
—¿De veras? X es posible que sienta resentimiento hacia ti cuando tu intuicionismo trabaja especialmente bien.
Selene se encogió de hombros.
— Barron es un hombre suspicaz. Todos tenemos nuestros defectos.
— Entonces, ¿es prudente que estés sola conmigo?
Selene replicó con brusquedad
— No te enfades porque le defiendo. En realidad no sospecha la posibilidad de relaciones sexuales entre nosotros. Tú eres de la Tierra. De hecho, no tengo inconveniente en decirte que desea nuestra amistad. Cree que puedo aprender cosas de ti.
—¿Y has aprendido algo? — preguntó Denison fríamente.
— Sí… Pero aunque ésta puede ser su razón principal para desear nuestra amistad, no es la mía.
—¿Cuál es la tuya?
— Como sabes muy bien — dijo Selene—, v como quieres oírme decir, me gusta tu compañía. De otro modo, podría conseguir lo que quiero en muchísimo menos tiempo.
— Está bien, Selene. ¿Amigos?
—¡Amigos! Absolutamente.
— Entonces, dime qué has aprendido de mí. ¿Puedo saberlo?.
— Tardaría mucho tiempo en explicártelo. Sabes que el motivo por el cual no podemos instalar en ninguna parte una Estación de la Bomba es que nos resulta imposible localizar el parauniverso, aunque ellos pueden localizarnos a nosotros. Ello podría deberse a que son mucho más inteligentes o a que están mucho más avanzados tecnológicamente…
— Dos cosas que pueden no ser la misma — murmuró Denison.
— Lo sé, por. eso he puesto la «o». Pero también puede ser que nosotros no seamos tan estúpidos ni estemos tan atrasados. Podría ser algo tan sencillo como el hecho de que ellos ofrezcan un blanco más difícil. Si la fuerte interacción nuclear es más intensa en el parauniverso, es probable que tengan soles mucho más pequeños y, también, planetas más pequeños. Su mundo individual sería más difícil de localizar que el nuestro.
No bien — continuó—, supón que lo que detectan es el campo electromagnético. El campo electromagnético de un planeta es mucho mayor que el planeta en sí y mucho más fácil de localizar. Y esto significaría que, aunque puedan detectar la Tierra, no pueden detectar la Luna, que tiene un escaso campo electromagnético. Tal vez por eso hemos fracasado en la instalación de una Estación de la Bomba en la Luna. Y si sus pequeños planetas carecen de un campo electromagnético importante, nosotros no podemos localizarlos.
Denison dijo
— Es una idea atractiva.
— Ahora considera el intercambio interuniversal de propiedades que sirve para debilitar su fuerte interacción nuclear, enfriando sus soles, mientras que refuerza, calienta y hace explotar los nuestros. ¿Qué puede implicar esto? Supón que pueden absorber energía sin nuestra ayuda, pero sólo en cantidades ruinosamente bajas. En circunstancias nórmales, esto sería impracticable. Necesitarían nuestra ayuda para dirigir la energía concentrada hacia su dirección, suministrándoles el tungsteno-186 y aceptando nosotros a cambio el plutonio-186. Pero supón que nuestra franja galáctica explota y se convierte en un quasar. Esto produciría una concentración de energía en la vecindad del sistema solar enormemente mayor que la actual, la cual podría persistir por más de un millón de años.
«Una vez formado el quasar, incluso una energía ruinosamente baja resulta suficiente. Por lo tanto, a ellos no les importaría que nosotros nos destruyéramos. De hecho, podría decirse que su situación sería más segura si explotásemos. Hasta entonces, es posible que detengamos la Bomba por cualquiera de entre una gran variedad de razones y, entonces, ellos no podrían volver a ponerla en marcha. Después dela explosión, serían independientes; nadie podría intervenir… Y por esto, la gente que dice: «Si la Bomba es tan peligrosa, ¿por qué no la detienen esos superdotados parahombres?», no saben de lo que están hablando.
—¿Te ha dado Neville este argumento?
— Sí.
— Pero el parasol continuaría enfriándose, ¿verdad?
—¿Qué importa eso? — replicó Selene con impaciencia—. Con la Bomba, no dependería para nada de su sol.
Denison inspiró profundamente.
— No es posible que tú lo sepas, Selene, pero en la Tierra corrió el rumor de que Lamont haba recibido un mensaje de los parahombres al efecto de que la Bomba era peligrosa pero que ellos no podían detenerla. Como es natural, nadie lo tomó en serio, pero supón que sea cierto. Supón que Lamont recibió este mensaje. ¿No puede significar que algunos de los parahombres eran lo bastante humanitarios como para no desear destruir un mundo que contenía inteligencias comparables a las suyas, pero que fueron vencidos por la oposición de la mayoría, siempre mucho más práctica?
Selene asintió:
— Supongo que entra dentro de lo posible… Yo sabía todo esto, o, mejor dicho, lo intuía, antes de que tú llegases. Pero entonces, tú dijiste que nada tenia sentido entre el uno y el infinito, ¿lo recuerdas?
— Por supuesto.
— Muy bien. Las diferencias entre el parauniverso y el nuestro están tan condicionadas por la fuerte interacción nuclear que hasta ahora no se han llevado estudios ulteriores. Pero hay más que una interacción: hay cuatro. Además de la nuclear intensa, está la electromagnética, la nuclear débil, la gravitacional, con oscilaciones de intensidad entre 130:1:1010:1042. Pero si hay cuatro, por qué no un número infinito, y todos los otros demasiado débiles para ser detectados o para influir de algún modo en nuestro universo.
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