Bob Shaw - Otros días, otros ojos

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Otros días, otros ojos: краткое содержание, описание и аннотация

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El “vidrio lento” es un cristal que absorbe poco a poco la luz de los sucesos que ocurren delante de él, los cuales resultan visibles meses o años después.
A partir de esta idea, Bob Shaw construye una excelente y a la vez original novela. La profética visión de lo que podría ser un invento de estas características y la problemática social de su uso, desde el crimen casi perfecto hasta la verificación por parte de la justicia al cabo de cinco años— hacen de esta novela una obra maestra de ciencia ficción en el mas puro sentido de la palabra.

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Su siguiente reunión era con Schickert, director de la sección de pinturas luminosas. El producto básico era una emulsión tixotrópica de resina y minúsculos granos de vidrio lento con diversos periodos de dilación que iban de unas horas hasta varios días. La principal aplicación de la pintura era en el campo de la arquitectura (los edificios pintados con ella brillaban tenuemente por la noche), aunque otros fabricantes de pintura habían hecho pedidos sin precedentes de partículas de retardita. Schickert deseaba autorización para una nueva factoría que aumentaría la producción hasta mil toneladas semanales. De nuevo, Garrod se dejó convencer mientras sus pensamientos estaban en otra parte. Por fin, miró su reloj de pulsera, vio con gran alivio que debía partir hacia Los Angeles antes de una hora, y huyó de la oficina.

—Hay cierta incomodidad en esta fase —dijo Eric Hubert—, pero la señora Garrod vuelve a ver.

—¡Por fin! —Garrod tuvo dificultad en que sus palabras se correspondieran con el calidoscopio de sus sentimientos—. Yo… le estoy muy agradecido.

Hubert se pasó los dedos suavemente por el corte de cabello artificial, terminado en V sobre la frente, que le hacía parecer un sonrosado y escultural Mefistófeles.

—La operación en sí fue muy sencilla en cuanto cerramos la cámara anterior con una capa de jalea plástica inerte. Eso nos permitió extraer las cápsulas oculares y formar rendijas permanentes en las córneas sin perder… Lo siento… ¿Lo encuentra desagradable?

—En absoluto.

—Una de las desventajas de ser cirujano oculista es que no puedes alardear demasiado de tu trabajo. El ojo es un órgano sorprendentemente resistente, y sin embargo muchas personas, en especial los varones, no soportan que se les expliquen detalles ni siquiera de la operación más simple. Una persona es sus ojos, ya sabe. Se trata de una especie de reconocimiento instintivo del hecho de que la retina es una extensión del cerebro, y en consecuencia…

—¿Puedo ver a mi esposa?

—Naturalmente. —Hubert no hizo ningún movimiento para levantarse de la silla. Se puso a reordenar montones de documentos—. Antes de que vayamos a la habitación de la señora Garrod deseo asegurarme de que usted sabe qué cosas se le exigen.

—No comprendo.

Garrod empezó a sentirse intranquilo.

—He intentado convencer a la señora Garrod de que una enfermera experta en oftalmología fuera a verla todos los días, pero su esposa no ha querido escucharme. —Hubert miró a Garrod con ojos serenos, evaluadores—. Ella desea que usted le cambie los discos todas las mañanas.

—¡Oh! —Garrod notó que su estómago se contraía de asco y que sus genitales intentaban escabullirse en las cavidades proyecto ras del cuerpo—. ¿Qué implica eso con exactitud?

—Nada que usted no pueda hacer —dijo cordialmente Hubert.

De repente Garrod se despreció por haber permitido que su opinión del cirujano se viera influida por el aspecto más bien ridículo de aquel hombre.

—Aquí están los discos —añadió el cirujano.

Abrió una caja plana y dejó al descubierto diversos objetos de vidrio dispuestos por pares. Eran discos de menos de un centímetro de diámetro, con apéndices de vidrio curvados hacia arriba, que parecían transparentes miniaturas de sartenes. Algunos discos tenían un color negro como el azabache, otros reflejaban color y luz. Hubert sonrió fugazmente.

—No hace falta que le explique, a usted precisamente, qué tipo de material es éste. Son discos de retardita con diferentes períodos de dilación: un día, dos días, tres días… El periodo más corto es de un día, porque no recomiendo que se abran las ranuras de las córneas más de una vez cada veinticuatro horas.

»Para cambiarlos tendrá que rociar los ojos de su esposa con una mezcla de inmovilizador y anestésico, coger firmemente los discos viejos por sus extensiones, sacarlos, colocar los discos nuevos y poner un poco de jul senador en las ranuras. Podría parecerle una empresa difícil, pero le enseñaremos la rutina antes de que su esposa abandone la clínica. Al cabo de un tiempo no le parecerá raro.

—Y por lo que respecta a mi esposa, ¿volverá a tener una visión real?

—Exactamente… Con la lógica excepción de que todo lo que verá tendrá un retraso de uno, dos o tres días, según los discos que utilice.

—Me pregunto qué relación tiene eso con la visión normal.

—Lo importante, señor Garrod —señaló Hubert con firmeza—, es la diferencia entre tener estos discos y no tener ojos ni discos.

—Perdone… Puede parecer que no aprecio lo que usted ha hecho, y ése no es el caso. ¿Cómo está reaccionando Esther?

—Maravillosamente. Me ha dicho que solía ver muchos programas de televisión y que ahora podrá seguir haciéndolo.

—¿Y el sonido? —preguntó Garrod, con el ceño fruncido.

—Se graba y se reproduce en sincronía con lo que se ve. —La voz de Hubert adquirió entusiasmo—. Esta operación ayudará a mucha gente…; quizás algún día tengamos emisoras de televisión patrocinadas por el estado que emitan el sonido en una longitud de onda distinta exactamente veinticuatro horas después de las transmisiones visuales. Así, un aparato tridimensional ordinario, con ligeras modificaciones en los circuitos de audio…

La atención de Garrod se desvió a la aceptación del hecho de que su esposa volvía a ver. Esther había estado ciega durante casi un año, y en ese tiempo no habían estado separados una sola noche, y únicamente habían salido, quizás, en seis ocasiones. A Garrod le parecía haber aguantado eones en la dorada penumbra de la biblioteca, describiendo los hechos en interminables programas televisivos.

—Una voz interesante —comentaba Esther algunas veces—. ¿Cuadra con su dueño?

Otras veces ella tomaba la iniciativa y ofrecía largas visualizaciones de los «dueños» de las voces, y después pedía a Garrod que confirmara si había acertado. Pero, casi de un modo invariable, Esther no había acertado —incluso en casos en que Garrod sospechaba que ella podía describir a la persona de memoria—, y acogía las correcciones de su marido con una sonrisa tensa, melancólica, indicativa de que él estaba perdonado por haberla cegado; y ese perdón representaba una esclavitud más intensa. En otras ocasiones Esther pronunciaba las palabras más indulgentes y sofocantes posibles, las palabras que Garrod temía escuchar, dichas con una expresión radiante:

—Estoy segura de que el escenario que estoy creando para esta obra es mucho mejor que el que contemplan los televidentes.

No obstante, a partir de entonces Esther iba a tener imágenes propias, luz para sus ojos, y tal vez él lograría respirar de nuevo.

—Visitaremos ahora a la señora Garrod si ése es su deseo —dijo Hubert.

Garrod asintió y siguió al cirujano hasta la habitación individual. Esther estaba sentada en la cama de una resplandeciente sala llena de prismas de luz solar, la cual entraba oblicuamente por las ventanas. Llevaba unas pesadas gafas con los lados tapados, y a juzgar por la continua expresión de arrobamiento de su rostro, no les había oído introducirse en la habitación. Garrod se acercó a la cama y, tomando la decisión de que debía acostumbrarse a los resultados de aquella extravagante operación, miró la cara de su esposa. Unos impecables ojos azules parpadeaban al otro lado de las lentes de las gafas. Los ojos de una extraña. Dio un involuntario paso atrás, y se dio cuenta de que los ojos no habían respondido a su presencia.

—Olvidé decírselo —musitó Hubert—. La señora Garrod se opuso a llevar gafas oscuras. Lo que usa ahora son lentes de retardita programadas con los ojos de otra persona.

—¿Dónde han conseguido esas lentes?

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