Es hora de intentar otra cosa.
Volviéndose de nuevo, la macroonda busca un olor que pocos habían advertido antes. Vuela dos mil kilómetros hacia el mar, donde las azules corrientes pelágicas se mueven sobre profundas simas… y busca cefalópodos, algunos casi tan grandes como un supercontenedor, con ojos como platos y cerebros que apestan a inteligencia. Alienígenas, aquí mismo, en la Tierra.
¿Es esto?
Sumergiéndonos donde nunca llega la luz del sol, nos unirnos al mundo del calamar gigante, saboreando cómo es moverte impulsado por un chorro de agua excretado por el esfínter, tocando y experimentando un mundo líquido con largos succionadores que se agitan más allá de los límites de la visión. Nos alimentamos. Perseguirnos, nos apareamos, engendramos. Competimos y planeamos siguiendo una lógica completamente nuestra, expresando conceptos en cálidos destellos de intrincado color a lo largo de nuestros flancos.
Y, muy de vez en cuando, también temblamos y adorarnos cuando la Muerte viene hasta nosotros desde el Infierno, el caliente mundo de arriba. Pues en ese estrecho instante, mientras huimos a la desesperada, agarramos y atesoramos algo que destella como esperanza…
Entonces el demonio cae sobre nosotros, enorme, negro, devorador. Su aguda voz golpea con fuerza, paralizando, convirtiendo tripas en gelatina. Luego vienen las mandíbulas, pequeñas pero poderosas. Dientes blancos reflejan las pigmentaciones de nuestra piel bioluminiscente mientras se clavan en nosotros, arrastrándonos hacia arriba…
Así que no fue el calamar gigante quien atrajo el rayo andzier basta aquí. Son tan exóticos…, quizás encuentren un almapaisaje propio .
Fueron sus cazadores quienes atrajeron la macroonda.
Ballenas espermaceti, regresando de las aplastantes profundidades, su hambre saciada con frescos cefalópodos, ahora se reúnen en las agradables olas para respirar y chapotear. Aunque ocupadas con preocupaciones naturales (la búsqueda de comida y el éxito reproductivo), de vez en cuando hasta una docena de criaturas se congregan, sus enormes frentes tocándose.
Dentro, mucho más grande que cualquier otro órgano, una montaña de sustancia cerosa, maleable como el barro húmedo, perfecta para refractar y reformar el sonido, permite a estos cazadores de las profundidades lanzar rayos precisos que alcanzan (y aturden) a su presa en la completa oscuridad. El sonido esculpido es para ellos como la recoloración dinámica de la piel para un calamar, o las cadenas sintácticas de palabras para un ser humano. Todo son formas de chismorrear, cooperar, engañar, meditar o (cuando todo lo demás falla) buscar un significado urgente en la oración.
Las ballenas se congregan, las colas apuntando hacia fuera como los pétalos de una flor, o un mandala, o un rosetón. Unidas las frentes, intercambian complejas formas/imágenes/ideogramas sónicos con propiedades surgidas hace mucho tiempo del ruido de fondo de la mera supervivencia. Los significados se unen en la cera, delicados corno telarañas, únicos como copos de nieve, variados como un ecosistema.
Hacían esto mucho antes de que Bevvisov aprendiera a imprimar almas en barro.
¡Allá vamos de nuevo!
Al usar tanta energía, ¿no debería el andzier tener hambre? Había belleza entre los calamares y las ballenas… pero no mucho alimento. Entonces, ¿por qué no parece decepcionada la macroonda mientras gira alrededor de un eje inventado sobre la marcha, retorciendo el mismo contenido del que surge el vacío puro, y luego toma velocidad en un curso que inventa según se tercia?
Parece que hemos descubierto el espacio exterior.
En aleteante secuencia pasamos ante grandes racimos de estrellas. Racimos gigantescos de brillantes puntos de luz pasan a saltos que devoran el vacío como sino estuviera allí. La medida misma se vuelve un componente de la ola, su aliada en este viaje, más que un obstáculo.
Buscando… examinando de vez en cuando, nos detenernos brevemente para escrutar…
Una gigante roja, turgente e hinchada mientras se expande lentamente, devorando a sus hijos. Luego…
Una vieja enana blanca, nacida de la primera generación de la galaxia. Al haber perdido gran parte de su sustancia, soporta irónicamente largas épocas a dieta, brillando débilmente para nadie…
No como una glotona supergigante azul, cuyos simples millones de años pasan con ardiente velocidad. Demasiado grande para tener ningún otro objetivo, debe elegir la gloria ola vida…
Es decir, hasta que es sacudida por una fuerza sorprendente que parte al coloso en dos. ¡Una singularidad! No un agujero negro, ésta es larga y nudosa, una excepcional reliquia de la creación, un fallo facetado en el espaciotiempo, letal, bellísima sólo para aquellos que conocen su lenguaje de matemática pura…
Tras haber provocado ya un tumulto al atravesar una inmensa nube molecular, vórtices giratorios que autogravitan, convirtiéndose en márgenes ionizados que giran y se mezclan con sistemas recién nacidos…
Y luego una vez más corremos, dejando atrás brazos en espiral que brillan como polvo de diamante, hasta que…
Nos encontramos de vuelta hacia un modesto sol amarillo… una estrella de agradable edad mediana… un horno firme, sin pretensiones, con un séquito de motasplanetarias…
Una de las cuales parece más afortunada que el resto… cálida-nocaliente, grande-no-ominosa, húmeda-no-mojada y amasada por los suficientes objetos caídos para hacer que las cosas sean interesantes.
Nos abalanzamos hacia este mundo, precioso en su equilibrio de océano y cielo, mar y orilla, montaña y llanura, lago y colina, estanque y torna, árbol y matorral, presa y cazador, hongo y rotífero, parásito y prión, barro y cristal, molécula y átomo, electrón v…
¡Zambulléndonos cada vez más pequeños, gritamos que espere!
¡Vuelve atrás!
¿Qué fue ese atisbo pasajero de torres brillantes y múltiples construidas por manos fascinantes? ¿Una breve impresión de barcos atracados y tiendas y casas encaramadas a los árboles donde figuras en sombras hablaban un lenguaje lánguido, como una canción?
Vuelve. Sería fácil averiguarlo. Regresa a un tamaño y una escala a medio camino entre el cosmos y el quark.
Otra civilización. ¡Otra raza de seres pensantes y sentientes! ¿No era eso lo que estabas buscando?
Al parecer no.
…o cómo convertirse en un chico de verdad…
Poco quedaba del brillante yo que salió de un horno el martes por la mañana, resignado a limpiar la casa y hacer las tareas de Albert Morris. Un cuerpo que acabaría viviendo…, veamos, casi tres días extra, gracias a Eneas Kaolin, y a un montón de testarudez. ¡Un yo que acabaría haciendo mucho más que limpiar retretes! Que recopiló un montón de interesantes recuerdos y pensamientos… Lástima que no haya ninguna oportunidad de depositarlos. De compartirlos.
Las cosas que he visto.
Y alucinado, recordando todos los divertidos ecos y las voces curiosas/mandonas que me inventé por el camino. Oh, realAl iba a perderse un montón de cosas. Suponiendo que escapara a la destrucción de su casa, Albert probablemente se pasó la semana entera ante una pantalla de ordenador, o agitando los brazos bajo un chador, coordinando investigadores ébanos y grises y negociando con los agentes de seguros. Trabajando duro, el pobrecito.
«Y sin embargo, no puede ser un capullo total. No si Clara lo ama.»
Sonreiría si pudiera. Qué bonito si mi última imagen mental pudiera ser de ella… una mujer que nunca vi en persona y a la que sin embargo adoré.
Pude verla ahora, una hazaña final de agradable imaginación mientras los restos de mi torso se disolvían dejando sólo una cabeza patética rodando en el fondo de una papelera. Sí, fue ella quien vino a mí, envuelta en ese halo romántico estilo Hollywood que suaviza cualquier imagen, incluso con un casco de duralcación cubierta de antenas picudas.
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