Suponiendo que consiguiera llegar a la placa escaneadora de una simple copiadora.
Esta vez había una silla cerca. De mi pobre brazo brotaba humo mientras me arrastraba hacia allí, poquito a poco. Apoyándome en una pata de la silla con la barbilla, tiré de ella, colocándola junto a la gran máquina duplicadora blanca. Sólo un kilo de mi masa corporal se derritió por el camino.
«No basta», advertí en seguida. Al buscar algo más, divisé una papelera de metal a tres metros de distancia. Con un gruñido que escapó por varias grietas de mi boca, me dispuse a hacerme con ella… un viaje que pareció como cruzar el polo norte mientras me bombardeaban con asteroides.
La mitad de los dientes de cerámica que me quedaban se cayeron mientras agarraba con ellos la cesta de metal en el camino de vuelta.
Luego, la primera vez que intenté colocarla encima de la silla, fallé y tuve que repetir todo el maldito proceso.
«Será mejor que con esto sea suficiente», pensé, cuando la cesta quedó finalmente en su sitio, boca abajo sobre el asiento acolchado. En cualquier momento alguienpodría restaurar el contacto con aquel lanzamisiles de arriba y continuar la cuenta atrás. Y esas vibraciones de pies a la carrera se acercaban por segundos. ¡Fuera lo que fuese que estaba pasando, yo quería tener poder para actuar! Incluso siendo la réplica tambaleante de un frankie.
«Bueno, allá va.»
Desde el suelo extendí la mano, agarré el borde de la silla y tiré con fuerza. Mi cabezay mi torso pesaban ahora mucho menos (y más livianos a cada segundo), pero la tensión seguía siendo enorme. Nuevas fisuras y agujeros asomaron por todo mi brazo, cada una expulsando un horrible vapor… hasta que por fin mi barbilla se apoyó en el borde, aliviando parte de la presión. Eso me facilitó un poco las cosas, aunque no dejaron de ser dolorosas. Ordenando a mi codo que se alzara y girara, conseguí auparme y encaramar mi cuerpo reducido en el borde del asiento.
«Se acabó lo sencillo.»
A medio camino de la plataforma copiadora, vi un brillante botón rojo de INICIO a mi alcance, inútil hasta que mi cabeza alcanzara los tentáculos del perceptrón. A pesar de todo, tardé un momento en pulsar el botón para que la máquina empezara a preparar un repuesto. Si conseguía hacerlo, dispondría de unos pocos segundos. La maquinaria zumbaba y zumbaba.
«Ahora las cosas se ponen difíciles…»
Por fortuna, la silla tenía brazos… el doble que yo, por cierto. Eso me ayudó a encaramarme a la cesta, agitando y equilibrando mi cuerpo contra la malla metálica mientras mi único miembro en decadencia empujaba. Luego tuve que estirarme más, hasta la copiadora, buscando asideros… y mientras me esforzaba de nuevo, un par de dedos se rompieron, licuándose horriblemente mientras caían ante mi ojo bueno para chapotear en el suelo.
Esta vez, las fisuras a lo largo de mi brazo parecían abismos, fluido sudoroso del color del magma. Era una carrera para ver si la disolución ganaría, ola dura cocción producida por el calor, como le sucedió a esa pierna que arrojé contra el lanzador de misiles. ¿Y si me autococía en aquel sitio? ¡Qué escultura sería! Llámala Un estudio sobre la obstinación, la mano extendida y haciendo una mueca mientras se esfuerza por aupar un cuerpo inútil…
«Eso es —advertí, agradeciendo cualquier inspiración—, ¡suelta el peso muerto!»
Sin apenas pensarlo, apliqué las lecciones aprendidas arriba, tirando de mi yo hacia dentro y lejos de las partes remotas. Toda la parte inferior de mi torso me resultaba inútil ahora… así que ¡fuera! Haz acopio de las enzimas restantes. Envíalas arriba para el esfuerzo final del brazo.
Sentí que lo que quedaba de mi abdomen se desmoronaba. Aliviado de repente de esa carga, mi brazo dio un fuerte tirón… y se rompió por el hombro.
Creo que nunca podría describir cómo me sentía siendo una cabeza cascada y la parte superior de un pecho volando lo bastante alto para contemplar mi objetivo, la superficie blanca donde se suponía que un humano original yacía cómodamente, ordenando tan tranquilo a la obediente maquinaria que hiciera dobles baratos… una perfecta clase servil que no puede rebelarse y siempre sabe qué hacer. ¡Qué sencillo parecía!
Durante mi vuelo, me pregunté: «Suponiendo que aterrice bien, ¿podré usar mi barbilla y mi hombro para moverme? ¿Para guiar mi cabeza entre los tentáculos?»
¿Dispararía eso automáticamente la imprintación, ahora que había pulsado el botón de arranque? Si no, ¿cómo iba a volver a pulsarlo?
Problemas, problemas. ¿Y sabes qué? Habría encontrado soluciones. Lo sé. Si esa maldita trayectoria me hubiera llevado adonde yo quería.
Pero como Moisés, sólo pude ver de lejos la Tierra Prometida. Al caer, mi cabeza falló la plataforma, rebotó en el borde de la copiadora y luego en la papelera, que cayó de la silla antes de aterrizar en el suelo.
Como si eso no bastara, lo que sucedió a continuación fue el remate.
Rodé por el asiento, me tambaleé un instante y luego caí para aterrizar (adecuadamente, tras una semana infernal) dentro de un contenedor para basura.
¿Estará bien, ahora que el rayo andzier se ha disparado?
Qué visión.
La titánica Onda Establecida atravesó ambos espejos de barro, lanzando al péndulo (con idYosil a bordo) contra el techo de piedra. Sin embargo todos los demás que estaban alrededor apenas resultaron chamuscados. Pues la poderosa onda distorsionadora inmediatamente giró sobre un eje que está en ángulo recto de todas las direcciones conocidas, desvaneciéndose en una distancia que ningún ojo viviente podría seguir.
Excepto realAlbert, claro está, quien volvió la cabeza como para seguir su curso, con una sonrisa tan enigmática, tan sabia, que Ritu y su hermano gemelo se detuvieron en seco. En un instante corrían hacia él con las manos alzadas para golpear. Al siguiente, dejaron caer los brazos y retrocedieron, mirándolo.
Sí, el «anda» está aún sujeta, por un fino hilo.
¿Continuamos?
Desde el principio, cuando el brillante y atormentado Yosil Maharal todavía pensaba que podía diseñarlo y controlarlo todo, el primer objetivo del rayo fue la ciudad más cercana. ¿Dónde si no podían encontrarse juntos tantos aleteos-espíritu, arracimados como un diminuto campo de maíz creciendo junto a una pradera salvaje? Debió de parecerle un buen sitio donde encontrar alimento para la siguiente fase.
Si hubiera doblegado su monomanía lo suficiente para implicar a iguales y colaboradores, incluso una civilización entera, Yosil podría haber descubierto y corregido todos los fallos de su espléndido plan.
Fallos técnicos y conceptuales. Fallos morales. Pero «científico loco» se define casi por solipsismo: una necesidad neurótica de evitar las críticas y hacerlo todo solo.
Sin Maharal, habría hecho falta otra generación para que la humanidad hiciera este intento. Por causa de él, la humanidad podría haber sido destruida.
Tal como están las cosas, no hay ninguna plaga asolando la metrópoli cuando el andzier llega desde lo alto. Ningún canalizador de rápida pestilencia proporcionando suficiente muerte de la que nutrirse a placer. Sólo unos cuantos miles de almas por día, libres de sus ataduras orgánicas por accidente o causas naturales, alzándose suavemente hacia la flotante ondaforma, encontrando espacio bienvenido para sus modos vibratorios. Después de cierta sorpresa inicial, añaden amplitud y sutileza a la superposición de estados…
Pero no es ninguna fiesta.
Esta Onda Establecida no se convertirá en un «dios» sólo con el simple poder.
El sencillo plan de Yosil ha fracasado.
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