George Martin - Los viajes de Tuf

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Los viajes de Tuf: краткое содержание, описание и аннотация

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Haviland Tuf es un ser curioso: un mercader independiente de gran tamaño, obeso, calvo y con la piel blanca como el hueso. Es vegetariano, bebe montones de cerveza, come demasiado y le encantan los gatos. Y además es completa y absolutamente honesto. Tuf logra poseer una enorme nave espacial, el Arca, la única superviviente del antiguo Cuerpo de Ingeniería Ecológica de la Vieja Tierra. Al Arca es un artilugio desaparecido hace más de mil años, pero que revive gracias a Tuf y a sus gatos. A lo largo de los siete relatos que forman este libro, Tuf consigue la nave, la repara y resuelve un sinfín de problemas espaciales con la ayuda de la ingeniería ecológica, una profesión que él recupera y a la que añade la impronta de su personalidad, astucia e ironía.

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Celise Waan parecía inquieta. —El traje debería llevarlo yo —dijo—. Sólo tenemos uno y creo que se me debe esa consideración después de la brutalidad y escasa educación con que se me ha tratado.

—Señora, no es necesario que nos metamos de nuevo en esa discusión —dijo Tuf—. Nos encontramos en una cubierta de aterrizaje ya nuestro alrededor veo otras nueve espacionaves de diseños variados. Una de ellas es un caza Hruun, otra un mercante Rianés y veo dos cuyo diseño no me resulta nada familiar. y cinco son claramente algún tipo de lanzaderas, ya que son todas iguales. Su tamaño es superior al de mi pobre nave aquí presente y sin duda son parte del equipo original del Arca. Dada mi experiencia pasada doy por sentado que estas lanzaderas poseerán trajes presurizados y por lo tanto tengo la intención de utilizar el único traje que nos queda y registrar esas naves que tenemos tan cerca, hasta haber encontrado trajes para los otros dos.

—No me gusta —replicó secamente Celise Waan—. Tuf sale fuera en tanto que nosotros seguimos aquí dentro, atrapados.

—La vida está repleta de vicisitudes similares —dijo Tuf—, y en un instante u otro, todos debemos aceptar algo que no nos gusta.

Tuvieron ciertos problemas con la escotilla. Se trataba de una pequeña compuerta de emergencia y tenía controles manuales. El hacer funcionar la puerta exterior, atravesarla y dejarla luego cerrada fue fácil, pero la puerta interior era un asunto totalmente distinto y no tan sencillo de resolver.

Apenas la puerta exterior quedó cerrada la gran recámara se llenó nuevamente de aire, pero la puerta interior parecía atascada. Rica Danwstar lo intentó en primer lugar pero la gran rueda metálica se negó a girar y la palanca no cedía.

—¡FUERA DE MI CAMINO! —dijo Kaj Nevis, con su voz convertida en un ronco graznido por los circuitos comunicadores del traje de combate Unqi, y elevada a un nivel casi insoportable por los altavoces externos del mismo. Avanzó pesadamente hacia la puerta con sus enormes pies en forma de disco resonando en el metal de la cubierta y los grandes brazos superiores del traje de combate aferraron la rueda para hacerla girar. La rueda se resistió durante un momento y luego empezó a torcerse con un chirrido para acabar soltándose de la puerta.

—Buen trabajo —dijo Rica y se rió. Kaj Nevis gruñó algo que resultó ininteligible, pero que resonó como un trueno en la gran estancia. Agarró la palanca e intentó moverla pero lo único que consiguió fue partirla.

Anittas se acercó a los resistentes mecanismos de la puerta.

—Hay unos botones de código —dijo señalando hacia ellos—. Si conociéramos la secuencia del código adecuado sin duda nos dejaría entrar automáticamente. También hay una conexión para ordenador. Si puedo conectar con él, quizá logre extraer el código correcto del sistema.

—¿ENTONCES A QUÉ ESPERAS? —le preguntó Kaj Nevis en tanto que el visor de su casco ardía con un lúgubre resplandor rojizo.

Anittas alzó los brazos y extendió las manos en un ademán de impotencia. Con las partes más obviamente orgánicas de su cuerpo cubiertas por el tejido azul y plata de su traje presurizado y sus ojos plateados visibles al otro lado del plástico parecía más que nunca un robot. Kaj Nevis, dominándole con su gran talla, parecía un robot mucho más enorme.

—Este traje no ha sido diseñado correctamente —dijo Anittas—. No puedo conectar con el ordenador si no me lo quito.

—¡ENTONCES, HAZLO! —dijo Nevis. —¿Será seguro hacerlo? —preguntó Anittas—. No estoy totalmente…

—Aquí dentro hay aire —dijo Rica Danwstar, indicando con un gesto los controles de la pared.

—Ninguno de los dos os habéis quitado el traje —replicó Anittas—. Si cometo un error y abro la puerta exterior, en vez de la interior, puedo morir antes de que me sea posible cerrar otra vez.

—¡PUES NO COMETAS NINGÚN ERROR! —retumbó la voz de Kaj Nevis.

Anittas se cruzó de brazos. —Puede que el aire no sea seguro, Kaj Nevis. Esta nave lleva mil años a la deriva, abandonada. Incluso el sistema más sofisticado puede fallar en todo o en parte con el paso del tiempo. No estoy dispuesto a poner en peligro mi persona.

—¡AH!, ¿NO? —tronó Kaj Nevis. Se oyó un chirrido y uno de los brazos inferiores se alzó lentamente. La pinza metálica se abrió, cogiendo al cibertec por la cintura y apretándole contra la pared más cercana. Anittas sólo logró lanzar un chillido de protesta antes de que uno de los brazos superiores del traje Unqi se acercara a él. Una mano colosal recubierta de metal negro aferró el cierre de su traje y dio un tirón. El casco y toda la parte superior de su traje cedieron con un crujido, Anittas estuvo a punto de perder la cabeza junto con la mitad de su traje—. ¡DEBO CONFESAR QUE ME GUSTA ESTE TRAJE! —proclamó Kaj Nevis y le dio una leve sacudida al cibertec con la pinza. Otra parte del traje se rompió y por debajo de la tela metal izada empezó a brotar la sangre—. ¡ESTAS RESPIRANDO!, ¿NO?

De hecho Anittas estaba prácticamente hiperventilándose. Logró mover la cabeza, asintiendo.

El traje de combate le derribó al suelo de un empujón. —¡ENTONCES!, ¡AL TRABAJO! —le dijo Nevis.

—En ese instante fue cuando Rica Danwstar empezó a ponerse nerviosa. Retrocedió unos pasos con disimulo y se apoyó en la puerta exterior, alejándose de Kaj Nevis todo lo posible y, mientras Anittas se quitaba los guantes y los restos de su traje hecho pedazos, intentó analizar la situación. Anittas deslizó su mano derecha, la metálica, dentro de la conexión del ordenador. Rica había colocado la funda de su arma sobre el traje por lo que el aguijón le resultaba accesible pero de repente su presencia no le resultó tranquilizadora como de costumbre. Examinó el grueso metal de la armadura Unqi y se preguntó si no habría cometido una idiotez al escoger su aliado. Estaba claro que una tercera parte del botín era algo mucho más ventajoso que la pequeña tarifa de Jefri Lion pero… ¿y si Nevis había decidido que el reparto no iba a ser entre tres?

Oyeron un ruido repentino y agudo y la puerta interior empezó a deslizarse a un lado. Detrás de ella había un pasillo no muy ancho que se perdía en la oscuridad. Kaj Nevis avanzó hasta el umbral y examinó el pasillo en tanto que su visor lanzaba reflejos escarlata sobre las paredes. Luego se volvió lentamente hacia ellos.

—¡TÜ, MERCENARIA! —le dijo a Rica Danwstar—. VE A EXPLORAR.

Rica tomó una rápida decisión. —Vale, vale, jefe —contestó. Sacó su arma y avanzó rápidamente hacia la puerta, cruzándola y metiéndose en el corredor, siguiéndolo durante unos diez metros hasta llegar a una encrucijada. Una vez allí se detuvo y se volvió a mirar. Nevis, con su enorme coraza metálica, llenaba prácticamente todo el hueco de la puerta. Anittas permanecía inmóvil a su lado. El cibertec, normalmente tan callado, tranquilo y eficiente, temblaba un poco—, No os mováis de ahí —les gritó Rica—. ¡No parece seguro! —Luego se volvió, escogió una dirección al azar y echó a correr como si la persiguiera el diablo.

Haviland Tuf tardó mucho más de lo que había previsto en localizar los trajes. La nave más próxima era el caza Hruun, una máquina de color verde literalmente repleta de armamento que parecía perfectamente cerrada desde dentro y aunque Tuf la rodeó varias veces, estudiando los instrumentos que le parecieron tener como función la de permitir la entrada a la nave, no logró obtener el resultado que deseaba por mucho que los manipuló. Finalmente tuvo que ceder en sus intentos y siguió hacia otra nave.

La segunda nave, que era una de las desconocidas, resultó estar totalmente abierta y Tuf la recorrió con cierta fascinación intelectual. Su interior era un laberinto de angostos pasillos cuyos muros eran tan irregulares y rugosos como los de una caverna, pero que resultaban blandos al tacto. El instrumental resultaba imposible de entender. Una vez encontró los trajes presurizados, éstos le parecieron en condiciones de funcionar, pero totalmente inútiles para cualquier ser cuya estructura superase el metro y fuera de simetría bilateral.

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