—¿Y oíste voces, pero no viste a nadie?
—No a menos que cuentes las sombras de sus pies bajo la puerta. Richard estaba muy ocupado tomando notas.
—Muy bien, túnel, luz, voces. ¿Experiencia extracorporal?
—No.
—¿Y el sonido? ¿Lo oíste esta vez?
—El sonido —dijo Joanna, disgustada—. Quería con toda mi alma escucharlo e identificarlo, pero cuando llegué allí me olvidé al tratar de recordar de qué conocía el pasillo.
—¿Experimentaste de nuevo el deja, vu?
—No es un deja vu. He tenido esa sensación: parece como si hubieras estado en algún sitio o hecho algo antes, aunque sabes que no. No era esto. Sentí… —Hizo una pausa—. Sabía que nunca había estado allí, pero… lo reconocí.
—¿Lo reconoció? —preguntó Tish, curiosa—. ¿Dónde estaba?
—No lo sé —dijo Joanna, frustrada—. Sentí que casi podía…
Extendió la mano, como para agarrar el conocimiento. “Una de mis pacientes hizo un gesto igual —pensó—. Tengo que encontrar su historial y ver de qué estaba hablando.”
—¿Sigues teniendo la sensación? —preguntó Richard.
—No.
—Sonido, túnel, luz, voces, sensación de reconocimiento —dijo, descontándolas—. ¿Qué hay de la orden de regresar?
—No, nadie me ordenó regresar. Ni siquiera sabían que estaba allí.
—Siguen siendo cuatro de los elementos nucleares —dijo Richard, parecía feliz—. Creo que si ajusto la dosis, podremos conseguir los diez. Y esta sensación de reconocimiento es muy interesante.
Los dientes de Joanna habían empezado a castañear otra vez.
—¿Podemos terminar con esto después de que me vista? Me estoy congelando. ¿Has terminado conmigo, Tish?
Tish asintió, y Joanna se levantó de la mesa y cruzó el laboratorio hasta el cuartito adjunto, arrebujándose en la manta. Entró en el camarín, cerró la puerta y extendió la mano para tomar su blusa. Al hacerlo, vio su imagen en el espejo de la puerta y la sensación de reconocimiento volvió a asaltarla. “Lo sé, sé dónde está”, pensó.
La sensación sólo duró un instante. En el tiempo que tardó en darse le vuelta y mirar directamente el espejo se disolvió, y ella se quedó contemplando su imagen, preguntándose qué era lo que la había disparado. ¿La manta o la puerta?
En cuanto se vistió, se lo contó a Richard.
—¿Podría haber sido el mismo espejo? —dijo él, mirando el espejo de la puerta—. ¿Viste un espejo en tu ECM? ¿O el reflejo de algo?
—Das pistas —dijo Joanna—. No.
—¿Pero era la misma sensación de deja, vu?
— No es deja vu. Nunca he estado allí, pero sabía dónde estaba. Era como saber que estás en París porque reconoces la torre Eiffel, aunque nunca hayas estado allí anteriormente. Excepto que no puedo situarlo —dijo mansamente.
—¿Sigues teniendo esa sensación?
—No, viene y va.
—Interesante. Quiero que me avises si vuelve a suceder.
—O si descubro dónde está —dijo ella, y se pasó el resto de la tarde y la noche tratando de situarlo. Tenía algo que ver con una manta y un suelo de madera. Y un palacio. No, un palacio no, pero sí algo con la palabra palace. ¿El hotel Palace? Pero no era un hotel. ¿El teatro Palace?
No llegó a ninguna parte. “Es el síndrome de la olla a presión”, pensó, mientras iba en coche al trabajo al día siguiente, y decidió no pensar en el asunto con la esperanza de que el escurridizo recuerdo apareciera espontáneamente. Se concentró en transcribir su relato y en ayudar a preparar a la señora Troudtheim, quien se recuperó rápidamente sin recordar haber tenido una ECM.
—Fue igual que la última vez —dijo—. Estaba allí tendida en la oscuridad, tratando de no quedarme dormida, pero supongo que debí de dormirme. Lo siento mucho. Incluso eché una cabezadita esta mañana para que no me pasara.
—Estaba usted tendida en la oscuridad —dijo Joanna—. ¿Cambió la oscuridad en algún momento? ¿Se hizo más oscura? ¿O adquirió una cualidad distinta?
—No.
—Dice que se quedó dormida. ¿Tiene algún recuerdo de haberse quedado dormida?
—No. Estaba allí tumbada, y de pronto me desperté.
—¿La despertó algo? ¿Un movimiento? ¿Un sonido?
—No.
—Buen intento —dijo Richard cuando la señora Troudtheim se marchó—, pero no sirve de nada. No recuerda.
“Ni yo tampoco”, pensó Joanna, mientras pasaba la pobre transcripción de la señora Troudtheim. No pensar en el túnel no le había funcionado mejor que intentar situar el pasillo.
Hizo una búsqueda global de “suelo” y luego de “manta”, pero no encontró ninguna correlación. Probó con “hace mucho frío”. Nada. Buscó luego “frío”, y esta vez encontró varios casos. La mayoría eran referencias vagas a sensaciones que los sujetos habían tenido en el túnel o al regresar, y un par aparecían en las notas de Joanna. “Durante la entrevista el sujeto me preguntó repetidas veces si pensaba que hacía frío en la habitación”, y “el sujeto parecía tener frío, se puso una bata, y luego metió las manos dentro de las mangas”.
Todo lo cual era muy interesante, pero no le decía dónde estaba el túnel, y cuando Richard le dijo que quería someterla al experimento otra vez al día siguiente, su primer pensamiento fue: “Tal vez cuando vuelva a verlo, lo sepa.” El segundo fue: “Pero primero voy a identificar ese sonido de una vez por todas”, y mantuvo ese pensamiento en mente mientras Tish colocaba los electrodos, la intravenosa y le ponía el antifaz para dormir.
—El sonido —murmuró para sí mientras Tish le colocaba los auriculares—. Primero identifica el sonido, luego el pasillo.
Hubo un sonido, y apareció en el pasillo. La rendija de luz allí donde el suelo se encontraba con la puerta parecía extrañamente lejana, pero ella sabía que debía de estar más cerca de la puerta que la última vez. Oía claramente el sonido de voces detrás de la puerta.
¡El sonido! Había querido escuchar el sonido, y se había vuelto a olvidar. Se volvió para mirar atrás, al túnel oscuro.
Era un sonido que… ¿qué? Recordaba claramente haber oído algo, ¿pero qué era?
—¿Fue un zumbido o un timbre? —dijo, frustrada, y su voz sonó sorprendentemente fuerte en el pasillo. Miró hacia la puerta y la luz, casi esperando que las voces se detuvieran sorprendidas, pero continuaron hablando.
—Seguro que no es nada —dijo el hombre, y Joanna se preguntó si estaría hablando de ella.
—¿No deberíamos enviar a alguien a averiguarlo? —dijo otro hombre. “Tal vez sus voces son lo que oí al llegar”, pensó Joanna, y supo que no era así. No habían empezado hasta la mitad la última vez, y la primera vez no había oído nada. Después de que el sonido cesara, el pasillo estuvo completamente en silencio.
Y era un sonido, no voces. Un sonido como… No podía recordarlo. Pero venía de allí, y contempló el pasillo. Venía del fondo de…
Y volvió al laboratorio. “Oh, no —pensó—, he salido, igual que la señora Troudtheim.”
—Lo siento —dijo, pero Tish la ignoró y continuó quitando los auriculares y despegando los electrodos como si no hubiera sucedido nada catastrófico.
—¿Estás despierta? —preguntó Richard desde la consola, y tampoco él parecía molesto.
—¿Has cambiado la dosis? —preguntó Joanna, buscando el borde de la mesa para sentarse.
—¿Por qué? —dijo Richard, apareciendo junto a ella—. ¿Ha sido diferente tu experiencia?
—No, pero cuando he vuelto a…
—Espera —dijo él, buscando la minigrabadora en su bolsillo—. Desde el principio.
Ella lo miró sin comprender.
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