Orson Card - Nacidos en la Tierra

Здесь есть возможность читать онлайн «Orson Card - Nacidos en la Tierra» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1996, ISBN: 1996, Издательство: Ediciones B, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Nacidos en la Tierra: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Nacidos en la Tierra»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

En esta nueva entrega de «La Saga del Retorno», Shedemei y el Alma Suprema supervisan, ya en la Tierra, la evolución de los humanos descendientes de Nafai y Elemak y su interacción con las nuevas especies que habían evolucionado en el planeta. Surgen de nuevo los problemas de siempre: racismo, explotación, enfrentamientos tribales, etc. El recurso de la hibernación permite mantener la presencia de Shedemei y su poderoso manto de capitana en un papel que deviene mítico y, en cierta forma, bíblico. Pero el misterio sigue siendo al paradero del Guardián de la Tierra cuya presencia, pese a todo, Shedemei y el Alma Suprema creen percibir, de vez en cuando, de forma siempre sutil e imprecisa.

Nacidos en la Tierra — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Nacidos en la Tierra», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Estos eran los pensamientos que la impulsaban cuando una noche cerró la escuela, dejando a cargo de ella a Khideo… no, Lissinits. Antorcha en mano, caminó en la oscuridad otoñal hacia la casa de su padre. En el camino pensaba en su seguridad. Si yo fuera una cavadora, no me atrevería a caminar en la oscuridad, por temor a que me atacaran hombres crueles que me odian, y no porque les haya hecho algo, sino por la forma de mi cuerpo. Para esas personas estas calles están llenas de terror, mientras que yo he caminado toda mi vida sin miedo, tanto de día como de noche. ¿Pueden ser auténticos ciudadanos cuando no son libres de caminar por la ciudad?

Como esperaba, Akma estaba en casa del rey, en el ala de la biblioteca, donde ahora pasaba casi todas las noches. No dormía. Estaba despierto, leyendo, estudiando, tomando apuntes en una corteza, una entre muchas cortezas llenas de garabatos.

—¿Escribiendo un libro? —preguntó Edhadeya.

—No soy un hombre santo —dijo él—. No escribo libros. Escribo discursos.

Apartó las cortezas. A Edhadeya le agradó el modo en que la miraba, como si se alegrara de que estuviera allí. Contaba con toda su atención, y él no miraba su cuerpo, como hacía la mayoría de los hombres: la miraba a los ojos. Edhadeya sintió el deseo de decir algo muy inteligente o muy sabio que justificara tanto interés en ella.

No, se dijo con severidad. Es sólo uno de sus trucos. Uno de sus recursos para conquistar a la gente. Y no estoy aquí para dejarme conquistar. He venido a enseñar, no a aprender.

Si siempre me miraba de esa manera, con razón una vez lo amé.

Para su asombro, lo que dijo no tenía nada que ver con lo que se proponía decir.

—En otro tiempo te amé —dijo.

Una triste sonrisa cruzó el rostro de Akma.

—En otro tiempo —susurró—. ¿Antes de que discrepáramos en nuestras creencias?

—¿Se trata de eso, Akma? —preguntó.

—Para que dos personas se amen, tienen que encontrarse, ¿verdad? Y dos personas que viven en mundos totalmente diferentes no pueden encontrarse.

Ella sabía a qué se refería, pues ya habían tenido antes aquella conversación; él insistía en que Edhadeya vivía en un mundo imaginario donde el Guardián de la Tierra velaba por todos, dando propósito a sus vidas, mientras que él vivía en un mundo real de piedra y aire y agua, donde la gente tenía que hallar su propio propósito.

—Sin embargo nos encontramos aquí —dijo Edhadeya.

—Eso está por ver —dijo él frío y distante, aunque escrutándole el rostro. ¿Por qué? ¿Qué desea ver? ¿Algún vestigio de mi amor por él? Pero eso es lo que no me atrevo a mostrarle, pues no me atrevo a hallarlo dentro de mí. No puedo amarlo, porque sólo una mujer monstruosa e insensible amaría al hombre que tanto sufrimiento innecesario ha causado.

—¿Has recibido informes de provincias?

—Hay muchos informes —dijo Akma—. ¿A cuál te refieres?

Ella se negó a prestarse a aquel juego en el que él hacía el papel de inocente. Aguardó.

—Sí, he recibido los informes. Es gravísimo. Me llama la atención que tu padre no haya recurrido al ejército.

—¿Para atacar qué ejército? —preguntó ella con desdén—. No te hagas el tonto, Akma. Un ejército es inútil contra matones que de día se pierden en la ciudad y se ocultan bajo la ropa de respetables empresarios, comerciantes o jornaleros.

—Soy un erudito, no un especialista en táctica.

—¿De veras? He pensado mucho en esto, Akma, y cuando te miro no veo a un estudioso.

—¿No? ¿Qué monstruo has decidido que soy?

—No veo a un monstruo, tampoco. Sólo a un vulgar matón. Tus manos han desgarrado las alas de niños ángeles. De noche, los cavadores se ocultan aterrados porque temen ver tu sombra en el claro de luna.

—¿En serio me acusas de eso? Nunca he levantado la mano contra nadie.

—Tú lo has provocado, Akma. Has puesto en marcha un ejército de canallas, de crueles y malvados torturadores de niños.

Él se estremeció, el rostro desfigurado por una profunda emoción.

—No puedes decirme semejante cosa. Sabes que es mentira.

—Ellos son tus amigos. Eres su héroe, Akma. Tú y mis hermanos.

—¡Yo no los controlo! —dijo él con voz trémula.

—¿Conque no? —respondió ella—. ¿Entonces ellos te controlan a ti?

Él se levantó, derribando el taburete.

—Si ellos me controlaran, Edhadeya, en este momento yo estaría afuera predicando contra la patética religión de Padre. Ellos me lo suplican, me lo imploran. Ominer me dice que vierta el bronce mientras está caliente. Pero yo me niego a respaldar con mi nombre estas persecuciones. No quiero que nadie salga lastimado… ni siquiera los cavadores, a pesar de lo que piensas de mí. Y esos ángeles con las alas agujereadas… ¿crees que no me enteré de eso con la misma rabia que cualquier persona decente? ¿Crees que no quiero que castiguen a los matones que lo hicieron? —Su voz temblaba de emoción.

—¿Crees que habrían tenido la osadía de hacerlo de no ser por ti?

—¡Yo no he creado esto! Yo no he creado el odio y el resentimiento hacia los cavadores. Fueron nuestros padres quienes lo hicieron al modificar la estructura religiosa del estado para incluir en ella a los cavadores como si fueran gente…

—Han transcurrido trece años desde que introdujeron esos cambios, y nada había pasado desde entonces. Pero luego tú anuncias que has «descubierto» que no existe el Guardián… a pesar de mi sueño verdadero, por el cual el Guardián salvó a los zenifi. A pesar de saber que el documento del cual sacaste tus «pruebas» sólo pudo traducirse gracias al poder del Alma Suprema. Persuades a mis hermanos, incluso a Mon, no entiendo cómo, incluso a Aronha, que nunca se había dejado engañar por la necedad… y en cuanto los herederos de Padre están unidos en su incredulidad, las puertas del dique se abren.

—Bien podrías culpar de esto a mi madre, entonces. A fin de cuentas, ella me dio a luz.

—Sí, creo que hay una culpa anterior a ti. He descubierto, por ejemplo, que durante mucho tiempo Bego formó parte de una conspiración contra las enseñanzas de Akmaro. Si hurgas honestamente en tu memoria, quizá descubras que fue Bego quien te indujo a «descubrir» la inexistencia del Guardián.

—Bego no es parte de nada. Él vive para sus libros. Vive en el pasado.

—Y tu padre estaba inventando un nuevo futuro, rompiendo con el pasado. Sí, Bego se opondría a eso, ¿verdad? Y nunca ha creído en el Guardián, como comprendo ahora… siempre buscaba una explicación natural para todo. Sin milagros, por favor… ¿recuerdas que repetía esa frase? Sin milagros. La gente de Akmaro escapó porque era conveniente para los guardias cavadores dejarlos ir. El Guardián no los durmió. ¿Alguien los vio durmiendo? No, Akmaro tuvo un simple sueño. Recurre siempre a la explicación más sencilla: eso fue lo que nos enseñó.

—Nos lo enseñó porque es verdad. Es honestidad intelectual.

—¿Honestidad? Akma, la explicación más sencilla para la mayoría de estas historias es que el Guardián envía sueños verdaderos. A veces el Guardián interviene en la vida de la gente. Para no creer en eso tienes que inventar las especulaciones más rebuscadas, tortuosas e insultantes. Te atreves a decirme que mi sueño sólo fue significativo porque recordó a la gente la existencia de los zenifi, no porque yo pudiera diferenciar entre un sueño verdadero y uno normal. Para no creer en el Guardián, tenías que creer que yo era y sigo siendo una tonta que se engaña a sí misma.

—No una tonta —dijo él, con expresión realmente dolida—. Eras una niña. Entonces te parecía real, así que lo recuerdas como si fuera real.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Nacidos en la Tierra»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Nacidos en la Tierra» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «Nacidos en la Tierra»

Обсуждение, отзывы о книге «Nacidos en la Tierra» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x