Larry Niven - El martillo de Lucifer

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El martillo de Lucifer: краткое содержание, описание и аннотация

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Cuando EL MARTILLO DE LUCIFER, el cometa gigante, chocó contra la Tierra, hizo pedazos la civilización. Los días felices habían terminado. Estaban viviendo el fin del mundo. Los terremotos eran tan fuertes que no podían medirse con la escala de Ritcher. Las olas marinas alcanzaban alturas incalculables. Las ciudades se convirtieron en océanos, y los océanos en nubes. Era el principio de la nueva Edad del Hielo. Y el final de los gobiernos, los planes, los hospitales y el derecho. Y sobre ellos, igual que otro martillo del demonio, la más terrible selección del hombre hecha por el hombre que jamás se había producido.

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Greg echó un vistazo al reloj.

—He de estar en la oficina a las cinco de la madrugada. El mercado se está volviendo loco. Y después de este programa, irá peor.

—¿Eh? ¿Por qué lo dices? —preguntó Tim con el ceño fruncido.

—Cometas, signos en el cielo —dijo Greg—, portentos de cambios malignos. Te sorprendería saber cuántos inversores se toman estas cosas en serio. Y no hablemos del diagrama que ha dibujado el profesor. El que mostraba al cometa chocando con la Tierra.

—Pero no chocaba —protestó Pat.

—¡Tim! ¿Podría chocar? —preguntó su madre.

—¡Claro que no! ¿No habéis oído? Sharps ha dicho que hay miles de millones de posibilidades de que choque contra una.

—Lo he visto —dijo Greg—. Y él ha dicho que, a veces, los cometas chocaron con la Tierra. Y este pasará cerca.

—Pero no quería significar eso —protestó Tim.

Greg se encogió de hombros.

—Conozco el mercado. Tengo que estar en la oficina cuando abra la bolsa...

Sonó el teléfono, y Tim pareció sorprenderse. Antes de que tuviera tiempo de levantarse, Jill respondió. Escuchó un momento y luego pareció también sorprendida.

—Quieren saber si pueden pasar una conferencia de Nueva York.

—¿Eh? —Tim se levantó para atender al teléfono. Escuchó, mientras en la pantalla de televisión un funcionario de la NASA explicaba cómo sería posible, sólo posible, enviar una sonda para estudiar el cometa. Tim colgó el auricular.

—Pareces aturdido —le dijo Penelope Joyce.

—Lo estoy. Era uno de los productores. Quieren que salga en el «Show de medianoche», junto con el doctor Sharps. Mira por dónde al fin voy a conocerle, Pat.

—Yo veo ese programa todas las noches —dijo la madre de Tim en tono admirativo. La gente que salía en el «Show de medianoche» era importante.

El documental de Randall terminaba de una manera apoteósica, con fotografías del sol y las estrellas tomadas por el Skylab y un elocuente ruego para que se enviara una sonda tripulada a explorar el cometa Hamner-Brown. Tras el último anuncio comercial, la familia empezó a despedirse. Una vez más, Tim se percató de lo poco que tenían en común. ¿De qué hablar con el gerente de una agencia de bolsa o con un constructor de casas, aunque fueran su cuñado y su hermano? Al fin se quedó a solas con Penelope Joyce, y le preparó una bebida.

—¿Sabes? —le dijo a la muchacha—. Me siento como en la noche de estreno de una mala comedia.

—Como una de aquellas obras de ciencia ficción que solíamos ver. ¿Recuerdas la que trataba de la invasión de la ciudad por los «guardianes del recinto sagrado»?

Tim se echó a reír.

—Ah, sí. No he visto Iluminad el cielo desde... Dios mío, desde que estuviste enrolada en aquel grupo teatral durante las vacaciones de verano. Tienes razón. Este programa ha sido algo parecido.

—¡Bah!

—¿Bah?

—Sí, ¡bah! Siempre has pensado así sin ninguna razón para ello, y ahora tampoco la tienes. Puedes estar orgulloso, Tim. ¿Qué harás ahora? ¿Buscar otro cometa?

—No, creo que no. —Exprimió una lima en el gintonic de la muchacha y le alargó la bebida—. No lo sé. No domino lo bastante bien la teoría para hacer realmente lo que quiero.

—Entonces, aprende la teoría.

—Tal vez. —Se sentó al lado de ella—. De todos modos, habré entrado en los libros de historia. Salud.

Penelope alzó el vaso, respondiendo al brindis. No se burlaba de él.

—Salud.

—Lo seguiré hasta donde vaya, haga lo que haga. Randall quiere otro documental, y lo haremos, si no nos regañan demasiado.

—¿Si no te regañan? ¿Te preocupa eso?

—Me estás tomando el pelo de nuevo.

—Esta vez no.

—Humm. Bien. Apoyaré financieramente otro documental. Porque lo quiero así. Haremos cuanto podamos para conseguir el envío de una sonda espacial. Si la publicidad es suficiente, podríamos lograrlo. Y ese Sharps realmente entiende de cometas.

Ella le puso una mano en su brazo.

—Adelante, Tim. Ninguno de los que esta noche han estado aquí ha realizado la mitad de lo que quiere hacer. Tú ya has conseguido tres cuartas partes, y has empezado a obtener el resto.

El la miró y pensó que si se casara con ella su madre soltaría un gran suspiro de alivio. Pertenecía a una clase limitada de mujeres todas las cuales parecían conocer a su hermana Jill. Habían ido al este para estudiar en la universidad, y a Nueva York en vacaciones. Habían roto las mismas reglas, no temían a sus madres, eran hermosas y temibles. El impulso sexual de un muchacho adolescente era demasiado poderoso, demasiado fácil de torcer y reprimir. Convertía la belleza de una mujer joven en una llama, y cuando a la llama se unía una total confianza en sí misma... una muchacha como cualquiera de las amigas de Jill podría ser algo temible para un chico que jamás había creído en sí mismo.

Joyce no era temible, porque no era lo bastante bonita.

Ella frunció el ceño.

—¿En qué estás pensando?

Oh, no, no podía responder a aquella pregunta.

—Recordaba muchas cosas.

¿Acaso le habían dejado deliberadamente a solas con Joyce? Desde luego, ella se había quedado después de que todos los demás se marcharan. Si él ahora diera un paso...

Pero no tenía valor para hacerlo. O, se dijo a sí mismo, la amabilidad necesaria. Joyce era elegante, sí, pero uno no se acuesta con un jarrón de cristal de Steuben. Se levantó y fue al grabador de vídeo.

—¿Quieres ver algunas de las otras escenas?

Ella vaciló un momento. Le miró atentamente y luego, con idéntico cuidado, vació su vaso y lo dejó sobre la mesita.

—Gracias, Tim, pero será mejor que me vaya a dormir. Mañana tengo mucho trabajo.

Se despidió sonriente, y Tim pensó que su sonrisa era un poco forzada.

El torbellino estaba intolerablemente atestado. Masas de todos los tamaños se arremolinaban, curvando el espacio en una compleja topología que cambiaba sin cesar. Los satélites y planetas interiores estaban llenos de cicatrices: cráteres bajo las atmósferas de la Tierra y Venus, desnudos muros circulares y lagos helados de magma extendidos de un lado a otro en las superficies de Marte, Mercurio y la luna de la Tierra.

Aquí existía incluso la posibilidad de huida. Los campos de gravedad alrededor de Saturno y Júpiter podían arrojar de nuevo un cometa hacia el frío y la oscuridad. Pero Saturno y Júpiter estaban mal colocados, y el cometa continuó cayendo, acelerando, hirviendo.

¡Hirviendo! Bolsas de sustancias químicas volátiles estallaron y arrojaron chorros de polvo y cristales de hielo. Ahora el cometa se movía en una nube radiante que podría haberlo protegido del calor, pero no lo hizo, sino que la niebla captó la luz del sol a través de millares de kilómetros cúbicos y la reflejó de nuevo sobre la cabeza del cometa desde todas direcciones.

El calor en la superficie del núcleo fue absorbido hacia el interior. Más bolsas de gas se rompieron y actuaron como toberas de maniobras en una nave espacial, lanzando la cabeza del cometa a un lado y a otro. Las masas tiraban de él al pasar, perdido, ciego, cayendo... El cometa moribundo cayó más allá de Marte, invisible dentro de una nube de polvo y cristales que tenía el mismo tamaño de Marte.

En la Tierra, un telescopio lo descubrió como un punto difuminado cerca de Neptuno.

MARZO: INTERLUDIOS

Ninguno de los astronautas caminó sobre roca lunar sólida, porque en todos los lugares a los que fueron había «suelo» bajo sus pies. La presencia de esta capa de polvo se debe a que la Luna ha sido bombardeada por meteoritos a lo largo del tiempo geológico. Los continuos impactos han pulverizado de tal manera la superficie que han creado una capa residual de cascotes rocosos de varios metros de espesor.

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