Larry Niven - El martillo de Lucifer

Здесь есть возможность читать онлайн «Larry Niven - El martillo de Lucifer» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1983, ISBN: 1983, Издательство: Acervo, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

El martillo de Lucifer: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «El martillo de Lucifer»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Cuando EL MARTILLO DE LUCIFER, el cometa gigante, chocó contra la Tierra, hizo pedazos la civilización. Los días felices habían terminado. Estaban viviendo el fin del mundo. Los terremotos eran tan fuertes que no podían medirse con la escala de Ritcher. Las olas marinas alcanzaban alturas incalculables. Las ciudades se convirtieron en océanos, y los océanos en nubes. Era el principio de la nueva Edad del Hielo. Y el final de los gobiernos, los planes, los hospitales y el derecho. Y sobre ellos, igual que otro martillo del demonio, la más terrible selección del hombre hecha por el hombre que jamás se había producido.

El martillo de Lucifer — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «El martillo de Lucifer», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

La casa destacada por su tamaño entre todas aquellas casas notablemente grandes. Mark pulsó el timbre de la puerta de entrada, que fue abierta al instante por un hombre joven de largos cabellos y fino bigote, el cual miró los bastos pantalones de Mark, sus botas y las grandes cajas marrones que había dejado en el porche.

—No necesitamos nada —le dijo.

—No vendo nada. Soy Mark Czescu, de la NBS.

—Oh, perdone. Suele venir toda clase de gente a vender cosas. Pase, por favor. Me llamo George y ayudo en la casa. —Levantó una de las cajas—. Cómo pesa.

—Sí —convino Mark, mirando a su alrededor. Había cuadros, un telescopio, globos de la Tierra, Marte y la Luna, estatuillas de cristal, piezas de cristal de Steuben, recuerdos de viajes. La sala había sido dispuesta como para una representación teatral, con los sofás de cara al receptor de televisión—. Debe haber sido muy duro mover todo esto.

—Desde luego. Deje la caja ahí. ¿Se trata de algo complicado?

—No, si uno entiende de grabadores de vídeo.

—Yo debería entender —dijo George—. Soy estudiante de teatro, de la UCLA. Pero todavía no hemos cursado esas técnicas. Usted podría enseñarme.

—¿Va usted a manejarlo esta noche?

—No, tengo un ensayo, El pato salvaje, con un buen papel. El señor Hamner lo hará.

—Entonces le enseñaré a él.

—En ese caso tendrá que esperar. Aún no ha llegado a casa. ¿Le apetece una cerveza?

—Me irá muy bien. —Mark siguió a George a la cocina, una estancia grande con cromo brillante y fórmica por doquier. Tenía dos picas, dos hornos de gas y dos cocinas económicas. Un largo mostrador exhibía bandejas de canapés cubiertos con papel de celofán. Había también una mesa y estantes con libros de cocina, las últimas novelas de acción de Travis McGee y Un actor se prepara de Stanislavski. Sólo las novelas y el libro de Stanislavski mostraban signos de haber sido usados—. Hubiera pensado que Hamner buscaría para que le ayudara a un estudiante de astronomía...

—El chico anterior lo era —dijo George mientras sacaba latas de cerveza del frigorífico—. Se peleaban mucho.

—Así que Hamner lo despidió.

—No, lo envió a su centro en las montañas. A Hamner le gusta pelear, pero no cuando está en casa. Es fácil trabajar para él. Tengo televisor en color en mi habitación y puedo usar la piscina y la sauna.

—Vaya, esto es una bicoca. —Mark tomó un sorbo de cerveza—. Aquí deben celebrarse fiestas cada dos por tres.

George se rió.

—Qué va. Sólo hay fiestas cuando traigo a compañeros de reparto. O parientes, como esta noche.

Mark miró a George cuidadosamente: el fino bigote, los finos rasgos del actor. Le acometió un súbito pensamiento.

—¿Hamner es marica o algo por el estilo?

—No, por Dios —replicó George—. No. Lo que ocurre es que no sale mucho. Le busqué un ligue con la segunda actriz de nuestra última obra. Una buena chica, de Seattle. Hamner salió con ella un par de veces y luego, nada. Irene dijo que fue cortés y un perfecto caballero hasta que estuvieron solos. Entonces se abalanzó sobre ella.

—Ella debió haberse abalanzado a su vez.

—Eso es lo que le dije, pero no lo hizo. —George inclinó la cabeza a un lado—. Vaya, ya ha llegado el señor Hamner. Reconozco el ruido del motor.

Tim Hamner se dirigió a la puerta lateral y entró en el pequeño apartamento que consideraba su hogar. Era la parte de la casa que le parecía más cómoda, aunque utilizaba todo el edificio. A Hamner no le gustaba su casa. Había sido elegida por los administradores del dinero de su familia a causa de su valor de reventa, y se notaba. Aquel lugar proporcionaba a Hamner mucho espacio para exhibir las cosas que coleccionaba, pero no parecía un hogar.

Se sirvió un whisky y se dejó caer en un sillón, colocando los pies en un taburete a juego. Se sentía bien tras haber cumplido con su deber. Había asistido a una reunión de directores, escuchado todos los informes y felicitado al presidente de la empresa por los beneficios del trimestre. Tim tenía una inclinación natural a dejar que quienes les gustaba jugar con el dinero lo hicieran, pero un primo suyo había perdido toda su fortuna de esa manera. Nunca estaba de más hacer saber a los directivos financieros que uno miraba por encima de su hombro.

Pensar en la reunión le hizo recordar a la secretaria de la oficina, que había charlado animadamente con Tim antes de la reunión, pero cuando la invitó a cenar al día siguiente ella adujo una cita. Tal vez era cierto que estaba citada con alguien. Había sido muy cortés, pero le había rechazado. Tal vez, pensó, tal vez debía haberle pedido que salieran el viernes, o la próxima semana. Pero si ella le hubiera dicho que no, entonces no habría tenido duda de la razón de su negativa.

Oyó que George hablaba con alguien en la sala de estar y se preguntó quién podría ser. George no le molestaría hasta que saliera de aquel lugar. Aquello era lo bueno de su casa: podía disponer del pequeño apartamento para él solo. Entonces recordó que el visitante debía ser el hombre de la NBS, el cual traería las escenas cortadas, las que a Tim le gustaban pero que no saldrían en el documental. Se levantó entusiasmado y empezó a cambiarse de ropa.

Penelope Wilson llegó cerca de las seis. Jamás respondía al diminuto Penny. Su madre había insistido en que no lo hiciera. Al verla a través de la mirilla de la puerta, Tim Hamner recordó que también había renunciado a Penelope y utilizaba sólo su segundo nombre, el cual no podía recordar.

«Sé valiente», pensó. Abrió la puerta y, sin ocultar su desconcierto, espetó a la muchacha:

—¡Rápido! ¿Cuál es tu segundo nombre?

—Joyce. Hola, Tim. ¿Soy la primera en llegar?

—Sí. Vaya, estás muy elegante —observó él, ayudándola a quitarse la chaqueta.

La conocía desde siempre, es decir, desde la escuela primaria. Penelope Joyce había asistido a la misma escuela preparatoria de niñas que la hermana de Tim y media docena de primas. Ella era la más fea, con su ancha boca, su mandíbula demasiado cuadrada y una figura de la que lo más amable que podría decirse es que era robusta. Pero en la universidad había empezado a mejorar.

Aquella noche estaba realmente elegante. Su cabello era largo y ondulante, y estaba muy bien arreglado. El corte de su vestido era impecable, y de un color y textura suaves a la vista. Tim sintió deseos de tocarlo. Había vivido con su hermana lo suficiente para saber que conseguir aquel efecto debía costar mucho tiempo, aun cuando él no tuviera la menor idea de cómo lo hacía.

Tim deseó que la aprobación de la muchacha fuera total. Esperó mientras ella inspeccionaba su sala de estar, preguntándose por qué no la había invitado hasta entonces. Finalmente, ella le miró con una expresión que no había vuelto a ver en ella desde los tiempos escolares, cuando ella se erigió en juez de toda moral.

—Es bonita esta habitación —aprobó, y a continuación soltó una risita tonta que dio al traste con su pose.

—Me alegro de que te guste. En serio, me alegro mucho.

—¿De veras? ¿Tan importante es mi opinión? —dijo ella, bromeando todavía con las expresiones faciales de su infancia.

—Sí. Dentro de unos minutos toda la maldita familia estará aquí, y la mayoría de ellos no han visto este lugar. Tú piensas como ellos, así que, si a ti te gusta, a ellos también les agradará.

—Ya. Creo que me merecía eso.

—Eh, no quería decir...

Ella le interrumpió con su risa. Tim le alargó un vaso y se sentaron.

—He estado pensando... —dijo ella en tono meditativo—, ¿por qué me has pedido que venga esta noche cuando hace al menos dos años que no nos vemos?

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «El martillo de Lucifer»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «El martillo de Lucifer» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Отзывы о книге «El martillo de Lucifer»

Обсуждение, отзывы о книге «El martillo de Lucifer» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x