Hal Clement - Cerca del punto critico

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Cerca del punto critico: краткое содержание, описание и аннотация

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Oculto por las eternas tinieblas de su espesa atmósfera. Tenebra era un planeta hostil, un lugar con una gravedad aplastante, con 370 grados de temperatura, con una corteza en perpetuo cambio sobre la que flotaban gigantes gotas de lluvia.
A pesar de ello… allí había vida, vida inteligente.
Durante más de veinte años, científicos terrestres estudiaron a sus habitantes desde un laboratorio en órbita... y habían encontrado un medio de entrenar y educar a un grupo de ellos.
¡Luego ocurrió lo inesperado! Una joven terrestre y el hijo de un poderoso e iracundo diplomático extraterrestre quedaron encerrados en un batiscafo que flotaba hacia la mortal superficie del planeta.
¡Solo los primitivos tenebritas podían rescatarlos!

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—Hay una cosa que debería haberte llamado la atención, Nick —dijo Racker cuando ya se habían ido.

—¿Cuál, Fagin?

—Vieron la luz al sur de su área de investigación. Ello sugiere que la orilla de este mar se curva hacia el oeste cuando sigue hacia el sur; dado que las cuevas de Swift están en la misma dirección, es muy probable que estén mucho más cerca de la costa de lo que creíamos. Quizá por ello Swift pudo encontrar la nave tan pronto.

—Puede ser —admitió Nick.

—Pareces dudar. ¿Dónde está el fallo del razonamiento?

—Cazé con la gente de Swift durante varios días y cubrí con ello mucho territorio por los alrededores de sus cuevas sin encontrar el mar ni oír ninguna mención de él. Me parece difícil creer que las luces de tu nave perdida puedan ser vistas a cien millas, y para que fuera cierto lo que dices, habría que reconciliar ambos hechos.

—Humm, es un punto que debería haber considerado. Esa luz puede requerir más información. Bueno, ya sabremos más cuando lleguen John y Nancy.

—Lo haremos —dijo Nick—, si queda allí alguna luz que pueda verse. Voy a regresar para sujetar un flotador que acabamos de encolar en la estructura. Estoy seguro de que algo constructivo saldrá de eso —se marchó a hacer lo que dijo y Raeker se dedicó a escuchar. En ese momento no creyó sacar ningún provecho pensando.

Con dos cazadores más, la balsa progresó con más rapidez de la esperada. La zona del nuevo campamento no estaba tan esquilmada de caza como la del antiguo poblado y no se tardaba más en conseguir las pieles que en tratarlas. Una boya tras otra fueron rápidamente atadas en su lugar, poniendo una en cada esquina para conseguir el equilibrio… Nick y Betsey se mostraron muy cuidadosos con eso. Transcurrida gran parte de la tarde ya se habían atado tantas que no se trataba de averiguar cuál era la siguiente esquina sino de encontrar un lugar todavía no ocupado…; la estructura estaba virtualmente repleta de ellas. Nadie trató de calcular el resultado de su estabilidad. Si alguien pensó en ese problema, lo pospuso por ser algo más fácil de comprobar empíricamente.

El trabajo no dejó de tener interrupciones. Tenían que comer, guardar el ganado y recoger fuego para la noche. El ganado ayudó en el «astillero» proveyendo de cuero sin necesidad de ir de caza, pero ello suponía a veces una lucha que era menos ventajosa. En numerosas ocasiones fueron flotadores los que atacaron al ganado.

Los atacantes eran bastante inteligentes, o al menos aprendían rápidamente a evitar las situaciones peligrosas. También eran cosas que volaban lentamente —recordaban, como dijo Easy, a las medusas de su mundo por la forma de movimiento—, de forma que al poco tiempo de estar en algún lugar determinado, cuando ya habían muerto cierto número de ellas, las supervivientes aprendían a dejar el ganado en paz. Nick y sus compañeros pensaban que esto se cumpliría en aquel campamento; pero en una hora, cuando la tarde ya estaba avanzada, los pastores se enfrentaron a cuatro de ellas. La situación era inusual y dolorosa: aunque un lancero competente podía derribar con bastante seguridad a uno de estos flotadores, era casi imposible hacerlo sin sufrir el contacto de sus tentáculos, cuya longitud y naturaleza venenosa no eran suficientemente contrarrestados por la lentitud del vuelo.

La atención de todos los miembros del grupo se dirigía a este peculiar estado de cosas y hasta se llegó a suspender el trabajo con la balsa mientras se discutía el problema. Era natural que algún flotador proveniente de otras zonas entrase en el área, pero cuatro en una hora ya era demasiada coincidencia. Las crestas de los del grupo escudriñaron el cielo en un esfuerzo por encontrar una explicación, pero la corriente hacia el suroeste era muy débil a esta distancia del volcán para poder ser sentida, y mucho menos vista. Durante el día el cielo de Tenebra carece de rasgos que puedan detectar algo como un movimiento lento y general de flotadores, y el movimiento individual de éstos no servía de ninguna ayuda para el caso. En consecuencia, la existencia de viento no se descubrió hasta la caída de la lluvia.

Cuando ello se produjo la balsa parecía terminada, por cuanto no se podía ver dónde poner más flotadores. Nadie sabía, sin embargo, cuánta gente aguantaría; se había planeado llevarla al océano cuando regresaran los otros y comprobarlo experimentalmente.

Sin embargo, al encender los fuegos vieron que la lluvia no caía directamente hacia abajo. Era el mismo fenómeno que habían observado John y Nancy la noche anterior, complicado por la falta de una causa conocida. Tras algunas discusiones, Nick decidió encender tres fuegos extras hacía el noroeste de las defensas usuales, compensando el consumo extra de combustible por el procedimiento de dejar un número igual de fuegos en el lado opuesto del anillo exterior sin encender. Un poco más tarde los puso un poco más al noroeste, pues ninguna gota venía en esa dirección ni siquiera cuando se hubieron establecido las corrientes de convección del campo. Informó de ello a Fagin.

—Lo sé —contestó el profesor—. Lo mismo está ocurriendo en donde está la nave, según Easy. Las gotas se inclinan notablemente en la zona de tierra. Me gustaría que ella tuviera algún medio de decir la dirección; podríamos saber si la costa se desliza hacia el este o si la lluvia se mueve realmente en una dirección diferente. Cualquiera que sea el hecho nos sería de utilidad conocerlo.

—Supongo que ella no podrá sentir ningún viento.

—No dentro de la nave. ¿Puedes tú?

—Un poco, ahora que el movimiento de las gotas demuestra su existencia. Lo sentí más en los alrededores de los fuegos cuando nos fuimos de las cuevas. Pero creo que se está haciendo más fuerte.

—Si llegas a estar más seguro de eso no dejes de informarme —contestó Raeker—. Te tendremos informado de cualquier cosa que pase en el otro extremo y que pueda tener relación con el fenómeno —el uso que Raeker hacía del «nosotros» se ajustaba a la realidad; las salas de observación y comunicación estaban llenas de geólogos, ingenieros y otros científicos. La noticia de que Tenebra estaba proponiendo el primer misterio en década y media se había esparcido con rapidez por toda la nave y las hipótesis circulaban con rapidez.

Easy estaba dando una fascinante y fascinada descripción de los acontecimientos que rodeaban al batiscafo; pues aunque ella y su compañero ya habían visto la lluvia nocturna, se encontraban por primera vez en un lugar desde el que podían observar su efecto sobre el nivel del mar. La orilla estaba a la vista y la forma en que el mar se levantaba de ella mientras el agua se unía al ácido sulfúrico fumante era algo que los niños no habían visto. Mirar a la cercana costa era desconcertante; mientras el batiscafo ascendía con la subida del nivel del mar, éste penetraba con facilidad tierra adentro con su superficie ascendente. Así continuó hasta que la densidad del mar era muy baja para que flotara la nave: incluso entonces algún golpe ocasional les indicaba que el movimiento no había cesado.

—No puedo ver nada más, papá —gritó Easy finalmente—. Tenemos que dejar de dar información. Además me estoy durmiendo. Despertadnos si es necesario.

—De acuerdo, Easy —Rich respondió en nombre de Raeker—. Nada, excepto el viento, ocurre ahora en el campamento de Nick, y el viento tiene más de sorprendente que de crítico —la niña apareció brevemente en la pantalla, les dio las buenas noches a todos y desapareció; el estrecho rostro de Aminadorneldo le siguió y luego la estación se detuvo durante toda la noche.

Como es natural, la atención se centró en la sala de observación, desde donde podía verse la superficie de Tenebra. Pero nada ocurría. El robot, como era usual, estaba situado en medio de un círculo de fuego bastante desequilibrado con cuatro de los nativos a su alrededor… no de modo uniforme esa noche; tres de ellos se agrupaban en el lado noroeste mientras que el cuarto ocupaba las tres cuartas partes restantes del círculo. La razón se comprobaba fácilmente a los pocos minutos de observación; por cada hoguera que se apagaba en donde estaba el solitario, doce le seguían en el noroeste. Continuamente tenía que adelantarse alguien a reavivar uno o dos de los fuegos de ese lado. Ocasionalmente desaparecía uno de los fuegos del anillo interior —cuando una segunda gota caía muy pronto a través del espacio que había quedado sin protección por el efecto de la primera—. Sin embargo, no parecía haber ningún peligro real; ninguno de los nativos se había desvanecido ni sus formas de actuar mostraban alguna excitación.

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