Crockerman apagó su cigarro a medio fumar.
—Regreso a Washington mañana por la mañana, señor Hicks. Me gustaría que usted viniera conmigo. Usted también, señor Gordon. Señor Feinman, comprendo que usted no podrá acompañarnos. Tiene una importante cita médica en Los Angeles.
—Sí, señor presidente.
—Entonces, si no le importa, después de su tratamiento…, y mis sinceros deseos de que todo vaya bien en él, me gustaría que recomendara usted a un grupo de científicos para que se entrevisten con el Huésped, efectúen un interrogatorio más extenso… Eso no suena bien, ¿verdad? Hacer más preguntas. Ese equipo será nuestro enlace con los científicos australianos. Carl, me gustaría que arreglara usted con los australianos el que uno de sus investigadores volara a Vandenberg e interviniera en esas sesiones.
—¿Vamos a compartir con los australianos entonces, señor? —preguntó Rotterjack.
—Creo que es el único enfoque racional.
—¿Y si se muestran reluctantes a compartir nuestra idea de la seguridad?
—Treparemos el muro cuando lleguemos a él.
Un joven de aspecto cansado con un traje gris entró en el comedor y se acercó a Rotterjack. Le tendió al asesor científico un trozo de papel y retrocedió unos pasos, clavando nerviosamente los ojos en torno a la mesa. Rotterjack leyó el papel, las arrugas en torno a su boca y en su frente se hicieron más profundas.
—El coronel Phan nos envía un mensaje —dijo—. El huésped murió a las dieciocho horas de esta tarde. Phan realizará una autopsia a medianoche. Se solicita que el señor Feinman y el señor Gordon asistan a ella.
Hubo un largo silencio en torno a la mesa.
—Señor Gordon, puede ir usted, y luego, por favor, acuda a Washington tan pronto como le sea posible —dijo Crockerman. Depositó su servilleta junto a su plato, echó hacia atrás su silla en la cabecera de la mesa y se puso en pie. Parecía muy viejo a la tenue luz del comedor—. Esta noche me retiraré pronto. El día ha sido agotador, y todavía queda mucho en que pensar. David, Carl, por favor, asegúrense de que el señor Hicks se encuentre cómodo.
—Sí, señor —dijo McClennan.
—Y, Carl, asegúrese de que el personal de aquí se da cuenta de lo mucho que apreciamos sus servicios pese a los inconvenientes que les hemos causado.
—Sí, señor.
AAP/UK Net, 8 de octubre de 1996; Woomera, Iglesia Local de Nueva Australia:
El reverendo Brian Caldecott ha proclamado que los extra-terrestres australianos son unos «patentes fraudes». Caldecott, conocido desde hace mucho por sus feroces arengas contra toda forma de gobierno, y por conducir a sus discípulos a un regreso al «Jardín del Edén», que afirma que estuvo localizado en su tiempo en las inmediaciones de Alice Springs, acudió a Woomera con una caravana de treinta Mercedes-Benz blancos para efectuar un mitin esta tarde. «Esos “alienígenas” son el intento del Partido del País de engañar a todos los ciudadanos del mundo, y convertir al gobierno australiano, bajo el primer ministro Stanley Miller, en el centro de un gobierno mundial, lo cual, por supuesto, deploro.» La cruzada de Caldecott sufrió un retroceso en sus relaciones públicas el año pasado cuando se descubrió que estaba casado con tres mujeres. La iglesia de Nueva Australia declaró inmediatamente que la bigamia era un principio religioso, agitando aún más un guiso legal que ya estaba bastante inestable.
8 de octubre, 12:15 A.M.
El coronel Tuan Anh Phan, con un traje con casco blanco y respirador incorporado, estaba de pie junto a dos ayudantes vestidos del mismo modo en la cámara de aislamiento anteriormente ocupada por el Huésped y ahora por su cadáver. Harry Feinman entró en la estancia enfundado en su propio traje y avanzó con una cierta torpeza junto a los otros. Con cuatro personas en la habitación, y el equipo traído para la autopsia, quedaba muy poco espacio para maniobrar. Arthur se sentó en el laboratorio al otro lado del cristal y observó.
El Huésped estaba tendido de espaldas en la mesa central, ahora elevada un metro por encima del suelo. Su larga cabeza estaba extendida en toda su longitud, con la «barbilla» paralela al sobre de la mesa. Tenía los cuatro miembros extendidos, retenidos contra la elasticidad natural mediante correas de plástico.
Phan indicó con un gesto de su mano enguantada en plástico las tres videocámaras detrás de sus placas protectoras de plástico.
—Empezamos a las doce y diecisiete minutos A.M. del ocho de octubre de 1996. Soy el coronel Tuan Anh Phan, y voy a iniciar la autopsia del espécimen biológico extraterrestre encontrado cerca del Valle de la Muerte, California. El espécimen, llamado también el Huésped, murió a las ocho y cincuenta y ocho P.M. del siete de octubre, en la sala de aislamiento tres del Laboratorio de Recuperación de Emergencia Vandenberg, Centro de Lanzamiento de Transbordadores Seis, Base de las Fuerzas Aéreas de Vandenberg, California.
»No hay evidencias de daños físicos o ningún signo aparente de trauma interno. —Phan tomó un escalpelo de una bandeja que le tendió un ayudante—. Ya recogí muestras de cultivos externos del Huésped cuando estaba vivo. Ahora tomaré muestras de lugares a lo largo de sus miembros y de su cuerpo y cabeza para ver si los microorganismos terrestres han empezado a multiplicarse en sus tejidos externos. —Utilizando el escalpelo para rascar la piel, y torundas para recoger las muestras, efectuó su tarea. Cada torunda era metida en un tubo que era cerrado herméticamente—. Como pueden ver, el cuerpo no exhibe señales de lividez, ni por supuesto de descomposición o cambio, externo o interno. —Phan alzó un miembro superior—. Hay elasticidad, pero no rigidez. De hecho, la única prueba visible de muerte es la falta de movimiento y la no reacción a los estímulos.
»No hay señales de actividad eléctrica dentro del cráneo del Huésped, o en ninguna otra parte de su cuerpo. Como sea que tal actividad existía antes, solamente podemos suponer que esto es otra indicación de su muerte. El Huésped no se ha movido en diez horas y treinta y un minutos. Doctor Feinman, ¿está usted de acuerdo en que el Huésped está ahora muerto, según todas las mediciones que podemos efectuar?
—Estoy de acuerdo —dijo Harry—. No hay reflejos. El cuerpo del Huésped mostraba previamente una tensión viva cuando era tocado. En su actual estado, no se evidencia ninguna tensión.
—Evidentemente, esto entra más en la naturaleza de una disección exploradora que de una auténtica autopsia —prosiguió Phan, con voz débil—. Ya hemos realizado un examen completo del Huésped a través de medios externos, incluidos los rayos X, los ultrasonidos y las imágenes por Resonancia Magnética Nuclear. Hemos localizado diversas formas que pueden ser órganos, ciertas cavidades pequeñas, algunas llenas de fluidos y otras aparentemente vacías, dentro del Huésped, y utilizando esas imágenes como mapas —señaló con un escalpelo varias hojas de papel colgadas en la parte exterior de las ventanas de observación— investigaré más directamente el interior del Huésped.
»La estructura ósea torácica del Huésped difiere sustancialmente de la nuestra. Parece estar hecha de una serie de espinas, en el sentido puercoespino del término, conectadas con articulaciones flexibles de colágeno, todo ello envolviendo la cavidad interna. No hay pulmones huecos. De hecho, hay pocos huecos de ninguna clase.
Phan clavó el escalpelo a lo largo de una pronunciada cresta que recorría a todo lo largo el «pecho», y reveló una limpia superficie verde grisácea con el brillo de las baldosas de un cuarto de baño. Los cortados bordes de la piel tenían un color verde azulado ligeramente cobrizo.
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