—¿Pero no me dijiste que los tratamientos de Morel ayudaban a Regulo?
—Cierto. Sin ellos habría muerto hace años. Morel se estaba acercando, pero todavía no había descubierto la solución. Aunque sí otra cosa: la manera de inducir progeria en seres humanos. En Atlantis pudo producir una raza de Duendes, pequeños, de breve vida, y controlados completamente por él.
Se hizo un largo silencio. Anson estaba asqueado y no tenía ganas de hablar.
—¿Criaba a los Duendes para estudiar la enfermedad? —preguntó por fin.
—Peor que eso —la cara de Rob había perdido el color—. ¿Recuerdas que los llamaba Expes? Eran animales experimentales. Morel podía inducir la enfermedad en un Duende. Cuando vi el laboratorio, algunos estaban sanos, el grupo de control, y los otros sufrían de Cancer pertinax . ¿Cuál es el animal ideal en un laboratorio si se quiere encontrar un tratamiento que dé los mismos efectos secundarios que provocaría en un ser humano?
Anson no dijo nada.
—El mejor animal de laboratorio es otro ser humano —dijo Rob, respondiendo su propia pregunta—. Por eso Morel criaba a los Duendes, ésa era la única razón de su existencia. Podía tener una generación completa en apenas dos años. Y Regulo lo sabía.
Anson miraba por la ventana, reacio a mirar a Rob a los ojos.
—Tenías razón, Rob —exclamó—. En realidad, habría preferido no saberlo jamás. Ahora entiendo por qué parecías quince años más viejo cuando llegaste a la Tierra. ¿Estás seguro de que Regulo lo sabía?
Rob asintió.
—Seguro. Ojalá pudiera sentir por Regulo lo que sentía por Morel. Sabes, yo quería a Regulo. En cierto sentido, fue lo más cercano a un padre que he tenido en mi vida. No sé si tuvo algo que ver con la muerte de mi padre y mi madre, y creo que prefiero no enterarme nunca. Pero estoy seguro de que Regulo sabía lo que Morel hacía con los Duendes. Su enfermedad lo había hecho cruzar un límite. ¿Recuerdas que Senta nos habló de sus «ganas de vivir»? Regulo no quería morir. Había llegado a un punto en el que era capaz de cualquier cosa para seguir viviendo, de cualquier cosa.
—Pero, ¿por qué Morel hacía todo eso? Él no tenía la enfermedad de Regulo, no ganaba nada con esos experimentos.
—No conociste a Morel. Si había algo por lo que estaba dispuesto a dar la vida era por Caliban. Ése era el experimento importante para él. No creo que jamás haya pensado en los Duendes como otra cosa que útiles animales para experimentar. Quizá creyera que Regulo no iba a aceptar la idea, pero una vez puesta en práctica, debían guardar el secreto.
—De modo que no fue sugerencia de Regulo, él carecía de los conocimientos médicos —Anson se restregaba pensativo el puente de la nariz—. Pero supongo que aceptar algo así es casi tan grave como sugerirlo. ¿No estás de acuerdo?
—No necesariamente —Rob miró a Anson con fijeza—. Esa pregunta no es de tu estilo, Howard. ¿Adónde quieres llegar?
—He oído todo lo que has explicado sobre Atlantis. Parte de la historia no me parece racional. Quiero que admitas otra posibilidad, Rob —Anson, traicionando una emoción que Rob Merlin no había visto antes, tamborileaba nervioso con los dedos sobre el marco de la ventana—. ¿No es posible que Corrie también conociera esos experimentos? Ha vivido mucho tiempo en Atlantis y estaba muy cerca de todo lo que sucedía allí.
—Te escucho, Howard. No tienes por qué ser tan cauto —Rob suspiró—. Yo pensé lo mismo, hace mucho. Apenas regresé del laboratorio, después de que Caliban mató a Morel, encontré a Corrie con Regulo. Me habían dejado solo durante cuatro horas, y no pude evitar pensar en lo que había estado haciendo Morel durante tanto tiempo. La única respuesta que tenía sentido era una que no me gustaba nada: Morel estaba discutiendo con Regulo qué hacer conmigo. Corrie pudo haber estado allí durante la conversación.
—No lo creo, Rob. Estás insinuando que Corrie y Regulo estuvieron de acuerdo en que Morel debía matarte.
—No he dicho eso, y no creo que sea la verdad. Ésa fue una decisión de Morel, en contra de las órdenes de Regulo. Regresaría al estudio y le diría a Regulo que yo lo había atacado. Alegaría defensa propia. Creo muchas cosas de Darius Regulo, pero no puedo creer que quisiera matarme.
Anson no dijo nada, pero su expresión hacía innecesarias las palabras.
—Lo sé —soltó Rob—. Caramba, Howard, necesito alguna ilusión. Si estoy equivocado, jamás lo sabremos. Regulo ha muerto. No podremos preguntarle nada. ¿Has averiguado si Corrie es de verdad hija de Regulo?
—Eso es lo que me hizo sospechar. Lo es, sin duda. Pero te dijo que no. ¿Por qué? —Anson comenzó a caminar por la habitación, alisando con las manos arrugas imaginarias en las solapas—. ¿Por qué no quería admitir que Regulo era su padre?
—Puedo darte dos razones. Tú eliges. No quería que la asociaran con Regulo porque le molestaba mucho que la gente pudiera pensar que se acogía al privilegio de ser su hija para alcanzar el éxito en Empresas Regulo. O deseaba apartarse de él porque sabía lo que Regulo había hecho y no podía soportar la idea. Hay una tercera posibilidad, pero ésta me gusta menos aún.
—Quería que tú pensaras que ella no tenía ningún lazo fuerte que la atara a Regulo, nada más. Porque conocía los experimentos, y quería que tuvieran éxito, tanto como él.
Rob asintió. Se apoyaba en las almohadas, con los ojos cerrados.
—Ésa es la posibilidad que temo, Howard. ¿Recuerdas otra cosa que descubrimos sobre el Cancer pertinax ? Que tiene una fuerte tendencia a ser hereditario.
Howard Anson se puso rígido.
—¿Piensas que Corrie puede…?
—Estoy casi seguro. Está aún en la primera etapa, pero tiene los primeros síntomas del Cancer pertinax . Obsérvala cuando se toca el tema. Se controla bien, pero se le nota en los ojos. Pasarán años antes de que se adviertan las primeras señales, pero así ocurrió con Regulo.
—¿Te das cuenta de que estás inventando una historia que no es muy consistente? —Anson se había acercado a la ventana y miraba el cielo del Este. Habían salido las primeras estrellas, pero él no las veía. Buscaba a Atlantis, aún a treinta millones de millas de distancia y que se acercaba lentamente desde el Cinturón. Pasarían meses antes de que llegara a la órbita de la Tierra—. Me dijiste que Corrie odiaba a Morel —exclamó por fin—. Ahora sugieres que hasta podía estar recibiendo tratamiento de él.
—Lo sé. ¿Te parece una combinación poco probable?
—De ninguna manera, pero creía que a ti sí. —Anson rió, pero produjo un sonido sin alegría—. Hace mucho que descubrí que la gente es compleja. Casi no hay límite para los niveles de incoherencia que uno puede hallar en una sola persona. Me alegra que tú también lo estés aprendiendo. ¿Qué vas a hacer ahora?
—¿Ahora? —Rob volvió a abrir los ojos. Se encogió de hombros—. Construir más Tallos. Desarrollar más las Hondas, achicar el Sistema Solar. Regulo ha dejado mucho trabajo sin hacer, estaré ocupado toda la vida.
—Estás eludiendo mi pregunta. ¿Qué vas a hacer con Corrie? ¿Qué vas a hacer con Caliban y con los Duendes? El problema son ellos, no la ingeniería. Eso puede solucionártelo Keino.
Rob negó con la cabeza. El silencio se alargó, y fue roto al fin por el ruido de la puerta de la sala contigua al abrirse.
—Senta y Corrie —dijo Rob—. Howard, creo que todavía no tengo respuestas. Según los Laboratorios Antigeria, se puede tratar la progeria de los Duendes hasta un punto tal que puedan recuperar casi por completo una vida normal. El Cancer pertinax es otro tema. Hay treinta casos entre los Duendes. Es tanto como en el resto del Sistema. Deberemos iniciar un programa sistemático, un programa legal, para buscar una cura. En cuanto a Caliban, dímelo tú. ¿Qué se hace con una nueva inteligencia, una vez que se la ha creado?
Читать дальше