Aunque la mayoría de israelíes considera la actividad de estos hombres poco más que irritante, algunos se toman muy en serio sus palabras y aseguran que son los responsables de la sequía que vienen sufriendo Israel y el resto de Oriente Próximo los últimos diecisiete meses. Sus seguidores creen que uno de ellos, aquel al que llaman rabí Yochanan -Juan en hebreo-, es nada menos que el mismísimo apóstol Juan del Nuevo Testamento cristiano, quien, a pesar de no aparentar más de cincuenta y tantos años, tiene de hecho más de dos mil. El otro hombre, que se dice venido, como lo hizo Juan Bautista antes que él, «con el espíritu y el poder de Elías», es un antiguo rabino jasídico llamado Saul Cohen. Al igual que el sumo sacerdote de Israel, Chaim Levin, Cohen fue uno de los seguidores del rabino neoyorquino Menachem Scheerson. Cohen fue repudiado por la comunidad judía hace casi veinte años, cuando empezó a pregonar que Jesús era el Mesías judío.
Juan y Cohen, ataviados con túnicas de sayal o tela de saco, proclaman por las calles de los pueblos y ciudades de Israel su mensaje sobre la ira de Dios contra la Tierra. A su aspecto descuidado se suma el hecho conocido de que apenas se lavan y de que acostumbran a cubrirse la cabeza de ceniza y hollín, igual que en la antigüedad lo hacían quienes estaban de duelo. A pesar de la insistencia de la prensa, se niegan a conceder entrevistas y en su lugar recitan sin fin sus amenazas.
Los miembros del KDP, cuyo número al parecer se eleva exactamente a ciento cuarenta y cuatro mil, se han convertido en una constante molestia para el resto de compatriotas israelíes y también para los turistas, y se les acusa de ser los principales responsables de la caída del ya debilitado sector turístico del país. Estas personas se dedican a abordar a sus confiadas víctimas, las acusan de actos o pensamientos que su secta considera inmorales, y luego proceden a amenazar con la maldición eterna a quienes no muestren arrepentimiento. Incluso se han atrevido a asaltar con su arenga al sumo sacerdote Levin.
Aunque la pertenencia al KDP parece que se limita a hombres judíos solteros, el grupo cuenta con numerosos seguidores. A los miembros se les puede identificar fácilmente por la caligrafía hebrea de color rojo que lucen en la frente. En Israel son muchos los que opinan que los KDP poseen poderes psíquicos, y la mayoría afirma que los que les abordaron poseían información personal muy detallada sobre sus vidas. Al ser entrevistados, los miembros han probado ser en su mayoría muy poco cooperativos y han preferido hacer una demostración de sus poderes adivinatorios sobre el que suscribe este artículo.
Fuentes internas del KDP, no obstante, aseguran que el grupo cree que los tan difamados Albert Faure, embajador de Naciones Unidas, y el general Charles Brooks son la imagen espiritual del primero y el segundo de los «jinetes del Apocalipsis», a los que hace referencia el libro del Apocalipsis del Nuevo Testamento. El hambre, que ha provocado la muerte de millones de personas, se dice que representa al tercer jinete, mientras que el cuarto podría estar representado simbólicamente por los diecisiete meses de guerra que culminaron en el devastador intercambio nuclear.
Según las proclamaciones de los dos líderes del KDP, los sucesos que profetizan recaerán sobre las gentes de la Tierra porque la humanidad «se ha negado a respetar las leyes de Dios y a aceptar la compasión de Dios». Dicen que la razón de que el castigo anunciado provenga del cielo es que en lugar de adorar al «Dios verdadero», los hombres han adorado al Sol, la Luna y las estrellas; lo que aparentemente hace referencia a la astrología.
En caso de cumplirse sus profecías sobre la colisión de un asteroide contra la Tierra, no sería la primera vez que ocurre algo así. Muchos científicos aseguran que fue precisamente el impacto de un asteroide el causante de la extinción de los dinosaurios a finales del periodo cretácico, hace sesenta y cinco millones de años. Según la doctora Jean Spring, que participa en el programa Palomar Planet-Crossing Asteroid Survey, del Observatorio de Mount Palomar, en Estados Unidos, existen varios miles de asteroides cuyas órbitas se cruzan con la terrestre. De entre ellos, aproximadamente novecientos cincuenta son de un kilómetro o más de diámetro. No obstante, la doctora se ha apresurado a añadir que las probabilidades de que un asteroide de gran tamaño impacte contra la Tierra en los próximos dos millones de años son extremadamente reducidas.
Cuando empezaron a aparecer los primeros miembros del KDP en Israel, la policía arrestó a cientos de ellos bajo cargos de alteración del orden. Pero las cárceles no tardaron en llenarse. Según fuentes del gobierno israelí, la policía ha intentado arrestar a los dos líderes de la secta, pero a pesar de contar con la ayuda del servicio de información israelí, han sido incapaces de infiltrarse en las filas del KDP. Ambos han salido ya a la luz, pero la policía sigue sin poder arrestarles debido a la asombrosa habilidad que tienen de esfumarse tan pronto se acerca la policía o, incluso, la secreta.
Una vez Decker hubo terminado de leer el último párrafo, Christopher se levantó de su asiento y se acercó a una de las estanterías con libros.
– Escucha esto -dijo mientras regresaba a su butaca con un libro encuadernado en piel en la mano. Era una Biblia.
Y el primero dio un toque de trompeta. Y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y se les lanzó a la tierra; la tercera parte de la tierra se abrasó, la tercera parte de los árboles se abrasó, y toda [la] hierba verde se abrasó.
Y el segundo ángel dio un toque de trompeta. Y [algo] como un gran monte envuelto en fuego fue lanzado al mar: la tercera parte del mar se convirtió en sangre, murió la tercera parte de los seres vivos que [había] en el mar, y la tercera parte de las naves quedó destruida.
Y el tercer ángel dio un toque de trompeta. Y cayó del cielo una estrella grande, ardiendo como una antorcha: cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de las aguas (el nombre de la estrella es «Ajenjo»), [2]y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y de los hombres murieron muchos debido a las aguas, porque se habían vuelto amargas.
Y el cuarto ángel dio un toque de trompeta. Y repercutió en la tercera parte del sol, y la tercera parte de la Luna y la tercera parte de las estrellas, de forma que la tercera parte de ellos se oscureció, el día perdió la tercera parte de su luz, y la noche lo mismo. [3]
– Esto suena espantosamente parecido a lo que Juan y Cohen predicen -concluyó Christopher pasando de página.
– ¿Me estás diciendo que todo eso aparece en la Biblia? -preguntó Decker.
– Sí, en el libro del Apocalipsis -contestó Christopher-. Pero no es todo, hay más.
«Y haré que mis dos testigos profeticen durante mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio». Éstos son los dos olivos y los dos candelabros que están ante el Señor de la tierra; y si alguno quiere hacerles daño, de la boca de ellos saldrá fuego y devorará a sus enemigos; y si alguno quisiera hacerles daño, tendrá que sucumbir así. Éstos tienen el poder de cerrar el cielo para que no caiga lluvia durante los días de su ministerio profético, y tienen poder sobre las aguas, para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda clase de plagas siempre que quieran. [4]
– ¿Entonces todo lo que predicen se cumplirá? -preguntó Decker visiblemente preocupado.
– Creo que es posible que tengan el poder para hacer que se cumpla -repuso Milner-. Es a lo que me refería aquella mañana en el vestíbulo del hotel de Jerusalén.
Decker miró a Christopher y advirtió como de repente se le torcía el gesto con una mueca de dolor.
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