Pulsó IMPRIMIR y una hoja empezó a rodar. —Y presta atención al lenguaje corporal de Dirección. Si da golpecitos sobre la mesa con el dedo, es que tienes problemas.
Me tendió el resumen. Se parecía sospechosamente a sus cinco objetivos para todo, lo que significaba que posiblemente funcionaría.
—Y no lleves eso —señaló mi falda y mi bata—. Se supone que hay que vestir informal.
—Gracias. ¿Crees que lo conseguiré?
—¿Tratándose de una investigación con animales vivos? ¿Bromeas? La Barbie Novia Romántica es la que lleva la redecilla de rosas —dijo—. Oh, y Bethany la quiere con el pelo castaño.
MAH-JONG (1922–1924)
Juego norteamericano de moda inspirado en el antiguo juego chino de los tejos. Según lo jugaban los norteamericanos, era una especie de cruce entre el rummy y el dominó: se construían murallas y luego se derribaban, y se «capturaba la Luna desde el fondo del mar». Había gritos entusiastas de «¡Pung!» y «¡Chow!», y mucho castañeteo de piezas de marfil. Los jugadores se vestían con túnicas orientales (a veces, si no tenían claro el concepto de China, eran kimonos japoneses) y tomaban té. Aunque fue reemplazado por la locura de los crucigramas y el bridge, el mah-jong continuó siendo popular entre las matronas judías hasta los años sesenta.
No había incluido todas las variables. Era cierto que Dirección valora el papeleo más que nada, aparte de la beca Niebnitz.
Apenas había empezado mi discurso en el blanco despacho alfombrado de Dirección cuando sus ojos se iluminaron.
—¿Sería un proyecto interdisciplinar? —dijo.
—Sí. Análisis de tendencias combinado con vectores de aprendizaje en mamíferos superiores. Y hay ciertos aspectos de la teoría del caos…
—¿Teoría del caos? —dijo él, dando un golpecito con el dedo sobre la cara mesa de teca.
—Sólo en el sentido de que se trata de sistemas no-lineales que requieren un experimento diseñado —contesté apresuradamente—. Pondríamos el énfasis principal en la difusión de información entre los mamíferos superiores, de los cuales las tendencias humanas son un subconjunto.
—¿Experimento diseñado? —dijo él, ansioso.
—Sí. El valor práctico para HiTek sería comprender mejor cómo se difunde la información en las sociedades humanas y…
—¿Cuál era su campo original? —cortó él.
—La estadística. Las ventajas de utilizar ovejas en vez de macacos son…
Y nunca llegué a terminar porque Dirección se había puesto ya en pie y me estrechaba la mano.
—Ése es exactamente el tipo de proyecto sobre el que se basa GRIS. Disciplinas científicas interrelacionadas; poner en práctica la iniciativa y la cooperación para crear nuevos paradigmas de trabajo.
Habla con acrónimos, pensé maravillada, y casi me perdí lo que dijo a continuación.
—… exactamente el tipo de proyecto que busca el Comité de Becas Niebnitz. Quiero que este proyecto se inicie de inmediato. ¿Cuándo puede tenerlo preparado y en marcha?
—Yo… esto… —tartamudeé—. Tenemos que hacer una investigación de base sobre la conducta de las ovejas. Y están las regulaciones sobre animales vivos, que tendrán que ser… Él agitó una mano.
—Nosotros nos ocuparemos de ese problema. Quiero que usted y el doctor O'Reilly se concentren en ese pensamiento divergente y esa sensibilidad científica. Espero grandes cosas —estrechó mi mano, entusiasmado—. HiTek va a hacer todo lo que podamos para encontrar atajos y poner en marcha este proyecto inmediatamente. Y lo hizo.
Se redactaron permisos, se sorteó el papeleo, y las aprobaciones para investigar con animales vivos llegaron casi antes de que yo pudiera bajar a Biología y decirle a Bennett que habían dado luz verde al proyecto.
—¿Qué significa «en marcha inmediatamente»? —dijo él, preocupado—. No hemos hecho ninguna investigación de base sobre la conducta de las ovejas, sobre cómo interactúan, qué habilidades son capaces de adquirir, qué comen…
—Tenemos tiempo de sobra —dije yo—. Hablamos de Dirección, ¿recuerdas?
Otro error. El viernes Dirección me llamó para darme otra vez carta blanca y me dijo que los permisos habían sido concedidos y los experimentos con animales vivos aprobados.
—¿Puede usted tener aquí las ovejas el lunes?
—Veré si el propietario puede lograrlo —dije, esperando que Billy Ray no pudiera.
Pudo, y lo hizo, aunque no las trajo en persona. Estaba asistiendo a un seminario virtual sobre ranchos en Lander. Envió en su lugar a Miguel, que llevaba un aro en la nariz, sombrero Aussie, auriculares, y no tenía ninguna intención de descargar las ovejas.
—¿Dónde las quiere? —dijo en un tono que me dio ganas de mirar debajo del ala del sombrero Aussie para ver si tenía una i en la frente.
Le mostramos la puerta del corral, y él suspiró pesadamente, movió marcha atrás el camión hasta más o menos chocar con ella, y luego se quedó apoyado contra la cabina del camión, tan tranquilo.
—¿No va a descargarlas? —dijo Ben por fin.
—Billy Ray me dijo que las trajera —respondió Miguel—. No dijo nada de descargarlas.
—Tendría que conocer a nuestra encargada del correo —le dije—. Obviamente, están ustedes hechos el uno para el otro.
Él se echó hacia delante el sombrero.
—¿Dónde vive?
Bennett había dado la vuelta al camión y estaba levantando la barra que cerraba la puerta.
—No saldrán todas corriendo a la vez y nos arrollarán, ¿no? —dijo.
No. Las treinta ovejas quedaron plantadas en el borde del camión, balando y con aspecto aterrorizado.
—Vamos —insistió Ben—. ¿Crees que están demasiado arriba para saltar?
—Saltaron un precipicio en Lejos del mundanal ruido —dije yo—. ¿Cómo pueden estar demasiado arriba?
Sin embargo, Ben extrajo una tabla de madera para improvisar una rampa, y yo fui a ver si el doctor Riez, que había hecho un experimento equino antes de pasarse a los gusanos, tenía un ronzal para prestarnos.
Tardó una eternidad en encontrar uno, y supuse que cuando volviera al laboratorio ya no haría falta, pero las ovejas seguían agazapadas en la parte trasera del camión.
Ben parecía frustrado, y Miguel, de pie en la parte delantera del camión, se mecía al ritmo de algo que los demás no podíamos oír.
—No vendrán —dijo Ben—. He intentado llamarlas, y silbarles, y asustarlas.
Le tendí el ronzal.
—Tal vez si conseguimos que una baje la rampa, las demás la sigan —dijo. Cogió el ronzal y subió por la rampa—. Quítate de en medio, por si salen de estampida.
Extendió la mano para colocar el ronzal en la cabeza de la oveja más cercana, y hubo una estampida, desde luego.
Hacia el fondo del camión.
—Tal vez puedes coger una y traerla —dije yo, pensando en la cubierta del libro de los ángeles, donde aparecía un ángel descalzo que sostenía un cordero perdido—. Una pequeña.
Ben asintió. Me tendió el ronzal y subió la rampa, moviéndose despacio para no asustarlas.
—Shh, shh —le decía en voz baja a un corderito—. No te haré daño. Shh, shh.La oveja no se movió. Ben Se arrodilló y pasó los brazos por debajo de las patas del animal y lo alzó. Se dirigió hacia la rampa.
El ángel, claramente, había drogado al cordero con cloroformo antes de cogerlo.
El animal pataleó con las cuatro patas en cuatro direcciones distintas, agitándose como un loco y empujando con el hocico la barbilla de Ben, que se tambaleó; entonces el cordero se giró y le pateó el estómago. Ben lo dejó caer de un golpe y el animal se lanzó al centro del camión, balando histérico.
El resto de las ovejas le siguió.
Читать дальше