Ted Dekker - Negro

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Nada es como parece cuando se estrellan los sueños y la realidad.
Huyendo de sus agresores por callejones abandonados, Thomas Hunter apenas se escapa yéndose al techo de un edificio. Luego una bala silenciosa de la noche roza su cabeza… y su mundo se vuelve negro. De la negrura surge la asombrosa realidad de otro mundo, un mundo donde domina el mal. Un mundo en el que Thomas Hunter se enamora de una mujer hermosa. Pero luego se acuerda del sueño en el que lo perseguían por un callejón mientras extiende su mano para tocar la sangre en su cabeza.? ¿Dónde termina el sueño y comienza la realidad? Cada vez que se queda dormido en un mundo, se despierta en otro. Pero en ambos, le aguarda un desastre catastrófico… quizás incluso sea causado por él.

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– Te deberías despertar rapidísimo -habló Kara-. ¿Te sientes bien?

Ella se refería a las drogas. Sedantes seguidos por suficiente cafeína para despertar a un caballo, si él recordaba bien.

– Shuppon -arrastró la palabra; tragó una pileta de saliva y lo volvió a decir, concentrándose en su pronunciación-. Supongo.

Sentía la cabeza como si se le hubiera parado encima un rinoceronte.

– Aquí, bebe esto -ordenó Kara, pasándole un vaso de agua.

Tom bebió un largo sorbo y aclaró la garganta. La niebla empezó a despejarse de su mente. Este podría ser un sueño, o ese podría ser un sueño, pero en el momento no quería pensar en eso.

– ¿Y? -preguntó Kara, poniendo el vaso a un lado.

– ¿Y qué?

– ¿Soñaste?

– No sé -pronunció, mirando alrededor del espacio, desorientado-. (Estoy soñando ahora?

Estiró la mano y topó a Kara en la frente con la palma. ¿Qué estás haciendo? -cuestionó ella.

– Sólo chequeando. Para ver si mi mano pasa por tu cabeza, como en un sueño. Supongo que no.

»Por favor, satisfáceme. Por todo lo que he hecho por ti durante años, hazme este único favor: Finge que este no es un sueño. Y que fue un sueño cualquier cosa que pasó por tu cabeza mientras dormías.

«Estoy durmiendo ahora».

– Thomas, ¡basta!

– ¡Está bien! -exclamó él, intentando erguirse, llegó a mitad de camino, y se volvió a sentar-. Pero no es fácil, ¿sabes?

– Sin duda que no -aseguró ella, se levantó, recogió el vaso y se dirigió a la cocina-. El hecho es que no te enteraste de nada de parte de las blancas y velludas criaturas en el bosque colorido, ¿verdad? Sugiero que empecemos de nuevo pensando seriamente en salir de este lío en que nos metiste.

– El ganador fue Volador Feliz. Es. Será… lo que sea.

Kara parpadeó una vez. Dos veces. Tom sabía que había tenido éxito.

– ¿Ves? -manifestó él-. Yo no tenía idea de quién era Volador Feliz porque ni siquiera me mostraste qué caballos estaban en la carrera. Nunca había oído el nombre hasta hoy. No hay forma de que hubiera imaginado eso. Pero las historias han registrado que un caballo llamado Volador Feliz ganará hoy el Derby de Kentucky.

Ella agarró bruscamente el periódico del mesón y miró la página deportiva.

– ¿Cómo lo deletreas?

– ¿Debería saberlo? No lo leí, Michal me lo dijo. No seas…

– Volador Feliz no es uno de los favoritos -anunció ella mirando el periódico-. ¿Cómo sabes siquiera ese nombre?

– Te lo dije, no lo sabía. Esta vez Kara no discutió.

– La carrera será dentro de cinco horas. No sabemos aún que él ganara.

– La carrera se corrió hace mucho tiempo, en la antigua Tierra, pero puedo entender tu inquietud con esa clase de pensamientos.

La verdad es que hasta él se sentía lleno de inquietud con esa clase de pensamientos.

– ¡Esto es absolutamente increíble! ¿Estás de veras consiguiendo en tus sueños realidades acerca del futuro como si fueran historia?

¿No te lo dije hace una hora?

.-.-Cuánto tiempo estuviste allí? ¿Qué más me puedes decir?

– ¿Cuánto tiempo? Quizá, ¿qué, cuatro, cinco horas?

– Pero sólo dormiste media hora. ¿Qué más supiste?

.-Nada. Excepto lo que dije acerca de la variedad Raison.

Por un instante quedaron frente a frente en perfecta calma. Kara agarró el resto del periódico y lo hojeó ruidosamente.

– ¿Qué más averiguaste acerca de la variedad Raison? -exigió saber ella, examinando la historia de la compañía farmacéutica francesa.

– Nada. No pregunté nada acerca de…

– Bueno, tal vez debiste hacerlo. Tuviste el valor para preguntar por una carrera de caballos. Si este virus va a acabar con mil millones de personas, debería haber supuesto que tendrías el aplomo para preguntar al respecto.

– Así que ahora empiezas a escuchar -enunció Tom, logrando esta vez ponerse de pie.

Miró alrededor y palpó el vendaje que tenía sobre el oído derecho. Se lo quitó y palpó la herida. Extraño.

– Kara.

– Aquí dice que Farmacéutica Raison funciona casi exclusivamente sólo en las afueras de Bangkok donde su fundador, Jacques de Raison, dirige la nueva planta de la compañía. Se espera que su hija, Monique de Raison, quien también está encargada del desarrollo de drogas nuevas, haga el miércoles el anuncio en Bangkok.

– ¡Kara!

– ¿Qué? -preguntó ella, levantando la mirada.

– ¿Puedes…? -preguntó yendo hacia ella, sintiendo aún la marca en el cráneo-. ¿Es normal esto?

– ¿Es normal qué?

– Se siente… no sé. No puedo sentirla.

Kara le retiró la mano, extendió el cabello con sus dedos, y retrocedió, con el rostro pálido.

– ¿Qué es? -la enfrentó Tom. Ella miró, demasiado aturdida para contestar.

– Ha desaparecido -comentó Tom-. Yo tenía razón. Esta era una herida abierta hace ocho horas, y ahora ha desaparecido, ¿no es cierto?

– Esto es imposible -expuso Kara. En realidad, parecía un poco absurdo.

– Te lo estoy diciendo, Kara. Esto es real. Quiero decir real de verdad. Un temblor le había venido a los dedos de Kara.

– Está bien.

Tom se pasó los dedos por el cabello. La mafia de la ciudad de Nueva York aún andaba a la caza de él, pero la variedad Raison era la verdadera amenaza aquí, ¿correcto? Cualquiera que fuera la razón, y cualquiera que fuera el recurso, ahora poseía conocimiento de proporciones más críticas. Por qué él, un vagabundo filipino de tercera cultura, con trabajo eventual en Java Hut, aspirante a actor de Magic Circle, y novelista inédito, no tenía idea. Pero el significado de lo que sabía comenzaba a desarrollarse en su mente.

– Está bien -repitió, bajando el brazo-. Quizá podamos detenerlo.

– ¿Detenerlo? Estoy teniendo dificultades para creerlo, peor aún para detenerlo.

– Bangkok -indicó Tom.

– ¿Qué vamos a hacer en Bangkok y qué sentido tiene? ¿Irrumpir en las instalaciones Raison?

– No, pero no podemos quedarnos sencillamente aquí.

– Tenemos que hablar con alguien acerca de esto -aseguró ella deteniéndose y yendo al mostrador de la cocina.

– ¿Quién?

– CDC. Los Centros para el Control de Enfermedades. La oficina central está en Atlanta.

– ¿Y decirles qué? -curioseó Tom-. ¿Que una criatura peluda me dijo que la variedad Raison iba a acabar con medio mundo?

– Eso es lo que estás diciendo, ¿o no? ¿Que esta vacuna Raison va a mutar y a matarnos a todos como a un montón de ratas? ¡Todo el asunto es absurdo!

– Así es esto -dijo él frotándose la cicatriz en la cabeza.

Los ojos de Kara se fijaron en el sitio en que la bala le había rasguñado la cabeza a Tom menos de diez horas antes. Le miró la sien por un momento prolongado y luego se dirigió al teléfono.

– Tenemos que decírselo a alguien.

Él se aseguró a sí mismo que la frustración de Kara no estuviera dirigida más a él que a la situación.

– Está bien, pero no se lo puedes contar a algún tinterillo en los CDC pidió Tom-. Quedarás como una chiflada.

– ¿Quién entonces? ¿El comisario local? -cuestionó ella mientras revisaba la lista que había colocado frente al directorio telefónico, encontró el número y marcó.

Tom pasó al lado de ella y se fue hacia el directorio. El roush afirmó que la variedad Raison llevó al «Gran Engaño». Ahora su mente estaba totalmente involucrada en el problema.

– ¿Y si sé esto porque se supone que lo debo detener? -inquirió Tom-. Pero ¿quién en realidad tendría el poder para detenerlo? ¿Los CDC? Más me parece el FBI, la CÍA o el Departamento de Estado.

– Créeme, solamente le parecerá un absurdo tanto al Departa…

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