– No sé, padre. Tal vez tengo la mente llena de gusanos. Como los mestizos.
El muchacho resolló por las fosas nasales y apaciguó a su impaciente caballo.
– Lo que sí sé es que ya no puedo seguir a un hombre que se siente justificado poniendo a su propio hijo en subasta por el bien de su círculo.
– Y sin embargo Elyon hizo lo mismo.
– ¡Entonces Elyon debería regresar al cielo al que pertenece!
– ¡Basta! -exclamó Jamous mirándolos-. Los dos. Estamos en territorio enemigo. Las hordas están allá afuera. Y Eram. Por lo que sabemos, en este mismo instante nuestro enemigo nos está observando.
– ¿Enemigo para quién? -objetó Samuel, lanzándole a Thomas una dura mirada-. Parece que mi propia gente piensa de mí como su enemigo. Los mestizos recibirían con agrado a un guerrero como yo.
– No seas ridículo -rebatió Thomas-. Tu ego está lleno de contusiones, pero te presentaré como un héroe cuando regresemos. El círculo te abrazará como a un hijo perdido durante mucho tiempo.
Pero Samuel ya se estaba quitando la ropa del sacerdote.
– ¿Por cuánto tiempo? ¿Hasta que me atreva a volver a decirte la verdad? -preguntó, haciéndolos a un lado y alejando luego su caballo.
– No puedes hablar en serio -desafió Mikil-. ¿Qué albino tonto se uniría a los eramitas?
– El albino tonto que sabe que todos los mestizos fueron albinos una vez, guardianes del bosque, despreciados por las hordas tanto como ustedes -replicó Samuel girando en la silla-. El hijo de Thomas Hunter se volverá a unir a los guardianes del bosque.
Thomas estaba tan desconcertado por lo que su hijo estaba sugiriendo que no pudo contestar. Elyon acababa de salvar al muchacho, ¿y ahora Samuel, cubierto en sangre horda, le volvería la espalda al círculo y uniría fuerzas con Eram? El joven lo había pensado detenidamente. Un hombre desnudo sería menos peligroso para los eramitas que uno vestido como sacerdote de las hordas.
El chico debió haber planeado esto. Él y su banda. Ellos lo estaban esperando.
– ¡Samuel! ¿Te esperan?
Sin volverse, su hijo puso al caballo a todo galope, se introdujo en el desfiladero del que acababan de salir y galopó al norte, hacia la tierra de los eramitas.
Mikil y Jamous parecían tan perdidos como Thomas. Esto… esto tenía que ser un farol. Las aguas verdes de Elyon acababan de salvar al muchacho, ¡por el amor de Elyon! El joven estaba jugando con ellos para anotarse un punto.
No, Thomas. Vetas venir esto.
– No, esto no. Rebelión, sí. Un espíritu fuerte como el del mismo Thomas, predispuesto a toparse con el peligro, sí. ¿Pero traicionar su propia sangre? ¡Nunca! dio a entender eso -contestó Mikil.
Y Thomas supo que ella tenía razón. Se quedó sentado en el caballo y miró hacia el vacío horizonte, tratando de negarse a creer. Su hijo se había ido.
Por unos instantes, la mente le dio vueltas alrededor de pensamientos vacíos. De haber estado solo habría caído del caballo y llorado en la arena. Pero las hordas los estaban persiguiendo, el círculo esperaba, y…
Thomas soltó las riendas, cerró los ojos, y se esforzó por respirar tranquilo. ¿Qué estaba ocurriendo? Durante la noche debió enfrentar la muerte de su hijo, ¿y habían sobrevivido solo para sufrir esto?
– Samuel está fanfarroneando -opinó Mikil, revocando su posición anterior.
Lo dijo solo para darle esperanza a Thomas, pero falló míseramente.
Samuel tenía razón; todo estaba arruinándose. El final se acercaba. Ba'al sabía algo que ellos desconocían; el sujeto había pedido a los shataikis que salieran de su escondite y saciaran su deseo con más que la propia sangre del sumo sacerdote.
Envíame de nuevo al otro mundo donde enviaste al elegido a través de los libros perdidos…
Thomas abrió los ojos. ¿Qué sabía Ba'al acerca de ese otro mundo?
El elegido. ¿Podrían ser ciertos los rumores de los siete libros originales de historias? ¿Se habían perdido de veras? ¿Había un camino hacia el otro mundo a través de esos libros? ¿Y qué pasaría si Ba'al o Qurong tuvieran los libros en este momento?
– Lo que quiera que estés pensando, no estoy segura de que me guste -declaró Mikil-. He visto antes esa mirada.
– He perdido a mi hijo ante los mestizos. ¿Esperas que me ría?
– No me refería a ira o tristeza
Nadie más que Chelise podía desentrañarlo como Mikil. Juntos habían atravesado las puertas del infierno.
– ¿A qué entonces? -exigió saber Thomas. -A esa mirada distante -explicó Mikil.
Thomas miró a lo lejos e intentó pensar detenidamente en alguna estrategia. Nada le vino a la mente.
– No sé qué hacer -confesó él-. Me siento como si me hubiera estado golpeando la cabeza contra un muro de piedra.
– Entonces querrás tratar de hacer algo más -terció Jamous.
– En el pasado…
Thomas dejó que el pensamiento se desvaneciera, atormentando a Mikil.
– No, otra vez eso no, por favor -pidió ella captando la idea.
– ¿Tienes una idea mejor? A lo que me refiero es a que cuando me hallaba al borde de mí mismo, entonces la respuesta siempre me esperaba.
– En tus sueños -analizó Mikil.
– Algo así.
– Pero tus sueños ya no funcionan. No de ese modo.
– ¿No deberíamos estar buscando un rumbo hacia la seguridad? -cuestionó Jamous exhalando. El líder del círculo le hizo caso omiso. Mikil sabía mucho más que Jamous acerca de los sueños de Thomas. Ella había conocido una vez a una de las mujeres de esos sueños. Monique. Monique de Raison, de la variedad Raison. Santo Dios. Hasta pensar en esas épocas en que él podía ir y volver con la facilidad del sueño… le pareció ofensivo ahora. Perfectamente absurdo.
Envíame de nuevo al otro mundo… El pulso de Thomas se elevó a un paso firme.
– Eso no significa que el otro mundo no exista. O que yo no sea el único elegido para saltar la brecha.
Mikil lo miró con sus ojazos verdes bien abiertos. Pero no protestó. Y lo haría si no estuviera al menos considerando la idea.
– ¿Eres ahora el elegido? -indagó ella.
– Mi hijo tenía razón en algo: Hay mucho que no comprendemos -replicó Thomas después de encoger los hombros.
El líder del círculo miró hacia el norte. Ya no se veía a Samuel. Se había ido con ira en el corazón y amargura en la lengua. No había manera de deshacer eso aquí. Las respuestas que él buscaba se hallaban en algún otro sitio. Quizás en las historias.
En la mente de Thomas crecía rápidamente la urgencia de recuperar esta última década, durante la cual ni una sola vez había encontrado una forma de volver al otro mundo. Miró a Mikil.
– No puedes negarlo, Mikil. Monique vino a ti. Sabes que el otro mundo es real.
Sin respuesta.
– Si hubiera un modo de volver…
– No lo hagas.
– ¿Tengo alternativa?
– No hay manera de volver. Y sí, a menos que dejes de respirar, siempre tienes una alternativa.
– Opino que podría haber una forma; y creo que tengo la obligación de hallarla si la hay.
– Esto es una locura.
– ¡Se trata de quién soy! -insistió él-. Este es mi camino de búsqueda. Thomas señaló hacia el sur.
– ¡Tú viste a Ba'al! Está en contacto con el mundo de las tinieblas. Traerá de vuelta a este dragón que devorará a la novia de Elyon. Esto es solo el comienzo.
– Entonces el círculo te necesita.
– Y tú viste la mirada en los ojos de Qurong. Ba'al es tan enemigo de él como Eram. Te lo estoy diciendo, Mikil, el mundo se está dirigiendo hacia un momento decisivo diferente a cualquiera que hayamos visto.
– Siempre hemos sabido eso.
– ¡Pero es ahora! -gritó, y su caballo se desvió ante el sonido.
Читать дальше