Kim Robinson - Marte rojo

Здесь есть возможность читать онлайн «Kim Robinson - Marte rojo» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Город: Barcelona, Год выпуска: 1996, ISBN: 1996, Издательство: Minotauro, Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.

Marte rojo: краткое содержание, описание и аннотация

Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Marte rojo»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.

Siglo XXI. Durante eones, las tormentas de arena han barrido el estéril y desolado paisaje del planeta rojo. Ahora, en el año 2026, cien colonos, cincuenta mujeres y cincuenta hombres, viajan a Marte para dominar ese clima hostil. Tienen como misión la terraformación de Marte, y como lema: “Si el hombre no se puede adaptar a Marte, hay que adaptar Marte al hombre”. Espejos en órbita reflejarán la luz sobre la superficie del planeta. En las capas polares se esparcirá un polvo negro que fundirá el hielo. Y grandes túneles, de kilómetros de profundidad, atravesarán el manto marciano para dar salida a gases calientes. En este escenario épico, habrá amores y amistades y rivalidades, pues algunos lucharán hasta la muerte para evitar que el planeta rojo cambie.

Marte rojo — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком

Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Marte rojo», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.

Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

John se alejó de la multitud, en dirección este, hacia Cherno. Apagó el intercom. El cielo era rosado, más intenso que nunca, con un toque de púrpura en el cénit. Todo el mundo en la Colina Subterránea se estaba volviendo loco. Muchos no habían visto nunca el sol en Marte, y se sentían sin duda como si hubieran pasado toda la vida en la Gran Tormenta. Ahora ya había terminado, y vagaban bajo el sol borrachos de luz: resbalaban en el hielo rosa a diestra y siniestra, peleaban con bolas de nieve amarilla, ascendían por las escarchadas pirámides. Cuando John los vio, se volvió y él mismo subió los escalones de la última pirámide para echar un vistazo a las hondonadas y peñascos alrededor de la Colina. Estaban cubiertos por una capa de sedimentos y escarcha, aunque por lo demás no habían cambiado. Activó la frecuencia común, pero volvió a apagarla… la gente en el interior aún gritaba pidiendo trajes, y los de fuera no les prestaban ninguna atención. Había pasado una hora desde la salida del sol, gritó alguien, aunque a John le costaba creerlo. Sacudió la cabeza; las voces roncas y el recuerdo del cuerpo en la cama impedían que se sintiera realmente contento por el fin de la tormenta.

Al fin regresó dentro y entregó el traje a un par de mujeres que peleaban por ponérselo. Bajó al centro de comunicaciones y llamó a Sax al Mirador de Echus. Cuando dio con él lo felicitó por haber presagiado el fin de la tormenta.

Sax descartó el comentario con un movimiento brusco de la mano, como si eso hubiera ocurrido años atrás.

—Han subido el Amor 2051B —anunció.

Se trataba del asteroide de hielo que querían poner en órbita marciana. Impulsado por unos cohetes, entraría en una trayectoria similar a la del Ares, y sin escudo de calor, el aerofrenado lo consumiría. Todo parecía ideal para una MOI con un tiempo de llegada estimado en unos seis meses. Ésas eran las noticias importantes, pareció decir Sax con el parpadeo y la calma de costumbre. La Gran Tormenta era historia.

John tuvo que reírse. Pero entonces pensó en Yashika Mui y se lo contó todo a Sax porque quería que también la celebración de alguien más se estropeara. Sax sólo parpadeó.

—Juegan cada vez más fuerte —dijo por último. Enfadado, John se despidió y cortó.

Vagó de nuevo por las bóvedas, perturbado por una feroz y encontrada mezcla de emociones positivas y negativas. Regresó a la habitación, tomó un omegendorfo y uno de los nuevos pandoros que Spencer le había dado, y salió al patio central del cuadrante y se paseó entre las plantas, todas pequeñas, engendradas en la tormenta, que se estiraban hacia las lámparas del techo. El cielo era aún de color rosado, oscuro y luminoso a la vez. Muchos de los que habían salido primero ya habían vuelto y estaban en el patio entre las hileras de cultivos, festejándolo. Se encontró con unos pocos amigos, algunos conocidos, extraños la mayoría. Regresó a las cámaras a través de salas repletas que a veces lo vitoreaban cuando entraba. Si aullaban «¡Discurso!» el tiempo suficiente, se subía a una silla y decía algo, sintiendo dentro las endorfinas; el recuerdo del hombre asesinado hacía que los efectos fueran impredecibles. En ocasiones se mostró bastante vehemente, y nunca sabía qué iba a decir hasta que lo soltaba. Vimos a John Boone borracho perdido , comentarían, el día que acabó la Gran Tormenta. Perfecto, pensó, que digan lo que se les antoje. Además, instalado ya en la leyenda, había dejado de importar lo que hacía.

En una sala había una multitud de egipcios, no sufíes, sino musulmanes ortodoxos— que hablaban todos al mismo tiempo y bebían tazas de café, borrachos de cafeína y de sol; las sonrisas destellaban bajo los bigotes. Por una vez parecían cordiales, hasta complacidos de verlo allí. Eso lo reconfortó, y dejándose llevar por el impulso del día, les dijo:

—Miren, somos parte de un nuevo mundo. Si no vivimos de acuerdo con la realidad marciana nos convertiremos en una especie de esquizofrénicos, con el cuerpo en un planeta y la mente en otro. Ninguna sociedad así escindida podría funcionar mucho tiempo.

—Bien, bien —dijo uno de ellos con una sonrisa—. Tiene que entender que ya hemos viajado antes. Somos un pueblo viajero. Pero allí donde estemos, el hogar de nuestra mente es siempre la Meca. Podríamos volar al otro extremo del universo y seguiría siendo así.

Nada que contestar a eso; una honestidad tan directa era mucho más decente que todo lo que había ocurrido esa noche. Asintió y dijo:

—Entiendo. Comprendo.

Compara eso con la hipocresía occidental, donde la gente hablaba de beneficios en las oraciones de la mañana, gente incapaz de articular con claridad una sola de sus creencias; gente que pensaba que los valores eran constantes físicas, y que decía: «Así son las cosas», como Frank tan a menudo.

Así que John se quedó y charló un rato con los egipcios, y cuando los dejó se sentía mejor. Fue de regreso hasta su bóveda, escuchando las ruidosas voces que se derramaban al pasillo desde todos los cuartos; ovaciones, vítores, charla feliz de científicos, estas cosas son tan halófitas que no les gustan las soluciones salinas, «contienen demasiada agua», risas.

Tuvo una idea. Spencer Jackson vivía en la cámara de al lado, salía de allí cuando John entraba de prisa, así que se la contó.

—Tendríamos que reunir a toda la gente posible para una gran celebración del fin de la tormenta. Todos los grupos comprometidos con Marte, ya sabes, o todos los que puedan asistir. Cualquiera que desee estar presente.

—¿Dónde?

—Arriba, en el Monte Olimpo —dijo sin pensarlo—. Quizá Sax pueda decirnos la hora en que caerá el asteroide de hielo; podríamos observarlo desde allí.

—¡Buena idea! —exclamó Spencer.

El Monte Olimpo es un volcán con un cono no muy escarpado en la mayoría de las laderas; la cima se alza sobre una anchura todavía mayor; es 25.000 metros más alto que el altiplano circundante, pero tiene ochocientos kilómetros de ancho, de modo que la media de las pendientes es de seis grados. Sin embargo, alrededor de la circunferencia de esa gran masa hay un acantilado circular de unos 7.000 metros de altura, y ese risco espectacular, dos veces el Mirador de Echus, es en muchos puntos casi vertical. Algunas de estas características ya habían tentado a los pocos escaladores del planeta, pero ninguno había conseguido dominarlas, y para la mayoría de los habitantes seguían siendo sólo un impedimento extraordinario en el camino hacia la caldera de la cumbre. Los viajeros de a pie subían al acantilado por una ancha rampa en el lado norte, donde uno de los últimos flujos de lava había rebasado la piedra. Los areólogos contaban historias de cómo tenía que haber sido: un río de roca fundida de cien kilómetros de ancho, demasiado brillante para mirarlo de frente, que descendió desde una altura de 7.000 metros sobre el altiplano encostrado de lava negra, y que se amontonó creciendo más y más y más… Ese vertido de lava había dejado una rampa con sólo un ligero saliente allí donde desbordó por encima del acantilado; era un ascenso fácil, y al fin un paseo cuesta arriba de unos doscientos kilómetros llevaba hasta el borde de la caldera.

El borde de la cima del Monte Olimpo es tan amplio y llano que aunque permite ver el interior de la caldera y los múltiples anillos, oculta todo el resto del planeta. Mirando hacia fuera sólo se divisa el filo exterior del borde, y después el cielo. Pero en el lado sur hay un pequeño cráter de meteorito, sin otro nombre que denominación en el mapa, THA-Zp. El interior de ese pequeño cráter está algo protegido de la tenue corriente que fluye sobre el Monte Olimpo, y de pie en el arco austral de este reciente y puntiagudo borde, el observador alcanza a ver al fin las pendientes del volcán y luego la vasta y ascendente llanura de Tharsis este, es como observar el planeta desde una plataforma suspendida en el espacio.

Читать дальше
Тёмная тема
Сбросить

Интервал:

Закладка:

Сделать

Похожие книги на «Marte rojo»

Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Marte rojo» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.


Kim Robinson - Flucht aus Katmandu
Kim Robinson
Kim Robinson - Blauer Mars
Kim Robinson
Kim Robinson - Le rêve de Galilée
Kim Robinson
Kim Robinson - Aurora
Kim Robinson
Kim Robinson - Shaman
Kim Robinson
Kim Robinson - Błękitny Mars
Kim Robinson
Kim Robinson - Marte azul
Kim Robinson
Kim Robinson - Marte Verde
Kim Robinson
Kim Robinson - La Costa dei Barbari
Kim Robinson
Отзывы о книге «Marte rojo»

Обсуждение, отзывы о книге «Marte rojo» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.

x