John Darnton - Experimento
Здесь есть возможность читать онлайн «John Darnton - Experimento» весь текст электронной книги совершенно бесплатно (целиком полную версию без сокращений). В некоторых случаях можно слушать аудио, скачать через торрент в формате fb2 и присутствует краткое содержание. Жанр: Фантастика и фэнтези, на испанском языке. Описание произведения, (предисловие) а так же отзывы посетителей доступны на портале библиотеки ЛибКат.
- Название:Experimento
- Автор:
- Жанр:
- Год:неизвестен
- ISBN:нет данных
- Рейтинг книги:5 / 5. Голосов: 1
-
Избранное:Добавить в избранное
- Отзывы:
-
Ваша оценка:
- 100
- 1
- 2
- 3
- 4
- 5
Experimento: краткое содержание, описание и аннотация
Предлагаем к чтению аннотацию, описание, краткое содержание или предисловие (зависит от того, что написал сам автор книги «Experimento»). Если вы не нашли необходимую информацию о книге — напишите в комментариях, мы постараемся отыскать её.
Experimento — читать онлайн бесплатно полную книгу (весь текст) целиком
Ниже представлен текст книги, разбитый по страницам. Система сохранения места последней прочитанной страницы, позволяет с удобством читать онлайн бесплатно книгу «Experimento», без необходимости каждый раз заново искать на чём Вы остановились. Поставьте закладку, и сможете в любой момент перейти на страницу, на которой закончили чтение.
Интервал:
Закладка:
Poco después, la avioneta se ladeó de nuevo y tomó tierra. El tren de aterrizaje golpeó la pista con una fuerte sacudida. El sonido del motor se hizo más agudo, el aparato comenzó a reducir velocidad, giró bruscamente a la izquierda y siguió adelante hasta que el motor, tras toser un par de veces, se detuvo. A continuación se oyeron varios clics y chasquidos, y después pasos que avanzaban por el pasillo en dirección a Skyler. Consciente de que Bryant se hallaba justo frente a él, contuvo la respiración y quedó inmóvil y rígido, con la sangre golpeándole en las sienes. Luego, súbitamente, la lona se estremeció. Skyler se dispuso a saltar contra el ordenanza, y ya estaba reuniendo fuerzas para hacerlo cuando oyó que la portezuela se abría. Tanteó con una mano: la maleta que antes estaba a su lado había desaparecido. Bryant se hallaba ya fuera de la cabina.
Los pasos dejaron de oírse y, al cabo de un rato de silencio, Skyler descendió del aparato y se encontró en el interior de un hangar abierto con techo de metal corrugado. Miró en todas direcciones y no vio a nadie. En las proximidades se alzaba una torre de dos pisos coronada por grandes ventanas cuadradas y por un objeto giratorio redondo. Más allá había un edificio de ladrillo cuyas ventanas reflejaban la luz como espejos, y un estacionamiento de coches semilleno. A la izquierda del chico se alzaba una valla metálica y más allá, un seto, a través del cual era visible una carretera. El calor era infernal.
Echó a correr todo lo de prisa que le permitieron las piernas, saltó la valla como pudo, cortándose en el brazo con las púas de la parte superior, y luego se abrió paso entre el seto. Ya en la carretera, corrió otro trecho y se volvió a mirar. Nadie lo seguía. Aflojó el paso y miró en torno. Había grandes carteles sostenidos por postes. Uno anunciaba Aqualand y mostraba a unos alegres niños descendiendo por un tobogán lleno de agua. Otro era el reclamo de una gasolinera. Al llegar a un cruce se encontró con un cartel en el que, con letras rojas sobre un fondo amarillo, se leía: Venga a comer con nosotros. No se veía a nadie en las inmediaciones. Más tarde apareció la muchacha caminando por la acera, él le pidió ayuda y ella giró sobre sus talones y se alejó corriendo.
Skyler se había pasado dos días vagabundeando por las calles, comiendo de los cubos de basura de los restaurantes y pidiendo limosna a los transeúntes. Nunca en su vida había utilizado monedas y tuvo que aprender a manejarse con ellas. Le creció la barba, el estómago le dolía constantemente, y palideció y se adelgazó de tal modo que tenía aspecto de anacoreta.
Una mañana despertó en un parque, vio el cielo cubierto de negros nubarrones y advirtió que el viento estaba arreciando. Comprendió que se fraguaba una tormenta. Las calles se vaciaron y, en el momento en que comenzaba a llover, apareció un coche policial que lo recogió y lo condujo hasta el refugio para indigentes situado en el sótano de la iglesia.
Resultó que no se trataba de una tormenta, sino de un huracán, y la experiencia fue aterradora. Mientras en el exterior el viento ululaba y la lluvia caía a mares, en el interior del refugio los hombres se peleaban. Había muchos borrachos y ladrones, lo cual asustó a Skyler. Un hombre que hablaba solo hirió a un compañero con un cuchillo y lo expulsaron del refugio. El hombre se marchó mascullando palabrotas. Por la noche, el ocupante del camastro contiguo al de Skyler, le gruñó que su nombre era Smokey y le dijo que debía enrollar sus ropas y dormir sobre ellas para evitar que se las robaran. Skyler comenzaba a preguntarse si Baptiste no habría tenido razón: tal vez el continente no fuera más que una gran cloaca.
Los religiosos que se encargaban del asilo le dieron una camisa y unos pantalones nuevos, e insistieron en que asistiera a los servicios. Le asombró ver un crucifijo sobre el altar. Se mantuvo en silencio, observando con ojos muy abiertos por el pasmo la reverencia con que sus compañeros leían la Biblia. Los himnos, sin embargo, le gustaron.
Sus compañeros le enseñaron a ganarse unos dólares llenando bolsas en los supermercados, desherbando jardines, limpiando ventanas y recogiendo botellas vacías para canjearlas por dinero en la tienda WinnDixie. Consiguió una exigua cantidad de monedas y vivió del cereal del asilo, de sandwiches y de lo que encontraba en los cubos de basura de una hamburguesería próxima.
Durante los dos días siguientes, Skyler y Smokey se unieron a un pequeño grupo de mexicanos y salvadoreños que recogían melocotones. El primer día todos se rieron de él porque le daba terror montar en la plataforma abierta del camión que debía transportarlos.
– Pero… ¿de dónde sales? -gritó el propietario echándose hacia atrás el sombrero de paja con que se cubría-. He visto patanes, pero como tú ninguno.
Cuando el hombre se disponía a marcharse y dejarlo en tierra, Smokey les susurró algo a dos de sus compañeros, y los tres saltaron sobre Skyler y lo subieron al camión. Skyler hizo el traqueteante trayecto sentado en el suelo, entre los cestos y los sacos de arpillera. La huerta se hallaba a bastantes kilómetros de distancia. Smokey le mostró la mejor forma de llevar al hombro una gran escalera blanca, y una joven mexicana que tenía un pulgar atrofiado le enseñó cómo se arrancaban los melocotones de las ramas. A todos los recogedores les dieron tarjetas numeradas. Cuando llenaban un cesto de una fanega, lo llevaban al capataz, quien inspeccionaba la fruta y hacía una perforación en la tarjeta con un sacabocados. A Skyler le humilló que hasta los niños llenaran más cestos que él. Era un trabajo muy fatigoso que producía un fuerte dolor de espalda; la pelusilla de los melocotones se le pegaba a la piel, de forma que cuando se pasaba un brazo por la frente para enjugarse el sudor, notaba como si un millar de diminutas agujas lo pincharan.
Al final del primer día no les pagaron para que a la mañana siguiente tuvieran que volver a la huerta. Al fin, el segundo día el capataz examinó sus tarjetas y, de mala gana, comenzó a repartir billetes. Eran pequeños pero nuevos, y olían a tinta; nadie puso el menor reparo. Smokey cogió tanto su paga como la de Skyler, pero luego se separaron y el hombre estuvo dos días desaparecido. Cuando regresó, apestando a ginebra, sólo le entregó a Skyler doce dólares.
A la mañana siguiente, Skyler se cambió de ropa y caminó cuatro calles hasta Hill Street. Pasó frente a varios locales, el de la Southern Salvage Company, el de una tienda del Ejército y la Marina y el de Currie's Body Shop, hasta que llegó a dos grandes bidones oxidados que servían de base a un alto mástil del que pendía una bandera norteamericana. Al lado, un cartel azul y naranja anunciaba: Hardee's: donde mejor se come en Valdosta. Y debajo, en letras más pequeñas: «Los domingos, coma en el buffet hasta hartarse.» Pero en aquellos momentos únicamente servían desayunos. Cuando regresó, unas horas más tarde, la camarera insistió en ver su dinero antes de permitirle que se sentara, y Skyler tuvo que poner todo su peculio, monedas incluidas, sobre el mostrador. Lo acomodaron en una mesa individual cercana a la puerta de la cocina. Comió vorazmente y regresó al refugio empachado.
Smokey había vivido mucho y le gustaba contar historias en las que él quedaba retratado como un hombre de mundo. Una noche, tumbado en el camastro y con la vista en el techo, le explicó a Skyler:
– ¿Sabes una cosa? En esta ciudad te dan dinero sólo por marcharte. De veras. Si vas a la comisaría, los policías te acompañarán a la estación de autobuses y te comprarán un pasaje para cualquier sitio al que desees largarte. La única condición es que no se te vuelva a ver el pelo por aquí.
Skyler escapaba de la realidad soñando despierto. Por la noche, tras haber engañado al hambre con los sandwiches de mortadela y mantequilla de cacahuete que daban en el refugio, se tumbaba en su camastro, se tapaba los ojos con el antebrazo y se pasaba las horas muertas evocando recuerdos de la isla. Ni siquiera conocía el nombre de ésta, ni dónde se hallaba, y no quería hablarle de ella ni a Smokey ni a nadie.
Читать дальшеИнтервал:
Закладка:
Похожие книги на «Experimento»
Представляем Вашему вниманию похожие книги на «Experimento» списком для выбора. Мы отобрали схожую по названию и смыслу литературу в надежде предоставить читателям больше вариантов отыскать новые, интересные, ещё непрочитанные произведения.
Обсуждение, отзывы о книге «Experimento» и просто собственные мнения читателей. Оставьте ваши комментарии, напишите, что Вы думаете о произведении, его смысле или главных героях. Укажите что конкретно понравилось, а что нет, и почему Вы так считаете.