—Háblame de cuándo volveré a ser rey.
—¿Quieres que te diga eso?
—Acabas de oírmelo decir.
—¡Pero eso es el futuro!
—¿Y?
—Es el futuro, ¿no? Para ti, quiero decir. Sí. Sí, seguro que lo es. ¿Quieres que te diga el futuro?
—¿Por qué no? Puedes decírmelo. Nadie lo sabrá excepto tú y yo.
—Puedo decírtelo, sí. ¿Por qué no debería decírtelo?
—Exacto.
—Puedo decírtelo si creo que debo hacerlo. Puedo decirte cualquier cosa que desees saber.
—Absolutamente.
—No hay nada que me impida decírtelo.
—Correcto —afirmé —. Así que dímelo.
Pero no me lo estaba diciendo. Tan sólo hablaba de decírmelo. Y revoloteaba por la habitación como un papagayo demente. ¡El maníaco hijo de puta! Sentí deseos de lapidarlo. Lapidar un espectro, seguro.
—Es el futuro —dijo —. Se supone que no debemos contarle a la gente su futuro.
—¿Desde cuándo has hecho alguna vez lo que se suponía que debías hacer?
—Tal vez esa regla tenga sentido.
—Oh, vamos, Valerian.
—Pero tal vez tenga sentido.
—Al menos dime lo que está ocurriendo ahí fuera ahora, pues. No hay ninguna regla contra eso.
—¿Quieres decir en el Imperio? ¿En el Reino?
—Sí. Desde que Shandor me arrestó. Lo que ha estado ocurriendo.
—Muchas cosas han estado ocurriendo —dijo. Flotó, cruzando la habitación, y se detuvo en mitad del aire directamente frente a mi nariz, colgando de lado, con los pies casi rozando la dorada pared. Con una voz muy suave dijo —: Nunca creí que pudieras salirte adelante con esto, con esta locura. Ponerte en manos de Shandor. Pensé que era la cosa más estúpida que habías hecho en toda tu vida. Supongo que te debo una profunda disculpa, Yakoub.
—Así que me he salido, ¿eh? ¿Todo ha funcionado bien?
—¿No lo sabes?
Enloquecedor. Siempre jugando a las preguntas y respuestas conmigo.
Era peor que Polarca. Polarca al menos no se ofrecía a decirme nada cuando acudía espectrando, Valerian no tenía ningún tipo de escrúpulos. Las reglas no significaban nada para él. La única regla que le había importado seriamente alguna vez en su vida era la que dice: Hagas lo que hagas, no dejes que te atrapen en ello . Pese a todas las prohibiciones, Valerian sería seguramente capaz de revelarme el futuro si creía que valía la pena hacerlo. Y si conseguía comprender lo importante que era para mí. Pero hacer que se atuviera al tema era un trabajo más duro que palear mierda de salizonga. Dije, exasperado:
—¿Cómo quieres que lo sepa? Todavía es el futuro para mí. Todavía sigo aquí, ¿recuerdas? Todavía sigo prisionero. Y nadie ha venido a decirme nada.
Valerian derivó hacia abajo hasta que se detuvo prácticamente de pie sobre el suelo y me miró de cerca, y derivó hacia atrás y hacia arriba hasta situarse de nuevo en ángulo recto con respecto al suelo.
—Lo olvidé —dijo al cabo de un rato —. Fue una tontería. Ser un espectro todo el tiempo hace que se te embarullen las cosas. Pierdo el sentido de qué es lo que ocurre antes de qué. Por supuesto, si aún sigues aquí, es probable que no sepas nade.
—Vamos, Valerian.
—¿Quieres saberlo? De acuerdo. Te lo diré.
—Vamos, sigue.
—Estoy intentando decírtelo. —Inspiró profundamente, lo cual le iluminó con dieciséis fantasmales colores a lo largo del espectro. Por fin el momento de la revelación. Dijo —: Todo va a ir bien. Funcionará como dijiste que lo haría.
Estupendo. Polarca había dicho lo mismo. Pero se había negado a darme ningún detalle. Sólo vaguedades, lo mismo que Valerian. Ambos conspiraban para volverme loco.
Sin embargo, luché por mantener el control. No tiene sentido gritarle a un espectro: simplemente se marcha.
—¿Y cómo? ¿Qué es lo que irá bien?
—Se supone que no debo decirte esas cosas. Pero me conoces, Yakoub.
—Vamos, adelante.
—Sólo entre tú y ya, tienes a Shandor contra las cuerdas.
—Cuéntame.
—¿De veras no sabes nada ?
—No mucho. Syluise estuvo aquí y dijo que las cosas estaban bastante mal. Que el comercio interestelar se estaba hundiendo. Que las astronaves iban a destinos equivocados. Cosas así. Pero no confío en Syluise para que me diga la verdad. Cuéntame tú.
—Ésa es la estricta verdad. Ahí fuera todo estaba hecho un lío.
— ¿Estaba?
—Estará. Está. Lo que sea. Ya sabes, no resulta sencillo para mí recordar qué es futuro y qué pasado. Todo es pasado para mí, ¿sabes, Yakoub? Tu futuro es mi pasado. Han ocurrido un montón de cosas que aún no han ocurrido.
—Intenta pensar en ello. Si puedes. ¿Saldré pronto de aquí?
Una larga pausa.
—¿Saldré?
—Pienso que sí.
—¡Piensas! ¡Piensas! No has pensado en toda tu vida, Valerian. De acuerdo. ¿Qué le está ocurriendo al Imperio?
—Se está hundiendo —dijo, y se le iluminaron los ojos. Ahora estaba haciendo un auténtico esfuerzo —. El viejo emperador aún está con vida. Aferrándose con uñas y dientes para seguir. Pero ya nadie entiende lo que dice, Sunteil intenta llevar las cosas hacia su lado, Periandros y Naria hacen lo mismo hacia el suyo. Están luchando denodadamente.
—Más.
—¿Más qué?
—Más noticias. Sigue hablando.
—Se supone que un espectro no debe…
—Al diablo con lo que se supone que un espectro debe o no debe. Cuando el gran kris te halló culpable, ¿se suponía que yo debía dejarte libre? Pero lo hice.
—Sabes que siempre me sentiré agradecido por…
—Estupendo. Cuéntame más.
Meditó unos instantes.
—Bueno, está Shandor. Shandor es presa del pánico.
Noté que se me aceleraba el pulso. Estábamos llegando al núcleo de las cosas. Quizá.
—¿De veras?
—Completamente aterrorizado. Se está empezando a dar cuenta de lo que se le viene encima, y eso lo aterra. Has estado haciéndole la guerra de una manera espantosa, ¿sabes? Sin alzar un dedo, sin siquiera decirle una palabra a nadie.
—Así que finalmente se da cuenta de ella.
—Es sorprendente lo que has conseguido simplemente ofreciéndote a Shandor. Tu chico, Chorian, escapó, ¿sabes?, y le dijo a todo el mundo que Shandor te había encerrado aquí.
—Me estaba preguntando al respecto.
—Y ahí es donde las cosas empezaron a venirse abajo para Shandor. Oír lo que te había hecho hizo que muchos roms se pusieran furiosos. En especial los pilotos: han empezado a hacer todo tipo de locuras para protestar, volando hacia planetas equivocados, embarullando los planes de todo el mundo. Algunos mundos se hallan prácticamente aislados. Clard Msat: simplemente no puedes ir allí. A Iriarte tampoco, creo.
Sentí deseos de echarme a llorar de alegría al oír aquello. ¿Pero era cierto? Pasado y presente eran una mezcolanza tan grande para Valerian. Podía estar contándome rumores, o fantasías, o acontecimientos de otra época completamente distinta. Cerré los ojos. Era tan frustrante tener que depender de las noticias de un par de espectros hipercinéticos y una víbora dorada. Deseé desesperadamente captar el pulso de los planetas con mi propia mano. Había estado allí tanto tiempo solo, aislado del fluir y refluir de la galaxia. Mi plan, mi estrategia, algo astuto pero doloroso. Atacar rindiéndome. Nadie lo había comprendido. Todos pensaban que estaba loco. Todos excepto Bibi Savina y Thivt. Pero mi lunática jugada parecía estar obteniendo resultados. Valerian no me mentiría. Podía estar confundido, pero no me mentiría. Ahí fuera, los miles de mundos, los millones de roms, los miles de millones de gaje, todo el torbellino y ajetreo humanos: ¿estaba todo aquello hundiéndose en el caos? ¿Un caos útil, que yo fuera capaz de reconstruir?
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