Y, así, puedes ser la única depositaria de mis esperanzas, tal como he tratado de expresártelo.
Pero cualquiera que fuere el futuro, no puedo dejar de extrañar a la muchacha peleadora que solía vivir detrás de esos antiguos ojos azules.
Y me perturba que ni siquiera una vez hubieras mencionado a tu madre, que se pasa el tiempo soñando, en habitaciones a oscuras, con lo que queda de su vida. ¿Es que nosotros, los que te precedimos, significamos tan poco para ti?
Mary se acercó más a él, le rodeó la cintura con los brazos y lo apretó con fuerza. A pesar de los pensamientos angustiantes de él, la sencilla calidez humana de Mary era un gran consuelo.
—Vamos a casa —dijo ella—, creo que tu hermano te necesita.
Kate sabía lo que tenía que decirle: —Bobby…
—¡Cállese, Manzoni! —gruñó Hiram. Ahora estaba incontenible y lanzaba los brazos hacia el aire, al tiempo que recorría la habitación a zancadas. —¿Qué hay respecto de mí? Sos mi creación , mierdita. Yo te creé para así no tener que morir, sabiendo…
—Sabiendo que usted iba a perderlo todo —completó Kate.
—Manzoni…
Wilson se adelantó un paso, parándose entre Hiram y Bobby, mirándolos a todos.
Kate no le prestó atención.
—Usted quiere una dinastía. Usted quiere que su progenie gobierne este planeta de mierda. No funcionó con David, así que lo intentó otra vez, sin tener el inconveniente, siquiera, de compartirlo con una madre. Sí, usted lo creó y usted trató de controlarlo, pero ni aun así él quiere intervenir en los juegos de usted.
Hiram la miró decididamente, mientras los puños se le crispaban.
—Lo que él quiere no tiene importancia alguna. Nadie va a interferir conmigo.
—No —dijo Kate, asombrada—. No, no lo va a permitir, ¿no es así? ¡Dios mío, Hiram!
Bobby dijo con urgencia:
—Kate, creo que es mejor que me digas de qué estás hablando.
—Oh, no digo que éste fuera el plan de Hiram desde el principio. Pero sí lo fue siempre de reserva, en caso de que tú no… cooperaras. Y, claro está, tuvo que esperar hasta que la tecnología hubiera estado lista. Pero ahora ya lo está, ¿no, Hiram?…
Y otra pieza del rompecabezas cayó en el lugar correspondiente.
—¡ Usted está suministrando los fondos para los Unificados! , ¿no es así? En forma disimulada, por supuesto. Pero son los recursos de usted los que están detrás de la tecnología del enlace intercerebros. Usted tenía su propio propósito para ello.
En los ojos de Bobby, con ojeras negras y marcados por el dolor, Kate pudo ver que por fin entendía lo que ocurría.
—Bobby, tú eres su clon. Tu cuerpo y estructuras nerviosas están tan próximos a los de Hiram como es humanamente posible fabricar. Hiram quiere que Nuestro Mundo siga viviendo después de la muerte de él. No quiere ver que se disperse… o, peor, que caiga en las manos de alguien de afuera de la familia. Tú eres su única esperanza. Pero si no cooperas…
Bobby se volvió hacia su clon-padre.
—Si no voy a ser tu heredero, entonces me matarás. Tomarás mi cuerpo y cargarás tu propia mente asquerosa dentro de mí.
—Pero no va a ser así —dijo Hiram con rapidez—. ¿No te das cuenta? Estaremos juntos, Bobby. Habré vencido a la muerte, por Dios. Y cuando te vuelvas viejo, lo podremos hacer de nuevo. Y de nuevo, y de nuevo.
Bobby se quitó bruscamente el brazo de Kate y avanzó a zancadas hacia Hiram.
Wilson se interpuso entre Hiram y Bobby, empujándolo a Hiram hacia atrás de ella, y levantó su pistola.
Kate trató de avanzar para interponerse, pero se sentía como si hubiera estado envuelta en melaza.
Wilson estaba dudando. Parecía estar por tomar una decisión propia. La boca del arma fluctuó entre blancos.
Entonces, en un solo movimiento rápido como un relámpago, se dio vuelta y le dio a Hiram una bofetada sobre la oreja, que fue lo suficientemente fuerte como para dejarlo tendido en el piso, y lo agarró a Bobby. Éste trató de asestarle un golpe, pero la mujer lo tomó por el brazo herido y le apretó el hombro herido con un dedo lleno de decisión, Bobby lanzó un grito, los ojos se le pusieron en blanco y cayó de rodillas.
Kate se sentía abrumada, desconcertada. ¿Y ahora, qué? ¿Cuánto más se iba a complicar todo esto? ¿Quién era esta Wilson? ¿Qué quería?
Con movimientos llenos de energía, Wilson los tendió a Bobby y su clon-padre uno al lado del otro y empezó a mover conmutadores en la consola del equipo que estaba en el centro de la habitación. Hubo un zumbido de ventiladores y un crepitar de ozono; Kate sentía que poderosas fuerzas se estaban acumulando en la habitación.
Hiram trató de sentarse, pero Wilson lo volvió a dejar tendido de espaldas aplicándole una patada en el pecho.
Hiram le gritó con voz ronca:
—¿Qué demonios está haciendo?
—Dando inicio a un agujero de gusano —murmuró Wilson, concentrada—. Un puente hacia el centro de la Tierra.
Kate le dijo:
—Pero no puede. Los agujeros de gusano todavía son inestables.
—Ya lo sé —contestó Wilson secamente—. Ese es el objetivo. ¿Todavía no lo entiende?
—¡Santo Dios —dijo Hiram—, usted pretendía hacer esto todo el tiempo!
—Para matarlo a usted. Tiene toda la razón. Esperé esta oportunidad… y la aproveché.
—¿¡Por qué , en nombre del Cielo!?
—Por Barbara Wilson. Mi hija.
—¿Por quién?…
—Usted la destruyó. Usted y su cámara Gusano. Sin usted…
Hiram lanzó una carcajada, un sonido feo, forzado.
—No me lo diga. No importa. Todo el mundo tiene algo de qué quejarse. Siempre supe que uno de ustedes, imbéciles amargados, al final iban a lograr infiltrarse. Pero yo confiaba en usted, Wilson.
—De no haber sido por usted yo habría sido feliz. —La voz de la mujer sonaba diáfana y serena.
—¿De qué está hablando?… ¿Pero a quién mierda le importa? Mire… ya me tiene —dijo Hiram con desesperación—. Deje ir a Bobby. Y a la muchacha. Ellos no importan.
—¡Pero sí importan! —Wilson parecía estar a punto de llorar. —¿No se da cuenta? Él es lo que importa.
El zumbido del equipo fue en crescendo y sobre las salidas del monitor de la pantalla flexible que había en la pared, dígitos empezaron a correr de arriba hacia abajo.
—Sólo faltan unos segundos —dijo Wilson—. No es esperar mucho, ¿no? Y después todo habrá terminado.
Se volvió hacia Bobby.
—No debe temer.
Bobby, apenas consciente, se esforzó por hablar:
—¿Qué?
—No va a sentir cosa alguna.
—¿Y eso qué le importa a usted?
—Pero es que sí me importa. —Le acarició la mejilla. —Pasé tanto tiempo observándote. Sabía que eras clonado. No importa. Te vi dar tus primeros pasos. Te amo.
Hiram gruñó:
—Una remaldita merodeadora por la cámara Gusano, eso es todo lo que es usted. ¡Qué… poca cosa ? Me han perseguido sacerdotes, proxenetas, políticos, criminales, nacionalistas, los cuerdos y los dementes. Todos los que tenían alguna queja contra el inventor de la cámara Gusano. Los esquivé a todos ellos. Y ahora llegamos a esto. —Empezó a forcejear. —No. No de este modo. No de este modo…
Y con un solo desplazamiento como el de una víbora, se lanzó hacia la pierna de Wilson y hundió los dientes en los tendones de los músculos.
La mujer lanzó un grito y trastabilló hacia atrás. Hiram se mantenía agarrado con los dientes, como un perro, mientras la sangre de su presa le chorreaba por la boca. Soltó la pierna de Wilson y aulló hacia Kate:
—¡Sáquelo de acá! ¡Sáquelo…! —Pero en ese momento la mujer le disparó el puño contra la ensangrentada garganta y Kate oyó el crujido de cartílago y hueso; la voz de Hiram se transformó en un gorgoteo.
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