—¿Es visible desde la Tierra?
—Oh, sí. Pero estamos tan lejos de casa que la luz que emanó de la nebulosa en la época de Alejandro Magno recién ahora está llegando a la Tierra. —Señaló con el dedo: —¿Puedes ver esos puntos oscuros? —Eran glóbulos oscuros, finos, como gotas de tinta en agua coloreada. —Se los llama glóbulos de Bok. Hasta el más pequeño de ellos podría encerrar todo nuestro Sistema Solar. Creemos que son el lugar de nacimiento de las estrellas: nubes de polvo y gas que se condensarán para formar nuevos soles. Se necesita mucho tiempo para formar una estrella, claro, pero las etapas finales, cuando la fusión rompe todo y la estrella explota haciendo volar la cáscara circundante de polvo y empieza a brillar, puede ser un proceso repentino. —Miró a Mary. —Piensa en eso: si vivieras aquí, quizás en esa bola de hielo que está debajo de nosotros, podrías ver, en el curso de tu vida, el nacimiento de docenas, quizás centenares, de estrellas.
—Me pregunto qué religión habríamos inventado —dijo ella.
Era una buena pregunta.
—Quizás algo más suave. Una religión dominada por imágenes de nacimiento, antes que de muerte.
—¿Por qué me trajiste hasta acá?
David suspiró.
—Todos deberían ver esto antes de morir.
—Y ahora lo hemos hecho —dijo Mary con un poco de formalidad—. Gracias.
David sacudió la cabeza, irritado.
—No ellos. No los Unificados. Tú , Mary. Espero que me perdones por eso.
—¿Qué es lo que quieres decirme, David?
Él vaciló. Señaló la nebulosa.
—En alguna parte de por allá, allende la nebulosa, está el centro de la galaxia. Hay un gran agujero negro ahí, que tiene una masa que es un millón de veces la del Sol. Y todavía está creciendo. Nubes de polvo y gas y estrellas aplastadas fluyen hacia el agujero desde todas direcciones.
—Vi fotografías de él —dijo Mary.
—Sí. Ahí afuera ya hay todo un enjambre de stapledons. Tienen cierta dificultad para acercarse al agujero en sí. La inmensa distorsión gravitatoria hace estragos con la estabilidad de los agujeros de gusano…
— ¿Stapledons?
—Puntos de vista de las cámaras Gusano. Observadores incorpóreos que vagan por el espacio y el tiempo. —Sonrió e indicó su propio cuerpo flotante. —Cuando te acostumbres a esta exploración con cámara Gusano en realidad virtual, descubrirás que no necesitas llevar tanto equipaje como éste.
“Lo que quiero decir, Mary, es que estamos enviando mentes humanas como una nube de villanos a través de un bloque de espacío-tiempo de doscientos mil años luz de anchura y cien milenios de profundidad, al otro lado de cien mil millones de sistemas estelares, hasta llegar de vuelta al nacimiento de la humanidad. Ya hay más que lo que podemos estudiar aun cuando contáramos con una cantidad cien veces superior de observadores preparados… y a los límites se los empuja hacia atrás todo el tiempo.
“Algunas de nuestras teorías se están confirmando, a otras se las desenmascara sin que se lo lamente en absoluto. Y eso es bueno: así es como se supone que sea la ciencia.
“Pero pienso que hay una lección más profunda, más abstrusa, que ya estamos aprendiendo.
—¿Yesque…?
—Esa mente, esa vida misma es preciosa —dijo lentamente—. Inimaginablemente preciosa. Recién acabamos de empezar nuestra búsqueda. Pero ya sabemos que no existe una biosfera de importancia dentro de un radio de mil años luz, ni tan profunda en lo pasado que la podamos ver. Oh sí, quizás hay microorganismos que se aferran a la vida en algún estanque tibio y lleno de légamo o en lo profundo de las grietas de alguna fisura volcánica de alguna parte. Pero no hay otra Tierra.
“Mary, la cámara Gusano llevó mi percepción fuera de mis propias preocupaciones, y lo hizo de manera inexorable, paso a paso. He visto la maldad y la bondad en el corazón de mi prójimo, las mentiras de mi propio pasado, el horror banal de la historia de mi pueblo.
“Pero ahora hemos llegado más allá de eso, más allá del clamor de nuestros breves siglos humanos, de la ruidosa isla a la que nos aferramos. Ahora vi la vacuidad del universo más amplio, la estúpida agitación de lo pasado. Ya hemos terminado con eso de culparnos a nosotros mismos por la historia de nuestra familia y estamos empezando a ver la verdad mayor: que estamos rodeados por un abismo, por grandes silencios, por el ciego resultado de inmensas fuerzas sin inteligencia. La cámara Gusano es, finalmente, una máquina de perspectiva… y estamos consternados por esa perspectiva.
—¿Por qué me estás diciendo esto?
La miró de frente.
—Si te lo digo a ti, es decírselo a todos ustedes, quiero que sepan qué gran responsabilidad pueden tener entre manos.
“Hubo un jesuita llamado Teilhard de Chardin. Creía que así como la vida había cubierto la Tierra para formar la biosfera, del mismo modo la especie humana —vida pensante, al fin y al cabo— habría de abarcar la vida para formar un estrato superior, un estrato cogitativo al que llamó noosfera. Afirmaba que la organización tosca de la noosfera iba a crecer, hasta conglutinarse en un solo ser supersapiente al que denominó Punto Omega.
—Sí —dijo Mary y cerró los ojos—. El fin del mundo: la introversión interna sobre sí misma de la noosfera en masa, que de manera simultánea alcanzó el límite máximo de su complejidad y su ubicación central…
—¿Leíste a de Chardin?
—Lo leímos.
—Es el Ajenjo, como ves —dijo David con voz ronca—. Ese es mi problema.
“No puedo obtener consuelo de los nuevos pensadores nihilistas. La idea de que a este diminuto trocito de vida y mente lo deba aplastar, en este momento de comprensión trascendente, un pedazo de roca al azar es simplemente inaceptable.
Mary le tocó la cara con sus pequeñas manos jóvenes.
—Entiendo. Confía en mí. Estamos trabajando en ello.
Y, al mirar en los jóvenes-viejos ojos de ella, le creyó.
La luz estaba cambiando ahora de manera sutil, volviéndose significativamente más oscura.
La estrella acompañante blanco-azulada estaba pasando por detrás del volumen más denso de la estrella madre. David pudo ver que la luz de la compañera fluía a través de las capas complejas de gas que había en la periferia de la gigante y, cuando la compañera tocaba el perfil borroneado de la gigante, se veían sombras de nudos más espesos de gas que las capas exteriores proyectaban sobre la atmósfera. En forma más difusa, líneas inmensas, de millones de kilómetros de largo y completamente rectas, fluían hacia el observador. Era una puesta de sol sobre una estrella, se dio cuenta David con asombro, un ejercicio en geometría y perspectiva celestiales.
Y, aun así, el espectáculo no le hacía recordar a otra cosa que las puestas del Sol sobre el océano, que siendo un chico disfrutaba, mientras jugaba con su madre en las extensas playas atlánticas de Francia. Eran instantes en que las varas de luz que arrojaban las espesas nubes oceánicas lo habían hecho preguntarse si no estaba viendo la luz de Dios Mismo.
¿Verdaderamente eran los Unificados el embrión de un nuevo orden de la humanidad… de la mente? ¿Estaba él, David, haciendo una especie de primer contacto acá, con un ser cuyo intelecto y comprensión podrían sobrepasar los de él mismo, tal como él podría haber sobrepasado a su bisabuela Neanderthal?
Pero quizás era necesario que creciera una nueva forma de mente, que crecieran nuevos poderes mentales, para aprehender la perspectiva más amplia que ofrecía la cámara Gusano.
Pensó: Se te teme y se te desprecia, y ahora eres débil. Yo te temo; yo te desprecio.
Pero así también se lo temió y despreció a Cristo. Y lo futuro le perteneció a Él… como quizá te pertenece a ti.
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