C. Cherryh - El orgullo de Chanur

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El orgullo de Chanur: краткое содержание, описание и аннотация

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Los comerciantes hani y sus antiguos enemigos, los kif, coexisten en precaria paz en la estación Punto de Encuentro. Hasta que el Extraño aparece y provoca la gran conmoción que acabará poniendo en peligro el pacto interestelar entre diversas especies. La capitana hani Pyanfar Chanur deberá afrontar la persecución de los kif, con la ayuda de los mahendo sat y la constante presencia de los misteriosos knnn. Y todo ello sin olvidar la defensa de la mismísima casa de Chanur en su planeta natal.
Una saga espacial que moderniza lo mejor de la clásica
y que da inicio a una tetralogía que hará historia dentro del genero.

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Algunas siluetas se movieron y un grupo de mujeres jóvenes avanzó para encararse con ellas. En los extremos del grupo hubo un sigiloso removerse de cuerpos asustados. Las voces resonaban estruendosamente en los muros de la gran estancia. Pyanfar sostenía el arma con las dos manos y sus pupilas, dilatadas al máximo, no se perdían ni un solo movimiento.

Esa joven, su propia imagen, con esa melena rojo dorada y más alta que sus hermanas Mahn: Tahy. Sus pupilas se contrajeron levemente. El joven, dioses, qué alto era, con esas espaldas tan anchas y el cuerpo erguido como un árbol orgulloso; habían pasado años desde la última vez en que los vio, Para su hija y su hijo, que habían permanecido en el planeta, esos años habían sido más largos: habían crecido tanto durante esos años, habían logrado hacerse con tantos aliados: esa multitud de jóvenes Mahn, tanto hembras como machos, y las otras siluetas que se confundían con los muros de la estancia. Kahi Tahar, na Kahi, el viejo, el eterno rival sureño de Chanur, y muchos otros, desde esas mujeres maduras de lo que creyó reconocer como la casa de Enaury hasta los eternos parásitos de Tahar, reunidos aquí para obtener su parte de los despojos.

—Fuera de aquí —dijo Pyanfar—. Salid de aquí, todos.

—Armas… —escupió Tahy—, ¿así piensas jugar? También tenemos armas. ¿Ésa es tu elección, mientras que na Kohan se esconde de nosotras?

—Guardad las armas —dijo Pyanfar, echando el seguro de su pistola y guardándola en el bolsillo. Por el rabillo del ojo vio cómo Haral hacía lo mismo y las demás, con mayor lentitud, acababan por imitarla—. Ahora —dijo Pyanfar—, hablemos. Estás muy lejos de tu territorio, hijo mío. Esto debe ser resuelto en el lugar adecuado y no aquí’.

—Que sea aquí —dijo Kara.

Un movimiento en el pasillo detrás de los Mahn: Pyanfar lo captó al instante y contuvo el aliento. Chanur. Casi todo el séquito de la mansión. Y Kohan, superando en talla a los demás por una cabeza.

—¡Quietos! —gritó Pyanfar, echándose bruscamente a un lado para distraerles. Los invasores se removieron, confusos, sus manos volando ya hacia sus armas en un fugaz instante de tiempo que pareció durar eternamente y, de pronto, el grupo de Mahn se dio cuenta de lo que había a su espalda. La retirada se hizo a toda prisa y en desorden, intentando acercarse a la pared que antes estaba a su izquierda, pero Tahy y sus compañeras se interpusieron entre Kara y Kohan con la rapidez del instinto. Pyanfar se lanzó hacia el otro lado en tanto que Haral, Chur y Hilfy se movían como por un impulso común, interponiéndose entre ella y los demás. Pyanfar tocó levemente el brazo de Kohan: estaba ardiendo, y temblaba.

—Atrás —le dijo—, atrás, Kohan. —Y luego, mirando a Tahy, añadió—: Fuera. Nadie ha vencido ni perdido. Si Kohan rehusó momentáneamente el desafío fue por obra mía. Ahora estoy aquí. Y he venido con Ginas Llun, la cual confirmará todo lo que debo decir. Y también tengo a un Extraño, lo cual es prueba suficiente de que tenemos graves problemas. Hay kif en la estación y han tenido que llamar a las capitanas para defender Gaohn. El problema es tan serio que ahora no podemos permitirnos el lujo de que la especie han se encuentre dividida.

Tahy sacudió la cabeza.

—Hemos estado oyendo una historia muy diferente desde hace ya tiempo. No. Lo quieres arreglar tú sola, pero ya nos encargaremos nosotras. ¿Tanta ayuda necesitaba Kohan como para que tú debieras acabar sacándole a rastras de su escondite? Bueno, también de eso nos encargaremos.

—La estación ha caído —dijo una voz entre las filas de Chanur y una de las capitanas se abrió paso hacia adelante. Era Rhean, seguida por su tripulación—. La noticia acaba de llegar por el comunicador, estuvieron pidiendo ayuda. No es una mentira, ker Mahn.

Al oír esas palabras un murmullo colectivo de abatimiento pareció recorrer a todos los presentes. Ginas Llun dio un paso hacia delante, olvidándose ya de toda su neutralidad.

—¿Cuánto hace de eso, Chanur, cuánto tiempo hace ya de eso?

—El mensaje aún sigue llegando en estos momentos —respondió Kohan, con el rostro absolutamente inexpresivo aunque seguía respirando con dificultad—. Kara Mahn, por mi parte, olvido todo esto. Se acabó. Iros y no volveremos a hablar de ello.

Kara no respondió, Sus ojos parecían nublados, como ausentes, y tenía las orejas pegadas al cráneo. Pero Tahy, aparentemente no tan segura de sí misma, le hizo un gesto a los suyos para que retrocedieran.

—Ya has tenido tu oportunidad —dijo Pyanfar con voz tranquila—. Escúchame; Mahn te pertenece y Tahar no es aliada de nadie. Si llevas adelante el desafío, Tahar estará aquí para lanzarse sobre el vencedor; un vencedor que, en esos momentos, se encontrará agotado, ¿me entiendes? Con eso entrará en posesión de dos Residencias, pues su ambición es mucho mayor que la tuya. Ginas Llun puede decírtelo. Una capitana Tahar, tratando con los kif.

—Maldita sea tu impertinencia —gritó Kahi Tahar mientras que una de sus hermanas interponía un brazo entre él y Pyanfar.

—Eso es mentira —dijo otra voz.

—Quizá —dijo Pyanfar sin perder la calma—, no sea más que un malentendido. Un… un exceso de celo, una lengua que habló sin pensar. Marchaos de aquí y no os perseguiremos. Tahy, sal de aquí. El Pacto está a punto de hacerse pedazos. No es el momento de luchar. Sal de aquí.

—Na Mahn —dijo Kohan—, no sacarías ninguna ventaja de esto.

—Perderás Mahn —dijo Khym de repente, apartando a Hilfy de un empujón—. Escúchame, cachorro, lo perderás todo, ya sea ante Kohan o ante Kahi. Usa tu inteligencia y…

Pero Kara ya había ido más allá del punto en que eso era posible. Sus oscuras pupilas estaban dilatadas al máximo y tenía las orejas casi invisibles entre la melena. Sus fosas nasales eran dos agujeros negros. De pronto lanzó un grito y saltó hacia adelante.

Y Khym saltó al mismo tiempo. Pyanfar giró en redondo y su cuerpo se estrelló sobre el de Kohan unos segundos antes de que su tripulación hiciera lo mismo, al igual que Hilfy y Huran Faha, así como Rhean y su tripulación. Kohan les indicó que se apartaran con un gesto y, dominando el temblor convulsivo de su cuerpo, logró recobrar el control: Pyanfar vio cómo sus ojos se clavaban en los dos contrincantes que se revolvían ante él y se dio la vuelta… a tiempo de ver cómo Khym aflojaba lentamente la presa vacilante que mantenía las garras de Kara a unos centímetros de su cuello.

—¡Detentes! —le gritó a Tahy mientras daba un paso adelante e intentaba separarles, luchando por agarrar cualquiera de esos dos cuerpos escurridizos. Un codo se estrelló en su cabeza y Pyanfar se tambaleó por unos segundos para lanzarse de nuevo sobre los contrincantes, mientras que algunos otros imitaban su acción.

—¡Tully! —gritó Hilfy y de pronto un diluvio líquido cayó sobre ellos, derramándose justo sobre el rostro de Kara y salpicando también el suyo, casi ahogándola y haciendo que los ojos le empezaran a llorar incontroladamente. Kara retrocedió lanzando un rugido ofendido y Pyanfar también retrocedió, frotándose los ojos y tosiendo, ayudada por las manos de sus parientes. Por entre las lágrimas que la cegaban, Pyanfar vio a Tully, con una Chanur detrás de él sujetándole los brazos en una fuerte llave, y luego vio a Khym en el suelo y a Kara, que también se frotaba los ojos e intentaba recobrar el aliento. Aún tosiendo, Pyanfar apartó las manos que la sostenían. Conocía bien ese aroma y luego sus ojos encontraron el frasquito en el suelo, ahora vacío: el potente olor de las flores era tan abrumador y tan penetrante que incluso sus irritadas membranas nasales podían percibirlo.

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