Un momento de silencio.
—¿Puedo hablar? —preguntó Hilfy.
Pyanfar asintió sin más comentario.
—¿Adonde? —dijo Hilfy—. Si vamos a salir corriendo, ¿hacia dónde iremos? ¿Otra vez a Punto de Encuentro?
—No. Claro que estuve pensando en ello como una manera de hacerle perder la pista a los kif, pero cuando empecé a pensarlo detenidamente una y otra vez… Estuvimos a punto de no conseguirlo en el trayecto hacia aquí con toda la masa de Urtur para guiarnos y por mucho que recemos no hay modo de conseguirlo invirtiendo el camino con la poca masa de Punto de Encuentro para guiarnos. He estado trabajando mucho con los rumbos posibles y no hay otra solución que Kirdu, en dos saltos. Es una estación grande y puede que allí tengamos ayuda disponible.
—Los kif se lo habrán imaginado también —dijo Geran—. Nos interceptarán en Kita.
—Pues daremos los saltos a toda velocidad —dijo Pyanfar, tomando un sorbo de efe—. No hay otro modo, Geran, absolutamente ninguno.
—Dioses —musitó Chur con muy poca diplomacia. Hilfy parecía inquieta y sus ojos no se apartaban de las demás, que tenían más experiencia. Tully había dejado nuevamente de comer y también él las miraba, entendiendo parte de la conversación.
—Un salto consecutivo al inicial —le dijo Pyanfar a Hilfy—. Ningún retraso para tiempo de recuperación, ninguna disminución de velocidad en el intervalo y, bien lo saben los dioses, bastante riesgo en cuanto al lugar adonde vayamos a parar: puede que nos llevemos en el salto parte de este polvo y rocas. Pero el riesgo sigue siendo preferible a quedarnos aquí sentadas mientras la población kif sigue aumentando. Debemos llegar a un punto de salto: Kita. Después del Punto Kita los kif tendrán que escoger entre tres destinos posibles para nosotras: Kura, Kirdu y Maing Tol. Puede que acaben acertando, pero deberán enviar algunas naves para cubrir las otras dos posibilidades.
—Estamos yendo a casa —dijo Hilfy, no muy segura.
—¿Quién habló de ir a casa? Vamos a resolver este lío, eso es lo que haremos. Vamos a encargarnos de unos cuantos kif buscando un lugar en el que nos sea posible encontrar aliados. Eso es lo que haremos.
—Entonces, la nave Faha; podríamos avisarles.
—Cómo, ¿piensas ir diciendo por ahí cuál es nuestro destino? También ellas imaginarán que nuestra mejor esperanza es Kirdu y probablemente irán allí.
—Podríamos avisarles. Aquí, ahora. Darles una oportunidad para que huyan.
—Saben cuidarse de sí mismas, como ya han demostrado en otras ocasiones.
—Después de que fuéramos nosotras las que trajimos aquí el problema.
—Ésa es mí decisión —dijo Pyanfar.
—No estoy de acuerdo y creo que…
—No podemos ayudarlas meramente yendo hacia ellas. Y si no es yendo hacia ellas, ¿cómo piensas enviarles un mensaje? Lo único que podemos conseguir de ese modo es empeorar su situación. ¿Me has entendido?
—Lo he entendido —sus orejas se pegaron al cráneo y luego volvieron a erguirse con un leve esfuerzo. El silencio era absoluto y sólo lo rompía el gimoteo de los knnn, motivado por lo que les impulsaba a cantar, fuera lo que fuera.
Y de pronto el gimoteo se detuvo.
—¡Dioses! —murmuró Haral irritada, con sus ojos llenos de preocupación fijos en el otro extremo de la mesa, Pyanfar le devolvió su mirada y luego observó al Extraño.
—Pyanfar —dijo Tully, que sostenía su copa como si se hubiera olvidado de ella, con algo parecido al pánico en su expresión, obviamente cada vez más deseoso de hablar e incapaz ya de contenerse—. ¿Yo hablo? —le preguntó. Pyanfar asintió—. ¿Qué movimiento hará esta nave?
—Nos acercaremos más a nuestro territorio, al espacio hani. Vamos hacia donde los kif no puedan seguirnos tan fácilmente, hacia donde hay demasiado tráfico hani y mahendo’sat como para poder atacarnos igual que ahora. Un sitio mejor, ¿entiendes? Más seguro.
Dejó la copa sobre la mesa haciendo un gesto impreciso con su mano de largos dedos carentes de uñas.
—Dos saltos.
—Sí.
—=. Necesito =, capitana -.
Ahora estaba muy nervioso, terriblemente inquieto. Pyanfar tomó aire intentando calmarle con un gesto.
—Otra vez, Tully, dilo otra vez. De un modo distinto.
—¡Dormir! Necesito dormir en salto.
—Ah, igual que los stsho. También ellos necesitan dormir entonces. Sí. Ya lo entiendo. Te daremos drogas para que duermas, no tengas miedo.
Había empezado a temblar. De pronto sus ojos empezaron a llenarse de líquido y el intruso agachó la cabeza, limpiándoselos en silencio. Nadie habló, comprendiendo lo intenso de sus emociones en aquellos instantes. Quizás él se dio cuenta del silencio porque de pronto, con un gesto brusco, cogió su cuchillo y pinchó con él un pedazo de carne que tenía en el plato. Se lo llevó a la boca y empezó a masticar, sin levantar nunca la cabeza.
—Necesitas drogas para dormir —dijo Pyanfar—, y los kif te hicieron pasar el salto sin ellas. Eso es lo que hicieron, ¿verdad?
Él la miró.
—¿Estabas solo al empezar todo, Tully? ¿Había otros contigo?
—Muertos —dijo él con la boca llena, tragando con dificultad—. Muertos.
—Estás seguro de ello.
—Estoy seguro.
—¿Hablaste con los kif? ¿Respondiste a sus preguntas?
Una negativa con la cabeza.
—¿No?
—No —dijo Tully, bajando nuevamente los ojos hasta esconderlos bajo sus pálidas cejas—. Dimos un = erróneo a su traductor.
—Cómo, ¿palabras erróneas?
Seguía teniendo el cuchillo en la mano, con un trozo de carne en él: se había olvidado de la comida.
—Manipuló su traductor para que no funcionara —exclamó Tirun, encantada—. ¡Dioses!
—¿Y el nuestro no? —le preguntó Pyanfar.
Los ojos de Tully buscaron su rostro.
—Pensé que te apresuraste mucho a entrar aquí —dijo Pyanfar—. Qué Extraño tan listo… Hablaste de nosotros.
Entonces, al principio había más de vosotros en manos de los kif.
—Los kif cogen cuatro de nosotros. Nos llevan a través del salto sin medicina, despiertos, ¿entiendes?, tampoco nos dan comida buena y poca agua, nos hacen trabajar ante teclado de su traductor igual vuestro. Sabemos lo que quieren de nosotros. Trabajamos despacio, hacemos no entender teclado, no entender los símbolos, trabajo muy despacio. Dan muy poco tiempo. Nos pegan mucho, nos sacuden mucho, nos hacen trabajar en la máquina, trabajar rápido. Trabajamos todo mal en máquina, hacemos muchas palabras equivocadas, esta palabra por esa otra palabra, cinta larga, larga; algunas bien, muchas mal. Un día, dos, tres… lodo mal. —Una mueca fugaz retorció sus rasgos—. Hacen funcionar cinta y nosotros más error. Entienden lo que hacemos, cogen uno de nosotros, la matan. Nos pegan mucho a todos. Nos dan otra vez mismo trabajo, hacer cinta que quieran. Hacemos cinta dos mal, equivocada distinto. Los kif matan luego otro de mis amigos. Yo, un hombre nombre Dick James, dos en nave que viene a estación. Nos hacen conocer ese Akukkakk, él viene bordo nave vernos. Él… —Otra convulsión del rostro, un gesto incomprensible—. Él… coge brazo mi amigo, rompe, rompe muchas veces dos brazos, pierna, yo hago lucha con él, nada bueno, me pega… sale fuera. Y mi amigo… pregunta… le mato, ¿entiendes? Yo lo hago; mato mi amigo, = kif ya no más daño él.
Ahora en la mesa reinaba un silencio mortal. Pyanfar carraspeó levemente. Las demás guardaban silencio con las orejas pegadas al cráneo y las pupilas muy dilatadas.
—Vienen —prosiguió Tully en voz baja—. Encuentran mi amigo muerto. Kilos = enfadados, me pegan, me traen hacia segunda nave. Fuera. Muelles. Corro. Corro mucho tiempo. Vengo vuestra nave. —Agachó la cabeza y luego las miró con una pálida sonrisa de mahendo’sat—. Hago teclado bien vosotras.
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